martes, 23 de septiembre de 2008

El Ave Simurgh y el Coloquio de los Pájaros



El Ave Simurgh

Esta es para mí la metáfora de las metáforas. Aunque tan sólo pueda narrarla o describirla, sin presumir de entenderla, se me hace que en ella está figurada la iniciación, el camino hacia sí mismo y hacia todo otro, el encuentro con la divinidad - o con la propia divinidad. Y alcanzo a ver también una reflexión acerca del verdadero significado de la autoridad y del magisterio.

Mausoleo de Attar, en Nishapur


En algún lado he leído (Raffaele Pettazzoni) que al orar, ningún politeísta lo es. Porque cada vez que un devoto piensa en un dios, cada vez que se dirige a él o a ella, siente a esa deidad como la única. Pettazzoni definió esta posición como “henoteísmo”. Lo mismo puede sucedernos con una obra poética. Al estar con ella, la sentimos como única, inigualable – y lo es. Eso me sucede con “El Coloquio de los Pájaros”, la obra de Farid Ud -Din Attar de Nishapur en la que nos espera Simurgh.

La primera parte del poema es una Invocación en forma de himno. Es imposible resumir esta invocación; hay que leerla por entero y dejar que haga su efecto. Sólo voy a copiar algunos renglones, a modo de muestra:

“No hay nada más que El / pero nadie lo puede ver.” …
“Quien ve un reflejo suyo pierde el sentido / y quien lo ve por completo pierde su ser.” …
“Cada átomo tiene una puerta diferente / y te guía por un sendero diferente a la esencia”…
“Para conocerse a uno mismo / se han de vivir cientos de vidas.” …
“Si le das valor a la verdad, no busques analogías.”


La segunda parte es un saludo a cada especie de ave que interviene en la osada búsqueda de Simurgh. Son ellas el Coronado, el Colibrí, el Loro, la Perdiz, el Halcón Real, la Codorniz, el Ruiseñor, el Pavo Real, el Faisán, la Torcaz, el Pichón, el Halcón, el Dorado. Cada una representa algo de nosotros, y de las condiciones de la búsqueda.

La historia comienza en la tercera parte, de manera muy directa. “Todas las aves del mundo, conocidas y desconocidas, se reunieron en una asamblea.” Y allí coincidieron en la necesidad de contar con un rey, como lo tienen todos los países. Sólo un rey podría garantizar “una buena organización y una correcta administración”, se dicen.

El Coronado y los obstáculos de las aves

El Coronado es el iniciado – iniciador. Será quien oriente el viaje. Les dice a las aves: “Tenemos un rey verdadero, que vive detrás de las montañas Kaf. Su nombre es Simurgh. Él está cerca de nosotros, pero nosotros estamos muy lejos de él.” Les relata a las aves cómo se manifestó por primera vez el Simurgh en la China, a medianoche: gracias a una de sus plumas que cayó en el Celeste Imperio nació la escritura y la ciencia de los chinos. “De ahí el dicho: el conocimiento se encuentra en China”.


Exaltadas por las palabras del Coronado, las aves deciden ir juntas a buscar a Simurgh: “todos se hicieron amigos de todos y enemigos de sí mismos.” Pero cada ave tiene en sí misma un obstáculo, y lo manifiesta ante el Coronado y ante las demás. El Ruiseñor está pendiente del amor de la Rosa, de la que no puede alejarse ni una sola noche. Al Loro le bastaría con acercarse a Khizr y beber el agua fresca de su fuente de inmortalidad. El Pavo Real sólo añora el Paraíso originario, y no este nuevo viaje. El Pato es feliz en la superficie límpida del agua, en la que se desliza y lava sus problemas. La Perdiz ama las piedras preciosas, y no puede desprenderse de ellas. El Humayun gobierna a los reyes mediante su sombra, y no le atrae dejar de lado su poderío para buscar al Simurgh. El Halcón se deleita en la compañía de los reyes; para qué apartarse de sus cortes. La Garza vive presa de su melancolía y de la pasión por el mar donde anida. El Búho feliz entre las ruinas, y en la espera de encontrar un tesoro allí, no querría viajar. El Gorrión siente como limitación su propia fragilidad.

Una por una las aves exponen sus dudas, y a todas les responde el Coronado mediante parábolas, historias y ejemplos. Una de las historias más cautivantes es la del Jeque San’an, que se enamora de una joven cristiana hasta “perderse”.

Parten las aves por fin, y “había tantas en el lugar de partida, que con su masa taparon a la luna.”

Se suceden momentos en los que los pájaros alegan con el Coronado, aquejados aún por dudas y cuestiones. Veintidós de ellos plantean sus alegatos. Y en su papel de Guía, el Coronado alterna apólogos, relatos y apelaciones enérgicas, logrando que sigan todos en camino.

Los siete valles

Las aves atraviesan siete valles, más allá de los cuales se encuentra el Simurgh. Son ellos: el Valle de los Cuestionamientos, el Valle del Amor, el Valle del Entendimiento, el Valle de la Independencia y la Separación, el Valle de la Unidad Pura, el Valle del Asombro, y finalmente el Valle de la Pobreza y de la Nada.

De los miles de pájaros, sólo treinta llegan al palacio del Simurgh. El Chambelán sale a recibirlos; cuando les pregunta sus nombres y orígenes, las aves responden airadas: será que el Rey quiere burlarse de ellas, que va a demorarlas, después de tanto sufrimiento… El Chambelán les señala este último obstáculo “¿Sólo traéis quejas y lamentos? ¡Regresad entonces por donde habéis venido, oh vil montón de tierra!” Inflamadas de amor, las aves se proponen simplemente ver a Simurgh, sin importarles nada más. Y entonces son admitidos ante su presencia.

“Al final, en un estado de contemplación, se dieron cuenta de que ellos eran Simurgh, y que Simurgh era las treinta aves.


El Simurgh, sin usar el habla les dijo: “El sol de la majestad es un espejo. El que se ve en él ve a su alma y a su cuerpo, y los ve por completo. Como habéis llegado hasta aquí como treinta aves (si-murgh), os miráis como treinta aves en este espejo. Si hubieran venido cuarenta o cincuenta, hubiera sucedido lo mismo. Y aunque ahora habéis cambiado, en este espejo os véis como antes. "


Pero hay que leer personalmente toda la historia, y especialmente la parte que sigue a este momento de reconocimiento, así como el exaltado himno del Epílogo. “No leas esto sólo como un poema / ni como un libro de magia o sentimiento / sólo así quedarás insatisfecho / de tí mismo y del mundo/ y sentirás que de algo quedas hambriento.”

Y… sigue.

He consultado una edición en castellano en la que no se indica al traductor ni al editor. Ha sido publicada por Editorial Humanitas de Barcelona, en 1988; está maculada por cantidad de groseros errores tipográficos. Una excelente edición en inglés está disponible gratuitamente en Internet, en el sitio Sacred Texts; es la traducción de Edward Fitz Gerald, realizada en 1889. Esteban Ierardo ha publicado una brillante y certera síntesis del poema.

Aconsejo leerlo; no creo que sigas siendo el mismo, después de haber participado en el Coloquio de los Pájaros.

1 comentario:

badana dijo...

El Coronado de " El coloquio de los pájaros" de Attar de Nishappur; Foster Wallace en su discurso de graduados , ambos iniciadores del mismo vuelo.-

Ambos están en el blog juntos.
Casualidad?
O tal vez Ramón Minieri , como William Faulkner relata de diferentes maneras " la misma carrera de caballos hacia la nada"?

Aunque mejor pensar un "hacia el Simurgh...