jueves, 2 de junio de 2011

Versión de un gazal del poeta Ghalib


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El poeta Ghalib




De traducciones y patos




Traducir nos es tan imprescindible como imposible. Imprescindible, pues en efecto, cómo podríamos subsistir, un solo día siquiera, si no intentáramos apropiarnos, en nuestro lenguaje, de aquello que se nos manifiesta en todos los otros lenguajes de los seres. ¿Habría relación, habría amor posible sin el intento constante de traducir, de traducirnos? Pero imposible; porque acaso hay modo de transmitir enteramente y desde la esencia en algún lenguaje, lo que se nos ha dicho en otro? ¿Será que todos los idiomas son traducciones más o menos aproximadas, más o menos descaminadas, de algo que se está diciendo en un idioma que no sabemos?

El Mulá Nasruddin supo opinar también sobre este tema de las traducciones literarias. Un pariente del campo le había traído un pato para compartirlo en una comida, y así se hizo. Pero luego, con el paso de los días entraron a caer visitantes del campo que se quedaban a comer a la mesa del Mulá, con el justificativo de estar vinculados a aquel pariente del pato. Las presentaciones llegaron a ser algo así como: “Buenos días… Yo soy el primo de la suegra del vecino del mejor amigo de Yusuf, el que te trajo el pato”. Hasta que llegó el día en que el Mulá entregó a un visitante un plato con agua caliente para que almorzara. Ante la protesta del comensal, el Mulá aclaró “es que este es el caldo del caldo del caldo de aquel pato”.

La siguiente versión (no me atrevo a llamarla traducción) resulta de un trasiego del urdu al inglés, y de este al castellano: es caldo de caldo del pato. Pero la poesía puede ser capaz de vencer tantas barreras, de modo tal que algo de aquel aroma y de aquella música se insinúe entre los versos traducidos de una traducción.

Sea como fuere, el poeta Ghalib (1796 – 1869) es quien dio ocasión para las líneas que siguen.


Gazal ( Gacela )

del poeta GHALIB (Agra, 1796 – Delhi, 1869)


Hay quienes aman mirar los ramos del mar que aparecen al amanecer,

Ver la caída de la noche de las alas de los ánsares, y escuchar

Las conversaciones que el mar nocturno mantiene con el amanecer.



Si no logramos hallar el cielo, siempre hay golondrinas azules

Ustedes saben que pasé mis veinte años llorando

Es que han de llorar quienes despiertan turbados al amanecer.



A Adán se lo convocó para dar nombre a los Tordos, a los Petirrojos,

a las diamantinas Cascabeles, y a los ositos lavadores de rabo anillado

que lavan a Dios en las corrientes del amanecer.



Siglos después, se mostraron los dioses de la Mesopotamia,

Todos barba y orejas; y tras ellos, los Generales

Con sus hijos de mantos azules que morirían al amanecer.



Aquellos ermitaños que comían saltamontes eran tan buenos

Que permanecían todo el día en su cueva; pero también es grato

Ver los postes de los cercados que aparecen gradualmente al amanecer.



Las personas que se aman hacen bien cuando con las primeras estrellas

Adoran al bebé que huele a establo, pero sabemos

Que aún las estrellas desaparecerán al amanecer.


Versión en español por Ramón Minieri, a partir de la traducción del original urdu al inglés de Robert Bly (2000)


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