domingo, 19 de septiembre de 2010

Belgrano, ese hereje. 3.

Retrato de Manuel Lacunza en la edición de 1826 de su obra.

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Una doctrina a contrapelo

La obra de Lacunza confrontaba con algunas de las líneas maestras del poder jerárquico sobre el cristianismo.

A partir del siglo V d.e.c., los dignatarios eclesiásticos habían ido dejando de lado, discretamente, la espera del próximo arribo del Salvador. La concepción de un kairós, tiempo de ruptura, transversal al cronos, a la duración, quedó en el limbo de lo ya no más dicho. Se deshistorizaba así el drama histórico religioso. Ya no estaba en el centro de atención el destino de la humanidad y de las naciones, sino el goteo de almas individuales, que serían juzgadas, una por una, como en un sistema jurídico liberal, y destinadas al lugar que les correspondiera. La noción de Día del Juicio, día universal, quedaba discretamente sustituida por la sucesión de expedientes judiciales personales.

La recuperación conceptual hecha por Lacunza vuelve a poner en segundo lugar el cronos, y con ello el proceso acumulativo temporal, y entroniza el kairos. Pero si lo más decisivo del tiempo es el kairos, entonces pasa a ser necesidad que los seres humanos se ocupen del conjunto, no sólo de la individualidad de sí mismos. Que observen las señales históricas; y que en su caso, se jueguen por alguno de los bandos del drama, el que crean más conforme a los valores cristianos.

El propio Lacunza lo señala en uno de los párrafos finales de La Venida:

"En suma, no perdamos tiempo: la felicidad suma, completa y eterna que está prometida a los justos, hermanos menores del Hombre Dios, conformes a la imagen de su Hijo, no podremos alcanzarla jamás, si no nos servimos de aquellas dos alas absolutamente necesarias e indispensables, que son fe y justicia. Sin estas alas, no separadas, sino unidas entre sí, y ayudándose mutuamente como buenas hermanas, no tenemos que esperar la herencia en el reino de Cristo y de Dios ni ser coherederos de Cristo, pues se nos pide que padezcamos con él, para que seamos también glorificados con él".

Mas, si tal es el drama, entonces quedan harto disminuidos los papeles y aranceles de los administradores de confesiones, casamientos y bautismos, la menuda administración de la ira de Dios dirigida contra una viejuca que murmuró un ensalmo o un adúltero pueblerino. Ni siquiera se podía confiar en esos administradores para que leyeran la Escritura. Por cierto no eran ni son muy dados a esas lecturas de las fuentes originarias. Aparte de la natural propensión a la comodidad, puede que les retintineara la mente una advertencia; quien se anima a leer la Palabra y a pensarla, está dando el primer paso hacia la hoguera. Esto habían enseñado las jerarquías, desde el arranque de su proyecto de poder; y reforzaron esta pedagogía del terror en los tiempos modernos.

Por qué Belgrano

¿Será el lacuncismo de Belgrano un rasgo intelectual que se corresponde con sus concepciones políticas? La pregunta es válida porque ser persona no se agota en lo sistemático, y felizmente, si vamos avanzando en coherencias, es por el camino de las contradicciones. ¿Puede que esa opción doctrinaria del general abogado haya sido una pieza suelta, desconectada del con junto de sus ideas?

Este curioseador entiende que por el contrario, Belgrano eligió entre las versiones del cristianismo de su tiempo, aquella que concordaba con una visión transformadora y revolucionaria, jugada en la relación entre los pueblos, la historia y la intervención metafisica.

Creo que el Belgrano político y revolucionario se vincula fuerte y hondamente con el Belgrano lacunciano, teniendo en cuenta que:

- La publicación de la obra del expulso es una reivindicación de otro modo de pensar la religión, pensarla desde lo americano. “De contrabando” en España, la Venida de Cristo venía a ser cuasi oficial en América;

- Al sostener la reversión o subversión del tiempo, los postulados de Lacunza cuadran con un ideario revolucionario o transformador, y especialmente cuando proclaman la necesidad de una acción inspirada en la fe y la justicia.

- Se percibe un parentesco simbólico y metafórico; las imágenes del quiliasmo son capaces de inspirar la acción política: la Revolución se parece más a la parusía que a la suma liberal de vidas y tiempos de los individuos; la visión de “otro siglo” era contagiable a la política; el modo en que simbolizamos el tiempo, sea como metáfora o como cosmovisión, promueve o ciega la irrupción de lo utópico en la historia;

- el tiempo del cairós es de permanente inminencia; tiempo de acecho y busca de señales, de esperar y operar; en suma, la clase de tiempo que postulan y viven las revoluciones;

- la instauración de lo Otro, que viene a reponerse en el centro de una historia humanizada, la recreación de Dios, la revisión del tiempo, manifiestan en el campo del simbolismo religioso la revolución deseada por Belgrano;
- la exigencia de práctica para la teoría y de teoría para la práctica integra el mensaje milenarista. La teoría o la visión del milenio no se realiza sin la acción humana; pero la acción humana no tendría sentido si no se insertaria en la utopía sobreviniente. La integración entre teoría y práctica es, también, un modelo para la revolución.
Quede en claro que con estos renglones y con estas conclusiones, no tratamos de presentarlo a Belgrano como un adventista anticipado, sino como un revolucionario íntegro. No se trata de pasarlo de un cuadro a una estampita, sino de romper el marco y recobrar una persona viva, en sus coherencias y contradicciones. Tampoco quisiéramos hacerle decir a Belgrano más de lo que ya dijo. Pero sí estimamos que no es casual su opción religiosa; aunque en su tiempo no hubiera sido formulada en los términos de nuestras conclusiones, hay una concordancia cierta entre la lógica política y la de esta creencia.

Pero entonces

Pero entonces, ¿por qué la insistencia en presentarnos a este hombre como un católico ejemplar? Su adhesión al milenarismo lo aleja de las jerarquías eclesiásticas. Sí en cambio es destacable su devoción mariana, la apelación frecuente al acompañamiento de la Virgen en las empresas políticas. El general devoto no criticó a San Martín por meter preso y cambiarle el apellido a un cura reaccionario, sino que le sugirió superar su distanciamiento racionalista con respecto a la devoción de los pueblos.

Pero eso requiere ponernos a estudiar otro tema, que tiene que ver con Guadalupe, la Candelaria, Sumampa y Luján, y con una presencia numinosa que no se agota en el marco eclesiástico. Por hoy, hagamos aquí una pausa.


(Páginas de El Rey Desnudo. Símbolos y poder. Por Ramón Minieri. En preparación.)


Lacunza y Díaz, Manuel S.J La venida de Cristo en gloria y majestad. Observaciones de Juan Josafat Ben Ezra
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/05815173144647151932268/index.htm.


Parra, Freddy (2003). Historia y escatología en Manuel Lacunza. La temporalidad a través del milenarismo lacunziano. Santiago de Chile. Rev. Teología y Vida, v. 44 n.2-3


Priora, Juan C. (2003) Manuel Belgrano y Manuel Lacunza S.J.: Una conexión intelectual enigmática. Paraná, Universidad Nacional del Litoral, Departamento de Filosofía, IV Jornadas de Comunicación de Investigación en Filosofía.

3 comentarios:

MorganLeo dijo...

Gracias Ramon por estos posteos, que nos esclarecen y ayudan a reflexionar. En cuanto a la jerarquia catolica (y quizas podamos asimilarlo a mas de una religion), de tanto que le gusta andar franeleando con el poder y mirando el sol que mas calienta, vive siempre alejada de la reflexion, por lo que siempre anda a contramano de las revoluciones, y cuando toma la misma direccion, es cuando esas revoluciones se convierten en poder establecido, dejan de reflexionar, y entran en decadencia. Un abrazo

Anónimo dijo...

belgrano, inmenso.
gracias por difundir sus ideas, ojalá algún día las pongamos en práctica.

ricardo moyano

Gustavo Rubén Bessolo dijo...

La realidad es dialéctica y no se deja abarcar en una sola mirada. El milenarismo y el mesianismo son elementos subversivos de lo dado pero también, proyectos totales que devienen en totalitarios. Ya lo dijo Maimónides al comentar la esperanza en la Venida del Mesías
, esperar pero no contar con él, un cambio sí pero no una destrucción total de lo dado.