sábado, 20 de septiembre de 2008

Recorridos por el bestiario mítico

Fénix, centauros, basiliscos, quimeras, unicornios, ouroboros...
Recorridos por el bestiario mítico

Avistajes del Ave Fénix
Últimamente no hemos tenido noticia de avistajes de ave fénix en esta comarca. Quizás porque las apariciones de chupacabras, más sensacionalistas y con mejor prensa, han absorbido totalmente la atención pública. Pero que lo hay, la hay. (La contradicción de géneros no es por error: al igual que los dioses arcaicos, Fénix es tan femenina como masculino – rasgo que caracteriza a un ser completo.)
Su escasa notoriedad se explica porque sólo ofrece su espectáculo una vez cada mil años. Es difícil anunciar que en el informativo, o en nuestro programa del próximo sábado, tendremos las declaraciones exclusivas del Fénix, en vivo, en directo y con la pira preparada. De uno a otro episodio, hasta el cronista más avispado se olvida; a ver, dónde anotaría usted algo que tiene que recordar dentro de mil años. O apenas 500, según otra versión; pero hay quienes calculan 1.461 años, o hasta 12.954, ni uno menos. (Sería esta la duración de un ciclo estelar, el Gran Año: el tiempo que les insume a los cielos el regreso a una misma posición inicial, según el starlore - sabiduría ancestral sobre las estrellas).
Además, el Ave reside en la lejana Etiopía, país empobrecido por el progreso, pero que en el mundo antiguo y en los mitos era rico en extrañezas y sustancias aromáticas. Otras versiones la ubican en Arabia o la India, tierras igualmente pródigas en plantas odoríferas.

Rasgos del Ave
Es bastante fácil reconocer a Fénix. Para empezar por lo más visible, se caracteriza por la majestuosidad. De punta a punta de las alas mide un mínimo dos metros y medio, y a veces hasta tres y medio. Tiene aire de ave rapaz, de pico y garras fuertes. Es que los animales míticos son cualquier cosa, menos indefensos.
Otro rasgo del Fénix es su gran belleza. Para los sabios persas, es más bello que el más bello de todos los pavos reales – y eso que estos son tan hermosos, y con tantos ojos en su plumaje, que se los ascendió a emblemas del Que Todo lo Ve, en Todo está Presente, y Todo lo Sabe. Las plumas de Fénix son de color rojo fuego, púrpura, oro y azul claro; el púrpura no el rojo de la realeza. Además, dos largas plumas forman su tocado.
Queda algo pasmoso por señalar. Es la unicidad. No hay dos Fénix en el mundo en un mismo momento. Esta especie consta de un solo individuo.

Sobre la muerte, o el nacimiento, del Fénix
Pero lo más bello y cautivante y único en el mito del Fénix es la forma de su muerte, que es la forma de su (otro) nacimiento. Cuesta aceptar que una historia tan hermosa y rica en significados sea invención humana. Si es posible que el Fénix nazca de nosotros, entonces…
El Ave anticipa el momento de su deceso. Entonces reúne madera de palma y ramas de varias plantas aromáticas: sándalo, incienso, el exquisito cardamomo, resinas... Con todo ello construye un nido; un nido para su muerte. Allí pone un solo huevo, grande y blanquísimo; una apuesta sin alternativa. Puesto que hay una especial relación del ave con el Sol, su padrino simbólico, son los rayos de este los que inflaman el nido. Según la variante hindú del mito, esto se ocurre casi a comienzos de la primavera (por estos días); dicen los hindúes también, que el propio Fénix es quien acerca una tea a su pira.
El fuego dura tres días. En su última imagen Fénix aparece en medio de las llamas que empiezan a consumir su plumaje y su carne, pero en soberana actitud triunfante. Su muerte es su victoria.
Es que entre las cenizas del ave y su nido, aparece lo nuevo. Algunos mitólogos sostienen que el huevo blanquísimo y radiante, como el que dio origen al Cosmos, hace eclosión para que nazca el nuevo Fénix. En cambio, en la India aseguran que allí se despereza una pequeña oruga, cuya metamorfosis dará origen al nuevo y único espécimen alado. Esto ocurre tras nueve días de incubación silenciosa.
El ave filial es fiel a la memoria de ese genitor al que no conoció. Deposita en un tronco hueco sus cenizas, y emprende el vuelo hacia la ciudad egipcia de Heliópolis, donde se guardarán, junto al altar del Sol y a los restos de todos los Fénix anteriores, en un templo dedicado a ellos. Una muchedumbre de aves de toda clase, que oscurece el firmamento, escolta este viaje último y primero.
El joven Fénix regresa luego a Etiopía y se instala para vivir su milenio. Se alimentará sólo de gotas de incienso, hasta que le llegue el turno de su perecimiento.

Según Heródoto de Halicarnaso, que trajo este mito de Egipto a Grecia, el huevo no contiene la vida venidera, sino la pasada. Lo escuchamos:

“Otra ave sagrada hay allí que sólo he visto en pintura, nombrada fénix. … Tales prodigios nos cuentan de ella, que aunque para mí poco dignos de fe, no omitiré el referirlos. Para trasladar el cadáver de su padre desde Arabia al templo del Sol, forma un huevo sólido de mirra, tan grande cuanto sus fuerzas alcanzan a llevar, probando su peso después de formado para experimentar si lo soportan; va después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda encerrar el cadáver de su padre; lo ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la concavidad, hasta que el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y lo lleva al templo del Sol en Egipto. He aquí lo que refieren.” L II, Cap. LXXIII Un huevo preñado del cadáver del padre...

Impactante por su brevedad y su acento en la extrañeza, es la descripción de Claudio Claudiano, el último gran poeta romano (del siglo IV e.C.):

“El Fénix es un ave igual a los dioses celestes, que compite con las estrellas en su forma de vida y en la duración de su existencia, y vence el curso del tiempo con el renacer de sus miembros. No sacia su hambre comiendo ni apaga su sed con fuente alguna.”

En Metamorfosis, ese imprescindible tratado sobre las mutaciones, escribía Ovidio:

"cuando el Fénix ve llegar su final, construye un nido especial con ramas de roble y lo rellena con canela, nardos y mirra, en lo alto de una palmera. Allí se sitúa y, entonando la más bella de sus melodías, expira. A los 3 días, de sus propias cenizas, surge un nuevo Fénix, y cuando es lo suficientemente fuerte, lleva el nido a Heliópolis, en Egipto, y lo deposita en el Templo del Sol."

Aquí aparece el Fénix profiriendo un canto final y melodioso. Volveremos a escucharlo.


Otras apariciones del Ave Fénix
Algunos semejantes de la criatura del fuego y del sol están presentes en otras mitologías. En China, el Fêng-Huang, cuyo nombre significa “macho-fénix (Feng) + hembra-fénix” (Huang). Pero véase la diferencia: hay casales de Feng Huang, algo excluído en el mito egipcio. El fénix chino es portador de buena suerte, protege a la emperatriz, rige el sur, es figura de la unión entre el yin y el yang, y por ello simboliza el buen entendimiento entre los esposos. Como politólogo, es muy confiable: sólo se lo ve cuando no hay en el gobierno oscuridad ni corrupción; pero alza su vuelo para alejarse del país, cuando vienen tiempos de guerra y de problemas en la sociedad.
Ahora bien, el Feng Huang, como el ave Garuda del hinduismo, el Pájaro de Fuego del mito ruso, el Ho-Oo japonés, el Yel o el Quetzal americanos, sólo tienen en común con el Fénix el hecho de que por sus venas corre sangre de mito, y cierto señorío sobre los aires y sus habitantes. No son únicos, ni mueren y nacen a la manera del Ave Fénix.


El Fénix según Hans Christian Andersen
En su cuento “El Jardín del Paraíso”, de implacable y puritana moraleja, pero poblado de bellas descripciones, el célebre autor de “La Sirenita” transcribe el relato de la muerte y el nacimiento del fénix. Así se lo cuenta el Viento del Sur al Viento del Levante:
“- En esa hoja de palma el Ave Fénix, la única que hay en el mundo, ha escrito con el pico toda su biografía, una vida de cien años.” …”Yo presencié cómo prendía fuego a su nido, estando ella dentro, y se consumía, igual que hace la mujer de un hindú. ¡Cómo crepitaban las ramas secas!. ¡Y qué humareda y qué olor! Al fin todo se fue en llamas, y la vieja Ave Fénix quedó convertida en cenizas; pero su huevo, que yacía ardiente en medio del fuego, estalló con gran estrépito, y el polluelo salió volando. Ahora es él el soberano de todas las aves y la única Ave Fénix del mundo. Hizo un agujero con su pico en la hoja, a modo de saludo.”


El ave de la iluminación
En el relato iniciático “El Coloquio de los Pájaros”, del poeta persa Attar de Nishapur, el Ave Fénix sirve de ejemplo a los que temen demasiado a la muerte.
“…este hermoso pájaro vive en el Indostán. Es admirable, no tiene pareja y vive solo. Su pico, muy duro y largo, tiene forma de flauta con casi cien hoyos. De cada uno de ellos emana un sonido, y cada sonido esconde un secreto. A veces hace música por esos hoyos; cuando las aves y los peces la escuchan, se agitan, y las bestias más feroces rugen; después, todos guardan silencio. Un filósofo visitó en cierta ocasión al ave Fénix, y de ella aprendió la ciencia de la música. El ave Fénix vive durante mil años, y sabe perfectamente el día en que ha de morir. Cuando llega el momento, se rodea de una buena cantidad de hojas de palma, se pone entre las hojas y comienza a gritar. Emite con su pico una música que nace desde el fondo de su corazón. Expresa la pena de la muerte, y tiembla como una flama. Las aves y demás animales salvajes son afectados por esta música; algunos se agitan, otros mueren, abandonados por sus fuerzas. El Fénix agita sus alas y fricciona sus plumas, y así produce una gran hoguera.”
Attar describe luego el nacimiento de la nueva criatura. Y alecciona a quien escucha:
“Incluso si vivieras tanto como el ave Fénix, incluso si supieras que vas a renacer después de morir, no aceptarías la muerte cuando llegara el fin de tu vida.”… “Nadie escapa de la muerte, use el truco que use. Aprende del milagro del ave Fénix. La muerte es un tirano, y siempre debemos guardar en la mente la idea de la muerte. Aunque vayamos a durar mucho sobre el mundo, llegará su momento, y nada es tan fuerte como ella.”
Cuentan que Attar de Nishapur murió cantando, a los ciento diez años de edad.

El nombre del Fénix
La etimología de “Fénix” trae reminiscencias de la imagen ruborosa del flamenco. Fenicopterux (alas purpúreas), su nombre griego, es el origen del que nosotros usamos; se relaciona con Foinix, vocablo que significa “rojo púrpura”. La púrpura era un producto típico de los fenicios (de ahí el nombre dado a su país y a ellos mismos), mercachifles del mar, proveedores de mantos para señores y cortes del mundo mediterráneo.
Por aludir a alguien que es único en su tipo, el término se presta a ser empleado también con otros sentidos: laudatorio, como en el caso de Lope de Vega, a quien llamaron “el Fénix de los ingenios”, para denotar que no hubo otro capaz de tanta invención. O peyorativo, en cuyo caso “Fulano es un fénix” es frase que lo clasifica como un raro pájaro, nomás.

Juegos con fénix
Wikipedia aporta información sobre varios juegos electrónicos y de computadora que incluyen al Fénix, su arma principal, el fuego, y su regreso con otra vida luego de alguna derrota - un nuevo individuo nacido del huevo.

El saber del Fénix
Hay un saber que es más que ciencia y más que técnica, un saber iniciático de la transmutación: la Alquimia, fuente inagotable de mitos y claves. La Alquimia es el saber y el arte del fénix. Trata de la destrucción, del perecimiento por el fuego, como paso y condición inevitable para el nacimiento. A la nigredo, el ennegrecimiento, la inmersión en la nada, sigue la rubedo, la etapa púrpura que antecede al logro del oro de sí mismo. Muerte parto, que engendra lo nuevo. Por eso preside los tratados alquímicos la imagen del fénix, a modo de “empresa”.

El Ave Fénix en la poesía
Elijo dos poesías, entre las muchas que mentan al fénix. Una es contemporánea y en lengua árabe; su autor es Mahmud Darwish. Aquí, en la traducción al español de María Luisa Prieto,

La Muerte de Fénix
En los himnos que cantamos
hay una flauta,
en la flauta que nos habita
un fuego
y en el fuego que encendemos
un Fénix verde.
En su elegía no he distinguido
mi ceniza de tu polvo.

Una nube de lilas basta para ocultarnos la
jaima del pescador.
Camina, pues, sobre las aguas como el Señor.
Ella me ha dicho:
El recuerdo que llevo de ti no está
desierto
y ya no hay enemigos para las rosas que
surgen de los escombros de tu casa.

Un anillo de agua rodeaba la elevada
montaña
y el Tiberíades era el patio trasero del primer
Paraíso.
Le dije: la imagen del universo se ha completado
en unos ojos verdes.
Ella me respondió: Oh, mi príncipe y mi cautivo,
guarda mis vinos en tus jarras.

Los dos extraños que se han consumido en
nosotros son
esos que hace un instante han intentado
matarnos,
los que volverán a sus espadas dentro de poco,
los que nos preguntan: ¿Quiénes sois?
- Dos sombras de lo que fuimos aquí,
dos nombres del trigo que crecen en el pan de
las batallas.

No quiero regresar ahora, como
los Cruzados de mi casa. Soy
todo este silencio entre los dioses y los que
se inventaron un nombre.
Soy la sombra que camina sobre las aguas,
la escena y el testigo,
el adorador y el templo
en la tierra de mi asedio y del tuyo.

Sé mi amado entre dos guerras
en el espejo -dijo ella-.
No quiero regresar ahora a la
fortaleza de mi padre.
Llévame a tu viña y reúneme con
tu madre.
Perfúmame con agua de albahaca, espárceme
sobre la vasija de plata, péiname,
enciérrame en la cárcel de tu nombre, mátame
de amor. Cásate conmigo.
Despósame por los ritos agrarios,
adiéstrame en la flauta y quémame para que
nazca
como el Fénix, de mi fuego y del tuyo.

Una forma semejaba al Fénix llorando
ensangrentado
antes de caer al agua
cerca de la jaima del pescador.

¿De qué sirve mi espera y la tuya?


Otra poesía, la de Paul Eluard http://amediavoz.com/eluard.htm(1895 – 1952),

El Ave Fénix

Soy el último en tu camino
la última primavera y última nieve
la última lucha para no morir.

Y henos aquí más abajo y más arriba que nunca.
De todo hay en nuestra hogera
Piñas de pino y sarmientos
Y flores más fuertes que el agua
Hay barro y rocío

La llama bajo nuestro pie la llama nos corona
A nuestros pies insectos pájaros hombres
Van a escaparse
Los que vuelan van a posarse.

El cielo está claro la tierra en sombra
Pero el humo sube al cielo
El cielo ha perdido su fuego.
La llama quedó en la tierra.
La llama es el nimbo del corazón
Y todas las ramas de la sangre
Cantan nuestro mismo aire

Disipa la niebla de nuestro invierno
Hórrida y nocturna se encendió la pena
Floreció la ceniza en gozo y hermosura
Volvemos la espalda al ocaso
Todo es color de aurora.


Referencias pertinentes, y otras no tan
Se ha atribuido a un ex presidente argentino una confusa alusión a esta ave mitológica; según las malas lenguas, proclamó “Soy como el Gato Félix, que renace de sus propias cenizas”. No negaremos que el Gato Félix ha manifestado capacidad para perdurar en el tiempo, pero sólo cuenta hoy con unos 89 añitos de vida (poco más que el autor de esa frase). Lejos está de empardar el milenio, o al menos los quinientos años de Fénix.
Más pertinente es el uso de este nombre por un grupo de economistas nacionales que presentaron un Plan Fénix, que apunta a la resurrección de la economía argentina.

De te fabula narratur
En el encuentro primero con un mito, puede que nos fascinen sus múltiples y coloridas envolturas. Lo mismo sucede con cuentos humorísticos como los del Mulá Nasreddin, que en realidad apuntan a despertar conciencias. Nos divertimos o maravillamos con el relato, hasta que llega el momento en que éste nos apela, con las palabras del poeta latino (Horacio, Sátiras I, v. 69): Quid rides? Mutato nomine, de te fabula narratur. “¿De qué te reís? Si cambiamos el nombre, la fábula habla de vos.”
¿En qué sentido el mito del Ave Fénix podría referirse a cada uno de nosotros?
Creo que en algún momento nos sentimos familiares del ave fénix precisamente en aquello que contradice toda posible familiaridad: su carácter único. ¿Acaso no somos, todos, especímenes únicos de una raza sin otros integrantes? Y la existencia y la unicidad suponen soledad. La soledad del poder, o la soledad de la belleza, la soledad del arte, o la simple soledad del ser. Solos de ser, entendemos al Fénix que por definición no encuentra semejantes.
Hay otro giro aún en torno a la belleza, la belleza como creación. Es ella la que hace la unicidad, lo irrepetible, así como genera la soledad dramática. Esa belleza, ese hacer de sí mismo la obra de arte, se sostiene en la sobriedad y en la elección sin concesiones de los alimentos – alimentos del alma. El Fénix no se permite otra cosa que esas gotas de una especie aromática; y el aroma es la manifestación física más cercana al espíritu, que es soplo.
En algún otro particular, el mito del Ave Fénix habla de nosotros, porque habla de lo que anhelamos sin conseguirlo. La longevidad extrema, como atributo que nos asemeja a las estrellas o a los dioses.
Ahora bien, se me hace que lo más inusitado y atractivo del fénix, y por allí se asemeja a nuestros anhelos menos cumplidos, es que él /ella hace su propia muerte. No como suicidio, sino como obra de arte. Y como el modo de engendrar progenie, que no es continuidad. Este hacer de muerte vida, de vida muerte, muerte que por serlo genera vida, se resume y expresa en la fórmula perfecta del Dante:

Così per li gran savi si confessa
che la fenice more e poi rinasce,
quando al cinquecentesimo anno appressa
Inferno, XXIV, 107.

Muere y así pues renace”. Arte que es muerte que es vida, que es concluir y es comenzar… ¿habrá que decir más, para entender el cautivante encanto de esta criatura?
Se ha considerado al Fénix como emblema de resurrección. No compartimos esta interpretación: no es el mismo fénix el que vuelve, sino su criatura póstuma. El mito es aún más rico y desconcertante que la idea de resucitar, porque imagina la supervivencia en el otro, en lo otro. El Fénix es a tal punto único, que no tiene contacto ni siquiera con su retrato en su descendencia. ¿Cómo se perdura en el otro? Ahí la contradicción irresoluble. Existirás en tu obra; ahora bien, ella, como tu hijo, es vos, pero es otro, otra.
El Fénix, en vida y en muerte, es su propia obra de arte, obra que logra su más consumada expresión en la consumación del propio artista, identificado con ella. Cuando la obra es propiamente obra, cuando está más allá de todo diletantismo, el artista se inmola en ella.

Música en nuestra pascua enrevesada
Si nuestro calendario sagrado estuviera de acuerdo con nuestro ciclo estacional, por estos días de setiembre, de primavera, tendríamos que estar celebrando la Pascua de resurrección, o los festivales de alguno de los dioses que renacen con la vegetación. Ahora sería el tiempo de nacimiento del joven Fénix.
¿Con qué música acompañar este suceso? Encontramos un extenso repertorio de temas posibles… y no hemos elegido ninguno. No nos pareció adecuada la Canción del Ave Fénix, de Raphael, porque su estribillo reitera la promesa: “renaceré”; por el mismo motivo dejamos de lado los temas del grupo Saratoga, Rata Blanca, Track, Silver Fist, Daniela Romo… y todos los titulados “Resurrección” o algo parecido, a saber los de H.I.M., Amaral, Bone Thugs, Silvio Rodríguez, Gustav Mahler…
En fin, hemos elegido para hoy tres temas que ni siquiera nombran al Fénix. La introducción a “Demasiado Ego”, sobre música de G. F. Händel; y las canciones Fax U y Chipi Chipi, del disco “La Hija de la Lágrima”. Es que en ellas canta un Ave Fénix: Charly García.

1 comentario:

badana dijo...

Cautivante relato . Solo creo que a Charly no le vá ese nido .
Coincido con la interpretación que haces ;no parece ser que el mito hablara de resurrección . Yo creo que habla de evolución . Un ser que incendia aquello vetusto , pesado, inútil ya para el vuelo eterno al que cree estar destinado.
Aquellos lastres de carnatura tal que impiden que el alma se eleve.
Pero siempre es él /ella .
No precrea otro ser
Y es uno solo. Como cada uno de nosotros . O como todos juntos como género. Como humanidad
Fenix ineficientes en todo caso nosotros , que no aprendemos la lección del mito y como Charly nos ahogamos en la humareda de piras construídas con tal torpeza que impiden el alumbramiento , solo persiste el viejo Fenix maltrecho e inoperante