martes, 2 de junio de 2009

Música y camino. El tango orre, el poder y el control (1)


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El camino y las músicas

El camino hacia vos mismo - cómo se llama, esa ruta sin número, sin carteles, sin mapa anterior al propio andar… Digámosle camino de individuación, o camino de identidad; siempre y cuando tengas presente que no hay tal cosa como “identidad”, sino tu continuo ir y venir entre identificaciones. Identificaciones sucesivas, contradictorias, pendulares. Al que anda lo caracteriza tan sólo el andar mismo. Su nombre no puede ser sustantivo, sino sólo el adjetivo de un NN: transeúnte. El que pasa a través. Ningún sí mismo le es llegada.

Ese camino pasa por ciertas palabras, ciertos lugares; en ellas, en ellos es donde tomas fuerza. Vas acumulando elementos de quizás utilidad futura pero ignorada; como el joven de aquel cuento que por instrucción de su sapiente compañero acopia en su mochila cosas tan dispares como unas alas de cisne, unas varas de mimbre, un sable…

El camino pasa por ciertas músicas, que aparecen en el momento preciso en que debían ser encontradas y escuchadas. Si acaso antes las habías oído, o si volverán después, no lo percibís. Estaban allí en ese exacto momento; allí se dio una cópula entre tu necesidad de decir y esa música, y basta.

Folklore de los '60, tango de los '20/30

Viajero hacia Simurgh, también yo, como cualquiera, he cruzado varios valles de músicas. Después de una primera adolescencia entre los clásicos y algo de jazz, pasé por el folklore de los ‘60, con su carga de paisaje, de historia de los pobres, de rebeliones y de poesía desatada. Y en algún momento de la treintena (de mi treintena) me encontré con los tangos reos. Los deliberadamente reos, que nacieron así por elección y no por naturaleza.

Para mi comodidad, hice una clasificación personal de esos tangos. Me pareció que fueron compuestos y reproducidos con más frecuencia hasta los comienzos de la década de 1930. Y en el conjunto de lo orre, diferencié los tangos sarcásticos por un lado, de aquellos amargos y protestones por otro, que más bien se compusieron entre 1927 y 1933, hasta que alguien o algo apagó la luz.

Dentro de este subgénero que transité, no incluyo a las composiciones de Discepolín, que dan tela para una larga discusión ideológica.

Orre, burlón, crítico y amargo

Los tangos reos y amargos por donde pasé en viaje hacia mí mismo, hacia mi pueblo y hacia mi tiempo, se llamaban Aquaforte (1931) (aquí por Cristóbal Repetto, poesía de la miseria y la explotación,


Un viejo rico que gasta su dinero
emborrachando a Lulu con su champán,
hoy le nego el aumento a un pobre obrero
que le pidio un pedazo más de pan.

y Al pie de la Santa Cruz (1933), con su letra original,

Declaran la huelga,
hay hambre en las casas,
es mucho el trabajo y poco el jornal;
y en ese entrevero de lucha sangrienta,
se venga de un hombre la Ley Patronal.

En el mismo tango, el reclamo a Dios que formula el padre del obrero preso y confinado:

Qué mal te hicimos nosotros
pa' darnos tanto dolor.

(La letra censurada ejemplifica la cirugía castratoria).

Y también Barrio pobre (1929) (aquí cantado por Luis Cardei), y Ventanita de arrabal (1927), esta vez cantado por Carlos Morel, y La Violeta, por Carlitos Gardel, y Dios te salve m’hijo por el impecable Agustín Magaldi que aconseja

no haga caso a los discursos
del Dotor ni del patrón.


Escucharlos era otro modo de apropiarme de la historia social de mi país, como había sucedido también con la música folklórica. En esta vertiente, lo que encontraba era la historia de los pobres de la gran ciudad rioplatense, matizada con momentos de la vida de la campaña bonaerense.

Una corriente cultural, una música que está en la cresta de su propia ola, llama a las cosas por su nombre. Y por eso tiene un sentido revolucionario. O al menos, revulsivo.

Es una operación doble. La poesía en su clímax despoja a las cosas de sus falsos nombres, sin ira pero sin concesión a lo usual. Y clava en ellas los nombres verdaderos. Porque en poesía, como quizás en nada más, no da lo mismo una palabra que otra.

Me cuesta decidir si esta denudación de los nombres verdaderos es más o menos revolucionaria o revulsiva que el contrafilo de estos tangos: la ironía feroz. Ironía en tangos como Seguí mi consejo de 1929 (por Alberto Golán), Justo el 31, de 1930 (por Julio Sosa ) La mina del Ford de 1924 (por Dragontesa) , Packard, Garufa de 1927 (aquí por Agustín Irusta).

Cuántas canciones tangueras de esa etapa son ejemplos de saludable tratamiento corrosivo aplicado sobre los buenos modales corrientes. Quizás se trata de lo mismo: una denudación, sólo que en este caso dirigida hacia las costumbres, aplicada a la costra de las hipocresías sociales que disfrazan la verdad de la lucha de clases, de la dominación, de la miseria más o menos disimulada con más o menos elegancia.

Las letras de estos tangos y milongas llegaban lejos. Diría que a partir de la escritura circulaban para transformarse en literatura oral. He escuchado versos sueltos de algunas de esas letras en boca de gente de pueblo, utilizados con toda pertinencia para referirse al carnero en la huelga, al simulador, al agrandado... Conocí personas casi iletradas, pero cultas depositarias de un enorme acervo de poesía crítica. Les habían llegado estos tangos, por influencia de algún viejo o de algún cantor.

Hasta que alguien apaga la luz, dije. Un régimen que impone la censura e impide que esas letras lleguen a la radio si no son previamente castradas. El asesinato de un artista. Las listas negras. La promoción de un arte domesticado y conveniente que no fastidia a nadie, que si llega a ladrar alguna vez, nunca muerde (Rimoldi Fraga o Jackson Pollock). Hasta que se logra un arte capón sin víscera utópica.

En la Argentina esta cirugía se ha aplicado con el tango y el folklore, entre los años 30-40 y en los 75-80 del siglo pasado, respectivamente. En el caso del tango, desaparecieron sus especímenes de inclinación crítica social, y quedó en pie como variedad predominante el subgénero caracterizado por el individualismo y el sufrimiento romántico.

Pero volvamos al ámbito de lo orre. Porque un tango de esa especie quiero compartir con ustedes, en el tramo siguiente.
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1 comentario:

Germán dijo...

Ramón: Soy un apasionado de los tangos reos, sobre todo los compuestos por Yacarè (Felipe Fernández)y El Malevo Muñoz (Carlos de la Púa) y musicalizados po el Ofe Leonel.
¡Cómo suma tu blog Ramón!...un capo realmente.
El letrista de Acquaforte era de acá de Bahía...Marambio Catán se llamaba el hombre.Un abrazo.