domingo, 19 de septiembre de 2010

Belgrano, ese hereje. 1.

Manuel Belgrano en los días de Mayo de 1810.

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Mayo y la religión. Rebeldes, condenas y cruzadas

En estos fastos del Bicentenario, poco o nada se ha aludido al pensamiento herético de Manuel Belgrano. Pareja omisión ha ocurrido con la dimensión religiosa del pensamiento de los participantes en la Revolución de Mayo.

No se trata de reivindicar el papel de la Iglesia católica en aquellos días, porque estuvo en contra del naciente estado revolucionario, y siguió estándolo hasta mediados del siglo XIX. Los curas patriotas eran réprobos para la jerarquía; no por primera ni por última vez, los fieles que propiciaban un cambio histórico se encontraron ante la condena de sus pastores. Acostumbrados (para mal) a tirar las tablas al suelo y administrar políticamente la ira de Dios, los jerarcas son a menudo quienes anticipan, asientan en doctrina e inician, con alguna homilía moralista, los operativos de represión contra los díscolos.

Nos estamos perdiendo, en este 2010, la oportunidad de aprovechar el afán conmemorativo para hacer luz sobre este papel de la Iglesia, que nos ha permeado hasta lo cultural, y que responde al patrón de una larga y repetida historia, de sucesivas rebeliones de cristianos sofocadas por sucesivas cruzadas exterminadoras. Cruzadas, literalmente hablando. No se olvide aquella que escabechó a los albigenses y mató en la cuna un proyecto cultural diferente del auspiciado por las jerarquías. Pero no sólo eso.


Es parte de la religión


Yo extraño más la falta de otro aspecto, otro debate, que tiene que ver con la renovación planteada desde adentro del pensamiento cristiano de aquella época.

Algo tuvieron que ver las creencias y prácticas religiosas (no la jerarquía eclesiástica) con la mentalidad de estos muchachos, la mayoría en la treintena de su edad, que en Mayo de 1810 se jugaron el pescuezo para cambiar el régimen. Por cierto eran portadores de ideas y concepciones de la Ilustración, y estaban inmersos en la corriente secularizante que venía desde la expulsión de los jesuitas; pero a la vez los hallamos pensando desde los marcos de la devoción heredada, y popular entonces. Contradictorio, se dirá. Como la vida, como la historia... y como las propias revoluciones.

Lo confesional se entrelazaba con lo político; baste recordar ese espacio de encuentro prerrevolucionario que fue la Casa de Ejercicios de sor Antonia de la Paz y Figueroa. Si la célebre jabonería de Vieytes albergó pensamientos limpiadores entre el olor de la potasa, también el convento de sor Antonia aunó gente y estableció lazos entre adultos y jóvenes inquietos, abogados en los dos derechos y jefes de milicia.


¿San Belgrano?

En este olvido de lo religioso, queda también sumido el pensamiento heterodoxo de Belgrano.

El cromo de este muchacho, Manuel, al que se pinta como uno de los buenazos de la película patria, nos escamotea rasgos interesantes de su persona, a saber: su jacobinismo, su porfía militante, su conciente decisión de utilizar la espada para cortar con el gordiano nudo leguleyo del viejo orden. Sí en cambio, se han recuperado en estos días sus posiciones como economista; han pasado del reservorio científico a un reiterado discurso general. Para más loa, se nos presenta a un Belgrano que se anticipó a las políticas económicas actuales; un progre de centro izquierda keynesiano avant la lettre. Del mismo modo que antes se lo figuraba como valiente, sacrificado e improvisado militar... y muy poco más.


En fin, ya todo eso está instalado en el marketing patriótico de nuestros días; basta de ello. Propio del historiar es buscar lo nuevo en lo viejo, para crear lo nuevo de hoy en esto viejo de hoy. Es hora de ponernos a profanar, a cuestionar. Es decir, a intentar hacer historia.

La profanación, la puesta en escena del conflicto, no va por el lado del escandalete privado, al modo de los programas de varieté televisiva. Que algún prócer estuviera aquejado de sífilis, que otro haya consumido opio, son datos para esa variante de crónica menuda que sirve al desentendimiento histórico, a perdernos entre chismes de vecindad. Quedarnos en que Sarmiento se desfogaba dos veces por semana, es un modo de obturar todo lo que hay que discutir sobre el presunto padre del aula.

Hay una media sombra que acompaña, siempre, a la media luz propia de toda representación histórica (que por eso es, precisamente, representación). En esa media sombra se nos ha perdido de vista un Belgrano que se interesaba en una posición religiosa que estaba, está, en el dudoso límite con el anatema.


Tipo raro, el cura Lacunza


El criollo Manuel de Lacunza y Díaz vivió entre 1731 y 1801. Por ser jesuita, le tocó padecer una dolorosa expulsión de América. Falleció en un pequeño accidente durante un paseo, cuando estaba exiliado en Imola, Italia, bajo la sombra del poder pontifical. Una muerte por causas no aclaradas.

En el exilio y en la añoranza de su Chile natal que no volvería a ver, privado de la posibilidad de decir misa, integrante de una orden desprestigiada y suprimida por el papa, falto de otro sustento que los cada vez más magros envíos de dinero de su familia, Lacunza se proyectó en una revolución de palabras. Escribió su magna obra “La Venida de Cristo en Gloria y Majestad”, en cuatro densos volúmenes, durante diez años de trabajo en su casucha en un barrio marginal de Imola. Esa obra mayor estuvo anticipada por el “Anónimo Milenario”, folleto que circuló cuasi clandestinamente en copias manuscritas por Indias, a fines de la década de 1770 y durante toda la de 1780.

El “Anónimo” fue leído y discutido ardorosamente en estas tierras. Planteaba, con sustento en textos evangélicos, un modo de entender la religión, pero aún más, un modo de ser del tiempo y el decurso histórico, que rompía con las posiciones de la jerarquía y con el relato histórico-religioso oficial (relato dudosamente cristiano).

Ya ante ese folleto, no faltaron voces que pidieron la intervención de la Inquisición; nada remisa, la Suprema prohibió el texto. Es ese un dato que conviene retener: el pensamiento de Lacunza ya era calificado o descalificado como herejía, cuando Belgrano todavía era un pibe, quizás un adolescente.

En 1790, Lacunza concluyó su obra mayor, y esta comenzó a rodar por los caminos, las inteligencias y las sensibilidades de la América española de su tiempo. Manuel Belgrano, otro Manuel que seguramente habrá pensado en el significado de su propio nombre, iba a ser abordado por esos libros.

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Belgrano, ese hereje. 2.


La conexión dominicana. Sepulcro de Manuel Belgrano, ante el convento que dirigía Fray Isidoro Guerra.

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Los dos Manueles

¿Por qué camino le habrá llegado la obra de Manuel Lacunza a este joven abogado porteño? Quizás el amplio interés de Belgrano por los temas de su tiempo, y entre ellos los debates teológicos corrientes, lo haya llevado a anoticiarse de la discutida obra de Lacunza cuando todavía estaba en España, entre 1786 y 1794. Ahora bien, téngase presente que el libro circulaba escasamente, en unos pocos ejemplares copiados a mano.

Una hipótesis verosímil señala a Fray Isidoro Celestino Guerra, prior del convento de Santo Domingo, como mediador. La familia Belgrano era devota de esa parroquia, donde hoy se guardan los restos del patriota. Y según Priora, fray Isidoro “fue dueño de la copia manuscrita más prolija y exacta de las que circulaban en Buenos Aires” del escrito de Lacunza. Si Belgrano, al volver de Europa, traía ya el interés por ese pensador, aquí, a la vuelta de casa, encontró el modo de conocer mejor su obra.

La edición de Londres

El canon de la literatura revolucionaria es más amplio de lo que quizás acostumbramos reconocer y citar. Así como Mariano Moreno mandó imprimir el Contrato Social como texto de Estado, Belgrano consideró a la obra de Lacunza como uno de los grandes escritos orientadores para su tiempo; a tal punto, que financió de su peculio una edición impresa de los cuatro volúmenes del cura chileno. Cuando se encontraba en Inglaterra en misión diplomática, llevó a un editor londinense la copia manuscrita de fray Isidoro Guerra, para que sirviera de base a la tirada. Cuatro mil ejemplares salieron de prensa, y la mayor parte de ellos tomó el camino de nuestra América, donde es difícil encontrar alguno.

Belgrano mismo presentó la obra, y firmó esa presentación como “El Editor Americano”.

En el escrito liminar, nos da las razones que lo impulsaron a la publicación. Hay motivos eminentemente políticos: el editor asevera que el emprendimiento es un “servicio a mis compatriotas”; que así provee la demostración de “la superioridad de los talentos americanos”, para cuya acreditación bastaría con esta sola obra. Lo impulsa el disgusto con la pobre e incorrecta edición hecha en Cádiz en 1812, considerada un insulto al pensador, a tal punto que sus lectores habría preferido que no se la hubiera realizado; el hecho de que esa edición haya sido alumbrada “muy de priesa como en negocio de contrabando”; y la necesidad de dar réplica a cierto diputado peninsular que en las cortes de Cádiz había preguntado a qué clase de bestias pertenecían los americanos. La respuesta política de Belgrano apunta a la vez a la superioridad de los americanos sobre los españoles europeos en teología... y en materia editorial.

En 1816 salió a luz la edición belgraniana de Londres. Ese mismo año la obra fue denunciada como herética; se la incluyó definitivamente en el Index de libros prohibidos en 1819. Siguió circulando pese a la prohibición, porque aún en 1824 se publicaba en Madrid un escrito “preservativo” contra los peligros que entrañaba la obra de Lacunza. Por esa misma época era publicada en traducción al inglés por Irving, en 1827. El movimiento milerista la tomó como inspiradora; y ha influido sobre los Adventistas y los Testigos de Jehová. En nuestro país, el profético Francisco Hermógenes Ramos Mexía, el único santo estanciero y extraoficial, siguió la doctrina de Lacunza.


Pero, ¿qué escribió Lacunza?


Lacunza escribía de a ratos; cuando hallaba una dificultad para hilar su pensamiento, nos cuenta que “dejaba de escribir con la pluma y escribía con las rodillas”; oraba hasta encontrar el hilo de la palabra. Alguien que colaboró con él nos lo describe, alternando la escritura con aquel que consideraba otro modo de escribir: la contemplación.

Es una flagrante injusticia querer dar cuenta en pocos renglones el contenido de “La Venida de Cristo en Gloria y Majestad. Observaciones de Juan Josafat ben Ezra.” Está en la red inmaterial el facsímil de la edición en tres volúmenes realizada en Londres en 1826. Aquí nos limitaremos a presentar algunos de sus conceptos básicos. Son ellos:

- la interpretación de la escritura por la escritura misma: en contraposición con las lecturas evemeristas o tradicionalistas del texto bíblico, Lacunza sostuvo la prioridad de la interpretación del texto a partir de lo que el texto dice, acudiendo a las concordancias y correspondencias entre las profecías; en palabras de sus partidarios, era una lectura “natural” de la Biblia;

- la partición del tiempo: el actual decurso temporal llegará a un momento de quiebre; tras él, sobrevendrán otros tiempos, anunciados en la profecía;

- el quiliasmo: esta concepción, dejada de lado por la propia Iglesia luego de los tiempos del cristianismo primitivo, concreta la imagen de la división de los tiempos. Vendrá el fin de la era que hoy está en curso; pero no será el fin del mundo. Acto seguido tendrá lugar el juicio de los justos, y con ellos, por mil años (quiliasmo), gobernará la tierra el propio Cristo que habrá regresado ella. Bajo ese reinado de paz y justicia, todos los pueblos del mundo se convertirán;

- la postrimería: finalmente, Satanás corromperá a las naciones; pero Jesucristo, que aún estará en la tierra, subirá a su trono y juzgará a todos los hombres.

- la urgencia por la práctica: estos acontecimientos trascendentes que están por suceder, reclaman de cada uno ciertas definiciones y acciones concretas.

La visión de los tiempos y de la historia que Lacunza retoma de las Escrituras es la del milenarismo, al que defiende de sus críticos eclesiásticos. Junto a los profetas, sostiene que esta era va a terminar; y que vendrá el Cristo, venida real o en un colectivo simbólico, para ser el señor efectivo del mundo.


/Prosigue en el siguiente post. RM/

Belgrano, ese hereje. 3.

Retrato de Manuel Lacunza en la edición de 1826 de su obra.

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Una doctrina a contrapelo

La obra de Lacunza confrontaba con algunas de las líneas maestras del poder jerárquico sobre el cristianismo.

A partir del siglo V d.e.c., los dignatarios eclesiásticos habían ido dejando de lado, discretamente, la espera del próximo arribo del Salvador. La concepción de un kairós, tiempo de ruptura, transversal al cronos, a la duración, quedó en el limbo de lo ya no más dicho. Se deshistorizaba así el drama histórico religioso. Ya no estaba en el centro de atención el destino de la humanidad y de las naciones, sino el goteo de almas individuales, que serían juzgadas, una por una, como en un sistema jurídico liberal, y destinadas al lugar que les correspondiera. La noción de Día del Juicio, día universal, quedaba discretamente sustituida por la sucesión de expedientes judiciales personales.

La recuperación conceptual hecha por Lacunza vuelve a poner en segundo lugar el cronos, y con ello el proceso acumulativo temporal, y entroniza el kairos. Pero si lo más decisivo del tiempo es el kairos, entonces pasa a ser necesidad que los seres humanos se ocupen del conjunto, no sólo de la individualidad de sí mismos. Que observen las señales históricas; y que en su caso, se jueguen por alguno de los bandos del drama, el que crean más conforme a los valores cristianos.

El propio Lacunza lo señala en uno de los párrafos finales de La Venida:

"En suma, no perdamos tiempo: la felicidad suma, completa y eterna que está prometida a los justos, hermanos menores del Hombre Dios, conformes a la imagen de su Hijo, no podremos alcanzarla jamás, si no nos servimos de aquellas dos alas absolutamente necesarias e indispensables, que son fe y justicia. Sin estas alas, no separadas, sino unidas entre sí, y ayudándose mutuamente como buenas hermanas, no tenemos que esperar la herencia en el reino de Cristo y de Dios ni ser coherederos de Cristo, pues se nos pide que padezcamos con él, para que seamos también glorificados con él".

Mas, si tal es el drama, entonces quedan harto disminuidos los papeles y aranceles de los administradores de confesiones, casamientos y bautismos, la menuda administración de la ira de Dios dirigida contra una viejuca que murmuró un ensalmo o un adúltero pueblerino. Ni siquiera se podía confiar en esos administradores para que leyeran la Escritura. Por cierto no eran ni son muy dados a esas lecturas de las fuentes originarias. Aparte de la natural propensión a la comodidad, puede que les retintineara la mente una advertencia; quien se anima a leer la Palabra y a pensarla, está dando el primer paso hacia la hoguera. Esto habían enseñado las jerarquías, desde el arranque de su proyecto de poder; y reforzaron esta pedagogía del terror en los tiempos modernos.

Por qué Belgrano

¿Será el lacuncismo de Belgrano un rasgo intelectual que se corresponde con sus concepciones políticas? La pregunta es válida porque ser persona no se agota en lo sistemático, y felizmente, si vamos avanzando en coherencias, es por el camino de las contradicciones. ¿Puede que esa opción doctrinaria del general abogado haya sido una pieza suelta, desconectada del con junto de sus ideas?

Este curioseador entiende que por el contrario, Belgrano eligió entre las versiones del cristianismo de su tiempo, aquella que concordaba con una visión transformadora y revolucionaria, jugada en la relación entre los pueblos, la historia y la intervención metafisica.

Creo que el Belgrano político y revolucionario se vincula fuerte y hondamente con el Belgrano lacunciano, teniendo en cuenta que:

- La publicación de la obra del expulso es una reivindicación de otro modo de pensar la religión, pensarla desde lo americano. “De contrabando” en España, la Venida de Cristo venía a ser cuasi oficial en América;

- Al sostener la reversión o subversión del tiempo, los postulados de Lacunza cuadran con un ideario revolucionario o transformador, y especialmente cuando proclaman la necesidad de una acción inspirada en la fe y la justicia.

- Se percibe un parentesco simbólico y metafórico; las imágenes del quiliasmo son capaces de inspirar la acción política: la Revolución se parece más a la parusía que a la suma liberal de vidas y tiempos de los individuos; la visión de “otro siglo” era contagiable a la política; el modo en que simbolizamos el tiempo, sea como metáfora o como cosmovisión, promueve o ciega la irrupción de lo utópico en la historia;

- el tiempo del cairós es de permanente inminencia; tiempo de acecho y busca de señales, de esperar y operar; en suma, la clase de tiempo que postulan y viven las revoluciones;

- la instauración de lo Otro, que viene a reponerse en el centro de una historia humanizada, la recreación de Dios, la revisión del tiempo, manifiestan en el campo del simbolismo religioso la revolución deseada por Belgrano;
- la exigencia de práctica para la teoría y de teoría para la práctica integra el mensaje milenarista. La teoría o la visión del milenio no se realiza sin la acción humana; pero la acción humana no tendría sentido si no se insertaria en la utopía sobreviniente. La integración entre teoría y práctica es, también, un modelo para la revolución.
Quede en claro que con estos renglones y con estas conclusiones, no tratamos de presentarlo a Belgrano como un adventista anticipado, sino como un revolucionario íntegro. No se trata de pasarlo de un cuadro a una estampita, sino de romper el marco y recobrar una persona viva, en sus coherencias y contradicciones. Tampoco quisiéramos hacerle decir a Belgrano más de lo que ya dijo. Pero sí estimamos que no es casual su opción religiosa; aunque en su tiempo no hubiera sido formulada en los términos de nuestras conclusiones, hay una concordancia cierta entre la lógica política y la de esta creencia.

Pero entonces

Pero entonces, ¿por qué la insistencia en presentarnos a este hombre como un católico ejemplar? Su adhesión al milenarismo lo aleja de las jerarquías eclesiásticas. Sí en cambio es destacable su devoción mariana, la apelación frecuente al acompañamiento de la Virgen en las empresas políticas. El general devoto no criticó a San Martín por meter preso y cambiarle el apellido a un cura reaccionario, sino que le sugirió superar su distanciamiento racionalista con respecto a la devoción de los pueblos.

Pero eso requiere ponernos a estudiar otro tema, que tiene que ver con Guadalupe, la Candelaria, Sumampa y Luján, y con una presencia numinosa que no se agota en el marco eclesiástico. Por hoy, hagamos aquí una pausa.


(Páginas de El Rey Desnudo. Símbolos y poder. Por Ramón Minieri. En preparación.)


Lacunza y Díaz, Manuel S.J La venida de Cristo en gloria y majestad. Observaciones de Juan Josafat Ben Ezra
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/05815173144647151932268/index.htm.


Parra, Freddy (2003). Historia y escatología en Manuel Lacunza. La temporalidad a través del milenarismo lacunziano. Santiago de Chile. Rev. Teología y Vida, v. 44 n.2-3


Priora, Juan C. (2003) Manuel Belgrano y Manuel Lacunza S.J.: Una conexión intelectual enigmática. Paraná, Universidad Nacional del Litoral, Departamento de Filosofía, IV Jornadas de Comunicación de Investigación en Filosofía.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Lili Campazzo y “Escrito sobre un vidrio”


...


Escribir sobre un vidrio, supone que el cristal esté empañado. Que hace más frío del lado de afuera. Supone que uno acepta de entrada la precariedad, la escasa duración. Supone que, aunque borrosamente, la imagen de quien escribe está en lo escrito, ante o tras lo escrito. Todo eso me dice Lili, ya desde el título, y después en cada página.

Estas poesías de Lili Campazzo me dejan boqueando por su brevedad interna – un destello, una fulguración. Simulan ser pequeñas, son feroces, mordiscos de otra mirada sobre lo que creía ya visto.

Para compartirlas, elijo tan sólo tres, y las más breves, en un volumen que se hace sentir en cada una de sus 47 páginas. La última me impresiona por su música, que se derrumba como un final de cante jondo.


XI

Los vecinos no saben leer estas ventanas.

XII

Que todo el mundo
sea la sombra del silencio.

VIII

Por eso escribo en las ventanas
Para que nada dure
Para que nada.
...

Migas. Homenaje a Lili Campazzo.


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Migas



no
manuales
acerca
de los pájaros


no palabras
ya dichas

palabras
para siempre

no
de esas que nombran
lo que vino siendo


dame
tus migas
de luz
borrosas


que saben perecerse
alimentando

a los pichones
de los que aún no soy.



A Lili Campazzo, con motivo de su libro "Escrito sobre un vidrio".

domingo, 5 de septiembre de 2010

Tan bello, tan cierto, tan triste



...



...


Aquella linterna que andaba por el mundo



A veces me despierto de noche y me parece sentir
como una vez que era chico que afuera
mi viejo y mi vieja están atando
los dos caballos a la carreta y me parece
oír todavía la voz de ella
que dice: “Sé bueno, Gino, pobrecito, sé bueno,
Bruno”. Son Bruno y Gino los caballos.
Y entonces viene a la memoria cuando oía
las ruedas de la carreta rodar sobre la carretera
pisando las piedritas y hacían
un ruido que sonaba y se perdía
en el negro fondo de la noche tragándose
a mi viejo, la carreta y los caballos que
quedaban sólo ellos con la linterna
hamacada bajo la carreta,
una linterna que iba por el mundo,
que echaba un poco de luz
a la miseria.


Tolmino Baldassarri
Poeta romagnolo nacido en 1927
(De la antología "Nuevos poetas italianos", Poesía dialectal. Buenos Aires, Paradiso ediciones, 2004. )

martes, 6 de julio de 2010

Mujeres, dominaciones, denominaciones. 1. Las desmarcadas.

En el centro, Bibiana García. Su estampa imponente le motivó la calificación
de "reina de los catrieleros" en la prensa de Buenos Aires.
...





Felizmente hay algo mercurial en el tema de la mujer – algo que se desliza al margen de los controles y los hábitos intelectuales. En mi experiencia de historiador me sucede estar indagando y elaborando algún trabajo, y ser sorprendido por “ese otro” documento, esa otra forma de pensar y sentir que suele nacer de “esas otras” personas tan poco presentes en nuestra historia tradicional, las mujeres. Desde ese otro lugar, su presencia trae la pregunta por la integridad de lo humano, la pregunta por las cualidades y posibilidades que hemos perdido en algún recodo del proceso de esto que llamamos civilización. En suma, cuando en una investigación se cuelan las mujeres, los marcos se expanden, los conceptos seguros caen, y tenemos que renovar la mirada, el corazón y la cabeza.
Y confrontando con este “otro tema” de las mujeres, reaparece esa forma de extirpar “todo lo otro” que es la desmemoria socialmente construída. Es decir, las tácticas y técnicas con que se remarca el recuerdo de ciertos episodios y personas, a la vez que se ahoga en la cuna la otra memoria: la de aquello que pudo abrir paso a una historia y una sociedad distintas, más humanas.

Los datos que siguen surgieron al costado de otra búsqueda en archivos y libros: la historia de las estancias inglesas y de una huelga perdida en los campos de Río Negro, allá por 1921. En los resquicios del discurso policial o periodístico, comenzaron a aparecer las mujeres.
En la Argentina de los años 1900 a 1920, se daba por sobreentendido en general que las mujeres debían transmitir la sumisión como un valor. Muchas lo seguirán haciendo todavía – como muchos varones mantienen sus roles tradicionales-; y muchas otras vivirán la contradicción entre lo que sienten y quieren, y esta tradición de ser docentes del sometimiento. El punto es importante, porque hoy como entonces la mayoría de los chicos aprenden estas cosas por transmisión de las mujeres.
Pero también en esos años, como en todos los tiempos, hubo mujeres que buscaban la plenitud de la vida humana, ya en la acción política como en la vida personal, sin quedarse en el rol asignado.

En una revista “Caras y Caretas” de 1899 se habla de Bibiana García. En páginas donde las mujeres aparecen mayormente como esposas o hijas de señores, o como actrices o sopranos, y donde los señores quieren parecer europeos, Bibiana es una alteración. Es mujer y es india. No acude a Buenos Aires en calidad de espectáculo, sino como representante de una comunidad: reclama el reconocimiento oficial para la segunda colonia de indios catrieleros expulsados de Azul y asentados en Río Negro. La Colonia que finalmente se llamó y se llama Catriel, como Bibiana quería.
En 1900, tras el asesinato de Humberto I rey de Italia, la misma revista dedica un largo artículo a los anarquistas de Buenos Aires. ¿”Los”? Es característico en las asociaciones y periódicos anarquistas el papel de las mujeres como dirigentes, redactoras, activistas – ellas prefieren el título de “agitadoras”. Y sólo en este ámbito “ácrata” encontramos textos hechos por y para mujeres.
En 1918 se constituía en General Roca una Sociedad de Oficios Varios, de orientación anarquista. En ella, como en ningún otro grupo político del Territorio de entonces, hay una mujer: María Méndez. No hemos hallado más datos acerca de ella; pero seguramente era una destacada militante, puesto que estaba en el grupo promotor de la Sociedad.
Ni en Río Negro ni en la Patagonia escaseaban los conflictos. En el Territorio, los años 1921-22 estuvieron sacudidos por huelgas, actos de protesta y propuesta social alternativa, y una fuerte represión policial. Las matanzas de peones realizadas por tropas del Ejército ensangrentaron Santa Cruz. Y es allí donde otras mujeres nos dan un ejemplo de heroica dignidad contra toda obediencia debida, que ha sido recuperado por Osvaldo Bayer: las chicas del prostíbulo “La Catalana” de San Julián, se niegan a recibir a los soldados del jefe de la represión, teniente coronel Varela, y les gritan “asesinos”.
Por los mismos días, la Jefatura de Policía de Viedma autorizaba una rendición de gastos elevada por José Romero, oficial a cargo del destacamento de Sierra Grande. Romero había pagado “Diez pesos $10 por 10 raciones de lo que acompaño recibos”, por “racionamiento de presos el siguiente: Silvestre González y Josefa Faustina Murguindo acusados de adulterio, desde el 11 de octubre hasta el 21 del mismo” .
Diez días de cárcel por la mera acusación... Vienen a colación unas líneas de las “Evocaciones porteñas” del juez Gastón Tobal: hacia 1900, cuando había “un divorcio debido a inconducta de las señoras, se les quitaba a sus hijos, se las soterraba lejos, y alguna vez se les dijo a sus niños que ellas habían muerto.” (Por lo visto, se presumía que la “inconducta” era una tacha en la que sólo podían incurrir las señoras.)
En relación con el tema que llevó a estos descubrimientos, aparece una mujer ubicada en el otro extremo: la que sirvió como bien de cambio, quizás sin saberlo. Guillermina de Oliveira Cézar, porteña de familia renombrada, se casó con Eduardo Wilde, amigo del dos veces presidente Roca, de quien fue ministro y embajador plenipotenciario. Cuando los ingleses necesitaron garantes para pedir enormes concesiones de tierras gratis en el norte de la Patagonia, acudieron entre otros a Filiberto y Miguel de Oliveira Cézar, hermanos de Guillermina. Las concesiones fueron acordadas a los “cuñados” en cuestión de días por la Dirección de Tierras, mientras que los pobladores originarios tuvieron que esperar sus títulos durante medio siglo o más.
/Sigue y concluye en la parte 2./

Mujeres, dominaciones, denominaciones. 2. Recordadas y olvidadas.

América Scarfó ( 1913 - 2006): no sólo la compañera de Severino di Giovanni, sino una destacada pensadora, escritora, y activista del anarquismo en la Argentina.
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Mujeres que se arriesgan a romper el marco del cuadro que les estaba asignado; mujeres agitadoras y pensadoras. Por otro lado, mujeres que aceptan el orden prescripto y funcionan como un bien de cambio. Y en el discurso del diario o del expediente operan los sistemas de control de la época. La señora del ministro aparece en página central, como madrina en la botadura de un barco. La cacica, como nota pintoresca en su peregrinar por los ministerios. A las anarquistas se las menciona a raíz de un magnicidio. La acusada de adulterio, va presa.

No faltan mujeres a las que recordar, para que su memoria confronte con algunos “valores” que son disvalores. Lo que falta es que las recordemos.
La memoria social es concreta y es política. En filosofía la palabra “concreto” significa un inextricable tejido de lo inmaterial con lo material. La palabra, la imagen, se transmiten en su abrazo a un soporte material. Cuando el soporte cae, podrán pasar a otro. Y la memoria es política, porque es en el campo del poder donde se establece lo que será recordado... y lo que no. Desde este punto de vista, los nombres de los espacios públicos no son simples referencias cartesianas de tipo a-4 o f-9. Son símbolos en y con los que se rescata o pierde una historia. No da lo mismo que un lugar se llame Port Stanley, Puerto Argentino... o Puerto Rivero, para acudir a un ejemplo no tan remoto.

Ahora bien, qué pasa con la relación entre las mujeres y los nombres. Quiero decir, los nombres de las plazas, las calles, los pueblos de la Argentina.
David Viñas observó alguna vez que el personaje más presente en la nomenclatura urbana de Buenos Aires es el Coronel Ramón L. Falcón. Como jefe de la policía de la Capital, Falcón fue responsable del ataque policial a los manifestantes de Plaza Lorea el 1° de mayo de 1909, con un saldo de 8 muertos y 105 heridos; y del ataque subsiguiente a la comitiva que llevaba los muertos al cementerio. Fue muerto a su vez por el joven anarquista Simón Radowitzky. Hoy lo rememoran unos diez lugares públicos en Buenos Aires (a Falcón, no a Radowitzky).
En cambio, ¿dónde están los nombres de aquellas mujeres? En la ciudad de General Roca no encuentro ni una lejana calle de tierra llamada María Méndez. En cambio una arteria céntrica honra a Alfredo Viterbori, quien dicho sea de paso presidió la Liga Patriótica Argentina, asociación de derecha dedicada a matonear y reprimir los movimientos obreros y las huelgas. Aplique esto cada quien a su pueblo, a ver si allí no se da el mismo trato desparejo en los espacios públicos.
Tampoco hay calle, avenida, plaza, ciudad, pueblo, paraje o aldea que brinde el debido tributo de memoria a las dignísimas chicas de San Julián. Menos aún a las que padecieron cárcel o fueron soterradas o privadas de sus hijos por romper con el sometimiento. Porque ese fue el delito de unas y otras: no un levantamiento contra el orden social o el orden familiar, sino la ruptura con la sumisión.
Cuando un nombre de mujer aparece en nuestros espacios públicos, o bien corresponde a alguien que no suscitó conflictos con los papeles asignados – una enfermera, una monja bondadosa, una dama que bordó banderas. O bien, si ella fue algo más, algo distinto, ya queda tan lejana en el tiempo que su mención no suscita curiosidad; tal el caso de Juana Azurduy o Mariquita Sánchez. Excepción honrosa, se me dirá, el nombre de Azucena Villaflor. Lástima que está en una selecta callejuela inmóvil del sector más paquete de Puerto Madero.
Me dirán que a nadie le importa saber por qué se llaman así o asá los lugares que transitamos a diario... quizás sea cierto; pero entonces, no habría daño alguno en incorporar estos otros nombres a la lista. Acaso entonces alguien se interesaría por saber qué significan esas denominaciones.
Por ahora, el sesgo en la nomenclatura urbana sigue siendo útil a la dominación. Como sociedad, tenemos una deuda: la de someter esta práctica a revisión. Por respeto hacia tanta oportuna falta de respeto como les debemos a nuestras mujeres.


De: “Historia de Olvidos”

sábado, 29 de mayo de 2010

El día del león



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A todo pueblo le llega su día del león. En cada una de las colecciones pueblerinas de consejas y anécdotas, se narra lo acaecido en aquella jornada que partió en dos la historia local.

En algunos lugares, el león es sustituido por otro agente. Interesante fue el caso de Cruz del Eje; allí en los años ’60, un novio despechado con acceso a una radio anunció, la noche de la fiesta de bodas de su antes prometida, la súbita ruptura del dique a cuya sombra está la población. La catástrofe anunciada produjo allí los mismos efectos memorables que aquí el gran felino.

Vamos pues al encuentro de las fieras. El relato es más o menos el mismo, siempre. Llega un circo al poblado, ofrece sus funciones, y en el curso de una de ellas el león, por descuido de algún empleado o del propio domador, encuentra abierta la puerta de la jaula. Sale de ella con paso meramente cansino, pero interpretado como majestuoso, porque al fin de cuentas se trata del rey de la selva. Se dirige quizás a las tribunas, ya para ese momento vacías. O bien rumbea hacia la abertura trasera de la carpa.

Allí se rompe entonces la cáscara de los comportamientos sociales al uso. Los legatarios del relato recogen episodios típicos: un hombre o una provecta dama que habitualmente caminan con dificultad, llegan sin saber cómo a la copa de una palmera cercana, o aparecen sobre la lona de un acoplado de camión; algún novio consuetudinario se olvida a su prometida a merced de las fauces del felino, que mientras tanto trota abúlico hacia la plaza o buscando algún jardín tranquilo. Un querido tío o abuelo, cuyo deceso y herencia aguardan devotamente los sobrinos o nietos, queda solitario en su butaca (más bien sillita de metal o de lona, en estos pobres circos de campaña) por vergonzosa huída de sus familiares.

En mi pueblo, el león pasó junto a las palmeras de la plaza, cargadas de dátiles humanos, como si nada. Cruzó en diagonal frente a la comisaría, cuyos efectivos, en el nerviosismo del momento, no atinaban a abrir sus cartucheras, ni siquiera a gritar una consigna, la que fuere: alerta, león, guarda... Encontró el jardincito de la familia Gambino, se enroscó bajo un arbusto de azahar que hasta hoy sigue como vivo monumento del caso, y se durmió beatíficamente. Cuando su cuidador vino a buscarlo, retomó el rumbo de su residencia habitual. Pobrecito, ya tenía enrejadas la memoria y la voluntad.

Con sano criterio humanitario, las leyes prohiben ahora tener leones capturados y exhibirlos. De todos modos, bajo otras formas, seguirán dándose jornadas similares a la narrada.

Es que no es tan fiero el león como lo pintan, sino a veces el ser humano.

(De: El Rey desnudo. 2010. Ramón Minieri.)


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viernes, 7 de mayo de 2010

Las salvias


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mi abuela
trasplantaba
una salvia
pequeña

le arropaba
los pies
con tierra blanda

daba
un beso
en su mano

luego
apoyaba
la mano
sobre las hojas
de la salvia

y le decía

crezcas bien
querida

supongo
ahora
que las salvias
sabrán agradecerle

mulléndole
la almohada

de algo
estoy seguro
a mí
todas
las salvias
me la nombran

(De: Jardín de arena y piedras, 2010).

sábado, 6 de marzo de 2010

Primera proclama

Reina de los sármatas. Alexei von Jawlensky, 1864 - 1941.
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La reina loca
manda

que se quemen en la plaza
los billares


y sus cómplices
los tableros
que fingen
recontar la partida

la reina loca

prohibe
los peldaños
destierra
a los cronistas

proclama

no es
de certámenes
mi reino

sólo es
de aciertos

nunca
una flecha
ha empujado
a otra flecha

no es
de añadidos
mi reino
es de juglares

(De: La Reina Loca. Libro de Vientos de los Sármatas. 2010.)
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jueves, 4 de febrero de 2010

Oficios de las diosas sármatas


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Oficios de las diosas sármatas




Nuestra diosa
Austeia
se ocupa
de instruir a las abejas

nuestra diosa
Kirnis
atenta
a la sazón del tiempo
pinta
las mejillas de las cerezas

nuestra diosa
Kolna
es la casamentera
de las flores

no tenemos
teólogos
ni iglesia

ese gran Dios vuestro
con mayúscula
ese
sin nombre propio

¿a qué se dedica?


(De: Mapas del Viento – Antología sármata).

sábado, 9 de enero de 2010

Evita y la palabra expropiada


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Entre febrero y marzo de 1949 quedó terminada la primera versión de La razón de mi vida. Evita se la había dictado al escritor Manuel Penella da Silva, quien recopilaba y organizaba sus dichos y los volcaba al papel día tras día.

El propio Penella constituyó una primera instancia de modificación de la palabra de la autora. “Eva tronaba contra las jerarquías de la Iglesia y del Ejército. El escriba le recordaba sus deberes con el jefe de un Estado confesional y diluía las violencias de su lenguaje.”

En esa primera versión el libro postulaba la creación de un Senado de mujeres y denunciaba la opresión masculina, aunque eximía a Perón de toda culpa.

Perón leyó esa primera versión y dudó si autorizar su publicación. Pero no vaciló en cuanto a su poder para revisarla. La hizo circular entre sus ministros y secretarios. “El manuscrito anduvo más de un año de oficina en oficina, y casi todos los ministros sintieron el deber de aportar algo.” Raúl Mendé, secretario de Asuntos Técnicos, escribió capítulos enteros e hizo insertar en el libro un capítulo firmado por Perón. También aportó numerosos contenidos el próximo Ministro de Educación, Armando Méndez San Martín. Finalmente el libro se publicó dos años después de su primera redacción, en setiembre de 1951.

Igualmente en su gira por Europa, todos los dichos públicos “de Eva” fueron redactados por el escritor Francisco José Muñoz Azpiri, revisados luego por la Cancillería, y finalmente autorizados por el propio Perón. “A “la mujer más poderosa del mundo” (así la había calificado John dos Passos) no se la creía capaz de expresarse con su propio lenguaje.”

En sus últimos meses de vida, Eva escribió otro libro, Mi mensaje. “El libro tiene treinta capítulos breves, con tres núcleos básicos: el fanatismo como profesión de fe; la condena a las fuerzas armadas por el abuso de sus privilegios; la condena a la jerarquía de la Iglesia Católica por ‘su indiferencia ante la realidad sufriente de los pueblos.’ El texto de Mi mensaje fue vetado por Perón, y se perdió hasta 1986, cuando apareció en una casa de remates de la calle Posadas.”

“Los años de retraso tornaron anacrónico y casi ilegible el texto. La única vez que Evita escribió, la única vez que intentó construirse como mito a través de la escritura, fracasó.”

Hasta aquí el texto de Tomás Eloy Martínez en Réquiem por un país perdido.(*)
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En la Introducción a Mi mensaje, Eva escribió:

En "La Razón de mi Vida" no alcancé a decir todo lo que siento y lo que pienso; tengo que escribir otra vez. /…/ Mejor sería acaso para mí que callase, que no dijese ninguna de las cosas que voy a decir, que quedase para todos, como una palabra definitiva, todo lo que dije en el primero de mis libros, pero /…/ quiero demasiado a los descamisados, a las mujeres, a los trabajadores de mi pueblo, y por extensión quiero demasiado a todos los pueblos del mundo, explotados y condenados a muerte por los imperialismos y los privilegiados de la tierra. Me duele demasiado el dolor de los pobres, de los humildes, el gran dolor de tanta humanidad sin sol y sin cielo como para que pueda callar.

Se entiende por qué Perón vetó este libro, que comenzaba denunciando el silencio del anterior.

No me atrevería a sostener que esa escritura de Evita haya fracasado en constituirla míticamente, como lo señala Martínez. Hay motivos para pensar de otro modo. A diferencia de otros escritos de similar matriz, como los de Angela Carranza, este ha sorteado la censura del tiempo, del escamoteo, del pensamiento bajo gorra, de una sociedad falsamente pudorosa, del marido. Ahí la tienen, inalterada, de cuerpo entero, sin disimulo, estatua viva de sí misma y para siempre. Ni fascista ni artista, ni primera dama ni Rosa Luxemburgo. Tan sólo ella como ella era, con su sentido justiciero, su bronca y su ternura.

El breve y contundente volumen, tampoco me ha resultado "anacrónico" ni "ilegible". Sus diatribas a los militares defensores del privilegio, a los eclesiásticos que debieran "empezar por volverse cristianos", a los que con demasiada facilidad venden los recursos del país "a cambio de una moneda o una sonrisa de los imperialistas" más bien han ganado en actualidad, y se han visto más que justificadas por las experiencias históricas que hemos vivido después. Y si algo no son esos chispazos, es ilegibles.

Además, el escrito coincide con otro texto: el de los ademanes, el tono de la voz, el énfasis de la protagonista, vivo texto de carne a través del cual esos contenidos llegaron sin trasvase a sus destinatarios. Su sentido clasista y fanático palpitó en más de una lucha posterior.

Pero ahora quiero más bien decir que esta expropiación de la palabra de Eva me lleva a recordar y rendir homenaje a otras mujeres en situaciones parecidas. En las palabras de Ángela Carranza, cuyos escritos, más de un centenar, fueron destruídos en su totalidad por la mano del verdugo, por haber sido concebidos sin mediación de varón. En Juana Inés de la Cruz, palabra a la que se quiso enclaustrar. En María Guadalupe Cuenca de Moreno, Mariquita, otra desdeñada, cuya palabra lúcida, irreverente y revoltosa tuvo que esperar más de 150 años para que pudiéramos escucharla. En las generaciones de mujeres cuyos maridos o hijos o hermanos ejercieron por ellas sus derechos civiles y económicos, porque se las consideraba como menores o como imbéciles. En las señoras a quienes se les negaba volver a ver a sus hijos, o que eran internadas en hospicios, porque se habían permitido rechazar a sus maridos, aún en las primeras décadas del siglo XX y en la culta Buenos Aires.

También sobreviene el recuerdo aleccionador de alguien que estuvo en la vereda de enfrente del General y su esposa: Agustina Moriconi,“Agustinita”, la bella y fina esposa del escritor Ezequiel Martínez Estrada. Después de la muerte de su marido, ella me decía desconsolada “Ahora ni siquiera sé escribir una carta; porque acá solamente escribía Ezequiel. Hasta mis cartas a mis hermanas las escribía él, desde que nos casamos.” En el matrimonio con el escritor, Agustinita no sólo había dejado de pintar sus exquisitos óleos; también había resignado su palabra.


(*) Buenos Aires, Aguilar, 2003.


Gracias al amigo poeta Raúl Artola, por la inspiradora conversación que me llevó a escribir esto.

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jueves, 7 de enero de 2010

Cumple años Rafael Barrett


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Rafael Barrett, el Centenario y el Bicentenario

Nació español y señorito un 7 de enero de 1876 en Torrelavega, bajo los nombres de Rafael Angel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo. Murió tísico, solo, anarquista y proletario a los 34 años en Francia. Emigrado de España a raíz de un lance de honor, estuvo en Argentina y Paraguay, donde se fue transformando en periodista y escritor revolucionario y adquirió la ciudadanía que sólo puede dar la solidaridad en la lucha. En sus crónicas hizo constar la inhumanidad de los obrajes, las fábricas, los conventillos. La yerba mate viene con sangre, decía. Cuando se produjo su muerte en Francia en diciembre de 1910, acá todavía resonaban las trompetas de oro del Centenario.

El homenaje a Barrett constituye una ocasión para abrir los ojos. Para irrumpir en el programa del Bicentenario, que pronto será motivo de las intervenciones "autorizadas" de los ruralistas, de los poderosos de toda laya y de las vacas sagradas de la intelectualidad argentina, de los Aguinis, Asís y alguno más; de los eclesiásticos que todavía no se bancan aquella Revolución de 1810 y la existencia de un estado que les disputa los espacios culturales y sociales… a prepararse, mis amigos. Se vienen unos meses de saturación de patrioterismo e incienso.

Barret vio la otra cara del Centenario: explotación y amedrentamiento. Hoy la continuidad de las desapariciones no esclarecidas y la proliferación de amenazas y atentados de las "brigadas blancas", significan una nueva etapa del Terror que él denunció en 1910. Su evocación es inspiradora a la hora de hacer "otra celebración" del Bicentenario, de volver sobre la necesidad de construir “patria y argentina”, como lo postulaba aquel generoso lema prerrevolucionario de 1802, a partir de los pueblos sojuzgados, de los rincones de postergación, de las luchas por la recuperación de los bienes y de los derechos elementales.

Los diarios grandes no siempre publicaron los escritos de este hombre. Sólo unos pocos escritores locales (entre ellos, Jorge Luis Borges) lo tuvieron presente. Cuando Federico García Lorca visitó la Argentina, en 1933, se interesó por las huellas y los escritos de Barrett: “pero si aquí habéis tenido a un gran escritor…”. La mayoría de sus interlocutores no lo conocía.

Conmemoro su nacimiento con citas de una recopilación de sus artículos de tiempos del Centenario (*).


EL TERROR DE 1910 EN LA ARGENTINA - INDIOS, GRINGOS, POBRES

/10/ “En la ley González, codificando el trabajo (1907), se lee este pasaje delicioso: “La protección a las razas indias no puede admitirse si no es para asegurarles una extinción dulce”.

/11/ “Hoy no es raro que los misioneros sean simples traficantes o Barnums de sotana, protegidos por los fusiles oficiales. El salesiano Balzola, director de la colonia “Thereza Christina”, en Mato Grosso, es un tipo de apóstol moderno. Se llevó a tres indios bororós para exhibirlos en Turín, y cuando le preguntaron si había bautizado a sus fieras, contestó que lo haría solemnemente, en plena Exposición y a dos francos la entrada…”

/118/ … “un oficial le atraviesa la ingle con la espada a un conscripto ‘porque no marcaba bien el paso’” … a otro, Gismani, lo condenan a tres años de presidio por insubordinación: asmático, no había podido seguir con el trote… “En 1890, los ‘muchachos’ de los cantones se solazaban fusilando a metecos distraídos. Mataron así a muchos trabajadores que cruzaban las calles, albañiles en los andamios, etc. Llamaban a tan chistosa operación ‘cagar gringos’. Un ‘indio’ de calle Florida mata de un tiro de revólver a un niño lustrabotas porque no le hace brillar bien los botines. Quedan impunes. Lo mismo que los “indios” estudiosos que en mayo atropellaron e incendiaron hogares obreros."

/122/ “En las almas no hay luz. No hay sino terror. Es el terror quien mata. Jamás se apoderó de una sociedad un terror semejante al que como un sudario negro ha caído sobre la Argentina. Al primer estampido de la dinamita, este pueblo de republicanos ha gritado: “¡El zar tenía razón!” Mientras los jesuitas del Salvador, con sus alumnos armados de carabina, desfilaban ante el cadáver del coronel, la policía, imponiendo silencio a cinco millones de hombres libres, preparaba la caza del proletario. ¡Admirable ejemplo de la futilidad de las leyes! La Constitución, prostituida en cada campaña electoral, fue declarada impotente para reprimir un delito común. Tres mil obreros fueron deportados o enviados a presidio. Las detenciones continúan. Si el autor del atentado no estuviera preso, no habrían quedado en Buenos Aires más que los que viven de sus rentas. El juez se contenta con tres mil cómplices. En la sombra espesa y muda que invade a la metrópoli sólo se distinguen las garras del gendarme, protectoras del dinero porteño. Los inmigrantes rusos son rechazados en la dársena. La Argentina, sentada sobre sus sacos de oro ganados por el gringo, llora el haber sido tan hospitalaria. “¡Ingratos!”, dice a los innumerables trabajadores que sudan en los campos, en los saladeros, en los talleres, en las fábricas y en los docks, enriqueciéndola sin límite. “¡Ingratos!” repite a los centenares de inocentes que manda a presidio. El terror tiene su lado cómico. Tiene también su alcance instructivo. En estos choques un país se vomita a sí propio: es el momento de estudiarlo. Estudiad, pues, la desesperaciòn con que Buenos Aires defiende su bolsa del espectro anarquista; Buenos Aires, la ciudad estómago, donde los tribunales han castigado con cuatro años de cárcel a un infeliz que había robado un dedal y con seis a otro que había sustraído un pantalón. Pero no es únicamente Buenos Aires, no; es la América latina entera donde no hay más Biblia que el registro de la propiedad, donde la escuela honra el afán de lucro como una virtud y los padres predican a sus hijos la codicia. Ni siquiera imítase ya a la América sajona. Allí nacen religiones nuevas, en tanto que vosotros no tenéis religión, puesto que os devora el radicalismo. Allí los millardarios intentan hacerse perdonar y fundan establecimientos públicos. ¿Quién se avergüenza aquí de su fortuna y ante quién se avergonzaría, si cuanto más rico más venerado es? Locura es figurarse que un régimen de avaricia puede ser un régimen de paz; la avaricia es forma del odio como la rabia homicida; en ella se transmuta y de ella brota. Las persecuciones de hoy traerán las bombas de mañana, que traerán otras persecuciones, y la sangre renueva el terror que hace verter más sangre.”

(*)BARRET, Rafael. El terror argentino. Buenos Aires, Editorial Proyección, 1971.


lunes, 4 de enero de 2010

Lo fugaz y lo duradero. Thomas Wolfe y la ciudad de Asheville.

Thomas Wolfe en 1937. Foto por Carl van Vechten.
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Lo fugaz, lo duradero.


Pero sabemos que el paso, aunque se desvanezca, es mejor que la piedra sobre la que se anda, que una sola palabra perdida seguirá viviendo cuando hayan caído todas las torres; sabemos que los hombres desvanecidos, los muertos que han sido llevados a unos entierros rápidos y luego olvidados inmediatamente, el gesto que sólo quedaba medio recordado, los momentos olvidados de un millón de vidas oscuras y la ceniza de los amantes enterrados perdurarán mucho más tiempo que el polvo de la ciudad. Levanta, pues, tu corazón cuando miras a esas torres orgullosas; pues te decimos que son menos que una hierba o una hoja, pues la hierba o la hoja durarán para siempre.”


"No hay puerta", 1931.



Thomas Wolfe, escritor


Thomas Wolfe sólo vivió 37 años. Había nacido en 1900 en Asheville, Carolina del Norte. Alguna vez dijo de sí mismo que no era poeta, sino escritor de narraciones. El párrafo anterior, uno entre cientos de ellos, parece desmentirlo. He leído de él su gran novela “Del tiempo y del río”. Una escritura lenta sobre el delirio norteamericano, morosas páginas atravesadas por borracheras, extravíos y trenes disparados en la noche de los pueblitos. Entendí por qué William Faulkner lo consideró el primer escritor de su generación (y el propio Faulkner pretendía ser su seguidor y segundo). Y por qué iluminó los caminos de Jack Kerouac y Philip Roth.


Por estos días encontré, en una mesa de saldos, una traducción de sus Collected Stories (*). Tengo algo que deciros, La fiesta de los Jack y No hay puerta, Un relato del tiempo y del vagabundo, volvieron a cautivarme con su prosa a la vez lúcida, poética, por momentos tocada por acentos de profeta bíblico. El primero de esos tres relatos es una temprana y descarnada crónica del peso del nazismo sobre la vida cotidiana de los alemanes. El sentido de humanidad de Wolfe le permitió ver en la vida cotidiana de Alemania, y denunciar con el simple enunciar, lo que muchos de sus compatriotas no percibían en el régimen hitleriano. En No hay puerta encontré una magistral vivisección del modo de ser de los ingleses a partir de sus comidas, sus conversaciones y su modo de gesticular; admiro esta capacidad de los grandes poetas novelistas, su manera de llevarnos al conocimiento de un todo a partir del análisis de lo concreto – la gorra de Monsieur Bovary.


Asheville, ¿la tenían?


Asheville es ahora una ciudad de unos 75.000 habitantes. Allí se conserva la casa de Wolfe. En el mismo cementerio que él, se halla el sepulcro de O’Henry. También residió en esta ciudad Francis Scott Fitzgerald.
¿Tendrá algo que ver esto, con el hecho de que Asheville (cuya población es en un 75% blanca) haya sido la primera ciudad norteamericana (y sureña, para más datos) que eligió a una intendenta negra; o con que sea un componente importante de la Liga contra las Armas Ilegales (que no concita tantos metros de prensa como la publicitada Asociación del Rifle)?

¿Tendrá esto que ver con la preeminencia de las frágiles palabras sobre las orgullosas torres?


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(*) Wolfe, Thomas. Tengo algo que deciros. No hay puerta. Barcelona, Luis de Caralt, 1964.

domingo, 3 de enero de 2010

Interacción

En la imagen, “La Gran Ola de Kanagawa”
(1832) de Katsushishika Hokusai.

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Después de Hokusai, las borrascas tuvieron que esmerarse mucho más.



viernes, 1 de enero de 2010

Canciones de poder. Grândola Vila Morena y la Revolución de los Claveles. 1.

Soldados portugueses en las calles de Lisboa durante la Revolución de los Claveles, el 25-4-1974.
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Canciones que matan

Hay canciones que matan y hay canciones liberadoras, canciones que dan vida.

Sin que lo sepan sus intérpretes, ni aún sus mismos autores, hay canciones tan deletéreas como pegadizas. Quienes las escuchan y repiten de buena fe, quedan atrapados en la red de un discurso que termina fatalmente mal.

Por caso, las letras que realimentan la violencia romántica, los crímenes por amor. Violencia simbólica, erotizada, justificada por la pasión; pero igualmente criminosa, porque toda violencia lo es, en cualquier escala y modalidad.

Los equipos multidisciplinarios, los servicios de prevención, los ministerios, las comisarías y los consultorios que trabajan para extirpar la violencia contra las mujeres, tienen en su contra al poder de una música de consumo masivo. Mientras un cuartetero proclame Si te agarro con otro te mato (Cacho Castaña); mientras otros desdeñen a su pareja momentánea llamándola La culona, o le adviertan al amigo que ella Quiere acabar contigo (Los Dragones); mientras se escuchen y repitan temas como Matando la liga, de Wisin y Yandel (Nosotros somos así nosotros merca timamos / si hay que matarnos por mi madre nos matamos; otra letra alternativa advierte: Mami subete a mi moto cuidado que no te bajes con los panties rotos¸te doy cabillo,te güileo y te azoto); mientras eso se cante, se baile, se recite, se aplauda, la lucha será despareja. Cuanto más, la causa de los derechos humanos logrará un empate; se atenderá más o menos a las víctimas, se las resguardará, y no siempre, de sus victimarios.
Por eso buscar y alentar la verdadera poesía, ofrecer alternativas en la música, son cuestiones de Estado. Cuando se abandona la educación artística en la escuela elemental o en el secundario, cuando no se educan la sensibilidad y la razón para que los ciudadanos logren establecer cierta distancia crítica frente a los productos de la industria cultural de masas, los gobiernos están cometiendo crímenes de lesa humanidad. Se trata de la poesía, tonto.

Nada de esto es novedoso. Así como los orre eran salutíferos, también hubo tangos suicidógenos y boleros sadomasoquistas. De chico supe de una muchacha del vecindario que murió por obedecer a un valsecito de moda: se tomó una botella de lavandina, porque según la letra aquella, al amor desdeñado sólo le cabía la muerte como final.

Canciones para vivir

Felizmente hay también canciones verdaderas, canciones que dan vida y liberan. Es que una verdadera canción no puede sino pretender amor, justicia y libertad para todos; no hay cantares propiamente tales si están al servicio del disvalor. Aún los himnos nazis y fascistas apelan a la camaradería, la solidaridad, la valentía. Tienen que disfrazarse de generosidad revolucionaria para que se los cante con entusiasmo.

Toda canción verdadera anticipa la revolución, el reordenamiento poético de la realidad. Y más: por ser canción, es en sí misma la revolución. En el espacio del cantar, vivimos el tiempo y el paisaje de la libertad y la hermandad logradas. De no ser así, de no ser una intrusión del kairos en el cronos, ¿cómo podría ser la fuente del más bello trastorno?

Uno de estos cantares revolución se llama “Grândola, vila morena.” Nació en Portugal, en 1964, y contribuyó a la caída de un régimen tiránico, ferozmente aburrido.

Buchonlandia, 1926-1974

Antonio de Oliveira Salazar (1889 – 1970) había dirigido con mano de hierro y censura filosa el estado portugués, desde las sombras o a plena luz, nada menos que entre 1926 y 1968, cuando por fin un accidente doméstico lo dejó imbécil; sus allegados le hicieron creer que seguía gobernando hasta que murió en 1970. Fue el dictador más duradero del siglo XX, más que Stalin, Mussolini o Hitler. Compitió amistosamente por ese record con Francisco Franco, al que había ayudado en tiempos de la Guerra Civil española. Para Juan Rafael Llerena Amadeo, ministro de Educación del dictador argentino Videla, era Oliveira Salazar un modelo de estadista, porque había impuesto al Portugal un rumbo inapelable “como quien contempla una estrella, y hacia allí dirige el navío”. Y látigo y sudor para los remeros allá abajo.

Antes de tomar todo el poder estatal, Oliveira Salazar había establecido una favorable imagen pública con su actuación como ministro de Hacienda y mago de las finanzas, capaz de ordenar las cuentas del gobierno y conseguir empréstitos. Como un Domingo Cavallo, pero exitoso. La buena prensa y la gente de orden lo aplaudían. Una vez dueño del gobierno, diseñó el Estado Novo, corporativo y espión. Una guardia de choque, la GNR (Guardia Nacional Republicana), servía para disolver manifestaciones y protestas callejeras, no sin producir víctimas. Su policía política, la DIPE, llegó a enrolar o a enredar a uno de cada tres adultos, como agentes, informantes, infiltrados o relacionados. Era Buchonlandia, el paraíso añorado y envidiado por los mediocres James, Macris y Rodríguez Larretas de estas sureñas latitudes.

¡Pobre Puerto Alegre, Puerto Bello, Puerto Poesía; pobre Portugal! A Salazar lo sucedió, sin que el anciano llegara a enterarse jamás, Marcelo Caetano, un seudo reformista que mantuvo los controles sobre sus compatriotas y la guerra colonialista en el África. Una canción ayudaría a derrocarlo.


Pero no desesperemos. Ahí viene la canción.


(Termina en el post siguiente)

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Canciones de poder. Grândola Vila Morena y la revolución de los claveles. 2.



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La canción

Frente a Oliveira Salazar, a Marcelo Caetano, a la DIPE y al aparato dictatorial, un cantautor con una guitarra. “Zeca Afonso” (1929 – 1987) o simplemente Zeca (según los documentos, José Manuel Cerqueira Afonso dos Santos), portugués de nacimiento, había conocido Angola y Mozambique en su juventud. Inició su carrera musical como cantante tradicionalista, hasta que empezó a componer: entonces los barrios pobres, el colonialismo y la proscripción inspiraron la poesía de sus canciones. Para 1967 había sido expulsado de la docencia, y entre detención y detención tuvo que ganarse la vida con la música.

En ese tramo de su vida, Zeca compuso “Grândola, vila morena.” Había conocido la villa de Grándola cuando fue allí a dar un recital, en mayo de 1964: era un pueblo de reducidas dimensiones, que hoy llega apenas a los 15.000 habitantes… pero con una interesante Biblioteca comunitaria, un Centro de música denominado nada menos que “Sociedad Musical Fraternidad Operaria Grandolense”, y una despierta conciencia política revolucionaria, a pesar de los buchones y los esbirros.

Para eludir la censura, Zeca grabó la canción en Hérouville (Francia) en 1971. Transcribimos su letra, que es casi innecesario traducir al castellano:

Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
O povo é quem mais ordena /el pueblo es quien más ordena/
Dentro de ti, ó cidade
Dentro de ti, ó cidade
O povo é quem mais ordena
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena
Em cada esquina um amigo
Em cada rosto igualdade
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena

Em cada rosto igualdade
O povo é quem mais ordena
À sombra duma azinheira /encina/
Que já não sabia a idade
Jurei ter por companheira
Grândola a tua vontade /tu voluntad/
Grândola a tua vontade
Jurei ter por companheira
À sombra duma azinheira
Que já não sabia a idade

El elemento que en una lectura apresurada parecería superfluo, la encina, es sin embargo un centro simbólico de los significados de la canción. A la sombra de una encina cuya edad ya no se sabe… qué mejor metáfora para nombrar al pueblo y su cultura, árbol antiguo y fuerte. El álbum que incluía esta canción se llamó “Cantigas do Maio”… en el calendario boreal, el mes de la renovación, el renacimiento, la revolución. A despecho de la censura, el disco se difundió clandestinamente y la canción fue escuchada, interpretada en las calles y reiterada en silbidos y tonadas.

Mientras crecía Grândola en las mentes y en los labios, la guerra colonial portuguesa se empantanaba en Angola, Guinea y Mozambique. Por ahí andaba el Che, peleando junto a angoleños y cubanos. Marcelo Caetano persistía en el ciego empeño colonialista; pero los militares habían comenzado a pensar por cuenta propia; algunos de ellos se habían interesado por el pensamiento socialista. Se formaba el Movimiento de las Fuerzas Armadas, en el que se agruparon los oficiales dispuestos a ponerle fin al régimen. Varios de ellos concurrieron a un recital de Zeca en marzo de 1974, en el Coliseo de Lisboa; y eligieron esa canción, que cerraba el espectáculo, como contraseña para el comienzo del movimiento armado. No por casualidad: la resonancia popular y el contenido de la letra condecían con las aspiraciones de los iniciadores de la revolución.

La revolución de los claveles

Quienes padecimos el servicio militar obligatorio, conocimos de cerca la limitada creatividad de los oficiales a la hora de elegir contraseñas. "Naranja - pato" supo ser la más original. Pero lo habitual era "Patria - Independencia", o "San Martín - Chacabuco", o "Ejército - Patria". Costaba recordarlas, de tan parecidas.

En cambio, la revolución portuguesa estuvo señalada por la poesía; dos canciones fueron sus indicadoras. La primera, “Y después del adiós”, de Paulo de Carvalho, fue emitida a la hora 23 del día 24 de abril de 1974. La segunda, que indicaba el avance de la revolución y la salida a la calle de las tropas de Lisboa, fue Grândola, Vila Morena. Se la escuchó en Radio Renascença a las 0.20 del día 25.

A pesar del pedido de los oficiales para que el pueblo no se expusiera, el común ocupó las calles, y cargó con claveles las bocas de los fusiles. Bastaron seis horas para que desapareciera el poder del régimen.

José Afonso narró con sencillez sus impresiones de esos días:

“Viví el 25 de Abril una especie de deslumbramiento. Fui hacia el Carmen, anduve por ahí... Estaba entusiasmado de tal modo con el fenómeno político que no me fijé bien, o no le di importancia, a lo de Grândola. Sólo más tarde, cuando se produjeron los ataques fascistas del 28 de septiembre o los del 11 de marzo y Grândola era cantada en los momentos de más grave peligro o de mayor entusiasmo, me di cuenta de todo lo que significaba y, naturalmente, tuve una cierta satisfacción.”

“Una cierta satisfacción” que por lo visto fue suficiente premio para Zeca; se rehusó a ser condecorado con la Orden de la Libertad.

Marzo, abril, mayo

El calendario también sabe de poesía. Se da una correlación cronológica en torno a la canción y la revolución. “Grândola” fue compuesta en marzo, a comienzos de la primavera en Portugal; fue contraseña de la revolución de abril, plena estación de las flores, tiempo de los claveles; y el disco que la contenía estuvo bajo la advocación de Mayo. Abril en Portugal era el momento propicio para una revolución popular; porque en los días tibios de primavera la calle “que es la cara de la historia” según Rafael Barret, se presta a reflejar los rasgos y los gestos de la multitud. La revolución de los claveles, el Mayo del ’68, el 17 de octubre del 45, la toma de la Bastilla en pleno verano, destellan de soles y gentes, a diferencia de los invernales golpes de junio de 1944, junio también de 1966, y el otoñal 24 de marzo de 1976, al que seguiría el invierno más largo y mortífero de nuestra historia reciente.

En cuanto a Portugal, antes de fines de 1975, y superando los dos intentos de golpe fascista, el pueblo había elegido a sus constituyentes y se había dictado una nueva carta fundamental. El país contaba con un gobierno representativo, había garantizado la independencia de sus colonias africanas, y estaba nacionalizando las grandes empresas y la banca. Tan luego una revolución de claveles y canciones, cómo no iba a cumplir con su promesa: “fascismo nunca más”.

Supongo que Llerena Amadeo se habrá sentido apenado con estos cambios. Y habrá querido desquitarse en nuestro país a partir de 1976, sacrificando personas a la estrella de su preferencia.

Pero las canciones, siempre, siempre son más fuertes.

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