miércoles, 13 de mayo de 2009

Guerra, gripe, pobreza. Katherine Anne Porter y la escritura de la desolación, 2.

Foto: Marcha de voluntarios y reclutados para la Guerra en USA, 1917.
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Compartamos dos páginas de Pálido caballo, pálido jinete (publicado en 1934, y que motivó el inmediato reconocimiento de Porter como una gran escritora):

Miranda y Adam, su recién conocido enamorado, van juntos al teatro. Miren los detalles, por ejemplo esa bandera. Y escuchen el discurso del vendedor de bonos, de guerra.

“Cuando el telón se levantó para el tercer acto, el tercer acto no tuvo lugar enseguida. Apareció un telón de fondo casi cubierto con una bandera norteamericana expuesta de manera inadecuada, clavada en las esquinas superiores, recogida en el medio y clavada otra vez formando pliegues polvorientos. Ante ella posaba un vendedor local de un dólar al año, ahora haciendo su papel de vendedor de Bonos de Guerra. Era un hombre corriente de mediana edad, con un pequeño melón abotonado dentro de los pantalones y el chaleco, una boca apretada y terca, una cara y una figura donde no se podía leer nada, salvo la inepta crónica sensual de un tipo de cincuenta años.” …

- “Parece un pingüino, dijo Adam.-

Ambos se movieron, se sonrieron. Miranda reclamó su mano, Adam tomó la suya y se prepararon a soportar hasta el final el viejo y mohoso discurso con el mismo y polvoriento telón de fondo. Miranda trató de no escuchar, pero oyó. Esos viles hunos… en el glorioso bosque de Belleau… nuestra palabra clave es Sacrificio… la martirizada Bélgica… dar hasta que duela… nuestros pobres muchachos …” /…/


”-Me duele la cabeza, susurró Miranda. Oh, por qué no se callará? –

- No se callará, murmuró Adam. Si quieres, te traigo una aspirina.”

/…/ Atrocidades, criaturas inocentes ensartadas en las bayonetas alemanas… vuestro hijo y mi hijo… la guerra, la GUERRA terminará con la guerra; es la guerra por la democracia, la guerra por la humanidad” /…/ y para demostrar nuestra fe en la democracia compremos Bonos de Guerra y prescindamos del azúcar y de los calcetines de lana” /…/ Miranda se dijo ¿Has mencionado a Adam? ¿Qué me dices de Adam, cerdo asqueroso? /…/ Carbón, petróleo, hierro, oro, finanzas internacionales, por qué no nos hablas de todo eso, pequeño mentiroso?” Luego todo el público canta una canción patriótica. Y Miranda junto con Adam cantan también, “sonriéndose abochornados”.

Los dos jóvenes salen del teatro y conversan durante su paseo por la calle. Adam se refiere con desdén a ese hombrecito que no serviría para ir al combate, como sí lo hará él, el propio Adam.

“-¿Qué puedes esperar de él, Miranda?-

Ella pronunciaba el nombre de Adam a menudo y él rara vez pronunciaba el suyo. La pequeña sacudida de placer que le proporcionó el sonido de su nombre en la boca de él detuvo su respuesta. Por un momento titubeó, y luego empezó desde otro punto de ataque.

- Adam – dijo – lo peor de la guerra es el miedo y la sospecha y la espantosa expresión que hay en todos los ojos que encuentras… como si hubiesen bajado las persianas sobre sus mentes y sus corazones y te vigilasen desde detrás de ellas, listos para saltar si haces un gesto o dices una palabra que no entienden instantáneamente. Me asusta; vivo atemorizada también, y nadie debería vivir atemorizado. Es el emboscarse y el mentir. Es lo que la guerra le hace a la mente y al corazón, Adam, y no puedes separarlos, lo que les hace es peor que lo que puede hacerle al cuerpo.
Adam dijo sobriamente después de un momento:

- Oh, sí, pero supón que uno vuelve entero. La mente y el corazón a veces tienen una segunda oportunidad, pero si algo le sucede a la pobre y vieja estructura humana, bueno, entonces mala suerte, eso es todo.

- Oh, sí – parodió Miranda – Entonces mala suerte, eso es todo.

- Si no fuese – dijo Adam en tono desapasionado – no podría mirarme a la cara a mí mismo.
Así que estaba completamente resuelto. Con los dedos aplastados contra su brazo, Miranda se quedó silenciosa, pensando en Adam. No, no había ningún resentimiento ni rebeldía en él. Puro, pensó, hasta el fondo, impecable, completo, como debe ser el cordero del sacrificio.”


La velada termina en una cafetería.

“Adam con la cara vuelta hacia la calle, pero mirando hacia abajo. Era una cara extraordinaria, tersa, hermosa y dorada bajo la luz sucia, pero ahora fija en una melancolía ciega, una expresión de ansiedad y desesperación doloridas. Durante una fracción de segundo vislumbró a Adam cuando fuera más viejo, la cara del hombre que no viviría para llegar a ser.”…

Como dijera Gustav Mahler al interpretar por primera vez el final de “El Canto de la Tierra”: después de escuchar esto, ¿no sentirán ganas de suicidarse? O de ponerse a putear.

Hagas lo que hagas, quizás podamos estar de acuerdo en que este último párrafo, y aquel primero sobre la bandera y el vendedor de bonos, están entre lo mejor que uno tiene leído, no? Para quien no ha hecho amistad con la escritura de Katherine Anne Porter, le aseguro que hay mucho más, tan sólo en ese libro de relatos. Sin hablar de su novela “La nave de los locos”… quede para otra vez.
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1 comentario:

badana dijo...

Lo que la guerra hace al espíritu de los hombres lo vemos ( no sé si lo queremos ver ) cada día en la lista de suicidios de ex-combatientes de Malvinas.-Lo que hace a sus mortales estructuras, es ...humus.
Bienvenida la escritura de la desolación si ayuda a alguien a iluminar sus sombras