LOS MITOS DEL JUEGO
Cada sábado, en esta columna de inactualidad, narramos algún mito. Hoy, confesando nuestro oportunismo, ya que están en pleno desarrollo los Juegos Olímpicos de Beijing, vamos a contar y comentar algunos mitos relacionados con el juego.
La canción para entrar en tema es "Jugar por jugar" de y por Joaquín Sabina.
JUEGO, MUERTE, DIOSES
La letra de Joaquín, genial juglar, nos transmite el sentido del juego juguetón, ese que se permite hacer malabarismos con todo, sin asignarle gravedad a nada. Nos lo dice el estribillo:
La cara juguetona del juego, esa que pone en juego el juglar, se denomina en nuestro idioma con el mismo vocablo que la otra faz, la más seria y terrible. Me dicen que en inglés "play" y "game" hacen referencia a cada una de esas dos caras. ¿Será realmente así?
Parece también que dos palabras heredadas, "ludus" (que está en nuestro "lúdico" y en el ludo) y "jocus", las dos del latín, señalan estas dos caras del jugar. Juego viene del latín jocus y este a su vez deriva, o bien de una raíz indoeuropea diu-div, en su forma div-yati, "jugar, estar contento, saltar" o bien de jak que tiene un significado base de "burlar" y... marquemos esto, "arrojar". La "jaculatoria" y el dardo latino ("jaculum"), ese que se arroja y es mortal, vienen de esta palabra. En cambio lúdico, ludo, del latín ludus tienen como raíz indoeuropea lug-leg o rug-reg, "saltar", "exultar". Hay un aparatito, el ludión, que aunque está dedicado seriamente a la didáctica de la ciencia, sin embargo tiene un pequeño juglar incorporado, y de él toma su nombre.
Aunque esto de calibrar los matices de las palabras nos pone frente a fenómenos harto resbaladizos, me atrevería a proponer que muchos vamos a estar de acuerdo en que se dice :"esto es un juego muy serio", o "son las reglas del juego", con cierto sentido de gravedad; mientras que no diríamos que lo lúdico es muy serio, o que estas son las reglas para lo lúdico.
Sabina se asume como un juguetón vital; su canción es puro "ludus". De modo muy distinto se pronuncia alguien que se presenta como un profesional del juego: William Shankly (1913 - 1981) entrenador de fútbol, afirmó "Mucha gente piensa que el fútbol es un juego a vida o muerte; pero es mucho más importante que eso".
Permítanme un relato personal. De muchacho me fue dada la oportunidad de conocer y tratar personalmente a Ezequiel Martínez Estrada. Durante los últimos meses de su vida fui diariamente a su casa, para escucharlo; poco podía yo aportar a una conversación con él. Entre los episodios de su vida que me narró, estaban las caminatas y partidas de ajedrez que sostuvo con Horacio Quiroga.
Quiroga iba a visitarlo a Ezequiel a su casa. Conversaban hasta que anochecía, y entonces Quiroga empezaba a despedirse. Martínez Estrada le ofrecía caminar algunas cuadras con él. Frecuentemente sucedía que en el curso de la caminata Quiroga iniciaba una partida de ajedrez, enunciando el primer movimiento, pongamos "Peón cuatro rey". Su compañero no podía resistirse al envite. Así se desarrollaba la partida mientras iban caminando hacia la lejana casa de Quiroga. A veces terminaba el juego a mitad camino. Entonces el ganador iniciaba otra partida. Para cuando llegaban a lo de Quiroga, más de una hora después de haber salido, esta otra partida recién estaba promediada. Entonces emprendían el camino de nuevo hacia la casa de Martínez Estrada, jugando siempre. Y quizás luego volverían a lo de Quiroga. "Y a veces se nos hacían las cuatro de la mañana", contaba riendo don Ezequiel.
¿Qué hay de posesivo y terrible tras el juego, y no sólo tras el juego de naipes o la ruleta, que produce historias como esta?
Hay otras donde el juego se desata igualmente que en las caminatas de los dos escritores, pero con consecuencias más terribles. En el Mahàbhárata, el príncipe tahur Shakuni conspira con el jefe del clan de los Kauravas, Duryodhana, para arruinar con malas artes a su adversario, el noble Yudishtira. Ya en el momento de invitar a este y a toda su parentela a la fiesta, el mensajero anticipa "Se va a jugar un gran juego". Y dice el texto que "Yudishtira se entristeció enormemente", y no estaba dispuesto a jugar con Shakuni. Pero "no podía rehusar la invitación de Dhritarashtra, o despreciar un desafío a la lucha o al juego con sus iguales, por ser un verdadero kshatriya". Un código entre pares, código de cierta nobleza, obliga a jugar. Actitudes semejantes he visto en jugadores actuales, a quienes se los invita a una partida difícil, cuando ya casi no tienen con qué apostar.
Hay que decir que en esta partida ya estaban interviniendo los dioses. Al artero Duryodhana le sucedió aquello que anunciaba el sabio Sanjaya "Los dioses primero privan de la razón al hombre a quien quieren perder." La máxima ha pasado de sabio en sabio, hasta que no hace mucho la recitaba el historiador norteamericano Charles Beard, como una de las grandes lecciones de la historia.
Volviendo a la partida, el noble Duryodhana, sintiéndose obligado por la ley del juego entre pares, no sólo pierde el reino y todos sus bienes, sino hasta su esposa, la bella Draupadi.
La misma concepción del juego que obliga al hombre y provoca su perdición aparece en el mismo libro, en la historia de Nala y Damayanti. También este último pierde todo en el juego... salvo, esta vez, su bella esposa.
Más allá del juego por jugar, comienza el juego total y fatal. Y comenzado, ya no se detiene.
Manuel Sánchez Dragó (en "Gargoris y Habidis") observa que el Juego de la Oca es una lección encubierta acerca del camino de la vida, y de las reencarnaciones. Se producen idas y vueltas, detenciones; hay vicisitudes que obligan a volver al punto de partida. Y el puntaje debe ser exacto para que el jugador pueda ingresar al espacio paradisíaco, o al Nirvana, o como quiera se llame ese lugar del logro final. Un juego así, de camino, parece haber sido el que se halla en las sepulturas reales de Ur (2.800 a.C.) no muy distinto del "senet" egipcio (del que parece proceder nuestro backgammon).
La rayuela es asimismo un juego de idas, retornos, pruebas repetidas, hasta que el jugador acierta con el "cielo".
De modo sutil, estos juegos de niños nos vinieron transmitiendo un conocimiento distinto del que recibíamos en la escuela o en la parroquia.
Quizás en la actualidad este mismo papel lo desempeñen los juegos para play station o computadora. Del mismo modo que el relato iniciático se expresa en el cine, en una multitud de road movies o de argumentos de ciencia ficción como The Matrix.
Juego, cosmos, muerte
En alguna oportunidad, esas muertes relacionadas con el juego significan algo más que anécdotas individuales (una vez más, es para preguntarse si existe lo individual, y en su caso, cómo es posible que exista). La lucha entre Pandavas y Kauravas que se desarrolla en el Mahàbhárata, quizés está cifrando una pugna cósmica - que ha de finalizar con la destrucción final de los Kauravas, pero en última instancia con la extinción del mundo.
Hay juegos cosmológicos. ¿Acaso no lo es el trompo? Su aparente dormición, su quietud, sin embargo es actividad. Está en movimiento como el dios aristotélico, el primer móvil inmóvil. Es la figura de lo extático generador. Los juegos de Shiva con su tamboril que genera mediante la palabra y que destruye, están en la misma línea de imaginería simbólica.
La relación entre juego y dinámica del cosmos, y entre esta y la muerte, quizás halla su expresión más gráfica en el juego de pelota de los quiché, tal como se lo narra en el Popol Vuh. El juego de pelota es el lugar y el tiempo de encuentro y combate entre este mundo y el subterráneo, entre los dioses terrestres y los infernales. El resultado del juego es indiscutible: en la lucha entre la Luz y la Oscuridad, los perdedores son decapitados, y el Sol de la nueva edad se nutre para ascender y prosperar.
Llamativo es que los juegos suelan experimentar un clivaje desde lo múltiple hacia lo agonal. Empiezan siendo para más contrincantes, pero desembocan en una lucha entre dos. El nombre persa "shatrang", transformado por los árabes en "axatrang", es el origen de nuestra palabra "ajedrez". Pero "shatrang" procedía del hindú "Chaturanga"... y este vocablo significaba "cuatro temas", porque el juego estaba diseñado para cuatro jugadores (amarillo, rojo, verde y negro) enfrentados por parejas. No perduró esta opción, como ninguna de las otras propuestas ajedrecísticas (entre ellas, algunas de Alfonso El Sabio) que pretendieron establecer un ajedrez para más de dos.
Interesante es anotar también que el primer ajedrez se jugaba con dados. Estos decidían quién jugaba, y qué movimientos podría hacer. Un "generador de azar", en este caso el dado, introducía el acaso como una constante cósmica, aún en los juegos que hoy son "sólo de inteligencia".
Un abrazo para todos ustedes.
2 comentarios:
Jugar por jugar yo juego con los amigos (siempre que no sean demasiado competitivos)porque parafraseando a Dolina es mejor perder con los amigos que ganar con los desonocidos.
Un abrazo y Adelante con tu blog
Fernando
jugar por jugar acaba con el ultimo impulso de la infancia , luego ya no hay juego inocente.
Por eso todo puede ser juego , todo puede no serlo .
En la película juegos prohibidos , Nick Cassavetes explora la delgada membrana que separa el juego del no juego. Dioses jugando con la muerte , hombres jugando a ser dioses
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