domingo, 17 de agosto de 2008

Watsiltsum, el "Árbol del Gualicho"


Watsiltsum, el "Árbol del Gualicho"


En cercanías del pueblo donde vivo, Río Colorado (provincia de Río Negro) hubo un “árbol del Gualicho”. Era un algarrobo gigantesco y añoso; para la época de su destrucción seguramente superaba los dos siglos de edad. Estaba cerca de la costa del río que da su nombre al pueblo, y de la actual Colonia El Gualicho, en un campo de propiedad particular.

Algunos viajeros han explicado la función religiosa de este árbol. Charles Darwin, el padre Pedro Bonacina, Remigio Lupo, describen cómo los indios que pasaban por el lugar en el curso de sus viajes, ofrendaban hebras de sus ponchos y matras, que quedaban prendidas como extrañas flores en las ramas del árbol. También se le ofrecían gotas de aguardiente volcadas en la tierra, briznas de tabaco, y hasta el sacrificio de algún caballo cuyos huesos se veían allí cerca. Algún viajero, detenido bajo la copa, inhalaba y exhalaba, despaciosamente y como en estado de trance, el humo de una pipa… Todo esto, nos informan, se hacía con la intención de propiciarse la voluntad de la deidad, para poder realizar un buen viaje.

Hubo otros sitios del norte de la Patagonia donde algún árbol u otro fenómeno especial (por ejemplo un campo de fósiles) recibió la misma denominación.

El nombre de “Gualicho” tiene hoy, en nuestro uso cotidiano, un significado peyorativo. Se lo asocia con encantamientos supersticiosos e influencias demoníacas. Pero el significado del Gualicho entre los indios es mucho más rico y complejo. Watsiltsum (así sonaba el nombre original) era “el Girador” o “la Giradora” (entre los Guenakén, los grandes dioses podían ser indistintamente de sexo masculino o femenino). Era una deidad que presidía los tránsitos y los itinerarios. No sólo regía los caminos materiales, sino también los senderos invisibles entre distintos mundos. No sólo para sortear una difícil y árida travesía; también para pasar de este mundo al de los espíritus, para comunicarse con los antepasados o las divinidades, era preciso congraciarse con este numen.

Quizás las pinturas rupestres de grecas (espirales o líneas sinuosas) sean una especie de mapas de estos caminos que conectaban los distintos mundos. Asimismo el arte del chamán, que viaja al “otro mundo” para avizorar y vuelve a este para curar, está presidido por Watsiltsum.

Estas características del pensamiento indígena permiten entender el significado más relevante del árbol del Gualicho. Era un lugar-eje, un camino entre distintos países y distintos mundos. Allí estaba Watsiltsum, indispensable auxiliar y orientación en todos los viajes: los del cuerpo y los del espíritu. Un nudo y un puente cósmico, en ese lugar originario.

El vínculo simbólico entre cierto árbol, una encrucijada, y una escala que conecta distintos niveles cósmicos, no ha sido patrimonio exclusivo de los Guenakén (tehuelches). En la hermosa película "Cartas de París" (dirigida por Julie Bertocelli), las mujeres de Tbilisi, en Georgia, dejan sus ofrendas antes de iniciar un viaje, en las ramas o al pie de un árbol semejante al del Gualicho. Y el mismo tipo de árbol tutelar de los viajes y las encrucijadas aparece en algunas comunidades africanas.

Me pregunto si habrá sobrevivido el árbol de Tbilisi, tras los cañoneos o bombardeos de los rusos sobre Georgia, en estos días. En cuanto al gigantesco algarrobo mágico de Río Colorado, fue calcinado parcialmente por un rayo en 1981. Después, los dueños del campo mandaron desgajarlo y utilizarlo como leña.

Yo procuro hacerlo recrecer en la poesía.



(Datos sobre Watsiltsum, la Giradora, tomados de CASAMIQUELA, Rodolfo. En pos del gualicho. Viedma, Fondo Editorial Rionegrino, 1988.)

1 comentario:

Wally dijo...

Aguante Teache's !!!!!