miércoles, 29 de octubre de 2008

MITOS: EL CENTRO DEL MUNDO


(Foto: con los jóvenes del Colectivo Cultural y Social 1º de marzo, en Santa Rosa, acompañando a Osvaldo Bayer. Octubre de 2008.)







Mitos del centro y realidad de la dominación. El centro como metáfora de control. Arcaísmos y permanencias.

En el reciente XXIV encuentro de escritores de Santa Rosa (ver en este blog http://elavesimurgh.blogspot.com/2008/10/ni-centro-ni-periferia-tiempo-espacio.html) el tema elegido nos llevó a cuestionarnos el modo en que pensamos, imaginamos y usamos los conceptos de “centro” y “periferia”.

Compartiendo el pensar de otros autores, desde Heráclito hasta Walter Kohan y hasta los que se reunieron en diciembre en la Selva Lacandona, decíamos que estos conceptos, adoptados como representaciones espaciales estáticas (“aquí está el centro”, “estamos en la periferia”), son instrumentos al servicio de la dominación.

Dicho en términos escuetos: si te han convencido de ser periférico, actuarás como tal: estarás pendiente de lo que sucede en el “centro” o se comunica desde él, esperarás los cambios que vengan desde allí, y renunciarás a unirte a los demás para construir otros espacios no-centro / no-periferia.

Frente a este condicionamiento, insistíamos en que el espacio tiempo no es previo y condicionante de la acción histórica, sino en que el movimiento, la acción, genera los tiempos y espacios (como la diuca de Edgar Morisoli canta "no porque va a amanecer, sino para que amanezca").

Por poco que pensemos y observemos, entenderemos que el espacio puede asumir igual valor en cualquiera de sus sectores o tramos. En él se dan concentraciones, claro: de materia, de energía, de poder o riqueza. Pero no hay lugares privilegiados de la acción histórica – aunque en todas las épocas y edades aparezca “algún” lugar donde se generan o amplifican transformaciones. Un páramo en el Asia interior, un rincón de Palestina pudieron parir un imperio o una filosofía revolucionaria; lo mismo se puede esperar de la Patagonia o del pueblo de acá al lado. La potencia histórica no está adjudicada de antemano. E igualmente en el cosmos, donde no hay “lugares más cósmicos que otros”…

Pero entonces, ¿por qué nos resulta tan “natural” (naturalizado, en realidad) esto de creer que hay “centros” en el espacio?

En parte, por condicionamiento cultural e ideológico, reforzado por las empresas comunicadoras capitalinas. Este condicionamiento es útil para mantener la dominación. En parte también como resultado de la centralización burocrática, y la captación capitalina de intelectuales, proceso que en Argentina ha sido señalado por Raúl Scalabrini Ortiz. Pero además, la representación del espacio como algo que tiene “centros” se vincula a procesos de simbolización arcaicos, y a los primeros imperios antiguos. Creo que este es un estampado profundo que llevamos. Desarmarlo es servir a la libertad del pensamiento.

Venimos detectando cómo diversos conjuntos de mitos, a diferencia de aquellos que son liberadores, suelen servir de velado sustrato para mantener la dominación sobre anclajes profundos. Así, la planta sagrada que podría ser liberadora de conciencias, queda envuelta en un halo de terror y demonismo; así también reaparece una y otra vez la alienante expectativa del salvador personal encarnado en la peripecia histórica; así permanece de algún modo naturalizado el filicidio o la entrega de tantas Ifigenias… (V. MARTÍN, Ana. Ifigenias. mujeres abusadas, robadas, esclavizadas, sacrificadas. Ponencia para el XXIV -Encuentro de las Letras Pampeanas. Santa Rosa, Octubre de 2008.)

Centros del mundo: ciudades y capitales

Volvamos a esto del “centro”. En la Antigüedad ciertos lugares de especial significación o capitales fueron definidos alguna vez como centros del mundo. También se utilizaba la metáfora del ombligo. Ombligos fueron Delfos, Cusco. Quizás esto no suponía una centralización tan extrema o dominante, porque el ombligo alude a una conexión con una matriz. Ahora bien Pekín, Persépolis, Akkad, Roma (pagana o papal), Jerusalem, se ufanaron de ser “centro del mundo”. Y todavía hoy se ufanan París, Londres, Nueva York. Un titular de diario hablaba en estos días del “hundimiento del centro del mundo”… para útil pánico de los dominados, que se sienten inermes e incapaces frente a acontecimientos distantes, supuestamente incontrolables, en aquel privilegiado “allá”, y se disponen mansamente a pagar los costos de una fiesta ajena. Ese espacio descripto como centro es privilegiado hasta en sus hundimientos: es consabido que el Titanic tiene más prensa que el Principessa Mafalda o el Rastreador Fournier.

Esta metáfora del centro ha funcionado y funciona como un artilugio simbólico para instaurar y mantener la idea del Imperio, o de la supremacía, en el cacumen de los súbditos.

Agartha y el Rey del Mundo

Veamos otra metáfora, esta vez milenarista. En su viaje por el Asia interior durante 1920 y 1921, Fernando Ossendowsky registró la creencia en Agartha, oculto Centro del Mundo. Antes, el autor francés Saint-Yves d´Alveydre, en su obra póstuma Misión de la India (1910) había descripto este centro.

Allí en Agartha está esperando el Rey del Mundo, el Brahmâtmâ, que un día vendrá para imponer la paz y la justicia sobre la tierra. El y su pueblo migraron bajo la tierra hace más de mil años. Allí han ido a abrevar sus doctrinas y preceptos los grandes profetas, por ejemplo el Buda.

El Rey del Mundo ve los corazones y las mentes de todos los dirigentes de países de la tierra; si prevé que sus acciones ocasionarán el mal, les prepara la ruina. Conversa una vez al año mano a mano con Dios, al que pone al tanto de lo decidido junto a los Goros, sus ancianos y sabios consejeros. Cuando alguien pretendió ingresar a su reino para pedir ayuda, el guardián le respondió que el Bramhytma vendrá el día previsto y necesario; porque “todavía no han venido los peores males al mundo”. Este Rey dispone de maravillosos adelantos tecnológicos, porque en su territorio se da un calmo desarrollo de las ciencias: extraordinarios medios de transporte, de visualización, de detección, están a su alcance. Su reinado abarca también las cavernas subterráneas de América.

Convengamos en que si usted cree que lo peor de la historia todavía no acaeció, pero que precisamente cuando acaezca aparecerá un salvador para iniciar una era de paz y justicia, posiblemente no le interese la participación política o la militancia en alguna causa terrestre. Ahí está la funciòn política de este mito.
Los reyes escondidos. La Sociedad Thule.

De modo parecido, en algún centro secreto están esperando Barbarroja, y Federico II, y el rey Sebastián de Portugal, y quién sabe cuántos y quiénes más, para venir a resolver con su mandato los problemas del género humano. Esperemos que no se les de por venirse todos juntos. Supo haber sociedades secretas que actuaron en nombre de alguno de ellos, haciendo “justicia” mal y pronto. Por ejemplo los Tribunales Secretos de Westfalia, que en tiempos inseguros en Alemania, aplicaban justicia sumaria siguiendo supuestamente las leyes de Carlomagno, difunto varios siglos antes.
Hitler y los jerarcas nazis, y también el materialista Stalin, buscaron también un centro oculto, cuya posesión les permitiría tener un poder firme y duradero sobre todo el mundo. La secreta Sociedad Thule, en la que surgió el símbolo de la svástica y la creencia en la superioridad aria, sostenía la existencia de ese centro bajo la tierra, de donde saldría a luz una humanidad superior –compuesta por robustos ejemplares rubios.

La temible Mayoría

Materialmente más cerca nuestro, está el mito de la Sociedad, la Mayoría o la Brujería, cónclave secreto que dirige el mundo sin que lo sepamos, y que todo lo ve mediante una gigantesca piedra cristalina, el ojo en la cueva de Quicavi, donde el panóptico se une a la fantasmagoría del centro oculto.

Investigado por Oreste Plath y divulgado por Bruce Chatwin, el mito narra que en un lugar de Chiloé, la cueva que mencionamos, se reúne ese consistorio de doce grandes brujos, exclusivamente varones. Ellos pueden enterarse de todo lo que sucede en el mundo, aún los actos secretos de las personas, mediante una gran piedra preciosa cristalina y facetada. Allí te ven y me ven. Si necesitan secuestrarte, enviarán a levantarte su barco fantasmal, el Caleuche. La Mayoría elige como guardián de la cueva a un niño al que le deforman el cuerpo, dándole vuelta las extremidades hacia atrás, hasta que su monstruosidad se torna horripilante. Atención entonces: esta criatura, el Invunche, es un monstruo fabricado. Por si algo faltara en el elenco, se agrega la Chilladora, una joven a la que se han vaciado las vísceras, y que así alivianada y hueca vuela sobre las comarcas repitiendo, repitiendo los rumores que la Sociedad quiere difundir. Espionaje, deformación extrema, secuestro, rumoreo repetido por criaturas sin interioridad… ¿no resultan esclarecedores estos temas míticos que describen los elementos constituyentes una dominación?

El Sagrado Corazón y la teta de Colón.

La imagen del Sagrado Corazón, que es muy anterior a su adopción por el catolicismo en el siglo XVII, se relaciona con estas metáforas espaciales. Estos centros utópicos espacializan al Salvador y Rey del Mundo, reproduciendo y regenerando el esquema del poder del Señor. (De paso: en otro capítulo de este blog, el de las "Plantas Sagradas", referimos cómo esa imagen del Corazón es en realidad una semilla de silfio).

Lejos de la modernidad que se le atribuía en los relatos escolares, Colón llegó a la conclusión de que la tierra… no era redonda:

“Yo siempre leí qu’el mundo, tierra y agua hera esphérico [...] Agora vi tanta disformidad [...] y hallé que no hera redondo en la forma que escriven, salvo qu’es de la forma de una pera que sea toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón, que allí tiene más alto [...] como una teta de muger [...] y qu’esta parte d’este pezón sea la más alta, cerca del cielo, y por debajo de él fuese la línea equinoccial y el fin del Oriente adonde acaban toda tierra e islas del mundo" [...] (C.Colón21995: 376-377)4.

Un espacio tensionado, no homogéneo, en el que hay un punto privilegiado por su proximidad al cielo. Allí está el Paraíso, y hasta allí cerca habían llegado sus naves, quería creer el Almirante.

El “centro interior”

La espacialización del control mediante una metáfora, es más exitosa cuando se la internaliza. aplicándola a la propia constitución de la persona. Se ha dicho que en Occidente, al menos desde René Descartes, tendemos a sentir y pensar nuestra persona como un enanito que, desde una alta cabina ubicada en el cráneo, maneja todos los comandos de una máquina corporal. Inútil para entender nuestros procesos somático-mentales, la imagen sirve cuando se trata de poner bajo dominio y administración las energías de las personas con fines laborales y de “ordenamiento” en general.

Así pues, una estrategia de dominación interna de la persona acompaña a las estrategias de dominación aplicadas mediante las representaciones del espacio externo. Haber detectado esta metáfora tampoco es mérito mío, sino una idea que traigo de un pensador patagónico quizás escasamente aprovechado: Oscar Nudler, filósofo rionegrino al quien le debemos certeros análisis de los modelos de desarrollo.

En fin, uno quisiera ser moderado en sus combates, y no meterse a pelear con Corín Tellado o con algún cancionista romántico. Pero cuando el lenguaje amoroso habla de que Fulano es “el centro de mi vida” o Perengana “está en mi corazón”... no hay un modelo que otra vez se reproduce?

Algunas reflexiones

Evitando toda conclusión concluyente, sólo apuntaremos algunas reflexiones sobre este complejo mítico.

Al pensar en las aplicaciones de la palabra “centro”, además de la ya registrada de la crisis “en el centro del mundo”, vienen en mente los “centros culturales” asociados al onganiato y a otros gobiernos, abierta o veladamente autoritarios. O aquella célebre y difunta consigna de “llevar la cultura desde el centro a los barrios”… como si estos fueran un territorio vacío a conquistar.

Posiblemente la tradición mítica del “centro” ha contribuido a que aceptemos con naturalidad estos preconceptos.

En Santa Rosa, mientras se desarrollaba el encuentro aludido, hicimos un paréntesis para acompañar a Osvaldo Bayer a una visita inolvidable. Es la que quedó registrada en la foto de este post. Habíamos sido invitados por los jóvenes que han conformado un “Colectivo cultural y social”: en una casa abandonada y reocupada, ofrecen talleres, conferencias, encuentros de trabajo.

Me pareció ejemplar que estas mujeres y estos hombres jóvenes llamen a su espacio “colectivo” y no “centro”. Precisamente de eso se trata. Y para eso sirve repasar estos mitos.

jueves, 23 de octubre de 2008

"Ni centro ni periferia". Tiempo, espacio, escritura, revolución. (2)



(Viene de la parte 1)



Se cree que en algún lugar de Chiloé se esconde la cueva de Quicaví, un secreto "centro del mundo".



4. El centro como metáfora de control. Arcaísmos y permanencias.

La representación del espacio como algo que tiene “centros” se vincula a procesos de simbolización arcaicos, y a los primeros imperios antiguos. De ahí en parte su éxito.

Las grandes capitales, los lugares de especial significación ceremonial, fueron definidas alguna vez como centros del mundo. También se utilizaba la metáfora del ombligo. Ombligos fueron Delfos, Cusco. Quizás preferible esto del ombligo, porque alude a una conexión con una matriz. Pero Pekín, Persépolis, Akkad, Roma, Jerusalem, París, Londres… y Nueva York, se ufanaron o ufanan de ser “centro del mundo”. Un titular de diario hablaba ayer del “hundimiento del centro del mundo”…

Esta metáfora ha funcionado como una estrategia simbólica para instaurar la idea del Imperio, o de la supremacía, en el cacumen de los súbditos.

Veamos otra metáfora, esta vez milenarista. En su viaje por el Asia interior, Fernando Ossendowsky registró la creencia en un oculto Centro del Mundo, Agartha. Allí está esperando el Rey del Mundo, que un día vendrá para imponer la paz y la justicia sobre la tierra. De modo parecido, en algún centro secreto están esperando Barbarroja, y Federico II, y el rey Sebastián de Portugal, y quién sabe cuántos y quiénes más, para venir a resolver con su mandato los problemas del género humano. Esperemos que no se les de por venirse todos juntos. Supo haber sociedades secretas que actuaron en nombre de alguno de ellos. Materialmente más cerca nuestro, está el mito de la Sociedad, la Mayoría o la Brujería, cónclave secreto que todo lo dirige sin que lo sepamos, y que todo lo ve mediante una gigantesca piedra cristalina, el ojo en la cueva de Quicaví, donde el panóptico se une a la fantasmagoría del centro secreto.

La imagen del Sagrado Corazón, que es anterior a su adopción por el cristianismo, se relaciona con estas metáforas espaciales. Estos centros utópicos espacializan al Salvador – Rey del Mundo, reproduciendo y regenerando el esquema del poder del Señor.

La espacialización del control mediante una metáfora, es más exitosa cuando se la internaliza hasta el punto de aplicarla a la propia constitución de la persona. Se ha dicho que en Occidente, al menos desde el cartesianismo, tendemos a sentir y pensar nuestra propia persona como un enanito que, desde una alta cabina ubicada en el cráneo, maneja todos los comandos de una máquina corporal. Como el maquinista de una motoniveladora, digamos. Inútil para entender nuestros procesos somático-mentales, la imagen sirve cuando se trata de poner bajo dominio y administración las energías de las personas con fines laborales y de “ordenamiento” en general. Una estrategia de dominación interna de la persona acompaña a las estrategias de dominación aplicadas mediante las representaciones del espacio externo. Haber detectado esta metáfora enferma tampoco es mérito mío, sino una idea que traigo de un pensador patagónico quizás escasamente aprovechado: Oscar Nudler, filósofo rionegrino al quien le debemos certeros análisis de los modelos de desarrollo.

5. La escritura y las otras prácticas sociales de los escritores.

Edgar Morisoli, en el sagaz documento sobre “Nuestro lugar. Un punto donde hincar la punta del compás”, observa que hay un momento de la escritura en que no existe periferia:

“Cuando el escritor está viviendo la pulsión creadora, labrando pacientemente su texto, sufriendo y gozando la palabra, no existe periferia. Hasta el rincón más lejano, el paraje más olvidado o desvalido en que pueda habitar, la ciudad en que pueda perderse, se transforma, por obra y gracia de la creación, en un centro incandescente. Y esa pulsión puede durar días, meses, años… o un instante; puede involucrar el tiempo de un poema o un cuento aislado, o la arquitectura de una obra integral; puede resistir el aislamiento, el anonimato, el olvido. El poeta crea, siempre, desde el centro de un mundo. Desde el centro del mundo.”

Es un pensamiento para compartir y suscribir. Porque en materia de escribir y en el momento de escribir, no hay presencia de una brecha tecnológica o de productividad. Ninguna tecnología hace que uno escriba, o que escriba mejor. Ni se siente la distancia o la cercanía del “centro”, sea cual fuere. Ni está pesando sobre el escritor la dispar apropiación de excedentes. En este mundo de la palabra, todos nos apropiamos de todo, todos damos todo. Es un modelo natural e integralmente comunista – aunque haya escritores muy individualistas. Tema para otra instancia.

Digo lo mismo con otras palabras, al sostener que la escritura es necesariamente excéntrica y marginal. Veamos los motivos para cada uno de estos calificativos.

Excéntrica, no porque escritoras y escritores seamos raros (aunque bien podemos serlo), sino porque la escritura del escritor, no la del escriba, tiene su propio centro, y por ello no tributa a las acumulaciones de poder o de riqueza. Aún en cercanías del aparente centro, llámese Buenos Aires, Viedma, Nueva York o California, la escritura no está “centrada” para servir a lo específico de ese centro, a la concentración de recursos y decisiones. Una novela de Dos Passos o un ensayo de Scalabrini Ortiz, o el Martín Fierro escrito en una mesita de hotel de Buenos Aires, o el infierno del Dante o el Monipodio de Miguel de Cervantes, son feliz y totalmente excéntricos, y aún más: carcomen toda ilusión de centralidad del poder y la riqueza.

Y la escritura es y no puede sino ser marginal, porque el escritor no está en el parque de las estatuas, sino a orillas del río – cuanto menos, en las márgenes; la mirada sumida en él.

Traigo acá una idea de otro revolucionario pensador argentino, Walter Omar Kohan. Él hace pie (p. 128) en el fragmento 12 de de Heráclito de Éfeso: “Para aquellos que se bañan en los mismos ríos, fluyen aguas distintas y distintas”

“El problema más relevante que traza este fragmento, no es el de un supuesto movimiento o fluir universal, sino el problema del modo de ser de las entidades (en este caso los ríos) que se presentan ante una perspectiva humana como algo uno y al mismo tiempo múltiple, idéntico y también diferente, el problema de entidades que muestran un modo de ser contradictorio. Heráclito afirmará, al mismo tiempo, la identidad de la unidad y la totalidad así como la naturaleza contradictoria y conflictiva de todo lo que es, percibiendo lo real como algo en lucha, una disputa necesaria entre contrarios y, simultáneamente, como la reunión de esos contrarios en la unidad.”

El mismo Kohan apunta:


“En el fragmento 52 Heráclito dice: "El tiempo de la vida es un niño que juega un juego de oposiciones. De un niño su reino" (Kohan p. 147). Asociado al tema del devenir, aparece el de la espera o la actitud humana ante el venir a ser. La infancia simboliza en este fragmento la novedad de un tiempo que no es tiempo de desarrollo, de continuidad, de inicio, de medio y fin sino de una temporalidad de la irrupción, del instante, de lo siempre presente. Infancia sin tiempo, sin cronología, infancia como figura del devenir.


Heráclito ilustra un tipo de pensamiento y una actitud que afirman una lógica que no es la lógica clásica de Occidente, aquélla de los principios de identidad, no-contradicción y tercero excluido sino una lógica que piensa lo ilógico, lo impensable, lo que no se puede o no se debe pensar y que espera lo inesperable. Heráclito se encuentra, desde un punto de vista filosófico, en la infancia del pensamiento. Y esto no lo desmerece.”


Desde esta perspectiva es que digo que la escritura de los escritores es marginal. Está a la margen, está en espera, está ante el venir a ser, la irrupción, el instante, lo siempre presente, lo ilógico, lo que no se deja apresar por el pensamiento formal.

Hay otro ribete conflictivo de esta díscola escritura. Mejor que en mi prosa, lo dirá en versos el poeta peruano Antonio Cisneros. Me parece que su palabra se aplica a las relaciones de la escritura y de la humanidad plena, con todo poder y toda riqueza:

Poema sobre Jonás y los desalienados


Si los hombres viven en la barriga de una ballena
sólo pueden sentir frío y hablar
de las manadas periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta
y de las manadas periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta
y sentir mucho frío.
Pero si los hombres no quieren hablar siempre de lo mismo
tratarán de construir un periscopio para saber
cómo se desordenan las islas y el mar
y las demás ballenas —si es que existe todo eso.
Y el aparato ha de fabricarse con las cosas
que tenemos a la mano y entonces se producen
las molestias, por ejemplo
si a nuestra casa le arrancamos una costilla
perderemos para siempre su amistad
y si el hígado o las barbas
es capaz de matarnos.
Y estoy por creer que vivo en la barriga de alguna ballena
con mi mujer y Diego y todos mis abuelos.
Más pronto que tarde, la poesía y la escritura incomodan. Como lo dijo y lo sufrió Salvatore Quasimodo “la creatividad y la inteligencia son tratadas como contagiosas enfermedades mortales por los poderes constituidos, Iglesias y estados”. Pero allí está precisamente su lucha libertaria, aún con las solas armas líricas de la nostalgia y el dolor.

El “enraizamiento” de la escritura integra este proyecto molesto para los poderes. En el cambio de generaciones de las últimas décadas, hemos visto en Río Negro cómo una literatura signada por la nostalgia y la extrañeza, da paso a formas de escritura más localizadas. Al menos, así leo un cuidadoso estudio realizado recientemente por Silvia Sánchez y Adriana González. Esta localización es a la vez una construcción de resistencias y espacios simbólicos, ajenos a las categorías centro – periferia. Los poetas incluidos en la ya clásica Antología de Raúl Artola y Mónica Larrañaga bastarían para sustentar este juicio.

Pero fundamentalmente en la palabra libre, por el sólo hecho de su libertad, está la crítica a los poderes. Criticamos la palabra servil al poder constituido, simplemente cuando liberamos la palabra.


Volviendo al hilo de estas ideas, retomamos la argumentación de Edgar Morisoli, cuando observa que la diferencia entre espacios privilegiados o postergados se nos torna sensible no en el mismo momento de escribir, sino en otros aspectos que hacen a la escritura: su contorno, sus herramientas.

Nuestro afán por escribir aquí, sin irnos de nuestros pueblitos o ciudades, nos somete a ciertas incomodidades o limitaciones. No tenemos igual acceso a bibliografías, bibliotecas, medios de comunicación o emprendimientos editoriales, que quien vive en alguna de las grandes capitales. Y los más pueblerinos percibimos también diferencias de posibilidades con quienes están en ciudades mayores, o en las capitales de provincia.

Así lo indica Morisoli:

…”la respuesta probablemente será otra –y hasta muy otra-, cuando el creador afronta la instancia de dar a conocer su obra, de publicarla. O cuando desea conocer la literatura que se produce en otras provincias, en otras latitudes de la patria. O cuando necesita consultar determinadas bibliografías, sobre todo si se trata de editoriales no porteñas. Los modernos medios de comunicación electrónica, para quienes tienen acceso a ellos, sin duda han facilitado algunos de estos aspectos, pero no todos ni los esenciales.”

De suyo que esto de “publicar” no es algo por demás ajeno o distinto de escribir. La palabra es palabra en tanto es proferida, es pro-nunciada. Y así, la cuestión de dónde y cómo publicar no es accesoria sino ínsita a la escritura. He aquí una fecunda contradicción: estamos tratando lo instrumental, pero estamos tocando lo fundamental de la escritura de los escritores. Vamos a ello.

6) Plantearnos la constitución de un “espacio otro”.


La respuesta nace no sólo de la teoría. Don Durito de la Lacandona nos puede orientar nuevamente cuando afirma:

“La diferencia entre lo irremediable y lo necesario, es que para lo primero no hay que prepararse. Y sólo la preparación hace posible determinar lo segundo”.

¿Qué haremos, para superar lo irremediable e instaurar lo necesario? ¿Qué tenemos que preparar, para qué debemos prepararnos?


Propondría como idea orientadora, esta que expresa el subcomandante Marcos, en el encuentro de diciembre de 2007 que venimos espigando:


“Quisiera explicar lo que queremos señalar con el título general, eso de “Ni el centro, ni la periferia”.


Nosotros pensamos que no se trata sólo de evitar las trampas y concepciones, teóricas y analíticas en este caso, que el centro pone e impone a la periferia.


Tampoco se trata de invertir y ahora cambiar el centro gravitacional a la periferia, para de ahí “irradiar” al centro.


Creemos, en cambio, que esa otra teoría, algunos de cuyos trazos generales se han presentado aquí, debe romper también con esa lógica de centros y periferia, anclarse en las realidades que irrumpen, que emergen, y abrir nuevos caminos.”


Contrarrestar el discurso de la periferización, supone reconstituir, con otras prácticas, los espacios sociales. En cuanto escritores, supone que nos pongamos a construir un espacio distinto, otro espacio, ajeno a la disyuntiva centro – periferia. Producir este espacio otro, será una tarea concreta y libertaria. Me quiero salir del lugar del pobre provinciano que debiera ir a Buenos Aires, o a donde sea, para ser “reconocido”. Romper con la imagen que esa definición desde afuera me impone, y encontrarme con los otros en un ámbito ajeno a ella.

De otro modo, aquí estamos diciendo lo que Raúl Artola expresa en su definición “la periferia es nuestro centro”. Allí quedan tamizadas y superadas, en la creación, las categorías inmovilistas del análisis. “La realidad une lo que la analítica separaba”; o mejor que en ese aforismo de Franco Ferrarotti, en la osada enunciación de Artola, es la poética esa realidad que cuestiona y une.

Pero, ¿qué espacio se trataría de producir, qué rupturas, mediante nuestra práctica organizativa, asociativa, técnica – imbuídas de creatividad?

Si el movimiento es el que produce el espacio, ¿qué movimiento debemos darnos?

Como ácrata, me inclino hacia los espacios descentrados, reticulados. Y retomo algo que leí en Rafael Barret: la máquina, más que materia, es humanidad condensada. Por eso tiendo a pensar en propuestas que integren tecnologías nuevas y sentidos libertarios.

Sólo me animo a registrar algunos propósitos y formas que puede tener este movimiento. En todo caso, mucho de él será diseñado desde el movimiento mismo, una vez que se inicie – o se fortalezca, en algunos casos.

Creo que podemos y debiéramos avanzar en el acceso a la información y la bibliografía. Podemos formar una red de trabajo que nos permita acopiar páginas de autores patagónicos y ponerlos a disposición de todos los públicos, en espacios informáticos nuestros. Se trata de levantar textos a la red. Nutrirla con autores nacionales y regionales que no están en ella, en este barajar y dar de nuevo que provoca Internet (como lo provocó la imprenta, y antes el pergamino). Propongámonos transcribir e incluir aunque una página por día, de un autor patagónico. Vayámonos de aquí con un deber para hacer. Comencemos por aquellos que ya no están físicamente, previa clarificación de la cuestión de derechos de autor. Si no es posible colocar el texto completo, al menos ubiquemos una síntesis, algunas páginas elegidas.

En cuanto a las bibliotecas, referiré brevemente una experiencia. Durante dos años estuve compartiendo un trabajo en Bahía Blanca. Se trataba de poner las bases para un catálogo colectivo informatizado de las bibliotecas populares de esa ciudad. El objetivo final es que dentro de no mucho tiempo el lector de un barrio cualquiera, mediante la computadora que hay en su biblioteca popular (son veinte, y a todas se les consiguió esta clase de equipos), acceda al catálogo general. Y mediante un sistema de préstamo interbibliotecario, tenga la posibilidad de leer ese material que está en otra institución. Este, creo, es quizás un modo de construir “espacios otros”, ni centro ni periferia.

¿No podemos proponer, apoyar, alentar, proyectos similares a nivel regional? Y hasta hacer algún aporte informativo o bibliográfico para ellos.

Publicar a nuestros escritores requiere, además de la presentación en Internet, la producción de libros. Edgar Morisoli observa en su ponencia, que en la región no estamos huérfanos de imprentas ni faltos de iniciativas editoriales. Creo que podríamos comenzar haciendo un inventario de lo que ya está, y ver la manera en que como colectivo de escritores podemos hacer que sirva para difundir la obra de nuestros creadores. Acaso debiéramos proponer planes editoriales, también a los organismos estatales, para orientar o al menos poner en debate sus políticas de publicación.

También me pregunto cómo podemos enriquecer las iniciativas que ya están en marcha en materia de difusión de informaciones. Hay gente en nuestras provincias que puede ayudarnos a pensar qué clase de sistemas o publicaciones podemos buscar y promover.

No se trata de centro o de periferia, sino de construir nuestros espacios de escritura y de comunicación, ateniéndonos a nuestros fines y necesidades.

Y me parece que en ese mismo movimiento nos constituimos como patagónicos. Más allá de las diversas historias previas, y trayendo todos algo de esas historias, hacemos la casa, la causa común.

Si esta es una lucha de geografías y calendarios, como dijera Elías Contreras, entonces conviene que estemos instalados en otros tiempos y espacios, que no son los de las crisis bursátiles o los grandes negocios – ni siquiera los negocios editoriales.

Quisiera pensarnos en términos de aquel caracol del que habla el apólogo japonés recopilado por Jean Claude Carrière:

“- ¿Adónde vas? - le preguntó una mariposa a un caracol que subía lentamente por el tronco de un cerezo.
- A comer cerezas en la punta del árbol – respondió el lento caminante.
- Pero no hay ninguna cereza allí! –
- Las habrá cuando yo llegue.”

Sólo que en nuestro caso, mejor diríamos: “las habrá porque nosotros llegaremos.”
Gracias!


"Ni centro ni periferia". Tiempo, espacio, escritura, revolución. (1)




Ponencia presentada en el Encuentro de Escritores de la APE, Santa Rosa, 24 de octubre de 2008.


“NI CENTRO NI PERIFERIA”

LA ESCRITURA OREJANA Y EL ESPACIO DE LOS ESCRITORES PATAGONICOS

Queridas amigas y amigos:

Ante todo, un abrazo fraternal para las escritoras y los escritores pampeanos que nos invitan y nos reciben, con la cordialidad que siempre brinda este pueblo. Y la felicitación a los que integran la APE, por nada menos que un cuarto de siglo de existir, de porfiar, de convocar, de publicar… Veinticinco años centrados en la tarea de la escritura, y en el compromiso con el común.

Pensar, escribir, pronunciarse claramente ante todos y por todos… La trayectoria de Osvaldo Bayer, a quien felizmente tenemos presente y saludamos con admiración, corre por el mismo cauce que la de la APE, y con la misma fidelidad indeficiente a los valores humanos y sociales fundamentales.

Centro, periferia, margen, escritura: algunas ideas

Estuve intentando juntar algunas ideas sobre el tema de este Encuentro; la mayoría de ellas han sido tomadas de pensadores y activistas sociales que iré mencionando. Como cuando uno junta leña para un fuego: cada tronquito es el regalo de algún árbol o arbusto generoso.

Por empezar, el título ha sido copiado de una conferencia del subcomandante Marcos de diciembre de 2007.

En un primer resumen de lo que pude acopiar, anotaría que:

- el esquema conceptual centro – periferia sólo sirve de modo limitado para pensar la realidad y la posibilidad de cambio de los espacios sociales; en ocasiones puede servir al ocultamiento de la realidad y para desalentar la acción;

- cuando se vuelve imagen internalizada, el esquema centro / periferia es una metáfora que instaura el control y la tendencia a la reproducción, aún en los intentos o proyectos de cambio o revolución; y esto en varias escalas (desde el país o el mundo, hasta la interioridad de la persona);

- la escritura es ineludiblemente “excéntrica” (no condice con las acumulaciones de poder) y necesariamente “marginal”(porque está en la margen del río de Heráclito). Jonás no puede vivir cómodo indefinidamente; la palabra es molesta para los poderes constituidos;

- para los escritores, la diferencia de oportunidades y posibilidades según los espacios, no se plantea en relación con el escribir mismo, sino en relación con el entorno instrumental y con la difusión de la escritura. Pero la difusión es constitutiva del acto de escritura, y no un agregado final; porque no hay palabra antes o por fuera de ser pronunciada (lección que le debemos a la oralidad, pero que no sólo se aplica a ella);

- en la escritura misma, en el posicionamiento, en el “enradicamento”, los escritores fundamos con la palabra espacios “ni centro ni periferia”, o como los llama Edgar Morisoli, centros de sí mismos;

- la palabra es de por sí crítica hacia los poderes constituidos, hacia toda pretensión de centro;

- para acompañar la tarea de escribir, los escritores podemos producir espacios “ni centro ni periferia” de información, publicación, de soportes bibliográficos;

- este será un modo de reconstituir un espacio social no centro / no periferia desde nuestra propia práctica – intentando superar la hemiplejía teórica. Los movimientos construyen espacios; espacios otros. La reconstitución pasa por el movimiento de los escritores.


1. Brevísima historia del esquema centro - periferia

Comencé buscando algunas pistas sobre la historia de estos conceptos, pensando que ningún espacio es neutral o indiferente; tampoco el de las ideas y los vocablos. Como supo decir Henri Lefebvre. “El espacio ha sido formado y modelado por elementos históricos y naturales; pero esto ha sido un proceso político. El espacio es político e ideológico. Es un producto literalmente lleno de ideologías.” Que las palabras no son inocentes ni neutrales, lo sabemos – más aún por ser lectores y escritores. Entonces pensemos de dónde provienen, en qué circunstancias se generaron y con qué finalidades se utilizaron los términos “centro” y “periferia”. Para despegarnos de estas palabras, que a la vez son categorías, marcos del pensar, y poder así verlas, anverso y reverso.

Este modelo espacial centro – periferia nos viene del desarrollismo contemporáneo. En un reciente libro de los patagónicos Guido Galafassi y Andrés Dimitriu la geógrafa cuyana Ruth Eliana Gabay repasa el trazado de esa historia, vinculada a la CEPAL y al economista Raúl Prebisch, a partir de 1948.

Pobres y ricos, de eso se trataba. Y de una propuesta reformista frente a esa contradicción.

Prebisch trataba de explicar la evidente diferencia entre países pobres (periferia) y países ricos (economías centrales, centros). Para él, esa diferencia se debía a la brecha de productividad; y esta, a los ritmos dispares de apropiación de las innovaciones tecnológicas. El deterioro de los términos de intercambio se sumaba a esos factores de retraso de las periferias. Frente a esto la CEPAL alentaba en un primer momento la planificación, y a partir de los ‘60 el cambio en el perfil exportador de nuestras economías periféricas: estas debían comenzar a exportar manufacturas hacia las economías centrales. Este autor y su grupo postulaban un desarrollo equilibrado del centro y la periferia, mediante un replanteo de sus relaciones. Ideas reformistas por cierto, pero distantes de la visión ricardiana de las “ventajas comparativas” (caramelos versus acero en la nefasta versión de Martínez de Hoz).

Era una visión propia de los tiempos en que se creía en una “burguesía nacional” que podía comprometerse con un proyecto de desarrollo al que apostaría sus esfuerzos y sus propiedades. La idea tras el cortinado era: esto puede modificarse sin necesidad de una revolución o sin mayor trastorno social, mediante una alianza entre empresarios “nacionales” (es decir, capitales supuestamente nacionales), un Estado progresista, y una población que acompañe el proyecto. Con el tiempo, la periferia adoptaría rasgos de centro, y se atenuarían las diferencias entre economías pobres y ricas.

Este diseño espacial iba unido al mito del “crecimiento”: no se proponía redistribuir la torta, sino aumentarla indefinidamente, confiando que sólo con su aumento se lograría que todos pudieran llegar a comer algo de ella.

2. Las desigualdades en el espacio social. Otros conceptos.

Hoy ese esquema hace agua por todos lados. Pero me pareció también que cuando ahora decimos “centro” y “periferia”, tenemos de algún modo presentes otros bagajes conceptuales, y no sólo el del reformismo desarrollista.

Uno de ellos, el de la Geografía radical o crítica, que ya en la década de 1960 invitaba a que percibamos las contradicciones sociales en el espacio. Célebre es la observación de uno de los fundadores de esta corriente, Pierre George: “la mayor injusticia está dada por el lugar de nacimiento”; en efecto, esa localización inicial significa posibilidades de subsistencia y de calidad de vida muy distintas. Bastará un ejemplo entre muchos posibles: quien nace en algunos parajes de la Línea Sur rionegrina tiene un 60% más de posibilidades de morir sin asistencia médica que el nacido en Viedma o en General Roca.

Los geógrafos críticos marcaron así las diferencias entre espacios de riqueza y pobreza. Entendieron que su papel como científicos estaba en ese señalamiento, y no en la pretensión de formular un programa para superar las contradicciones.

En tiempos más recientes, el análisis del espacio instaló como tema central el estudio de los excedentes: para entender las disparidades, hay que detectar dónde se acumulan. Allí donde se da esa acumulación de excedentes, hay un centro. Y la periferia lo alimenta, proveyéndole esos excedentes. El mismo esquema se reproduce en otras escalas (centros de la periferia; centros que quedan como periferia ante centros de mayor concentración y jerarquía). Así lo marca Juan Carlos Moisés en los tramos iniciales de su reflexión, publicada en “El Camarote” y reproducida para este Encuentro.

3. Usos y limitaciones de estos esquemas.

En una primera aproximación, estos esquemas parecen ayudarnos a entender el espacio en que desarrollamos nuestras prácticas. En este caso, nuestras prácticas como escritores (que abarcan no sólo el momento de escribir).

Por cierto vivimos en un espacio desigual. Porque desigual es el reparto de los bienes en nuestra sociedad; y el espacio es un producto social. De modo que en él son desiguales las oportunidades de alcanzar ciertos bienes o servicios, desiguales las posibilidades de acceso a los medios de comunicación… Como decimos en criollo, “Dios atiende en Buenos Aires”. Linda frase para desarmar, que junta la divinidad, la capital y el poder.

También es una verdad de a puño que la riqueza de los ricos se debe a la pobreza de los pobres; generación a dos puntas. Y esto se da asimismo en la relación entre espacios.

Pero me parece necesario que nos hagamos más de una pregunta, partiendo de algo que también señalaba Lefebvre: las representaciones del espacio están cargadas de ideología, vinculadas al poder dominante:

“Son visiones y representaciones normalizadas presentes en las estructuras estatales, en la economía, y en la sociedad civil. Esta legibilidad produce efectivamente una simplificación del espacio, como si se tratara de una superficie transparente. De esta manera se produce una visión particular normalizada que ignora luchas, ambigüedades, y otras formas de ver, percibir e imaginar el mundo.”

Una primera pregunta: pasado el momento de reconocimiento de las diferencias en el espacio, estas representaciones esquemáticas ¿realmente dan cuenta de lo que sucede con nosotros, y entre nosotros y el espacio social? Y esta forma de representación, ¿sirve para dominar, para mantener el dominio, o sirve para libertar? ¿Alienta o desalienta la acción, el movimiento?

Ante todo pareciera que está faltando algo en la visión cepaliana de centro – periferia: la cuestión del poder. ¿Es posible plantearse como problema las relaciones centro – periferia, sin aludir a la cuestión del poder? Poder militar, poder político y poder simbólico ¿no son acaso los que permiten y sostienen las desigualdades en el espacio social? Pero si introducimos la cuestión del poder, entonces aceptaremos que pueden desarrollarse acciones que generen poder por fuera de este esquema espacial.

Por otra parte, diría que no sólo en el esquema de Prebisch sino también en los otros que he mencionado, la visión rígida “esto es centro, esto es periferia”, omite las transformaciones y mezclas que pueden darse y de hecho se dan en esos espacios. Hay espacios periféricos muy mezclados con los centrales, y por otro lado aparecen movimientos y sentidos nada periféricos en la llamada periferia.

Para decirlo con algunos ejemplos concretos: ¿están en el centro las personas que duermen entre cartones y trapos en los vestíbulos de bancos y negocios en el sector de las finanzas, la “city” de Buenos Aires? ¿Lo están las 600.000 familias a las que por estos días les cortaron la luz por falta de pago en los distritos de pequeña burguesía de Nueva York y Nueva Jersey? ¿Es periferia la Cutral Có que ha creado los piquetes? Cuando en el INVAP inventan un satélite, un radar o un reactor ¿eso sucede en el centro o en la periferia? ¿En qué centro estaba David Foster Wallace cuando se ahorcó hace tres semanas en California? ¿Están en la periferia Vuelta del Río, donde la comunidad Curiñanco Nahuelquir, junto a jóvenes universitarios y profesionales, recupera sus tierras frente a los Benetton; y la Selva Lacandona, donde en diciembre del 2007 se reúnen para tamizar pensamientos y prácticas don Pablo y John Berger, el señor Búho e Immanuel Wallerstein, la Magdalena y Naomí Klein y Elías Contreras y el Señor Durito? ¿Y los obreros de Zanón o de la Cooperativa de Trabajo de J.J. Gómez, que recuperó Fricader?

Viene a colación la sentencia de Don Durito de Lacandona, en el texto de Marcos ya citado: “El problema con la realidad, es que no sabe nada de teoría.”

Por otro lado, es para preguntarse si la insistencia en el esquema centro – periferia como “espacios que están ahí”, ya definidos (lo que llaman pensamiento esencialista, eso que Ernest Bloch calificaba como “transformar el devenir en estatua”), si esa esencialización no resulta en trampa, en tanto supone un espacio estático y sin rupturas. Así como el tiempo del evolucionismo socialdemócrata es un tiempo sin interrupciones revolucionarias, este espacio del desarrollismo es algo ya dado, inmóvil en sus rangos.

En el tiempo no sólo hay duración; se da la dimensión del kairos, irrupción que es reviviscencia y salto; y aquí me limito a aludir a Walter Benjamin y a Immanuel Wallerstein, a Rosa Luxemburgo con sus “tiempos interesantes”, al Jauretche de Paso de los Libres… Asimismo en el espacio surgen lugares de grieta y magma: Cutral Có, y la selva Lacandona, y… y todos podemos agregar emergentes parecidos, por todos lados.

Hay sístoles y diástoles de la acción de las colectividades en el espacio, que las forman como tales y que forman el espacio como tal.

Para un proyecto de acción, de liberación, ¿no es más acertada la representación de un espacio con rupturas? Con desigualdades sí, pero con rupturas.

¿No habría que partir de que el movimiento es lo que constituye el espacio? Lo digo con mis palabras, pero la idea es de Marcos como de Heráclito. Pensar que el movimiento crea espacio, lo produce, en vez de tener que insertarse en un espacio rígido, codificado, tal como preexistía. Pero entonces…

Y aún otra pregunta: ¿qué tiene que ver todo esto con la escritura? La de los escritores, confrontada con la de los escribas. Y la práctica social de los escritores como colectivo.

Pero antes de volver sobre la escritura, denme unos minutos para hablar de otras dimensiones de este modelo espacial. Me refiero a una antigua dimensión simbólica, y a su proyección sobre la imagen de nuestras propias personas.


(Sigue en parte 2)

martes, 14 de octubre de 2008

El hormigueo de la historia


(En la foto, dos periodistas en plena tarea: Albano y Gustavo).

El hormigueo de la historia

Las Jornadas de CyC en Gral. Roca, octubre de 2008.


Entre el 9 y el 11 de octubre estuve sintiendo el hormigueo de la historia, una historia de cambios, un tiempo de sucederes y hechos. Fue en la ciudad del infausto nombre, General Roca, pero en un tiempo y un lugar de orígenes y revisiones.

Las ciudades asumen un poco la cara de quienes nos esperan en ellas. Para mí General Roca tuvo la cara y el abrazo de Juan Raúl Rithner, que a las cinco de la mañana me estaba esperando en la terminal de ómnibus. Me pregunté si yo merecía tanto, porque JR no sólo es un destacado docente e investigador, sino también escritor, poeta, cineasta y dramaturgo, y ha mostrado garra en la gestión cultural.

Juan Raúl y un equipo de alumnos, docentes e investigadores de la Universidad del Comahue son quienes organizaron estas nada menos que cuartas Jornadas de Comunicación y Cultura.

Contar hasta cuatro, en el país de no me acuerdo, no es un logro menor. Ahora bien, no me extrañaría que este proyecto cuente hasta mucho más que cuatro, a pesar de las consabidas dificultades presupuestarias en el país de no quiero saber de eso. Porque hay algo que me dio alegría apenas verlo: la cantidad de gente joven que participa en las Jornadas; no sólo concurriendo a sus espacios, sino construyéndolos y gestionándolos. Los organizadores, los que andaban de uno a otro panelista invitado para atenderlos, los periodistas informados y sagaces, que nos ayudaban a destruir respuestas establecidas… y cuántos más, y todos jóvenes. Por otra parte, encontré un grupo de gente con algunos años más (escritoras y escritores, docentes, investigadores, de Roca y no sólo de Roca) contribuyendo a generar este tapiz de muchas miradas entrecruzadas, que dibujan objetos y comarcas nuevas para la acción histórica.

Creo que Juan Raúl y su equipo logran algo que en nuestro país no se halla con frecuencia: un proyecto que incorpora más y más partícipes. Cómo no celebrar esta estrategia de crecimiento, de incorporación, aquí donde pareciera que demasiado a menudo los ideales y las prácticas de cambio social y político quedan capturados en la tradición del despotismo ilustrado.

Esa misma visión invitadora e integradora la he percibido en la “cocina” de las Jornadas. En el esmerado trabajo de preparación de los talleres, donde Jorge, docente de la Universidad del Centro, buscaba la manera de que los coordinadores dieran ese salto hacia el “copensar” que caracteriza al verdadero trabajo en grupo. En la incorporación de miradas teóricas junto a experiencias prácticas, del análisis etnográfico y el relato de la empresa recuperada, del cine y el video desde “La Mirada del Sur”, y los textos de poesía colgando como frutos entre los fresnos del parque de la Universidad, de las radios populares y comunitarias con la crítica a los modelos de desarrollo…

El eje del encuentro había sido sagazmente elegido, como para permitir y alentar todos estos cruces. Se trataba, se trata, de definir o avizorar espacios públicos, territorios reales o simbólicos. De ver cómo están o han sido apropiados. De buscar la manera de reapropiarlos para un proyecto de libertad.

Pero si bien la elección de este gran tema - encrucijada, fue sin duda sagaz, no habría habido tantas presencias, creo, si no se viniera dando una historia de territorio compartido: este, este territorio en estado magmático que se da entre la sociedad y al menos una parte de la universidad, en este lugar.

En estos días recordé más de una vez aquello de Martin Buber “todo conocimiento nace del encuentro”. En estas Jornadas, se trata de un conocimiento fuertemente vinculado con la acción.

Seguramente es mucho lo que estoy olvidando, en el apuro de esta crónica. Al menos quisiera no pasar de largo presencias como la de los estudiantes que ofrecían sus materiales impresos, sus “postales” de fuerte contenido social; o la de las chicas de un taller comunitario que aromaban las Aulas Nuevas con un olorcito de tortas fritas…

Al menos, quiero recordar lo que para mí fue más importante. Aquí en Roca, en estas Jornadas, he sentido el hormigueo de la historia. La historia que vuelve a comenzar cada vez, si queremos. He sentido que hay plurales cada vez más plurales en construcción, desde muy distintos ámbitos, hacia un mismo proyecto: una sociedad y una historia humanas. He visto que pueden caer muchos bancos y bolsas, pero que esta empresa se levanta cada vez más. Y me ataca un optimismo de pata en el suelo, de cosas que están creciendo desde el pie. Me da un poco de risa pensar en los boludos que repetían eso del fin de la historia… Justamente cuando está empezando con más firmeza, porque empieza desde más abajo.

Espacios por recuperar, las empresas, las tierras, la universidad, los medios de comunicación, el agua, el aire, la palabra, el fuego… Recuperaciones que están en pleno decurso.

Tema para otro día, es pensar qué particulares desarrollos se conjugan para que esto pueda suceder en el Comahue, el divisadero. Es algo que apenas si se da en universidades y en intelectuales colonizados, que tenemos de sobra en el país. Me pregunto si la larga lucha universitaria, si el hecho de no haberse quedado con un residuo de cátedras procesistas, la viva presencia y demanda de las comunidades originarias, la tradición de una iglesia que no quiso ser oficial desde tiempos de Jaime de Nevares… ¿será algo, o todo esto, lo que ayuda a este hormigueo de la historia?

Un abrazo y un enorme agradecimiento por el don de vida que ha sido este encuentro. A María, quien eligió hacer trabajo social en una empresa recuperada; a los hospitalarios integrantes de la Cooperativa de Trabajo de J.J.Gómez (ex Fricader); a los jóvenes periodistas Albano y Gustavo; a Jorge, a las chicas de la organización; a Juan Raúl, y a todos los que no alcanzo a nombrar pero cuyos rostros y gestos no dejaré de tener presentes.

Un gran abrazo para todos.

Ramón Minieri.
13 de octubre de 2008.

martes, 7 de octubre de 2008

Poesía contra interventores. Olvido cordobés de Nicolás Guillén.

Poesía contra interventores
Olvido cordobés de Nicolás Guillén



Nada sé, nada se sabe,

ni nada sabré jamás,

nada han dicho los periódicos,

nada pude averiguar . . .

Era una mañana hermosa, en la primavera de un año terrible.

En la estación del Mitre esperaban los tres. Hablaban de las cosas del momento: los muchachos muertos en el mitin atacado por la derechista Legión Cívica; las cesantías en la Normal Garzón Agulla, que derruían la reforma del secundario de Luz Vieira Méndez; y más, más cesantías, en la Universidad y las escuelas.

Hay palabras típicas de cada tiempo. Algunas de la Argentina de 1947 son: intervención; cesantías (en plural); prohibición. En el correo detienen un libro de Waldo Frank, por ser de izquierda. A un alumno de la Jerónimo Luis de Cabrera le vedan pronunciar su discurso, pese a que es el mejor egresado. El Consejo de Educación prohíbe leer “El crimen de la guerra” de Juan B. Alberdi - inspirador de la Constitución Nacional.

Los tres hombres que están en la estación ferroviaria saben de estas cosas. Uno estuvo preso. Otro ha atendido a víctimas de una guerra civil, baleadas por pensar distinto. El tercero ha visto fraudes y asesinatos políticos. Quizás por eso están juntos aquí.

La locomotora negra entró resollando en la estación. El tren se detuvo y ellos se acercaron a los vagones dormitorios. La colecta había permitido pagarle al visitante un viaje cómodo.

Allí estaba él en la escalerilla, cargando su maleta. Moreno y rechoncho, de boca generosa y nariz “como nudo de corbata”, reconoció a uno de los tres:

- Amigo Gregorio, qué alegría...

Y el doctor Bermann hizo las presentaciones:

- Nicolás Guillén... El amigo David Kahn. El amigo Fantini.

Así llegó a Córdoba el poeta, el 10 de setiembre de 1947.

“Aquí están los que codo con codo
todo lo arriesgan; todo
lo dan con generosas manos;
aquí están los que se sienten hermanos” ...

Gregorio Bermann, cordobés, orador en actos mordidos por tiros y cachiporras, fue uno de nuestros primeros psicoterapeutas. Una paciente le dió el título que él más valoró: “el doctor que ayuda a vivir”. Sembró sus cartas por todo el país: en un arrinconado archivo de Bahía Blanca supe de su amor de lector por el ensayista peruano José Carlos Mariátegui.

Somos los libros que leímos. En una línea de Mariátegui encontró Bermann su propio pensar: “no hay separación entre la estética y lo político”. Para estos luchadores la poesía era el taller de diseño de una sociedad mejor. “La vanguardia poética es eso: vanguardia.” Política y poética se enlazaban para proyectarse más allá de versos y elecciones.

Bermann conoció a Nicolás Guillén durante la Guerra Civil española, y promovió su venida a Córdoba.

El Dr. Carlos Fantini tendrá apenas treinta años de edad y se dice radical: en pleno auge peronista, es una osadía. Y en los años ’30 y ’40, un marbete dudoso. Radical, de cuáles. Algunos pelearon contra el fraude autoritario, hasta la prisión y la muerte. Pero otros compartieron una fórmula con los fraudulentos. Algunos enfrentaron la corrupción; otros cobraron coimas. Pero este joven viene con gente de izquierda a recibir a Nicolás Guillén, el “hombre de seis mil versos” – ninguno de ellos complaciente o prosaico.

“No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.” ...


El otro es el doctor David Kahn. Hijo de un inmigrante ucraniano que fue peón de campo, desempeñó mil oficios para poder estudiar. En 1943 lo detuvieron en una manifestación contra la dictadura. El gobierno militar llenó trenes de presos. Allí arracimados discutían y se ayudaban socialistas, comunistas, radicales. Kahn fue a parar a Devoto. Un preso dejó caer un papelito en una estación, para informar el rumbo del tren; y al punto de destino acudieron los amigos, con comida y pedidos de habeas corpus.

Kahn es un destacado alergólogo. Como Bermann, está abriendo rumbos en la medicina. Pero sabe que la salud, antes que en los consultorios, se gana en las luchas de la sociedad – o se pierde. Y él está donde haya una marcha, visible o invisible, por las causas de todos.

Los cuatro bromean mientras van hacia las grandes puertas de la estación: el visitante sabrá disculpar la ausencia de los interventores de la provincia y de la Universidad, ironizan…

Se estrechan las manos y quedan en verse al otro día. El poeta se aloja en “El Refugio”, la casa de Bermann y su esposa Leonilda.

Esa vez Guillén estuvo diez días en Córdoba. Gozó del abigarramiento, las charlas, la tonada, en esta ciudad donde la vida callejea. Fue a Villa del Totoral (donde también recalaba Pablo Neruda) donde paró en casa de Rodolfo Aráoz Alfaro y su esposa, la cuentista chilena Margarita Aguirre. Anduvo por Río Cuarto, y de allí volvió a la capital provincial.

La Alianza Francesa y el partido Comunista lo agasajan. Pero no lo nombran las revistas literarias o académicas. Quizás incomoda su afiliación al comunismo.

Sólo encuentro su huella en La Voz del Interior del 11 de setiembre:

“Nicolás Guillén visitó nuestra Casa. Desde ayer es huésped de nuestra ciudad el famoso poeta cubano”...“Su visita responde a la iniciativa de un grupo de intelectuales del medio, interesados en brindar a las gentes de esta ciudad la oportunidad de escuchar al poeta en la interpretación de sus propios versos. Hombre de vasta cultura y nobles inquietudes, ofrece el poderoso atractivo de una recia personalidad que hemos podido apreciar en su visita a nuestra casa”

En la foto están él, Bermann, Kahn y el redactor Manuel Herrera. Se anuncia que va a leer y comentar sus poesías en rueda de amigos, “en un local de Avenida Olmos 165”; firmará ejemplares de sus obras en la Librería de Miguel Molina en pasaje Muñoz, y dará una conferencia en la Asociación Española.

Al otro día, el diario trae palabras de Guillén:

“Hemos mirado siempre hacia Europa, despreocupándonos de lo americano. Para lograr nuestra emancipación del tutelaje espiritual, debemos conocernos y entendernos mejor”…“liberarnos de Europa para abarcar mejor las cosas nuestras.” ...
La poesía debe ser fundamentalmente poesía; pero no deben faltarle los indispensables elementos de rebeldía, de carácter revolucionario social y humano, para que tenga realmente dimensión lírica” …

Guillén se sacó una foto ante una cámara de cajón en la Plaza San Martín. El niño de entonces que hoy me confía la foto, recuerda una discusión con él. Al chico le parecía injurioso llamarlo “negro”. El poeta, que usaba con ufanía esta palabra para referirse a sí mismo, le dijo a Osvaldo Kahn que injuriosa no es la negritud sino la esclavitud, cualquiera sea su forma.

A fines de setiembre Guillén partió de Córdoba, y poco después de la Argentina. En su despedida dejó un mensaje a los poetas: “bajen de la torre de marfil quienes aún no lo han hecho, y aprendan que el derecho a la rosa no está nunca antes que el derecho a la vida “.

En La Voz del Interior, Gregorio Bermann le dedicó un artículo:

“Gracias a Guillén tocamos el milagroso cuerpo de un verdadero poeta” … “De esta poesía que está tan distante de la subpoesía, como la ciencia de los sabios de verdad, de la de los mercaderes del conocimiento que pululan por nuestras universidades y comisiones culturales. Ojalá Córdoba, tan falta de poetas como sobrada de doctores y versificadores, encuentre en el claro y alto ejemplo de Nicolás Guillén, una de sus fuentes de superior inspiración.”

En un libro póstumo, Guillén recordaría a Córdoba:

“lo criollo gana en hondura a medida que se aleja de la calle Florida.”... Las ciudades del interior “crecen no como Buenos Aires, de afuera hacia adentro, sino como los árboles, de la raíz hacia el sol.”...”Córdoba, con su famosa universidad tres veces centenaria, con su alma inconfundible, viva hasta en el acento con que suena el español en la voz de sus habitantes, nos transmite una ambición cosmopolita.”...

...Estos son los que sueñan despiertos,
los que en el fondo de la mina luchan
y allí la voz escuchan
con que gritan los vivos y los muertos


Córdoba tiene para Guillén el rostro de sus huéspedes

“amigos de las artes y las letras en perpetua vigilia”... "No llega a la Capital figura de algún conocimiento a quien falte su invitación para visitar el interior: tales heroicos amigos afrontan los gastos de traslado y residencia y retribuyen de manera generosa la actividad intelectual del visitante, agasajado y atendido con una discreción, con una fineza que en nada desmerecen del ámbito porteño.”

Pero a la vez señala un punto de fractura:

“En manos del Gral. Perón la cultura oficial ha devenido mediocre, por el afán “centralizador” del gobierno. Muchas grandes figuras de la enseñanza fueron desplazadas y sustituidas en universidades y liceos por una burocracia de aluvión. Pero la cultura “oficial” no es la cultura argentina, que vibra en el aire rebelde, y en los núcleos amantes de ella, diseminados por el territorio nacional.”

El triunfo de los interventores

Aquellos interventores han sido olvidados. Casi tanto como aquel “moderno calientapies eléctrico Gignoli”. Y mucho más que don Fulgencio, Mandrake, el Toddy o la pomada Sloan.

Pero ganaron la batalla. Porque la presencia de Nicolás Guillén y la obra de sus amigos siguen excluidas de la memoria colectiva. Ningún nombre de calle recuerda a Bermann, Kahn, Juan Zanetti. Y no hay otros hitos que nos inviten a preguntarnos quiénes fueron y qué hicieron esas personas.

Es mucho lo que se olvida con esa visita, que atravesó una encrucijada de nuestra historia reciente, un momento en que el control del estado buscaba ocupar y controlar espacios generados y gestionados por una sociedad llena de vitalidad, en asociaciones y grupos independientes. En medio de esa batalla que la sociedad perdió, y mientras llovían intervenciones, cesantías y prohibiciones, algunos cordobeses se empeñaron en seguir generando actividades culturales y educativas autónomas.

¿Será por eso que quisieron olvidarlos?


(Esta crónica es parte de "Historia de Olvidos".)

Textos de N. Guillén tomados de Motivos de son (1930), Cantos para soldados... (1937), Páginas vueltas (1989) y Prosa de prisa (1961). Datos brindados por la Dra. Silvia Bermann y el Dr. Osvaldo Kahn, y de la obra de Luis V. Sommi.

P.S.:

El querido amigo a distancia Robert Gurney, a quien conozco indirectamente gracias a la compartida amistad de Raúl Artola, me hizo llegar esta poesía de la que es autor:


La vanguardia


Leí ayer
parte de
la Historia de Olvidos
de Ramón Minieri
y cómo Córdoba olvidó
a Nicolás Guillén.

Habla de Gregorio Bermann
y José Carlos Mariátegui.

Bermann encontró
su propio pensamiento
en unas líneas
de Mariategui.

Dice:
Somos también
los libros
que hemos leído.

No hay separación
entre la estética
y lo político.

La poesía
es el taller de diseño
de una sociedad mejor.

La vanguardia poética
es eso
vanguardia.

Política y poética
se enlazan
para proyectarse
más allá
de versos
y elecciones.

¿Es por eso que mataron
a Lorca
a Tilo Wenner
y desterraron a Larrea,
a Alberti,
y a no sé cuántos más?





Gracias, Robert.

Plantas, poder y mito.

(En la imagen, un desarrollado ejemplar de palán palán florece en el centro de Río Colorado. Foto R.M.)


Plantas, poder y mitos





(Columna de inactualidad en el programa “Ladran, Sancho”, FM de la Comarca, La Adela, sábado 4 de octubre de 2008).

Todos hemos pronunciado o escuchado alguna vez la palabra “asesino”; todos alguna vez hemos dibujado corazones; algún buscador se deleita con la poesía de Ramón del Valle Inclán; el mismo u otro, escucha el tango Tiempos Viejos (“Te acordás hermano”…); el mismo u otro prefiere a los Rolling o Bob Dylan o Calamaro, o Damas Gratis o Manu Chao; habrá quien recuerde las historietas del mago Mandrake… Y muchos hemos visto esos motivos de aves-reptiles-felinos en las cerámicas prehistóricas del noroeste argentino, que tienen tanta fuerza simbólica y plástica…

En el centro oscuro de estas palabras, estas músicas y estas formas (y de tantas otras) están las plantas y sus mitos. Plantas sagradas, de salud, psicoactivas, plantas enteógenas… me pregunto si estas clasificaciones tienen algún sentido. Hasta la humilde lechuga es narcotizante, y un té de alguna clase de menta puede generar un trance. Quizás es sagrada toda planta, porque puede acercarte a una vivencia terrible o grata con lo Otro.

En el origen fue la adormidera

Aquí hemos nombrado alguna vez a Prometeo, el Titán, primo-adversario de Zeus, el dios y Rey de todos los dioses, al que engañó con la presa para los sacrificios, y luego con el robo del fuego. Prometeo pagó cara su rebelión contra lo establecido, y a favor del conocimiento y la acción humana. De este mito, sobre el que tantas veces hemos de volver, nacieron para nosotros varios bienes o males: la mujer, la esperanza, el fuego.

Algo llamativo en esta historia es un nombre de lugar. El engaño con que Prometeo supera a Zeus en la cuestión de los sacrificios se produce “en Mecone” (según el poeta Hesíodo). Pero “Mecone” es la palabra griega que nombra la adormidera, planta madre del opio. Será que el episodio ocurrió en Sicione, una ciudad sobre el golfo de Corinto que antes se llamó “Ciudad de la adormidera” - mecone (Estrabón VIII, 6, 25)… ¿O que se estaba tironeando entre hombres y dioses, en la nueva edad del tirano Zeus, el poder sobre las plantas sagradas? Porque las plantas dan poder, y ¿quién iba a disponer de él?

Luego, en la Odisea, aparece de nuevo esta planta sagrada. La bella Helena había aprendido en Egipto los efectos de la adormidera y del opio (“nephentes”):

“Cuando estaban tendiendo las manos hacia las viandas, Helena, nacida de Zeus, meditó algo más: en el vino que estaban bebiendo les puso una droga, gran remedio de amarguras, alivio de dolores y males; quien la bebiese disuelta en la copa, quedaría por todo aquel día inmune al llanto, aunque le acaeciera perder a su padre y su madre, o cayera el hermano o el hijo querido ante sus ojos, herido de muerte por mano enemiga. La nacida de Zeus guardaba estos sabios remedios que le había dado Polidamna, esposa de Ton el de Egipto, el país donde el suelo fecundo produce más drogas, cuyas mezclas sin fin son mortales unas, otras saludables; todos los hombres allí son expertos en curar, porque traen de Peán su linaje” (Od. IV, 219 ss)

Cantar y curar, como lo dijo don Atahualpa Yupanqui, suelen ser la misma cosa. Peán, médico de los dioses, es el cantor de sus himnos, incluidos los que sanan. El poeta sabía también que las drogas de estas plantas significaban poder – como tal, ambiguo.

Virgilio describió el efecto de ese poder, capaz de conmover el cosmos. Y situó en la comarca real-simbólica de Finisterre un centro de magia vegetal (Eneida IV, 484-86):

“Cabe los confines del Océano y del sol que muere está la región postrera de los etíopes, donde el gran Atlante hace girar sobre su hombro el eje tachonado de estrellas: de allí me han hablado de una sacerdotisa del pueblo masilo, guardiana del templo de las Hespérides, la que daba al dragón su comida y cuidaba en el árbol las ramas sagradas, rociando húmedas mieles y soporífera adormidera. Ella asegura liberar con sus encantos cuantos corazones desea, infundir por el contrario a otros graves cuitas, detener el agua de los ríos y hacer retroceder a los astros, y conjurar a los Manes de la noche. Mugir verás la tierra bajo sus pies y bajar los olmos de los montes.” (Trad. R. Fontán Barreiro).

Conocí de cerca un empleo más cercano y corriente de la adormidera. Estaba realizando una investigación de historia en Stroeder, pueblo de la provincia de Buenos Aires poblado originariamente con alemanes del Volga. Un vecino me comentó que durante su infancia, había en la cocina de cada casa un gran frasco donde se guardaba té de adormidera. Cuando los chicos se ponían fastidiosos o estaban intranquilos, la mamá les administraba unos sorbos de él. Esta costumbre la habían traído de su hogar europeo; se diluyó en las generaciones siguientes. De modo semejante, era costumbre en tiempos de la Colonia, y siguió siéndolo en nuestras sociedades del interior, poner una corola de floripondio bajo la almohada de quien no lograba conciliar el sueño. Estos usos moderados y tradicionales de las plantas mágicas han sido olvidados.

Plantas y mujeres: un nudo de conflicto

Estas citas clásicas, y esta historia de inmigrantes, están delineando otra lucha por el poder, que se tornó implacable en la Edad Media y comienzos de la modernidad. Las plantas sagradas eran manejadas por mujeres: ellas usaban ese poder sobre los cuerpos, propios y ajenos (control vedado de su propia corporeidad); y sobre los sueños, las visiones, la experiencia interior. Ese poder amedrentaba al varón “dominante”. Cuando quedó velado el conocimiento botánico de la Antigüedad, fueron las mujeres, sobre todo las campesinas y aldeanas, quienes conservaron y transmitieron el saber de las plantas medicinales, sagradas, mágicas. Estos dos últimos fines daban pie a que se las acusara de brujería. Por ese camino llegamos a las hogueras inquisitoriales.

Pero la callada resistencia femenina no cesó. Por algo Paracelso agradecía a las viejitas del campo su enseñanza sobre los vegetales y sus empleos medicinales.

El silfio: amor, poder... y corazones

En algunas imágenes hititas y mitanas aparece un príncipe distribuyendo silfio entre sus cortesanos. El reparto de este preciado producto hecho por el señor de la ciudad o del reino entre sus vasallos – y reiterado luego por estos para sus inmediatos seguidores –fue práctica habitual en las civilizaciones arcaicas anteriores a griegos y latinos. El rey o señor compraba cargamentos de silfio, y era un acto político su entrega en palacio.

El silfio es una planta extinguida – actualmente en Italia están realizando investigacio-nes para recuperarla, o para detectar otras del mismo género, Asteracea. Aunque comprensible en parte por su extinción física, es extraño el olvido producido en torno a su gran valor e importancia en Creta, Mitanni, Hatti, Egipto y todo el Cercano Oriente.

Esta planta, semejante a un hinojo gigante, sólo se daba en la zona costera de 200 por 60 km paralela al mar en Cirene, actual Libia. La moneda de esta ciudad griega reproducía la imagen de la planta, que supo ser su gran fuente de riqueza.

Laser, silphion, silfio... se lo usaba como especia o como medicina. Según el mito, había sido un regalo del dios sanador, Apolo. Los romanos aseguraban que valía su peso en denarios. Se comerciaba una resina extraída de la planta, similar a la asafétida. Pero ¿por qué disponer de silfio brindaba poder? Calmaba la tos, la fiebre, los dolores, la indigestión; curaba las verrugas... Pero la clave es que era un anticonceptivo; según se lo usara, una píldora del día después o un abortivo (como lo es aquí el gualeguay), por sus propiedades estrogénicas. De modo que estos príncipes disponían nada menos que de la posibilidad de regalar a sus fieles con el acceso a un placer sin consecuencias.

La desertificación, la sobreexplotación, el sobrepastoreo, extinguieron al silfio. Parece que sólo en estado silvestre poseía las cualidades indicadas. J.S. Gilbert sugiere que estas se debían a que la resina venía mezclada con cantaridina (polvo de cantáridas); de allí sus propiedades estrogénicas, excitantes, vigorizantes para el varón, y abortivas.

Según otro mito los mellizos hermanos de Helena, Cástor y Pólux, visitaron cierta vez su Esparta natal. Le pidieron al dueño de su antigua casa que los dejara pasar la noche en la habitación que en vida habían ocupado. El hombre se negó, alegando que en ese cuarto dormía su hija virgen, y los alojó en otro. Por la mañana, no estaban ni la chica ni los dioses. En el dormitorio de ella sólo encontraron una rama de silfio y una estatuilla de los Dióscuros.

Cuando usted dibuja un corazón – esa forma ya impuesta, como con dos alitas – está dibujando el emblema egipcio y cireinaico para representar el silfio. No es que el corazón humano tenga precisamente esa forma; es que las semillas de silfio, tan vinculadas con lo amatorio, eran precisamente así.

La Iglesia Católica comenzó a usar ese mismo diseño como emblema del Sagrado Corazón en el siglo XVII, a partir de una visión de la Santa Margarita María Alacoque.

Y en fin, los soldados que el Duce envió a Cirenaica también usaron al silfio como distintivo – pero en este caso, la rama de la planta, el “silfio de oro” a modo de distintivo de los combatientes.

La “terrible” mandrágora

La mandrágora ha adquirido mala fama por el aspecto humano de su raíz. Semeja esta un par de piernas y un pubis; a veces se agrega un esbozo de torso y cuello.

La etimología de su nombre apunta a lo temible. Para algunos viene de raíz sánscrita: MAD- “embriagar” y GAR “consumar”: es causa de embriaguez total, enfermiza. Para otros etimólogos, procede del griego MÁNDRA, grey; y AGAYRÓS, dañina: planta que produce muerte en el rebaño. Queda a criterio definir en cuál rebaño.

La mandrágora es solanácea; de la parentela de la Datura que usaba para trances iniciáticos don Juan, el personaje de las obras de Jorge Castaneda; y con nuestro criollo alucinógeno chamico, el tomatillo, el palán palán, el tabaco, el tradicional floripondio…

Dado el aspecto de la raíz, en la Antigüedad tardía y en la Edad Media se supuso que su origen era humano. Nacía de la eyaculación postrera de un hombre que hubiera sido ahorcado en una encrucijada; y al ser arrancada profería un grito tan espeluznante que quien lo oyera moría al instante. Para evitarse la muerte, el herbolario ataba un perro al tallo, ponía algún atractivo bocado fuera del alcance del can, y este, al tirar de la cuerda, extraía la raíz y moría. Esta operación debía hacerse por la noche, y bajo una horca.

También por su forma, se la relacionó con la fecundidad. En la Biblia (Génesis 30: 14 -16) Raquel, esposa dilecta de Jacob, infecunda hasta entonces, se procura mandrágoras encontradas en el campo, para tratar de quedar encinta. Nicoló Maquiavelo, en su comedia “La Mandrágora”, se toma en solfa esta creencia. Lo cierto es que la mandrágora ejerce fuertes efectos hipnóticos y narcotizantes hoy aprovechados por la medicina. En la antigua Roma se la llamaba “circea”, relacionándola así con la maga Circe. Se la asociaba a la brujería, y era peligroso para uno llevarla o tenerla, en tiempos de la Inquisición. En su defensa se alegaba que era un buen talismán contra los venenos y para atraer riquezas – claro que al precio de la desgracia de la familia, que sería poseída por la avaricia y la lujuria; cosa que suele pasar, con o sin planta mágica, cuando alguien enriquece demasiado, y demasiado rápidamente. Asimismo un té de mandrágora era remedio infalible contra la posesión demoníaca.

De la mandrágora proviene el nombre del célebre mago Mandrake. En un sitio web que informa sobre ella, queda señalado que su cultivo y comercio son hoy por hoy legales.

Vemos que los poderes de la mandrágora no la diferenciaban tanto de otros vegetales; fue la unión entre estos poderes y su apariencia humana, el factor que sustentó los mitos sobre su peligrosidad y sus efectos genésicos.

La belladona

Aquí nos encontramos con otra solanácea. A diferencia de la mandrágora, casi inencontrable, la belladona sigue brotando en suelo europeo, de donde procede; y la medicina actual usa abundantemente su principio activo, la atropina, para males de los ojos, respiratorios, o vulgares descomposturas, para calmar dolores y para el Parkinson.

Su nombre científico, Átropa Belladona, alude por un lado a una de las tres Moiras: Átropos, la que cortaba el hilo de la vida de un mortal, a la hora de su destino. Esto del corte de hilo se entiende: ciertas dosis de atropina y escopolamina son letales; se la usó como veneno, y a ella se le atribuye haber servido para que su parentela lo matara al emperador Claudio. En cuanto a la palabra “belladona”, mujer bella, se debe a que la atropina dilata las pupilas: la presunta bruja que había tomado un té de esta planta mostraba unos hermosos y grandes ojos.

En el sueño con visiones producido por la infusión, la mujer podía experimentar ciertos placeres – entre ellos, relaciones sexuales que a veces en vigilia desearía y no estaban a su alcance; y la ideología vigente hacía que ella asociara el placer con lo diabólico, hasta acusarse de haber estado con el demonio. Esta relación entre belladona y brujería condujo a que la Iglesia fulminara su prohibición sobre la planta. Se creía que el espíritu de esta sólo actuaba en la noche de Walpurgis (30 de abril al 1º de mayo), cuando se realizaba el aquelarre; en esa oportunidad había que recolectarla. Un hermoso poema sinfónico de Modest Moussorgsky le puso música a esta movidísima noche.

El hashish y la alta política

Entre los siglos XI y XII vivió entre Irán e Iraq el príncipe Hassan-i-Sabbah. Adhirió a una secta islámica, los ismailitas; y concibió la idea de crear una especie de orden entre monacal y militar para establecer el dominio ismailita sobre el Islam, y luego frente a los cristianos invasores. Algo de esta idea de Hassan puede haber contribuido a inspirar las órdenes caballerescas de los europeos.
En 1090 Hassan logró conquistar el que sería centro geográfico de su poder: el castillo de Alamut, nido de águilas casi inaccesible en las montañas de Elburz. Desde allí, Hassan enviaba a hombres de su hueste para cometer ciertos magnicidios: el asesinato selectivo le servía como instrumento político.
Se narraba que los adeptos eran embriagados con cáñamo, y en ese estado se los trasladaba a Alamut; cuando despertaban allí, todavía no muy concientes, se encontraban en un jardín paradisíaco, rodeados de frutales y flores, con abundancia de comidas y bebidas, y en la compañía de hermosas odaliscas que les ofrecían sus favores. Quien esto vivía, quedaba convencido de haber gozado un anticipo del Paraíso de Mahoma, con las bellas huríes incluídas. Luego, y embebido otra vez en los vapores del cáñamo, se lo llevaba de regreso a la cotidianeidad; cuando se le ordenara asesinar a determinado personaje como condición para volver a ese lugar de placer, era previsible que lo haría, convencido de que le convenía morir en el empeño.

El cáñamo era llamado haschich, hashish, hachis o hash, en idioma árabe. De ahí el nombre de “hashishin”, los del cáñamo, dado a los militantes seguidores de Hassan; y de ahí nuestra palabra “asesino”.
El cáñamo, que es un pariente de la marihuana del Nuevo Mundo, se utiliza para lograr el trance en forma de resina natural, que no tiene aditivos ni tratamiento químico alguno. Llegó a Europa en el siglo XVII, y desde allí siguió difundiéndose. Actualmente está más de moda en España (que fue alguna vez un país árabe), donde los interesados compran hash elaborado en Marruecos. Se dice “ir a coger el moro” para significar un paseo de compra de cáñamo por tierras marroquíes. En casi todo el resto del mundo, la marihuana predomina en lugar del cáñamo.

Queda para otro momento comentar cómo prosiguió y terminó la política quirúrgica de Hassan y sus sucesores en Alamut. O cómo prosigue, en otros alcores, bajo otras formas y nombres. Sea dicho en su beneficio, Hassan queda en ventaja al compararlo con otros grandes de la política que matan al barrer: sus asesinatos eran pautados y selectos. De paso, convengamos en que algunas novedades de la relación entre invasores e invadidos en Iraq, Afganistan y sus alrededores, no son tan novedosas.

Felinos, aves, reptiles… cebil

En las crónicas de tiempos de la Conquista del territorio que hoy es argentino, suelen aparecer noticias de los centros ceremoniales, algunos subterráneos, donde se utilizaba algún alucinógeno. El trance permitía ponerse en comunicación con animales o seres totémicos; trance que en el centro y noroeste argentino se conseguía mediante la inhalación del polvo del cebil.

El cebil es un árbol similar a una acacia blanca, pero habitualmente de mucha mayor altura; llega frecuentemente a los 7 m. Hay cebilares actualmente en Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy. Se lo utilizaba en forma natural: los oficiantes de los pueblos originarios aspiraban un polvillo hecho con las semillas del cebil, mediante unas tablas con pequeñas cunas o huecos que contendrían ese polvo, y con unas palitas destinadas a facilitar la aspiración. O bien bebían algo de ese polvillo mezclado con la chicha.

Es llamativo el silenciamiento del consumo de cebil, que no terminó con la conquista por los españoles. Hay documentos que mencionan cómo los encomenderos distribuían el alucinógeno a los jefes de parcialidades indígenas que trabajaban para ellos. A semejanza del silfio, aquí el cebil servía para mantener y reforzar lazos con la clientela del poderoso. Y en este como en otros terrenos, los españoles adoptaron una técnica de dominación ya desarrollada; como lo señala Córdova Navarro, ya los señores de tiempos prehispánicos se garantizaban la fidelidad de sus seguidores mediante la distribución de cebil.
A este vegetal se lo denomina también, según la región, yopo, parica o cohoba. En nuestro noroeste se lo ha llamado vilca, corro, chamizo… La versión culta de su nombre es ¨”piptadenia”; y su nombre científico, Anadenanthera peregrina. Bajo el nombre de niopo, lo usaron y usan grupos indígenas de Venezuela.
Posiblemente las criaturas que se retratan en las cerámicas prehistóricas del noroeste argentino hayan sido entrevistas en el sueño visionario del cebil.

… y tantas más

Podríamos seguir y seguir. En la lista de plantas psicoactivas están otras dos conocidas que encontramos casi en cada esquina, en cada baldío: el palán palán o tabaco criollo, arbolito de todas las estaciones, que nace en grietas y obras abandonadas; el floripondio, cuyas enormes corolas ornamentan jardines desde fin de la primavera. Aparte de producir visiones que resultan a veces aterrorizantes, como la datura, el palán palán es recomendado por las virtudes balsámicas de sus hojas, a las que se les quita la delgada piel transparente para aplicarlas sobre las heridas.
Y no debiera faltar la modesta efedra o té del desierto, o hierba de las coyunturas, originaria de algún lugar de Mongolia y hoy esparcida hasta llegar aquí mismo. Una planta cuyos alcaloides son sedantes, y útiles para tratar los problemas bronquiales, de hipotensión y cardíacos; pero cuyo principio activo, la efedrina, ha adquirido mala fama a raíz de su uso en los laboratorios de los narcotraficantes. Una mala fama que, como en otros casos, contribuye a desmerecer a un vegetal que ha dado buenos servicios a la humanidad.
Nos vamos a dar por conformes con sólo mencionar al célebre cactus mejicano, el peyote, conocido y utilizado desde la prehistoria, hacia 3.000 a.E.C.; esta cactácea tarda no menos de treinta años en adquirir la sazón para ser empleado como planta de trance. Con su principio, la mescalina, experimentaron Walter Benjamin, Aldous Huxley, Henry Michaux... Y haremos referencia tan sólo del innominado “cactito” santiagueño, que algunos muchachos están experimentando ahora por su cuenta y riesgo.

Concluímos con otra planta americana, cuyo mito de origen y cuyo manejo político pueden resultar reveladores, a modo de una síntesis de toda esta columna.

La coca, la mujer y el gobierno

Contra lo que uno podría creer de antemano, la coca no era un producto de acceso permitido a todos los habitantes del imperio incaico. El Inca era el propietario y administrador eminente de sus hojas, y las distribuía entre los señores de su Estado. Sólo se la podía emplear para mocharla (quemarla) en algunos rituales religiosos, para lograr un trance adivinatorio, o incorporada al ajuar funerario de algún personaje importante. Su consumo podía servir también para el juego erótico, o para exaltar el valor y la resistencia de los combatientes. (Vaya; los personajes que actualmente consumen “la blanca” o “la reina”, derivada de la noble planta, lo hacen a veces con fines similares.)

El mito incaico sobre el origen de la coca tiene matices eróticos:

«que la dicha coca antes que estubiese como agora está, en arboles, era una mujer muy hermosa, y por ser mala de su cuerpo la mataron y la partieron por medio y la sembraron, y de ella habia nacido un arbol, al cual llamaron macoca [mama coca] y cocamama [coca mama], y desde alli la comenzaron á comer, y que se decia que la traian en una bolsa, y que esta no se podia abrir para comerla si no era despues de haber tenido copula con mujer, en memoria de aquella, y que muchas pallas [señoras] ha habido y hay que por esta causa se la llamaron coca, y que esto lo oyeron ansi decir á sus pasados los cuales contaban esta fabula y decian era origen de la dicha coca».

(informes de Ruiz de Navamuel a Francisco de Toledo 1571 - Pág. 196)


Como los príncipes del antiguo cercano oriente administraban el silfio, los Incas gestionaban el cultivo de la coca (a cargo de grupos de yanaconas formados por los jóvenes que habían nacido fuera de las relaciones legales) y su entrega para consumo de los privilegiados. De igual modo, el Estado era el administrador eminente del placer. Juan de Betanzos comentaba en 1551 que el inca Pachakuteq

«Ordenó y mandó porque los mancebos mientras solteros fuesen no anduviesen en estas cosas tras mujeres casadas y mamaconas [mujeres de las aqllawasis] que hubiese cierta casa fuera de la ciudad para que en ellas fuesen puestas cierta cantidad de mujeres [...] con quien los tales mancebos conversasen [...]» Betanzos [1551], 1987: Cap. XXI.]

Como para proseguir

Plantas sagradas y poder parecen estar ligadas inextricablemente, ya se trate del poder para configurar universos, del poder sobre el cuerpo y sus goces, como del poder político. Todos ellos se encuentran y desencuentran en esta encrucijada de las plantas mágicas, como bajo el cadáver que siembra la mandrágora. Porque el poder es también, y a veces en primer término, posibilidad de dar muerte. La conflictiva relación con estos seres, interferida por los poderes políticos y religiosos, es a la vez relación con nuestra posible transformación – y con la mortalidad que se pone en juego en ella.

La música para hoy

Para acompañar este comentario hemos elegido, de entre muchísimos otros temas en todos los géneros, la interpretación de la “Zamba de los Yuyos” por los Huanca Hua, cuyo estribillo les pido escuchemos con mucha atención. Seguimos con el tango “Tiempos Viejos”, que allá por 1926, cuando fue compuesto, nostalgiaba una época anterior sin cocó ni morfina… habrá existido época tal, o se trata de otro mito? Por algo cantaba Ramón del Valle Inclán "Yo anuncio la era argentina / de socialismo y cocaína". Y concluímos con “Cocaine Blues”, por Johnny Cash.

Buenas noches, y hasta el próximo sábado.