miércoles, 8 de junio de 2011

La poesía que quiero (2)


...
/Sigue/


Juego, expresión, símbolo


Coincido así con lo que plantea Norma Píngaro en su libro: la creación es un juego para des-encontrar la palabra. Juego… vocablo liviano, pero filoso; porque también se juega la vida; también hay inescapables reglas de juego; y el juego que jugamos nos juega: esa precisamente es nuestra relación con la palabra.

Si hay algo válido en la división de funciones del lenguaje, yo elijo la poesía como expresión. Si algo comunica, es porque expresa. Pero pienso que esas funciones no son distintas, sino dos extremos en el mismo arco de la palabra.

Busco la palabra que es símbolo. Si digo “sal”, intensamente y para sí misma, entonces esa sal pasa a concentrar y entrañar muchas otras acepciones. Alcanzo a ver algunas; otras se me escaparán, aún a mí que traje esa palabra, para siempre.

La palabra como símbolo es prismática, un abanico de colores que estaban escondidos. Con un término más técnico, diría que es polisémica. Un símbolo se irradia en multitud de signos y de sentidos, hasta contradictorios.


De contrabando

Algo más sucede con la palabra poética, la palabra símbolo. Es de cuidado, porque es contrabandista. Por su cualidad de símbolo, lleva muchos más sentidos de los que reconocemos cuando la pronunciamos. Y los transmite sin que lo sepamos, a otra gente, a otros lugares, a otros tiempos. Sucede así también con símbolos de otras clases: pensemos cuántos significados y referencias puede haber en una cruz, en una advocación religiosa, en los colores de la bandera…

Para mí, alcanzar esa instancia de la palabra simbólica, polisémica, es el cometido particular de la poesía.

Esta búsqueda no se lleva bien con la tendencia dominante a “adecuar” la producción literatura a las preferencias del mercado. La palabra libre no se presta a la adecuación que la degrada en cosa consumible, inerte. En este oficio nuestro, uno acepta de entrada estar proscripto del mercado.

Tan fuerte es nuestro deseo de esta palabra, que excede y borra la individualidad. Ojalá alguno de estos versos, alguna de estas estrofas o frases llegara más allá de este día, más allá de nosotros. Mejor aún, si llegara libre de nuestro nombre. Como lo sintió González Tuñón, qué mejor distinción que llegar a ser anónimo.

Pero venga la poesía, la dueña de esta jornada. Vamos a leer algunas páginas de cada uno de estos libros. Ojalá desde ahora sean también de ustedes.

Ramón Minieri

(Palabras pronunciadas en la presentación de "País de la Sal" y "Libro de los Últimos Días", el 5 de junio de 2011 en Río Colorado).

...


1 comentario:

badana dijo...

Deseaba Goethe que el escenario fuese tan estrecho como la cuerda de un equilibrista a fin de que ningún torpe osara pisarlo.
La poesía es tu escenario y tus palabras cruzan el vacío, cuidadosamente osadas atraídas por el vértigo.
Hacedoras de puentes inexplicables e invisibles.


Felicitaciones por tu libro