domingo, 24 de agosto de 2008

De las amonestaciones, y otras estupideces conexas

De las amonestaciones, y otras estupideces conexas

En las últimas semanas ha sido uno de los temas preferidos por los medios de prensa, el retorno de las amonestaciones a las escuelas secundarias de la ciudad de Buenos Aires.

Hemos escuchado una y otra vez a periodistas bienpensantes, a funcionarios de la Ciudad, y a oyentes que llaman a las radios para manifestar su añoranza por los buenos viejos tiempos, pronunciándose en defensa de una medida que supuestamente restaura un orden perdido en los colegios de nivel medio, y les devuelve autoridad a los profesores.

Considero que estas opiniones son una manifestación más del temor de nuestra sociedad ante el cambio; temor ante todo lo que remueve o amenaza estructuras y pautas heredadas, sin importar si estas son justas o injustas.

Pero por el momento me abstendré de ahondar en las causas de esas actitudes. Más bien quiero poner de manifiesto algunos razonamientos erróneos que se escuchan en los “medios” y que circulan entre algunos sectores de la ciudadanía. Para que no repitamos estupideces, nomás.

Observo a periodistas que se plantan frente a las cámaras, y escucho a otros que sin duda se plantan firmemente frente a los micrófonos, para lanzar urbi et orbi el razonamiento decisivo para defender la existencia de las amonestaciones: “al fin y al cabo, nosotros nos educamos en un sistema en el cual existían las amonestaciones, y no nos ha ido tan mal”.

Es un argumento especioso. Pero además es peligroso, porque introduce una técnica de mentir en lugar de una lección de racionalidad en la argumentación. Me parece que esta opinión está dando la pauta de que se aprendió a defender lo impuesto, más que a pensar por cuenta propia.

El argumento es especioso, porque con el mismo criterio alguien podría decir “al fin y al cabo, mi maestro de segundo grado me toqueteaba, y tan malo no he salido.” O “en la colimba me degradaron como persona, me castigaban con orden cerrado y yo veía cómo los jefes se llevaban cosas del cuartel para su casa, pero tan malo no salí. Quiero que vaya mi hijo a vivir eso mismo”.

Por otra parte se podría preguntar: acaso los militares genocidas, los civiles que los promovieron y apoyaron, los religiosos cómplices y los torturadores, no eran también ex alumnos de sistemas donde se repartían amonestaciones… ¿y diríamos que “tan malos no fueron”? Y no con esto quiero decir que esta gente fue como fue a causa de las amonestaciones. Simplemente quiero poner de relieve que esa forma de argumentar es limitada y mentirosa.

A ver entonces, si podemos ponernos de acuerdo en torno a lo siguiente: la presunta normalidad actual de los periodistas, los funcionarios y las personas que envían cartas de lector o llaman a las radios, no constituye de por sí un criterio de verdad. Lo que una de estas personas considera “normal” no puede servir como argumento para justificar ninguna práctica del pasado. Si empezamos por ahí, al menos habremos despejado una falacia y una trampa para el pensamiento.

Si lo que se pretende es rescatar es el pensamiento tradicional, entonces habría que recordar algunas observaciones de nuestros paisanos: “Con miedo no se puede aprender nada” les he oído decir.

También del pensamiento popular adoptó Juan de Mairena aquel axioma para la vida histórica y civil: “aquellos polvos trajeron aquestos lodos”. La tierra de ayer ayudó a generar el barro de hoy. Para quedar limpios, de nada sirve volver al polvaderal de ayer.

Quiero destacar también un enorme acervo de experiencia de docentes, alumnos y padres/madres que han pasado los años de escuela hasta el egreso de los chicos, sin que existieran ni se aplicaran amonestaciones.

Porque lamentablemente, en esta como en otras cuestiones, la imagen que nos presentan los “medios” es un poco parcial. Sólo aparecen esos casos extremos de trifulca y atropello a docentes o a compañeros, que se dan en algún colegio de gran ciudad, y que además son filmados por los propios chicos, precisamente para que aparezcan en esos medios. (¿Habrá que tener en cuenta la especificidad de las "escuelas mediáticas" o "espectacularizadas"? ¿Hasta qué punto sirve para una discusión de lo escolar, esta prioridad de lo espectacular?)
Pero lo que no se proyecta en los noticieros de la tele son los varios cientos de miles de escenas en escuelas donde simplemente los adultos y los pibes se llevan relativamente bien, sin que se utilice la amonestación, ni la palmeta, ni alguien amenace a la maestra o a la profesora. En el pueblo donde vivo, esa es la realidad cotidiana; no quiero decir con esto que los pibes o los adultos sean beatíficamente buenos, ni que no exista algún conflicto, debate u observación sobre el comportamiento de alguien. Pero insisto: lo nuestro, posiblemente por carecer de episodios aberrantes, nos excluye de los grandes medios nacionales.

En mi caso particular, durante años he enseñado en un colegio secundario, y durante años mis cinco hijos han aprendido en ese mismo colegio, en un marco institucional en el que se habían suprimido las amonestaciones (el CBU rionegrino). Eso sí: todos los días había una evaluación cooperativa del comportamiento, entre chicos y docentes. A veces, también algún docente recibía alguna observación. Y funcionaban los consejos de convivencia, con un nivel de debate que era parte de la buena salud y de las libertades de la institución.
Esta fue solo una de las muchas experiencias semejantes que se produjeron en nuestro país. Experiencias que han sido sumidas en el olvido o desconocidas sistemáticamente, o bien relegadas a un museo de lo anecdótico, de las cosas raras, de lo supuestamente imposible. Han existido en la Argentina escuelas y colegios donde se aprendió y se enseñó en libertad y para la libertad. Y anduvieron tan bien, que una y otra vez alguien decidió truncar esas experiencias, para que no cundiera esa transformación. La reforma educativa mendocina de los años 30, la escuela santafesina de las hermanas Cosettini en los años 30, las innovaciones que promovieron Luz Vieyra Méndez y otros destacados pedagogos cordobeses en la década del 40, el Ciclo Básico secundario de la Universidad Nacional del Sur en los '60 del siglo pasado, deben ser recordados como ejemplos válidos de lo que se puede y lo que se debiera hacer para una escuela de la democracia. La "memoria de la educación" que proveen los medios, debiera contemplar estos procesos, y no sólo quedar adherida a la nostalgia de los periodistas que añoran cierto tipo de escuela vertical e instruccionista.

Estimados opinantes que aplauden el regreso de las amonestaciones: les pido reflexionen que si los castigos sirvieran para algo, en la Argentina hace rato que ya no harían falta castigos. Hubo tantos, que a esta altura de los tiempos tendríamos que ser los más educados del mundo. Pero bien sabemos que no lo somos.

Como bien sostiene otro principio tradicional “más jaulas no enseñan a volar mejor”. De lo que se trata, en la escuela como en cualquier otro lado, es de aprender a vivir en libertad. Libertad que supone instituciones, por supuesto; y sistemas de estudio y prevención de conductas que van contra las libertades. Y las comunidades así organizadas y dueñas de sus instituciones, tienen que “hacer algo” para modificar esas conductas. En las experiencias que he narrado, ese “algo” eran reparaciones ofrecidas a la comunidad del curso o de la escuela. Creo que de este modo mis alumnos salieron de la escuela sabiendo mucho más acerca de cómo gobernarse, cómo respetar las leyes y cómo participar, de lo que yo sabía a la edad de ellos.

En fin, no nos apuremos a aplaudir el regreso de las amonestaciones en Buenos Aires, porque la mera sanción no resuelve nada. La autoridad del adulto se adquiere y se mantiene por muchos otros medios que no tienen mucho que ver con la posibilidad de sacar a alguien del aula, por unos días o para siempre. Y la relación de autoridad se asienta en una red de respetos y consensos, donde también los jóvenes deben ser partícipes y decidir.
Aún desde una lógica empresarial, que suele ser atractiva para la fracción política que gobierna la Ciudad de Buenos Aires, la mera insistencia en la potestad disciplinaria del docente sería contraproducente con vistas al producto deseado. Hay docentes que no necesitan estar afianzando su autoridad. La tienen por presencia, por compromiso, porque creen en lo que hacen, y porque saben. Pero si reforzamos a todos por igual poniéndoles esta palmeta simbólica en la mano, entonces puede que estemos favoreciendo la mediocridad. Y finalmente, me pregunto si quien tiene que recuperar autoridad y vigencia en la sociedad argentina es sólo el docente, o es la escuela en su conjunto.

Seré insistente en algo: la escuela sin amonestaciones y con evaluación cooperante que he descripto, no es utópica. Me he limitado a recordar algunas características de un sistema educativo que funcionó aquí, no hace tanto tiempo; como otros que lo precedieron. Y seguramente otros lo han de seguir, porque felizmente el espíritu de libertad no se resigna - es ese viento que una y otra vez, vuelve a soplar cuando y donde quiere.

Valgan estos testimonios para que la memoria no sea tuerta. Porque como dijera don Ata, “atrás de los equivocos / se vienen los perjudicos.”

Ese Ajeno Sur

Les acerco las primeras páginas de mi libro "Ese Ajeno Sur", concluido en 2005 y editado por el Fondo Editorial Rionegrino en 2006.

PRESENTACIÓN

“La Patagonia es íntegramente un feudo inglés.”

Raúl Scalabrini Ortiz, 1939.

En este ensayo intentamos narrar cómo se estableció y funcionó un extenso dominio inglés en la Argentina, y cómo afectó a la Patagonia y a la nación.
En los últimos años del siglo XIX una empresa formada en Londres, The Argentine Southern Land Co., (“Compañía de Tierras del Sud Argentino”) conocida también por su sigla TASLCo., recibió como regalo del gobierno nacional la propiedad de casi un millón de hectáreas en el norte de la Patagonia. Los capitales iniciales de esta sociedad estuvieron integrados en gran parte por las mismas tierras que recibía. No fue la única beneficiaria de concesiones de este tipo.
La Compañía (nombre de uso general donde la antonomasia funge de abreviatura) explotó esas tierras durante casi un siglo en condiciones excepcionalmente favorables: pudo producir, importar, exportar y obtener utilidades, sin tener que pagar durante años derechos aduaneros ni otra clase de tasas, o beneficiándose con tipos de cambio preferenciales y aranceles reducidos. Operó como un enclave escasamente vinculado a la economía argentina, que importaba sus insumos de Europa y se relacionaba con el mercado de Chile y con los puertos del Atlántico y el Pacífico. Y hasta en algún momento su extensión dio pie a un proyecto geopolítico imperial: un corredor terrestre bajo el poder británico, que hubiera vinculado a Inglaterra con Australia a través de la Patagonia y el sur de Chile.
En esas condiciones de casi autarquía el conjunto de estancias de la Compañía funcionó prósperamente, generando importantes beneficios directos e indirectos para sus socios, para los negocios ingleses en Argentina y para la economía británica. Pero no favoreció el desarrollo local ni regional, ni dejó argentinos mejor preparados para aprovechar esos mismos recursos que explotó, a veces hasta ponerlos en riesgo, como en el caso de los suelos afectados por el sobrepastoreo.
Al término de casi un siglo de dominación sobre sus tierras, de poner y deponer funcionarios, controlar a la prensa, influir sobre los gobiernos, decidir el trazado de rutas y la ubicación de estaciones ferroviarias, condenando algún pueblo a la inexistencia, la ASLCo. no había instalado un solo colono en todas las tierras que había recibido con el declamado propósito inicial de “colonizarlas”. El poblamiento de la Patagonia Norte estuvo a cargo de otros actores, principalmente inmigrantes particulares, pioneros independientes que en general no recibieron exención o privilegio alguno de parte del gobierno argentino. Sin embargo, hasta hoy las empresas británicas siguen rodeadas por un halo de prestigio en el imaginario social tradicional. Se las asocia con la eficiencia y la buena administración – logros no tan difíciles cuando a uno le regalan todo lo que necesita, y un poco más.
La divergencia entre los pobladores pioneros por una parte, y por la otra los dueños de las explotaciones y los recursos del territorio, es una constante de la historia patagónica y una de las raíces principales de los problemas de la región. Son apenas manchones de excepción los contados casos de colonizaciones o apropiación individual de tierras por pequeños propietarios – y estos se hallan inmersos en un proceso de retroceso y desaparición en las últimas décadas.
La Compañía era tan sólo una en un vasto enjambre: más de cincuenta empresas de capital británico que tenían un mismo grupo de directores y de las cuales las más importantes se aposentaban en el mismo edificio en Londres (The River Plate House en Finsbury Circus, sede formal de siete sociedades que en realidad eran una sola). Estas “hermanas” actuaban en distintos sectores y actividades económicos, desde la explotación de estancias hasta el transporte ferroviario, pasando por la administración, la banca, los fletes marítimos y los seguros. Solamente en el territorio de la actual provincia de Chubut, las entidades de este conjunto llegaron a poseer 2.300.000 hectáreas de campos.
Los regímenes de prédica nacional y popular del siglo XX no tocaron las bases de este imperio. El yrigoyenismo se limitó a revisar algunas mensuras, sin cuestionar el hecho básico: aquel regalo de cientos de leguas a quienes nunca cumplieron las condiciones de la concesión originaria. El peronismo exigió el cumplimiento del Estatuto del Peón, con las correspondientes mejoras en las instalaciones y viviendas de los trabajadores, y demandó un aporte de un centavo por cada kilo de lana esquilada, destinado al Partido; pero dejó intacta la propiedad inglesa de las tierras. Hasta defendió esa propiedad: todavía en 1973 el General Perón intervino personalmente contra algunos de sus compañeros que estaban en funciones de gobierno, para evitar la legítima expropiación de una gran estancia perteneciente a la Compañía. Así pues, la historia de esta “tierra de otros” sirve también como banco de pruebas para verificar las limitaciones de los proyectos de ambos movimientos políticos. De igual modo, en la actualidad el imperio Benetton sigue creciendo (recientemente mediante la compra de la estancia La Josefina en el partido de Saavedra, provincia de Buenos Aires), sin que este y otros procesos similares sean controlados por alguna política de tierras aplicada desde el gobierno.
En algún momento entre 1972 y 1991, las Estancias de la Compañía cambiaron de dueños. La primera “argentinización” la constituyó su compra en 1975 por una empresa con sede en Luxemburgo; y en 1982, en tiempos de la guerra de las Malvinas, se cambió la razón social por “Compañía de Tierras del Sud Argentino S.A.” El nuevo nombre ha durado más que el espasmo nacionalista de la opinión corriente argentina, que poco después de la euforia antibritánica y antinorteamericana de junio de 1982 recuperó su afición a los términos en inglés, al viaje a Disneylandia o Nueva York, y al prestigio del Citibank.
Pudo ponerse en duda si la transacción de 1975 fue sólo un traspaso aparente. Lo cierto es que desde 1991 la Compañía, con todas sus tierras, pertenece a la firma Luciano Benetton (bajo la denominación de “Edizioni Holding International N.V.”). La transferencia se realizó por un valor declarado de cincuenta millones de dólares.
En 1996 la “Compañía de Tierras” modificó sus estatutos para incorporar la explotación minera como uno de sus objetivos. Entre ese año y el 2002, en las tierras de la empresa y aledañas se realizaron cateos que detectaron yacimientos auríferos y argentíferos. Curiosamente, el Estado argentino no se había enterado de la existencia de estos yacimientos, descubiertos un siglo antes y registrados en los propios archivos de la ASLCo. Siguiendo un procedimiento de metástasis que veremos reiterarse desde siglos antes en estas páginas, el 9 de mayo de 2003 se formó una empresa “hermana” de la Compañía, la Minera Sud Argentina S.A., con la intención de explotar esos yacimientos.
En el año 2004 un litigio con una comunidad indígena hizo pública la presencia de estas firmas en la Patagonia. La posibilidad de la explotación minera agudizó el conflicto. A pesar del desconocimiento o la displicencia conveniente de buena parte de la prensa, llegó entonces a los medios de comunicación un pleito que procede de las mensuras y concesiones no casualmente desprolijas del siglo XIX y comienzos del XX. Al realizarlas, se omitió consultar a las comunidades nativas, se desconocieron sus derechos sobre las tierras o se escondieron extensas fracciones que excedían los límites de la concesión, pero que siguieron siendo explotadas por el dueño del negocio - en este caso, por la ASLCo.
En tiempos de una globalización que se parece demasiado a una versión actualizada del tradicional imperialismo, podemos preguntarnos si las tierras de la Compañía, como tantas otras de similar historia y situación, sirven hoy a un proyecto que apunte a dar más prosperidad y libertad a más argentinos.
Creemos que no. Los mapas mienten. Los colores y denominaciones de la geografía política, ya sea escolar o de consumo masivo, son otra herramienta de dominación, porque sirven para ocultarnos ciertos hechos básicos. Para la vida concreta de las personas concretas que habitan este espacio, la Patagonia llamada “argentina” es en realidad una colcha de retazos. Aquí decide Repsol; ahí Camuzzi; entre ambas definen la mayor o menor crudeza del invierno; más allá, fija precios y salarios un consorcio agropecuario extranjero; en toda la región las empresas eléctricas (como Edersa, que pertenece a la chilena SAESA, que pertenece a SEG de New Jersey, que pertenece a Exelon que pertenece a…), venden el kilovatio a precio internacional a los chacareros que están el pie de la línea; y estos no pueden usar esa energía de la que en verdad son dueños para modernizar su parcela, debido al costo inalcanzable de la electricidad, aunque cada año Exelon distribuye cincuenta y cinco millones de dólares en donativos y regalos en Estados Unidos; en muchos otros lugares todavía las grandes estancias son los únicos empleadores y despedidores, y siguen expulsando de sus linderos a indígenas y productores criollos; en campos y supermercados sigue imperando la Anónima, emblema y negocio de los Menéndez Braun y Menéndez Behety... El habitante de la ciudad está incorporado al mismo mecanismo que los pequeños productores o peones que cobraban en mercancías del almacén de la Compañía, teniendo empeñado el sueldo o la zafra antes de percibir su importe. A través de la tarjeta de crédito y del hipermercado las condiciones básicas son idénticas, aunque hoy el refinamiento de las formas, que esquivan el uso directo del dinero o la libreta con rayas, establece distancia con la materialidad de la transacción.
Sin que lo perciba las más de las veces, la existencia del poblador argentino transita cotidianamente de dominio en dominio, en una especie de rayuela de los poderes. Es que la Patagonia sigue siendo en gran parte una provincia imperial – quizás en trance de una sustitución de algunos de sus dueños por otros, no muy distintos de los anteriores. La soberanía, que se traduce en libertad, en la posibilidad de disponer de la propia vida, está pendiente de realización. Lejos de ser el color uniforme de los mapas optimistas, la soberanía es una construcción que depende de la sociedad y del estado, y se halla más que inconclusa: es una mezcla de ruinas, cimientos abandonados y algún lienzo de pared aislado.
Una “historia menor” de la región se deleita describiendo las actividades de bandoleros y pioneros, demorándose en un anecdotario de “cosas raras y pintorescas”; vende libros en cantidad... pero no nos esclarece. Tampoco el mito de la Patagonia desértica, ruda o maldita, nos ayuda a comprender que su tierra es un recurso apreciable, tanto por su situación en el mapa del mundo como por sus disponibilidades. E igualmente desorientador es el otro mito simétrico y contrario, el de la Patagonia riquísima e inexplotada. Ambos son versiones de una misma incomprensión, de una adhesión simplista a imágenes que aprisionan la posibilidad de pensar. Interesa despejar estas falsas imágenes para descubrir la verdad de esta tercera parte de la Argentina donde existen riquezas, donde esas riquezas han sido y son explotadas, y donde esa explotación no beneficia al pueblo de la Nación.
En todo el siglo XX y en lo que va del XXI han seguido produciéndose situaciones y procesos como los aquí descriptos. Siguen existiendo poderes económicos que utilizan al Estado, controlan la opinión y logran beneficios ilegales o legales, según les convenga, pues también manejan en gran medida la legalidad. Al poner de manifiesto estas conductas, las páginas de este libro hablan del presente y no del pasado.
Pero aspiramos a más, pues no hay historia verdaderamente tal si no habla del futuro. Debe hacerlo si pretende ser lo que debe ser, conocimiento crítico. Y nosotros quisiéramos que el relato de este proceso de enajenación sirva para construir otra historia distinta.
Hemos intentado arrojar algo de luz sobre la armazón de este imperio de las Estancias. La tarea estuvo limitada por los archivos truncos, los secretos todavía resguardados, la dispersión informativa y los escasos recursos del investigador. Pero la reconstrucción que alcanzamos a realizar permite descubrir algunas claves útiles para buscar otros objetivos.
Se nos presentan así algunos ejemplos de cómo una historia crítica puede servir a un proyecto liberador.
El primero se refiere a una eventual reforma fundiaria que pretenda beneficiar a más pobladores. A la luz de lo que vemos en este relato, una reforma tal sólo será posible si se mantiene la articulación productiva y de ofertas de toda una extensa zona que trabaje y venda como un gran conjunto. De nada serviría “expropiar para fraccionar”, como se ha querido hacer en alguna oportunidad: la distribución parcelaria, si no va acompañada por la asociación en una gran empresa de conjunto, dejaría a cada pequeño propietario librado a su propio esfuerzo y condenado al fracaso.
El segundo ejemplo apunta al valor de la información. Mientras la opinión general se distrae con los mitos (sea el de la “tierra maldita” como el del “gran reservorio de riquezas”) observamos que, desde hace siglos, la dominación viene unida al conocimiento. Los agentes británicos conocían la ubicación de cada paradero, cada yacimiento aurífero y cada curso de agua en las tierras nuevas; y este conocimiento les dio superioridad frente a una burocracia y a una dirigencia argentina que podían recitar de memoria el nombre de más de una calle de París, pero no tenían noción del país que administraban. Recrear y difundir un saber nuestro, incorporando a él los logros del laboratorio y los tesoros de la biblioteca junto a la memoria y el conocimiento de los paisanos, es condición para ser libres.
Damos cuenta también de otra experiencia que se trasluce en los documentos que apoyan este relato. Experiencia reiterada pero que debemos destacar, especialmente para desencantar ingenuos. Nos referimos a la unicidad del poder, en un nivel superior a sus articulaciones y diferenciaciones evidentes. Poder económico y político, poder que organiza el espacio, traza redes y expropia comunidades, fija tasas aduaneras beneficiosas para unos y destructivas para otros; poder que maneja diarios, revistas y radios; poder del mayordomo, del director londinense, del funcionario argentino y del bandolero norteamericano; poder cultural que impone tablas de valores, que alza estatuas de héroes y condena o desdeña a villanos y luchadores populares... tras sus diferencias, existen instancias en las que todos estos poderes se concilian y refuerzan. Salvando alguna diferencia de escala, Butch Cassidy es un estanciero patagónico, con no menos autoridad para serlo que la propia Compañía y otras de su laya. Ha pagado por las tierras que ocupa. Sus títulos pueden alegar parecida o mayor legitimidad. Es buen amigo y compañero de policías y estancieros. Si hubiera permanecido en estas latitudes y mantenido la apariencia de honestidad, habría podido aspirar a un cargo de gobierno o a dirigir una gran empresa bendecida por la prensa.
Otra comprobación útil, con la que cerraremos esta lista parcial de perspectivas de la historia para el futuro, es la del poder del orden simbólico. Mientras los ingleses de las Compañías (o sus sucesores) sean pensados como los presuntos “administradores eficaces” que ocupan el imaginario tradicional de los sectores medios argentinos; mientras no los reconozcamos como beneficiarios de enormes privilegios, que no retrocedieron a la hora de usar el soborno o la presión más brutal, seguiremos presos en una nube de engaño que nos invalida para actuar.

Mientras escribía estas páginas, me preguntaba para qué sirve un estudio de caso de los mecanismos de dominación. El recuerdo de una persona que conocí me orientó para buscar una respuesta. Me refiero a doña María, una italiana que vino a nuestro país hacia 1940. Era analfabeta. Se conchabó como doméstica en la casa de unos ingleses pudientes de Bahía Blanca. Allí aprendió a leer y escribir, de a retazos, escuchando y mirando a los chicos de la casa que iban a la escuela. Y también aprendió el inglés, poniendo atención a las conversaciones que sus patrones sostenían en ese idioma. Ellos nunca supieron que ella sabía, y hablaban desenfadadamente entre ellos en su presencia, pensando que la mucama no los entendía. Cuando ya era abuela, doña María recordaba sus aprendizajes de aquella época y sonreía pícaramente mientras decía: ”Siempre es bueno enterarse de lo que dice el patrón.”
Siempre es bueno enterarse de lo que dice, de lo que piensa y de cómo procede el que ha desarrollado las artes de la dominación. Ese conocimiento puede servirnos para recuperar nuestra autonomía.
Sirva esta crónica para ese fin, y no para abismarnos contemplando la eficacia de los mecanismos de dominación. Lo que los seres humanos hacen, otros seres humanos pueden modificarlo. Si la historia es eso que siempre comienza, pero que nunca se puede dar por terminado, entonces hay comienzos pendientes. Un pueblo puede constituirse como dueño de sus propias tierras para sus propios proyectos. La condición, para nada fácil, es que exista como pueblo. Y más que un pasado, esto supone tener un proyecto de futuro en común.

Río Colorado, puerta de la Patagonia, diciembre de 2005.

El autor

martes, 19 de agosto de 2008

William Faulkner, creador de mitos y humanista


Apunte para la columna en el programa "Ladran, Sancho", en FM La Comarca, programa del sábado 26 de julio, a las 8.30 de la noche


“En mi obra cuento siempre la misma historia, una y otra vez: la misma carrera de caballos hacia la nada.”


Hoy los invito a salirnos de nuestro recuento de mitos, para encontrarnos con una tarea mítica en sí misma. Escucharemos hablar a un escritor – el que pensó y sintió la frase que antecede, alguien que creó todo un territorio mitológico, viviente por todos los tiempos.


( Vamos escuchando en ráfagas una música relacionada con este hombre: el blues "When the Levee Breaks" Cuando el dique se rompa”, por la pareja de Memphis Minnie y Kansas Joe Mc Coy. Se refiere al Great Flood, la gran crecida del Mississippi de 1927, más o menos como la nuestra de 1915, pero que duró dos meses. La crecida provocó la ruina de muchos labriegos en el sur y obligó a un gran éxodo de afroamericanos hacia el norte de Estados Unidos. )

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Pese al sentido trágico de su obra literaria, invadida por personajes marginales que enfrentan un infausto destino, era un hombre con agudo sentido del humor. Al ser entrevistado por The Paris Review manifestó

“el mejor empleo que jamás tuve fue el de administrador de un burdel: era un sitio tranquilo en las mañanas, lo cual me permitía escribir; se animaba por las noches, lo cual me entretenía; yo estaba libre del temor y el hambre, disfrutaba de cierta aureola social y me respetaban por igual la policía y los delincuentes.”

Lo habían echado de su empleo anterior como encargado de distribuir el correo de la Universidad, porque leía las cartas antes de entregarlas.

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‘’Durante toda su vida evitó los discursos, e insistía en que no tenían que considerarlo un hombre de letras. “Soy sólo un granjero al que le gusta contar historias” dijo una vez. Debido a su conocida aversión a todo pronunciamiento formal, había mucho interés, cuando viajó a para recibir aquel premio, en lo que diría en el discurso que la costumbre le obligaba a dar. Evidentemente, él quiso rectificar entonces la impresión errónea de que su obra era pesimista. Pero más allá de eso, se percataba de que, por ser el primer novelista de su país que recibía el premio después de terminada la Segunda Guerra Mundial, debía asumir la obligación especial de tomar en cuenta la situación modificada del escritor y del hombre.” (Comentario de Richard Ellmann)

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Pronunció su discurso ante el rey, en Estocolmo, con una lengua de trapo, de manera ceceante, gangosa, balbuceante y nasal, con voz ronca y enunciación ininteligible.

Hubo que esperar a que se publicara, al siguiente día, para poder apreciar la majestuosidad de aquella prosa y el esplendor de las ideas que había expresado.
Lo que ninguno sabía es que había estado bebiendo intensamente durante muchos días antes de su viaje a Suecia. Cuando entraba en uno de sus episodios alcohólicos no salía de la cama y había que alcanzarle vaso tras vaso del bourbon sureño que consumía ansiosamente. Igual que Hemingway y Scott Fitzgerald se convirtió en un alcohólico desde muy joven y ese descarrío le dominó toda su vida. (Lisandro Otero. Prensa Latina, febrero de 2002.)

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Después del blues “When the Levee Breaks”, escucharemos parte del mismo tema en la versión de Led Zeppelin: una puesta antológica, que no pudo repetirse; música que ha sido definida como “whirling” - remolineante como la crecida misma.

Al final, si el tiempo alcanza, habrá otro tema musical relacionado con este hombre.



Ahora lo prometido:



William Faulkner - Discurso de aceptación en la entrega del Premio Nobel de Literatura, 1950.


Siento que este premio me ha sido otorgado, no a mí como persona, sino a mi trabajo: a una vida de trabajo en la agonía y el sudor del espíritu humano, no en procura de gloria y menos aún de dinero, sino de crear, a partir de los materiales del espíritu humano, algo que no existía antes.


Por eso, no soy más que un guardián de este premio. A su parte representada en dinero no será difícil encontrarle una destinación acorde con el propósito y el significado que le dan origen. Pero querría hacer lo mismo con el reconocimiento: usar este momento como un pináculo desde donde me escuchen los hombres y las mujeres jóvenes que ya están dedicados a las mismas angustias y tribulaciones que yo, entre quienes está aquel que algún día ocupará el mismo lugar que ocupo ahora.


Nuestra tragedia de hoy es un miedo físico general y universal tan largamente padecido, que a duras penas lo podemos soportar. Ya no quedan problemas del espíritu; tan sólo una pregunta: ¿cuándo seré aniquilado?


Es por eso que el hombre o la mujer joven que escribe actualmente ha olvidado los problemas del corazón humano en conflicto consigo mismo, que solos bastarían para producir buena escritura porque son lo único sobre lo cual vale la pena escribir, lo único que justifica la agonía y el sudor. Debe aprenderlos de nuevo. Debe enseñarse a sí mismo que lo más despreciable de todo es tener miedo; y una vez aprendido, olvidarlo para siempre sin dejar espacio en su taller para nada distinto de las verdades y certezas del corazón, de las verdades universales sin las cuales cualquier relato es efímero y fatal: el amor, el honor, la piedad, el orgullo, la compasión, el sacrificio. Mientras no lo haga, su trabajo está bajo maldición. No escribe sobre amor sino sobre lujuria, sobre derrotas en las que nadie pierde nada valioso, sobre victorias sin esperanza y, lo peor de todo, sin piedad ni compasión. Su dolor no llora sobre fibras universales y no deja huella. No escribe con el corazón; escribe con las glándulas.


Mientras no aprenda estas cosas, escribirá como si estuviera viendo el final del hombre e inmerso en él. Me rehúso a aceptar el fin del hombre. Es demasiado fácil decir que el hombre es inmortal simplemente porque permanecerá; que cuando repique y se desvanezca el último campanazo del Apocalipsis con la última piedra insignificante que cuelgue inmóvil en la agonía del fulgor del último anochecer, que incluso entonces se oirá un sonido: el de su voz débil e inagotable, que seguirá hablando. Me niego a aceptarlo. Creo que el hombre no sólo perdurará, prevalecerá. Es inmortal, no por ser el único entre todas las criaturas que posee una voz inagotable, sino porque tiene un alma, un espíritu capaz de compasión y sacrificio y fortaleza. El deber del poeta, del escritor, es escribir sobre estas cosas. Tiene el privilegio de ayudar al hombre a resistir aligerándole el corazón, recordándole el coraje, el honor, la esperanza, el orgullo, la compasión, la piedad y el sacrificio que han enaltecido su pasado. La voz del poeta no debe ser solamente el recuerdo del hombre, también puede ser su sostén, el pilar que lo ayude a resistir y a prevalecer.


[Estocolmo, 10 de diciembre de 1950]


En cuanto a "When the Levee Breaks", la canción se conecta con un relato de Faulkner (la historia corta "Old Man") que narra la huída de un presidiario que aprovechó la gran crecida de 1927.

No es la única canción del creador del mítico territorio de Yoknapatawpha.

Para concluir, escuchemos otra: “A Rose for Emily”, por Zombies. Lleva el mismo título de un imperdible cuento muy breve de William Faulkner, en el que Emily Grierson, una gran dama soltera del antiguo Sur, sorprende de un modo definitivo a quienes acuden a su velatorio.

Un saludo cordial para todos. Buenas noches.

Ramón.

lunes, 18 de agosto de 2008

Lo que está en juego en el juego: el cosmos, los dioses, la muerte.

Apuntes para mi columna en FM La Comarca, de La Adela (provincia de La Pampa) en el programa "Ladran, Sancho", el sábado 16 de agosto de 2008. Ramón Minieri.


LOS MITOS DEL JUEGO

Cada sábado, en esta columna de inactualidad, narramos algún mito. Hoy, confesando nuestro oportunismo, ya que están en pleno desarrollo los Juegos Olímpicos de Beijing, vamos a contar y comentar algunos mitos relacionados con el juego.

La canción para entrar en tema es "Jugar por jugar" de y por Joaquín Sabina.


JUEGO, MUERTE, DIOSES

¿Juego juguetón o juego riesgoso?

La letra de Joaquín, genial juglar, nos transmite el sentido del juego juguetón, ese que se permite hacer malabarismos con todo, sin asignarle gravedad a nada. Nos lo dice el estribillo:


Y jugar por jugar
sin tener que morir o matar,
y vivir al revés
que bailar es soñar con los pies.


La cara juguetona del juego, esa que pone en juego el juglar, se denomina en nuestro idioma con el mismo vocablo que la otra faz, la más seria y terrible. Me dicen que en inglés "play" y "game" hacen referencia a cada una de esas dos caras. ¿Será realmente así?

Parece también que dos palabras heredadas, "ludus" (que está en nuestro "lúdico" y en el ludo) y "jocus", las dos del latín, señalan estas dos caras del jugar. Juego viene del latín jocus y este a su vez deriva, o bien de una raíz indoeuropea diu-div, en su forma div-yati, "jugar, estar contento, saltar" o bien de jak que tiene un significado base de "burlar" y... marquemos esto, "arrojar". La "jaculatoria" y el dardo latino ("jaculum"), ese que se arroja y es mortal, vienen de esta palabra. En cambio lúdico, ludo, del latín ludus tienen como raíz indoeuropea lug-leg o rug-reg, "saltar", "exultar". Hay un aparatito, el ludión, que aunque está dedicado seriamente a la didáctica de la ciencia, sin embargo tiene un pequeño juglar incorporado, y de él toma su nombre.

Aunque esto de calibrar los matices de las palabras nos pone frente a fenómenos harto resbaladizos, me atrevería a proponer que muchos vamos a estar de acuerdo en que se dice :"esto es un juego muy serio", o "son las reglas del juego", con cierto sentido de gravedad; mientras que no diríamos que lo lúdico es muy serio, o que estas son las reglas para lo lúdico.

Sabina se asume como un juguetón vital; su canción es puro "ludus". De modo muy distinto se pronuncia alguien que se presenta como un profesional del juego: William Shankly (1913 - 1981) entrenador de fútbol, afirmó "Mucha gente piensa que el fútbol es un juego a vida o muerte; pero es mucho más importante que eso".

Permítanme un relato personal. De muchacho me fue dada la oportunidad de conocer y tratar personalmente a Ezequiel Martínez Estrada. Durante los últimos meses de su vida fui diariamente a su casa, para escucharlo; poco podía yo aportar a una conversación con él. Entre los episodios de su vida que me narró, estaban las caminatas y partidas de ajedrez que sostuvo con Horacio Quiroga.

Quiroga iba a visitarlo a Ezequiel a su casa. Conversaban hasta que anochecía, y entonces Quiroga empezaba a despedirse. Martínez Estrada le ofrecía caminar algunas cuadras con él. Frecuentemente sucedía que en el curso de la caminata Quiroga iniciaba una partida de ajedrez, enunciando el primer movimiento, pongamos "Peón cuatro rey". Su compañero no podía resistirse al envite. Así se desarrollaba la partida mientras iban caminando hacia la lejana casa de Quiroga. A veces terminaba el juego a mitad camino. Entonces el ganador iniciaba otra partida. Para cuando llegaban a lo de Quiroga, más de una hora después de haber salido, esta otra partida recién estaba promediada. Entonces emprendían el camino de nuevo hacia la casa de Martínez Estrada, jugando siempre. Y quizás luego volverían a lo de Quiroga. "Y a veces se nos hacían las cuatro de la mañana", contaba riendo don Ezequiel.

¿Qué hay de posesivo y terrible tras el juego, y no sólo tras el juego de naipes o la ruleta, que produce historias como esta?

Hay otras donde el juego se desata igualmente que en las caminatas de los dos escritores, pero con consecuencias más terribles. En el Mahàbhárata, el príncipe tahur Shakuni conspira con el jefe del clan de los Kauravas, Duryodhana, para arruinar con malas artes a su adversario, el noble Yudishtira. Ya en el momento de invitar a este y a toda su parentela a la fiesta, el mensajero anticipa "Se va a jugar un gran juego". Y dice el texto que "Yudishtira se entristeció enormemente", y no estaba dispuesto a jugar con Shakuni. Pero "no podía rehusar la invitación de Dhritarashtra, o despreciar un desafío a la lucha o al juego con sus iguales, por ser un verdadero kshatriya". Un código entre pares, código de cierta nobleza, obliga a jugar. Actitudes semejantes he visto en jugadores actuales, a quienes se los invita a una partida difícil, cuando ya casi no tienen con qué apostar.

Hay que decir que en esta partida ya estaban interviniendo los dioses. Al artero Duryodhana le sucedió aquello que anunciaba el sabio Sanjaya "Los dioses primero privan de la razón al hombre a quien quieren perder." La máxima ha pasado de sabio en sabio, hasta que no hace mucho la recitaba el historiador norteamericano Charles Beard, como una de las grandes lecciones de la historia.

Volviendo a la partida, el noble Duryodhana, sintiéndose obligado por la ley del juego entre pares, no sólo pierde el reino y todos sus bienes, sino hasta su esposa, la bella Draupadi.

La misma concepción del juego que obliga al hombre y provoca su perdición aparece en el mismo libro, en la historia de Nala y Damayanti. También este último pierde todo en el juego... salvo, esta vez, su bella esposa.

Más allá del juego por jugar, comienza el juego total y fatal. Y comenzado, ya no se detiene.


El juego, la muerte, los dioses

Así los dioses intervienen en el juego, desde antes que al hombre se le ocurra la idea misma de la partida. Y juegan también entre ellos. Y la creación y destrucción de mundos es un jugar de los dioses.
A veces un dios desafortunado en sus amores, como el lúcido Apolo, provoca la muerte de su amada o de su amado. Apolo instituye juegos en favor de Hyacinthos, el infortunado Jacinto, cuya lamentable muerte por un golpe del disco arrojado por el dios se conmemora cada año, así como luego su resurrección en el tiempo de las floraciones. Posiblemente los Juegos Olímpicos hayan comenzado como otro ritual fúnebre. Hay dos versiones míticas que se entrecruzan cuando nos referimos a Olimpia. Por una parte se nos dice que los juegos nacieron como un homenaje al difunto rey Pelops. Por otra, que Heraklés, Hércules, ganó allí una carrera, y dispuso que se la realizara cada cuatro años en homenaje a Zeus. Posiblemente Heraklés mató a alguien e instituyó el juego para recordar a la víctima, y con carácter propiciatorio. Habrá que volver sobre esto, para entender cómo la carrera se relaciona con el homenaje a los difuntos.
En la Ilíada, los juegos por el finado Patroclo ratifican este vínculo. En la Eneida, los juegos por Anquises, que su piadoso hijo Eneas manda celebrar en Sicilia.
El juego puede traer muerte, como aquel lanzamiento de disco. Se juega por los muertos, como en Olimpia y en Sicilia.
Muerte y regreso en los juegos de mesa

Manuel Sánchez Dragó (en "Gargoris y Habidis") observa que el Juego de la Oca es una lección encubierta acerca del camino de la vida, y de las reencarnaciones. Se producen idas y vueltas, detenciones; hay vicisitudes que obligan a volver al punto de partida. Y el puntaje debe ser exacto para que el jugador pueda ingresar al espacio paradisíaco, o al Nirvana, o como quiera se llame ese lugar del logro final. Un juego así, de camino, parece haber sido el que se halla en las sepulturas reales de Ur (2.800 a.C.) no muy distinto del "senet" egipcio (del que parece proceder nuestro backgammon).

La rayuela es asimismo un juego de idas, retornos, pruebas repetidas, hasta que el jugador acierta con el "cielo".

De modo sutil, estos juegos de niños nos vinieron transmitiendo un conocimiento distinto del que recibíamos en la escuela o en la parroquia.

Quizás en la actualidad este mismo papel lo desempeñen los juegos para play station o computadora. Del mismo modo que el relato iniciático se expresa en el cine, en una multitud de road movies o de argumentos de ciencia ficción como The Matrix.


Juego, cosmos, muerte


En alguna oportunidad, esas muertes relacionadas con el juego significan algo más que anécdotas individuales (una vez más, es para preguntarse si existe lo individual, y en su caso, cómo es posible que exista). La lucha entre Pandavas y Kauravas que se desarrolla en el Mahàbhárata, quizés está cifrando una pugna cósmica - que ha de finalizar con la destrucción final de los Kauravas, pero en última instancia con la extinción del mundo.

Hay juegos cosmológicos. ¿Acaso no lo es el trompo? Su aparente dormición, su quietud, sin embargo es actividad. Está en movimiento como el dios aristotélico, el primer móvil inmóvil. Es la figura de lo extático generador. Los juegos de Shiva con su tamboril que genera mediante la palabra y que destruye, están en la misma línea de imaginería simbólica.

La relación entre juego y dinámica del cosmos, y entre esta y la muerte, quizás halla su expresión más gráfica en el juego de pelota de los quiché, tal como se lo narra en el Popol Vuh. El juego de pelota es el lugar y el tiempo de encuentro y combate entre este mundo y el subterráneo, entre los dioses terrestres y los infernales. El resultado del juego es indiscutible: en la lucha entre la Luz y la Oscuridad, los perdedores son decapitados, y el Sol de la nueva edad se nutre para ascender y prosperar.

Llamativo es que los juegos suelan experimentar un clivaje desde lo múltiple hacia lo agonal. Empiezan siendo para más contrincantes, pero desembocan en una lucha entre dos. El nombre persa "shatrang", transformado por los árabes en "axatrang", es el origen de nuestra palabra "ajedrez". Pero "shatrang" procedía del hindú "Chaturanga"... y este vocablo significaba "cuatro temas", porque el juego estaba diseñado para cuatro jugadores (amarillo, rojo, verde y negro) enfrentados por parejas. No perduró esta opción, como ninguna de las otras propuestas ajedrecísticas (entre ellas, algunas de Alfonso El Sabio) que pretendieron establecer un ajedrez para más de dos.

Interesante es anotar también que el primer ajedrez se jugaba con dados. Estos decidían quién jugaba, y qué movimientos podría hacer. Un "generador de azar", en este caso el dado, introducía el acaso como una constante cósmica, aún en los juegos que hoy son "sólo de inteligencia".

¿Dios juega a los dados?

El hinduísmo aceptaba que un dios juguetón pusiera fin a los mundos. En nuestros días, se ha planteado un debate a partir de una reflexión de Einstein "no creo que Dios juegue a los dados". En una de sus recientes clases públicas, "¿Juega Dios a los dados?" Stephen Hawkins afirma que no sólo juega, sino que "además suele arrojar sus dados donde no se los ve". Más allá del agotamiento del determinismo de la física clásica, del principio de incertidumbre de Werner Heisenberg (1926) y del desarrollo de la mecánica cuántica, en la actualidad el estudio de los agujeros negros abona esta idea de los dados que nadie ve... pero que deciden fenómenos en el campo de lo visible.
Jorge Luis Borges y el juego
Juego, muerte, dioses... Hombres que manejan los trebejos creyéndose dioses; hombres y dioses que son a su vez trebejos...
Acudo a la poesía de Borges; él incluyó a esos "dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez" entre los diez justos que en esta generación salvan al mundo. También a él con su poesía lo atrapó el juego:
Ajedrez
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Jorge Luis Borges

Un abrazo para todos ustedes.
Ramón. Río Colorado, noche del 19 de agosto de 2008.

domingo, 17 de agosto de 2008

Las pircas

(Del libro "Las Piedras, el Agua" 2008) - (Reg. Nac. Derecho de Autor 601.288)


Las pircas

A José Altamirano



1


Las pircas saben el idioma secreto
que hablan los hombres de la piedra -
por eso sus labios cerrados.

El idioma de la piedra
sólo pudo aprenderse en el camino

camino de las catedrales
piedras que alzan las manos juntas
camino de los indios
porfiándole peldaños al abismo
camino de los canteros
pueblo cómplice de una misma palabra.

Las pircas saben y recuerdan,
por eso sus labios cerrados.



2


José Altamirano es pirquero.
Como quien dice: afinador de piedras

él va templando hiladas
sobre la boca del tiempo.

Y es novenero también:
llega a los caseríos
trayendo en su devocionario
partituras de rezos para todos los tránsitos.

Quizás por eso
la sierra está alhajada de pircas
como la estatua de una virgen negra
con su corona murada:

porque es virgen y madre
la piedra
y de las rimas nacen ciudades.



3


José Altamirano
es alumno de las estrellas:

del cielo aprende
las primeras historias;

el cielo es todo un diapasón
es todo
reloj y brújula
me dice.

Él es de los que se encuentran
no de los que se pierden
a la noche en el campo.



4


A José Altamirano le enseñaron los viejos:

no todo callar es silencio
ni todo hablar es palabra.

Será por eso que sus martillos
tañen
que sus escoplos
preguntan y descubren.

Será por eso que cantan las pircas,
por eso
sus labios cerrados.

Cuesta Blanca, 2001.

Historia del Bezoar

(Del libro "País de la Sal", 2007) (Reg. Nac. Derecho de Autor nro. 576.266)
Historia del bezoar

I

Al son urgente del ansioso corazón del venado,
bajo la tensa tienda del diafragma en el vientre del venado,
en el secreto
jardín de pétalos sedosos rojos y azules
en las entrañas
donde aletea como un viento momentáneo la sangre del venado,

sin embargo
crece la gema imperturbable,
el bezoar:

lámina sobre lámina, orfebrería de estalactita
insomne ajena a bramas y emboscadas y tumultos
sumándose cristales
hasta el total cristal.

Y cuando se desploma el venado
- su cornamenta como una estrella trunca
su piel como el manto abandonado
por un Rey que eligió el exilio,

sin embargo
sobre el último terciopelo
sal de las sales
se pronuncia intacta
la piedra bezoar.

II


Hay sedimentos de sal marina
en la última cima del Pamir

hay sal gema
en el hipogeo de las hormigas

pero más
piedras acrecidas
en gargantas y vientres,

piedras
de las que somos madres,
piedras de las que somos hijos,

sal
de la que somos,

sal
de la que somos pretexto.


III


Como una ciudad
de luz y escuadras

pero como una memoria
de pliegos superpuestos

y como un jardín vedado
por cantos filosos
y esquinas y ángeles ardiendo

la bezoar –

y te preguntas
cómo pudo ser,
si de veras fue
el venado.



IV


La sal
su cuchillito blanco
es el que corta la amarra invisible de los zombis

la sal
su beso caliente
cierra las llagas
sella la carne
y ya no se disuelve

pero
la piedra bezoar:

ella desarma
el resorte del arsénico,

la bezoar
con ella
matamos a la muerte.

V

Como el venado lame largamente las perlas de sal en las orillas,
Así la sal de las orillas lame largamente la muerte del venado,

así los seres se turnan
porteadores,

así desova el ave huésped
en el nido de un cuerpo,
una existencia,

así no cesa
la sal
la verdadera
peregrina.

No se puede creer ni en los bustos... de bronce

En el diario "Río Negro" del domingo 17 de agosto aparece la noticia que copié al pie. El busto de quien en vida fuera don Manuel R. Novillo, descubridor del yacimiento ferrífero de Sierra Grande e impulsor de su aprovechamiento... no era de don Manuel R. Novillo.

Sería interesante conocer la historia del busto apócrifo. Qué apremiado funcionario o miembro de la comisión de la Biblioteca compró ese producto, para satisfacer una demanda social "por favor hágalo rápido, porque tenemos encima la fecha del aniversario" ; y quién optó por la vía fácil para resolver el pedido "Ma sí, dale... total esta altura, qué saben qué cara tenía el viejo"...

Y qué momento el de la revelación, cuando las hijas del prócer prorrumpieron en un "¡Pero ese no es papá!"

Hay más de un caso parecido, en nuestra región al menos. El busto "de San Martín" que prestigia el boulevard del Libertador en La Adela (La Pampa) retrata en realidad las facciones de Carlos M. de Alvear. Y el "Coronel Estomba" de un monumental retrato al óleo que le habían vendido a la Municipalidad de Bahía Blanca era en realidad un mariscal napoleónico, cuyo retrato copió algún artista oportunista.

El suceso invita a revisar más de una idea aceptada.


Por una parte, qué consumidores de próceres somos - solamente o especialmente los argentinos, o también otros pueblos? La gente busca figuras señeras como sea; y como la oferta no crece, hay que inventar un poco, o generar sustitutos para adecuarse a la demanda. De paso, la oportunidad es propicia para que alguien se lleve esa pintura o esa estatuilla que no hallaba comprador. La lógica sería: "Querés un prócer, ahí tenés un prócer".

Por otra parte, ¿cuántos "venerados" serán o habrán sido realmente como aquellos a los que creemos venerar? Las investigaciones que llevan a revisar la identidad y el comportamiento de los próceres, borronean y desmienten más de una de sus imágenes heredadas. Se susurra por ahí que José de San Martín era un mestizo, cuyo verdadero progenitor fue el mismo padre de Carlos de Alvear - por donde el "error" del busto de La Adela no lo sería tanto... Y sin susurros, sabemos que más de uno cuyo nombre ornamenta nuestras calles, no merecería tantas loas.

En fin, amigos míos, no se puede creer ni en los bustos. Ni siquiera en los de bronce.

Y adónde irá a parar ahora el Novillo que no lo era. Habría que crear el museo del fraude. (El mayor problema será cómo seleccionar las piezas que ingresan, para evitar la pronta saturación del espacio de este museo).


SIERRA GRANDE: No era el que se pensaba

El busto que por 20 años estuvo en la biblioteca popular no era de Manuel Reinero Novillo, que en la década del 40 descubrió el hierro en esta ciudad. El año pasado las hijas de Novillo estuvieron en Sierra Grande y uno de los lugares que visitaron fue la biblioteca, que lleva el nombre de su padre. Pero para su sorpresa se encontraron con un busto supuestamente del descubridor de la cuenca minera, incluso lleva una leyenda que dice "Luis Novillo", pero "ése no es papá" exclamaron las descendientes y desde allí el busto fue retirado de la sala y archivado.

El Fin del Mundo según Czeslaw Milosz

En el comentario sobre mitos que presento en una radio local, el tema del sábado 9 de agosto fue el de las Edades del Mundo según los distintos mitos cosmogónicos. Al finalizar, leimos lo siguiente:

El fin de cada edad es el fin de un mundo, con sus tiempos, su humanidad y hasta con sus dioses. En una de sus poesías, el poeta polaco Czeslaw Milosz le da un giro inesperado al mito y a la concepción del "fin del mundo". Anthony Milosz tradujo esa poesía del polaco al inglés; y de esa versión, les ofrezco un intento de traducción al castellano.

Canto acerca del fin del mundo
Por Czeslaw Milosz

El día en que termina el mundo
Una abeja vuela en torno a un clavel
Un pescador remienda su red chispeante
Marsopas felices saltan en el mar
Los gorriones jóvenes juegan junto a las gárgolas
Y la serpiente tiene su piel de oro, como corresponde

El día en que termina el mundo
Las mujeres caminan por el campo bajo sus sombrillas
Un borracho se duerme al costado del prado
Los verduleros ambulantes van gritando por la calle
Y un bote amarillo se acerca a la isla.
La voz de un violín perdura en el aire
Y nos lleva hacia una noche estrellada.

Y los que esperaban relámpagos y truenosS
e sienten decepcionados
Y los que esperaban signos, y trompetas de arcángeles,
No creen que esto esté sucediendo ahora
Mientras el sol y la luna están ahí arriba
Mientras el abejorro visita a la rosa
Mientras nacen infantes sonrosados;

Nadie cree que esto esté sucediendo ahora.
Sólo un viejo de pelo blanco,que debiera ser un profeta
Pero no es un profeta, porque está muy ocupado
Repite mientras ata sus plantas de tomate:
No habrá otro fin del mundo que este,
No habrá otro fin del mundo que este.

Traducido de la versión inglesa de Anthony Milosz

Watsiltsum, el "Árbol del Gualicho"


Watsiltsum, el "Árbol del Gualicho"


En cercanías del pueblo donde vivo, Río Colorado (provincia de Río Negro) hubo un “árbol del Gualicho”. Era un algarrobo gigantesco y añoso; para la época de su destrucción seguramente superaba los dos siglos de edad. Estaba cerca de la costa del río que da su nombre al pueblo, y de la actual Colonia El Gualicho, en un campo de propiedad particular.

Algunos viajeros han explicado la función religiosa de este árbol. Charles Darwin, el padre Pedro Bonacina, Remigio Lupo, describen cómo los indios que pasaban por el lugar en el curso de sus viajes, ofrendaban hebras de sus ponchos y matras, que quedaban prendidas como extrañas flores en las ramas del árbol. También se le ofrecían gotas de aguardiente volcadas en la tierra, briznas de tabaco, y hasta el sacrificio de algún caballo cuyos huesos se veían allí cerca. Algún viajero, detenido bajo la copa, inhalaba y exhalaba, despaciosamente y como en estado de trance, el humo de una pipa… Todo esto, nos informan, se hacía con la intención de propiciarse la voluntad de la deidad, para poder realizar un buen viaje.

Hubo otros sitios del norte de la Patagonia donde algún árbol u otro fenómeno especial (por ejemplo un campo de fósiles) recibió la misma denominación.

El nombre de “Gualicho” tiene hoy, en nuestro uso cotidiano, un significado peyorativo. Se lo asocia con encantamientos supersticiosos e influencias demoníacas. Pero el significado del Gualicho entre los indios es mucho más rico y complejo. Watsiltsum (así sonaba el nombre original) era “el Girador” o “la Giradora” (entre los Guenakén, los grandes dioses podían ser indistintamente de sexo masculino o femenino). Era una deidad que presidía los tránsitos y los itinerarios. No sólo regía los caminos materiales, sino también los senderos invisibles entre distintos mundos. No sólo para sortear una difícil y árida travesía; también para pasar de este mundo al de los espíritus, para comunicarse con los antepasados o las divinidades, era preciso congraciarse con este numen.

Quizás las pinturas rupestres de grecas (espirales o líneas sinuosas) sean una especie de mapas de estos caminos que conectaban los distintos mundos. Asimismo el arte del chamán, que viaja al “otro mundo” para avizorar y vuelve a este para curar, está presidido por Watsiltsum.

Estas características del pensamiento indígena permiten entender el significado más relevante del árbol del Gualicho. Era un lugar-eje, un camino entre distintos países y distintos mundos. Allí estaba Watsiltsum, indispensable auxiliar y orientación en todos los viajes: los del cuerpo y los del espíritu. Un nudo y un puente cósmico, en ese lugar originario.

El vínculo simbólico entre cierto árbol, una encrucijada, y una escala que conecta distintos niveles cósmicos, no ha sido patrimonio exclusivo de los Guenakén (tehuelches). En la hermosa película "Cartas de París" (dirigida por Julie Bertocelli), las mujeres de Tbilisi, en Georgia, dejan sus ofrendas antes de iniciar un viaje, en las ramas o al pie de un árbol semejante al del Gualicho. Y el mismo tipo de árbol tutelar de los viajes y las encrucijadas aparece en algunas comunidades africanas.

Me pregunto si habrá sobrevivido el árbol de Tbilisi, tras los cañoneos o bombardeos de los rusos sobre Georgia, en estos días. En cuanto al gigantesco algarrobo mágico de Río Colorado, fue calcinado parcialmente por un rayo en 1981. Después, los dueños del campo mandaron desgajarlo y utilizarlo como leña.

Yo procuro hacerlo recrecer en la poesía.



(Datos sobre Watsiltsum, la Giradora, tomados de CASAMIQUELA, Rodolfo. En pos del gualicho. Viedma, Fondo Editorial Rionegrino, 1988.)