Mitos hititas
Los primordiales. Kumarbi, Teshub y la lucha cosmogónica
Los hemos traducido de Zacharia Sitchin, humanpast.net, y emoryclassics-classresources website
Miles de aves emprendieron vuelo en busca de su rey, del que sólo conocían el nombre: el Ave Simurgh. Las que sobrevivieron, tras muchas vicisitudes, se encontraron con que Simurgh eran ellas mismas. La identidad es el conjunto de todos los que somos. La identidad se hace en viaje y arriesgando la existencia. Ese conjunto y ese viaje que somos, que soy, es lo que quiero reflejar en este blog.
Mitos hititas
Los primordiales. Kumarbi, Teshub y la lucha cosmogónica
Los hemos traducido de Zacharia Sitchin, humanpast.net, y emoryclassics-classresources website
La Realeza en el Cielo
Escuchen ahora cuáles son los dioses que están en el cielo, y los que están sobre la tierra de oscuro color. Escuchen, estos son los poderosos dioses antiguos.
Cierta vez, en los días antiguos, Alalus fue rey en el cielo. Mientras Alalus estaba sentado en el trono, el poderoso Anu, primero entre los dioses, estaba frente a él; y se inclinaba a sus pies y le servía la copa en su mano.
Nueve fueron en número los años /períodos/ durante los cuales Alalus fue rey en el cielo. En el año /período/ noveno, Anu le dio batalla y lo derrotó. Alalus huyó ante Anu, y descendió a la tierra oscura. Descendió a la tierra oscura, y Anu tomó su asiento sobre el trono. Estando Anu sentado sobre el trono, el poderoso Kumarbi le daba de comer. Se inclinaba a sus pies y le servía la copa en su mano.
Nueve fueron en número los años durante los cuales Anu fue rey en el cielo. En el año noveno, Anu le dio batalla a Kumarbi, y al igual que Alalus, Kumarbi le dio batalla a Anu. Cuando ya no pudo resistir la mirada de Kumarbi, Anu se libró de las manos de Kumarbi, y voló, Anu voló como un pájaro por el cielo. Tras él se lanzó Kumarbi, lo apresó, lo puso a sus pies y lo arrojó del cielo.
Él, Kumarbi, quebró las rodillas de Anu, y devoró su virilidad. Cuando la hubo capturado, cuando Kumarbi había devorado la virilidad de Anu, se regocijó y rio.
Anu volvió a él, a Kumarbi le habló: “Te regocijas en cuanto a tu interior, porque has devorado mi virilidad. ¡No te regocijes en cuanto a tu interior! Allí yo te he plantado una carga pesada. En primer término, te he preñado con la semilla del noble Dios de las Tormentas /Teshub/. En segundo lugar, te he preñado con el río Tigris, al que no se puede contener. En tercer lugar, te he preñado con el noble Tasmisus. He plantado tres dioses temibles como semilla en tu vientre. ¡Más te valdría ir y terminar con tu vida golpeando las rocas de tu propia montaña con tu cabeza!”
Cuando Anu había terminado de hablar, ascendió al cielo y se escondió. Kumarbi, el rey sabio, escupió desde su boca. De su boca escupió… mezclado con… Lo que Kumarbi escupió, cayó sobre el monte Kanzuras; … un dios impresionante allí.
Lleno de furia, Kumarbi fue a Nippur … En el señorial … se instaló. Kumarbi no … (mientras) cuenta los meses /de su preñez/. Llegó el séptimo mes …
/Sigue una parte fragmentada. Anu se dirige al Dios de las Tormentas, que todavía está sin nacer en el interior de Kumarbi, y le advierte acerca de las diversas partes del cuerpo de Kumarbi a través de las cuales puede salir. El Dios de las Tormentas responde, desde el interior de Kumarbi: /
¡Larga vida a ti, señor de la fuente de las sabiduría! La tierra me dará su fuerza, y el cielo me dará su valor, Anu me dará su hombría y Kumarbi me dará su sabiduría…
/Parece que el Dios de las Tormentas habla de su grandeza futura, y le promete a Anu que lo vengará. Anu repite sus advertencias en cuanto a los lugares por lo cuales el Dios de las Tormentas puede salir a luz, entre ellas la boca de Kumarbi y “el buen lugar”. El Dios de las Tormentas replica: /
“Si salgo por su … se va a perturbar mi mente. Si salgo por su… me profanará con su mancha,… me profanará en la oreja… Si salgo por “el buen lugar”, una mujer me…”
/En el tramo siguiente el Dios de las Tormentas parece estar preocupado por lo que sucedería si él saliera a luz partiendo el “tarnassas” de Kumarbi/
A medida que él caminaba y tomaba su lugar ante Ayas, Kumarbi se sintió mareado y se desmayó… Kumarbi empezó a decirle a Ayas: “¡Dame mi hijo, quiero devorar a mi hijo!”
/Parece que efectivamente Kumarbi recibe algo para comer. Pero ese alimento escapa de su boca, y él comienza a lamentarse. Ante la lamentación de Kumarbi, Ayas le sugiere llamar a ciertos expertos. Y esto se lleva a cabo./
Ellos comenzaron un trabajo mágico sobre él. Ellos le siguieron trayendo sacrificios de alimentos, ellos siguieron… Del “tarnassas” /él quería salir, pero/ ellos hicieron seguro el “tarnassas” de Kumarbi. De modo que el valiente Dios de las Tormentas salió a luz por el “buen lugar”.
/El nacimiento del Dios de las Tormentas se completó, y fue informado a Anu. Este comienza a conspirar para destruir a Kumarbi con la ayuda del Dios de las Tormentas, que se prepara para la batalla. No se encuentra la narración de la batalla en la parte preservada de la tableta. Es posible suponer que el Dios de las Tormentas, Teshub, derrotó a Kumarbi y asumió la realeza en el cielo/.
Canto de Ullikummi
Kumarbi está pensando sabios pensamientos en su mente. Él alienta la idea de crear la desgracia y el daño contra el Dios de las Tormentas. Alienta la idea de levantarse como rival contra el Dios de las tormentas. Kumarbi piensa estos sabios pensamientos en su mente, y los entrelaza como abalorios.
¡Abran ya los antiguos depósitos
De los padres y de los abuelos!
Traigan la Antigua Lanza de Cobre
Con la que el cielo fue separado de la Tierra,
Y con ella romperemos los pies de Ulli-kummi.”
/Con esta ayuda, y con la de los otros dioses, a los que Teshub logra alistar para la lucha, Ullikummi es finalmente vencido. /
Eduardo Ambrosetto, “Lalito”, me cuenta esta entrañable historia de don Santos, su abuelo.
“Mi abuelo se las ingeniaba para inventar y fabricar toda clase de cosas. Él había venido de Italia de jovencito, y extrañaba a la familia que había quedado allá. Entonces, como durante años no tuvo plata para pagar un viaje, se le ocurrió hacer un avión para ir hasta Italia y traerlos. Y lo hizo nomás… un avión perfecto, con madera, chapa y lona. Lo tuvo durante años, pero lo que no pudo fue encontrar un motor que sirviera para hacerlo volar. Después la situación económica de la familia mejoró; él, y los parientes de Italia, pudieron hacer sus viajes y verse más seguido.”
No es de extrañar entonces, concluye Lalo, que entre los herederos de Santos hayan existido pilotos de avión, inventores, fabricantes.
La imagen de Santos Ambrosetto soñando, ideando y construyendo su avión, me impacta con tremenda fuerza poética.
Admiro a ese hombre, que supo traducir la nostalgia a diseño, que a partir del extrañamiento construyó alas para volver hacia el encuentro. Lo admiro porque se puso a construir, alimentado por esa nostalgia de lo inaccesible, de lo querido y lejano.
Aquel avión perfecto nunca voló, según cierto relato que se limita a lo aparente. A mí se me hace que volaba todos los días, ida y vuelta, entre la avenida Italia de Villa Mitre, y la vieja Italia de más allá del mar.
Ese hombre sabía que todo verdadero viaje es, antes, un viaje imaginario; que no sirve de nada comprarse un pasaje vía aérea, si no soñás con la travesía y la llegada. El viaje de nuestros sueños no sólo es el más osado; es el único que de veras nos sucede. De nada sirve que vayas físicamente a otro mundo, si seguís pensando en los chismes del vecindario y la despensa.
El anhelo de volar ha exaltado siempre a los hombres. Hay noches en que soñamos que nos elevamos en el aire, y eso nos hace sonreír mientras dormimos. Y en este pueblo, cuando llegaban las noticias de la existencia de los aviones y de los viajes por aire, hubo más de un ingeniero aeronáutico y piloto graduados en la universidad del ingenio y del deseo, la única que vale.
En materia de aviación local, el avión del farmacéutico Klein es algo anterior al de Santos Ambrosetto. Una borrosa foto del archivo de José Miguel registra el momento del primer y último vuelo de este artefacto. Sobre el borde de la barda se alcanza a divisar un grupo de personas que rodea a una criatura parecida a un gran mamboretá. José Miguel contaba que el farmacéutico Klein había diseñado y construido ese avión de madera. Y luego, él mismo lo llevó a ese lugar eminente, y desde allí se lanzó. Tras un carreteo, se precipitó cuesta abajo. El inventor había querido que el ave mecánica demostrara su utilidad; hasta ese punto nomás alcanzó.
En cambio el avión de Santos Ambrosetto estaba ahí, impecable, perfecto, en el galpón. Volaba todos los días, como el cohete inmóvil del cuento de Bradbury o el avión inexistente en la película de Kusturika. Ningún viaje tan ambicioso como el de la tesonera nostalgia de este inventor.
Poesía pura y fuerte, la de esa pequeña aeronave casera que parecía estar quieta y volaba miles de kilómetros, una y otra vez. Diría que ese avión, siempre ahí, con la posibilidad no gastada en las alas, es la imagen de la necesaria y alta utopía. Pero me corrijo: porque la palabra utopía señala lo que no tiene lugar físico, inmediato, concreto. Y el avión perfecto no era utópico: estaba aquí, en un galpón a la vera de la avenida Italia. Yo debiera decir que era en realidad teletópico. Si la palabra no existe, que exista en homenaje a esta invención, desde hoy. La máquina inmóvil de los muchos viajes era teletópica porque conectaba inmediatamente ciertos puntos lejanísimos entre sí; podías subirte a ella en este pueblito de la Patagonia, y descendías al rato nomás, en aquel vecchio paese, en una remota y nativa comarca de ciudades con campanarios, viñedos y labriegos, donde todos hablaban tu mismo dialecto.
En estas tierras se han construido embalses, canales, usinas, fábricas, galpones, edificios de toda clase. Sin desconocerles todo su valor material y espiritual, ninguna de estas construcciones me parece tan espaciosa, tan bella y tan audaz como el avión perfecto de Santos Ambrosetto.
Lo reitero: admiro a ese hombre.
Patria de palabras
a partir de una proclama de José de San Martín, de 1819
Yo lo veo
a José de San Martín
buscando las palabras
escuchando
el hablar de los paisanos
para estamparlo
en su proclama
y ponerle la firma
lo veo
cuando escribe
diciendo
compañeros
diciendo
vienen los gallegos
diciendo
la muerte es mejor
que ser esclavos
de los maturrangos
diciendo
seamos libres
aunque sea en pelota
seamos libres
y lo demás
no importa nada
no eran ilustres
esas palabras
no estaban en la Enciclopedia
ni en los libros de Voltaire
ni en los folios de las actas de los congresos
estaban sólo dichas
en el hablar de los paisanos
él
empezó a escribirlas
palabras
de la patria
patria
quiere decir
lo que nos viene de los padres
entonces
él y sus compañeros
no tenían patria
la estaban engendrando
para sus hijos
esta
futura
patria
de palabras
lo veo
pues
a José de San Martín
escuchando a su pueblo
poniéndole la firma
y el cuerpo
a su palabra
siento
que también esa
fue una batalla decisiva
que él
y sus compañeros
ganaron
hasta hoy
esta patria
de palabras
pero ahora
y de nuevo
cada día
tenemos que ganarla nosotros
compañeros
Ramón Minieri. Julio 2011.
Libros impresentables
Queridos amigos,
No creo en las presentaciones de libros. Ni en los comentarios. Por respeto al libro mismo, prefiero que se presente a sí mismo y tal como es, no disecado ni reducido.
Menos todavía pretendería presentar poesía, criatura de por sí impresentable por autista e invasora, por silvestre y delicada. A ella, cuanto más, uno puede señalarla; avisar “ahí está”, como si estuviéramos ante la fugaz epifanía de un ave infrecuente.
De modo que vengo sólo a avisarles que aquí tienen este volumen nuevo que publiqué, integrado por dos libros puestos espalda contra espalda: “País de la Sal” y “Libro de los Últimos Días”; y les voy a leer algunas de sus páginas.
Opción por la palabra
Fuera del ritual de la presentación, quería decirles algunas cosas sobre mi modo de sentir y hacer la poesía. Cada uno de mis libros es un intento más de ser fiel a esa elección; un paso más en un camino inacabable.
Quiero la poesía como palabra nueva, inusitada. Que venga con un nuevo modo de nombrar. Esto no es cuestión de cronología o de escuela; puede ser novedosa una página del Romancero, puede no serlo una obra de vanguardia contemporánea.
No quiero la repetición. No sé si es válida en otros órdenes de la vida; pero seguramente, no en la poesía. La repetición de la palabra, el confinamiento en lo ya oído, la limita a mercancía de consumo, de uso masivo. Como lo quiso Gottfried Benn “la lírica tiene que ser absolutamente original, o no es lírica.”
¿Qué quiere decir?
Tomo en cuenta la pregunta que muchas veces oigo, también ante mis libros. “¿Qué quiere decir?” Esta pregunta hace a nuestra relación de lector y autor, de manera que no quiero dejarla a un costado, como quien disimula una falta de modales.
Creo que la poesía no tiene que querer decir. Un taiël mapuche, una nana, una vidala, se dicen, no “quieren decir” otra cosa, no apuntan a un significado lógico externo.
Busco la palabra no dirigida hacia un significado, la palabra que rompa con esa obligación del querer decir; palabra que simplemente se presente y se diga; palabra libre.
La ruptura
Romper con lo ya dicho y con el querer decir. En la creación poética, al menos como yo la experimento, es un momento decisivo ese en que se rompe con lo ya dicho, aún lo que uno mismo recién ha dicho; para que allí emerja la desnudez de lo no dicho, y la palabra lo señale. Momento decisivo, episodio difícil y a veces agotador de nuestra tarea.
Ruptura; de ahí, de la ruptura, la originalidad absoluta. Esa palabra dice lo nunca dicho, y lo dice como nunca, porque de entrada no se instaló en el campo de lo significado existente.
En ese punto cero de la palabra cada vez inicial, en esa virginidad fecunda, allí está para mí la poesía. Ese no querer decir la constituye como morada del ser.
Busco entonces la palabra que no narra, no explica, no desenvuelve, no publica, no pretende de antemano convocar.
Palabra que a la vez, precisamente porque se instala en su propia libertad y en su ser, se alza como utopía del ser y de la libertad. Ernst Bloch nos enseñó que cada forma es de por sí utópica; no porque haya o deba haber un “mensaje” al que se refiera, sino porque ella misma es irreductiblemente otra, aún siendo hacia todo y todos nosotros. Esto me orienta hacia la palabra que pretendo.
Se ha dicho que todos estamos en libertad bajo palabra. Con más necesidad entonces, la palabra tendrá que ser libre, tendrá que ser poética; porque de ella dependemos. Las palabras que se pronuncian nos alojan; pueden mantenernos presos o abrirnos el mundo. Las palabras que pronunciamos nos mantienen libres, en tanto los demás confíen en ellas, les crean por un día más. Así entiendo esto de la libertad bajo palabra, y de la necesidad de la palabra libre.
/Sigue./
Juego, expresión, símbolo
Coincido así con lo que plantea Norma Píngaro en su libro: la creación es un juego para des-encontrar la palabra. Juego… vocablo liviano, pero filoso; porque también se juega la vida; también hay inescapables reglas de juego; y el juego que jugamos nos juega: esa precisamente es nuestra relación con la palabra.
Si hay algo válido en la división de funciones del lenguaje, yo elijo la poesía como expresión. Si algo comunica, es porque expresa. Pero pienso que esas funciones no son distintas, sino dos extremos en el mismo arco de la palabra.
Busco la palabra que es símbolo. Si digo “sal”, intensamente y para sí misma, entonces esa sal pasa a concentrar y entrañar muchas otras acepciones. Alcanzo a ver algunas; otras se me escaparán, aún a mí que traje esa palabra, para siempre.
La palabra como símbolo es prismática, un abanico de colores que estaban escondidos. Con un término más técnico, diría que es polisémica. Un símbolo se irradia en multitud de signos y de sentidos, hasta contradictorios.
De contrabando
Algo más sucede con la palabra poética, la palabra símbolo. Es de cuidado, porque es contrabandista. Por su cualidad de símbolo, lleva muchos más sentidos de los que reconocemos cuando la pronunciamos. Y los transmite sin que lo sepamos, a otra gente, a otros lugares, a otros tiempos. Sucede así también con símbolos de otras clases: pensemos cuántos significados y referencias puede haber en una cruz, en una advocación religiosa, en los colores de la bandera…
Para mí, alcanzar esa instancia de la palabra simbólica, polisémica, es el cometido particular de la poesía.
Esta búsqueda no se lleva bien con la tendencia dominante a “adecuar” la producción literatura a las preferencias del mercado. La palabra libre no se presta a la adecuación que la degrada en cosa consumible, inerte. En este oficio nuestro, uno acepta de entrada estar proscripto del mercado.
Tan fuerte es nuestro deseo de esta palabra, que excede y borra la individualidad. Ojalá alguno de estos versos, alguna de estas estrofas o frases llegara más allá de este día, más allá de nosotros. Mejor aún, si llegara libre de nuestro nombre. Como lo sintió González Tuñón, qué mejor distinción que llegar a ser anónimo.
Pero venga la poesía, la dueña de esta jornada. Vamos a leer algunas páginas de cada uno de estos libros. Ojalá desde ahora sean también de ustedes.
Ramón Minieri
(Palabras pronunciadas en la presentación de "País de la Sal" y "Libro de los Últimos Días", el 5 de junio de 2011 en Río Colorado).
...
Nace
entre ruinas
entre ruinas
crece
de ruinas
se alimenta
la indemne
flor
la ves
no hay
más
milagro
A S.M.