jueves, 7 de enero de 2010

Cumple años Rafael Barrett


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Rafael Barrett, el Centenario y el Bicentenario

Nació español y señorito un 7 de enero de 1876 en Torrelavega, bajo los nombres de Rafael Angel Jorge Julián Barrett y Álvarez de Toledo. Murió tísico, solo, anarquista y proletario a los 34 años en Francia. Emigrado de España a raíz de un lance de honor, estuvo en Argentina y Paraguay, donde se fue transformando en periodista y escritor revolucionario y adquirió la ciudadanía que sólo puede dar la solidaridad en la lucha. En sus crónicas hizo constar la inhumanidad de los obrajes, las fábricas, los conventillos. La yerba mate viene con sangre, decía. Cuando se produjo su muerte en Francia en diciembre de 1910, acá todavía resonaban las trompetas de oro del Centenario.

El homenaje a Barrett constituye una ocasión para abrir los ojos. Para irrumpir en el programa del Bicentenario, que pronto será motivo de las intervenciones "autorizadas" de los ruralistas, de los poderosos de toda laya y de las vacas sagradas de la intelectualidad argentina, de los Aguinis, Asís y alguno más; de los eclesiásticos que todavía no se bancan aquella Revolución de 1810 y la existencia de un estado que les disputa los espacios culturales y sociales… a prepararse, mis amigos. Se vienen unos meses de saturación de patrioterismo e incienso.

Barret vio la otra cara del Centenario: explotación y amedrentamiento. Hoy la continuidad de las desapariciones no esclarecidas y la proliferación de amenazas y atentados de las "brigadas blancas", significan una nueva etapa del Terror que él denunció en 1910. Su evocación es inspiradora a la hora de hacer "otra celebración" del Bicentenario, de volver sobre la necesidad de construir “patria y argentina”, como lo postulaba aquel generoso lema prerrevolucionario de 1802, a partir de los pueblos sojuzgados, de los rincones de postergación, de las luchas por la recuperación de los bienes y de los derechos elementales.

Los diarios grandes no siempre publicaron los escritos de este hombre. Sólo unos pocos escritores locales (entre ellos, Jorge Luis Borges) lo tuvieron presente. Cuando Federico García Lorca visitó la Argentina, en 1933, se interesó por las huellas y los escritos de Barrett: “pero si aquí habéis tenido a un gran escritor…”. La mayoría de sus interlocutores no lo conocía.

Conmemoro su nacimiento con citas de una recopilación de sus artículos de tiempos del Centenario (*).


EL TERROR DE 1910 EN LA ARGENTINA - INDIOS, GRINGOS, POBRES

/10/ “En la ley González, codificando el trabajo (1907), se lee este pasaje delicioso: “La protección a las razas indias no puede admitirse si no es para asegurarles una extinción dulce”.

/11/ “Hoy no es raro que los misioneros sean simples traficantes o Barnums de sotana, protegidos por los fusiles oficiales. El salesiano Balzola, director de la colonia “Thereza Christina”, en Mato Grosso, es un tipo de apóstol moderno. Se llevó a tres indios bororós para exhibirlos en Turín, y cuando le preguntaron si había bautizado a sus fieras, contestó que lo haría solemnemente, en plena Exposición y a dos francos la entrada…”

/118/ … “un oficial le atraviesa la ingle con la espada a un conscripto ‘porque no marcaba bien el paso’” … a otro, Gismani, lo condenan a tres años de presidio por insubordinación: asmático, no había podido seguir con el trote… “En 1890, los ‘muchachos’ de los cantones se solazaban fusilando a metecos distraídos. Mataron así a muchos trabajadores que cruzaban las calles, albañiles en los andamios, etc. Llamaban a tan chistosa operación ‘cagar gringos’. Un ‘indio’ de calle Florida mata de un tiro de revólver a un niño lustrabotas porque no le hace brillar bien los botines. Quedan impunes. Lo mismo que los “indios” estudiosos que en mayo atropellaron e incendiaron hogares obreros."

/122/ “En las almas no hay luz. No hay sino terror. Es el terror quien mata. Jamás se apoderó de una sociedad un terror semejante al que como un sudario negro ha caído sobre la Argentina. Al primer estampido de la dinamita, este pueblo de republicanos ha gritado: “¡El zar tenía razón!” Mientras los jesuitas del Salvador, con sus alumnos armados de carabina, desfilaban ante el cadáver del coronel, la policía, imponiendo silencio a cinco millones de hombres libres, preparaba la caza del proletario. ¡Admirable ejemplo de la futilidad de las leyes! La Constitución, prostituida en cada campaña electoral, fue declarada impotente para reprimir un delito común. Tres mil obreros fueron deportados o enviados a presidio. Las detenciones continúan. Si el autor del atentado no estuviera preso, no habrían quedado en Buenos Aires más que los que viven de sus rentas. El juez se contenta con tres mil cómplices. En la sombra espesa y muda que invade a la metrópoli sólo se distinguen las garras del gendarme, protectoras del dinero porteño. Los inmigrantes rusos son rechazados en la dársena. La Argentina, sentada sobre sus sacos de oro ganados por el gringo, llora el haber sido tan hospitalaria. “¡Ingratos!”, dice a los innumerables trabajadores que sudan en los campos, en los saladeros, en los talleres, en las fábricas y en los docks, enriqueciéndola sin límite. “¡Ingratos!” repite a los centenares de inocentes que manda a presidio. El terror tiene su lado cómico. Tiene también su alcance instructivo. En estos choques un país se vomita a sí propio: es el momento de estudiarlo. Estudiad, pues, la desesperaciòn con que Buenos Aires defiende su bolsa del espectro anarquista; Buenos Aires, la ciudad estómago, donde los tribunales han castigado con cuatro años de cárcel a un infeliz que había robado un dedal y con seis a otro que había sustraído un pantalón. Pero no es únicamente Buenos Aires, no; es la América latina entera donde no hay más Biblia que el registro de la propiedad, donde la escuela honra el afán de lucro como una virtud y los padres predican a sus hijos la codicia. Ni siquiera imítase ya a la América sajona. Allí nacen religiones nuevas, en tanto que vosotros no tenéis religión, puesto que os devora el radicalismo. Allí los millardarios intentan hacerse perdonar y fundan establecimientos públicos. ¿Quién se avergüenza aquí de su fortuna y ante quién se avergonzaría, si cuanto más rico más venerado es? Locura es figurarse que un régimen de avaricia puede ser un régimen de paz; la avaricia es forma del odio como la rabia homicida; en ella se transmuta y de ella brota. Las persecuciones de hoy traerán las bombas de mañana, que traerán otras persecuciones, y la sangre renueva el terror que hace verter más sangre.”

(*)BARRET, Rafael. El terror argentino. Buenos Aires, Editorial Proyección, 1971.


3 comentarios:

Unknown dijo...

Me resultó interesante la historia de este hombre a quien no conocía. Ya la estoy compartiendo!
Gracias Ramón.

Anónimo dijo...

Abrazo el interés por releer la obra de Barrett, de una profunda densidad literaria y ética. En este tiempo de conmemoraciones es imprescindible volver a Barret para releer en su obra la historia silenciada y para quienes no lo conocían, iniciar el delicioso camino de su descubrimiento.

Debajo agrego unos enlaces de algunos trabajos que he realizado sobre su obra:

http://www.ensayistas.org/filosofos/paraguay/barrett/rocio.htm

http://www.ensayistas.org/filosofos/paraguay/barrett/rocio2.htm

Rocio dijo...

Abrazo el interés por releer la obra de Rafael Barrett, de una profunda densidad literaria y ética. En estos tiempos de conmemoraciones, es imprescindible volver a Barrett para pensar la historia silenciada de la mano de un escritor maravilloso.

Debajo dejo unos enlaces para compartir con algunos trabajos realizados a partir de sus escritos:

http://www.ensayistas.org/filosofos/paraguay/barrett/rocio2.htm

http://www.ensayistas.org/filosofos/paraguay/barrett/rocio.htm