martes, 16 de diciembre de 2008

Georges Navel, I. Les presento a un compañero.

Georges Navel, 1904 - 1993.


“El hombre vive de sus manos. La vida es lo que se toca.”(*)

Santos de ninguna iglesia
Georges Navel. Manos, huídas, presencias, trabajos.


Lo nombré días pasados, al comentar el trabajo de los panaderos. Desde ese momento les debo a quienes no lo conozcan una presentación del compañero Georges Navel.

Confesaré un sesgo que es una limitación: no logro ponerme en lector de Navel - frente o contra una página suya. Me siento hermanado con él desde que abrí su libro “Trabajos”. Hermanado en esa cuota de suerte que da la pobreza, cuando la necesidad refuerza la curiosidad, y desde chicos aprendemos oficios y tareas hasta alcanzar una “pobreza experta”.

Obrero y campesino

Navel se presentaba como obrero matricero, aún en tiempos en que ya había motivos para considerarlo escritor. En el trabajo fabril, fue esa la calificación mayor que obtuvo.

Había nacido en 1904, último entre trece hermanos de los que cinco habían muerto al nacer. En su familia lorenesa de campesinos proletarizados los chicos salían pronto a buscar trabajo, y la mamá hacía tareas en el campo.

“Mi madre me tuvo a sus cuarenta y siete años. Siempre la conocí como una madre, como una mujer cuya belleza no cuenta, sino la bondad, el calor, la mano que te alcanza panes con manteca.”…“No sabía leer, pero tenía las manos de todas las madres”. (*) La recordaba en sus encuentros con las otras mujeres, puesta a compartir dolores y a buscar palabras, palabras de ánimo o de resignación. Ella le transmitió saberes campesinos, gestos, amor a la naturaleza.

“Me esforzaba por conocer el lenguaje secreto de la naturaleza. Con los ojos cerrados y el aliento detenido, trataba de unirme al silencio de la piedra, de la savia de los árboles, esperando una iluminación: el conocimiento de la más alta felicidad.” (**)

La búsqueda de la felicidad sería una clave de la persona de Navel y de su trabajo de escritor, anudando vida, política, poética y revolución. Se lucha por un futuro, pero se debe ser feliz hoy.

Su papá, un “patriota, republicano y anticlerical”, fue obrero de un alto horno; terminó viendo su fábrica quebrada, su República amenazada, y sus hijos agotados. “Tenía más de sesenta años. De ellos, cuarenta en la fábrica. Le habían dado una medalla por los 30 años de buenos servicios, pero el capataz todavía le gritaba. Cuando ya no pudo trabajar más, le dieron una pensión que equivalía al precio de un litro de vino o de un atado de cigarrillos por día.” (*)

La niñez de Georges “no fue desafortunada; jamás pasé hambre. Que yo recuerde, ni mi madre ni mi padre me castigaron nunca. Yo sólo sufría verdaderamente en la escuela./…/ Como todos los chicos, tenía tantas cuestiones que debatir, que resolver interiormente… preocupaciones que no estaban en la gramática, la geografía, el cálculo. Los he olvidado, lamentablemente. Habría podido aprender todo eso y aún más, de haber sido de una manera diferente.” (*)

Escuela, fábrica, milicia

Primera huída: a los doce años Navel escapa de esa escuela que siente como un encierro; es una resistencia por la vía de la deserción.

Se emplea a los catorce años en Lyon, como obrero de fábrica. Para entonces “ya tenía mucho leído.” Charlando con los soldados, había aprendido que “la guerra no era problema de Alemania, sino de unos señores gordos que fumaban cigarros, los capitalistas.” (***) En Lyon, con sus hermanos mayores y con los compañeros, conoció el sindicalismo anarquista. Era entre 1918 y 1920: Europa vivía un despertar revolucionario. Asistía a cursos vespertinos, a la Universidad Popular, al Nido Rojo (donde se elaboraban poesías y canciones revolucionarias).

“Fue una iluminación: comprender que el saber y la inteligencia no eran privilegio de los ricos, los bien nacidos. Adherí a esta sociedad de hombres libres y a la causa de la emancipación del género humano.”/…/“El poco dormir, las comidas fugaces, las discusiones y las lecturas me tenían en un estado febril. Estrechaba las manos de compañeros en los mitines, en las reuniones; la mayor cantidad de manos posible. Cada mano, una certidumbre. Fue un invierno sin tristeza. Yo no tenía abrigo, pero si a veces temblaba, era sólo de exaltación.”
(***) La revolución rusa concitaba esperanzas; “todavía no sabíamos lo que empezaban a hacer el gobierno bolchevique y la Checa, también con los anarquistas.”

Luego de 1920, esas noticias, más las diferencias entre vanguardias y los fracasos políticos y gremiales, generan un clima de pesimismo entre los compañeros de Navel.

“Dejé de creer posible la transformación de la sociedad burguesa en una libertaria. Uno se sentía en un mundo sin pies ni cabeza; como si el hombre hubiera sido arrojado a la vida como a un pantano, donde sólo podía subsistir castrando su conciencia y escalpelando su razón.” (*)

En la fábrica, vivió una experiencia de doble faz. Por un lado, descubrió un placer del cuerpo en el esfuerzo: placer que se adquiere con la maestría, con el logro de movimientos perfectos. Como contracara estaba lo que él llamó “la tristeza obrera”: “la tristeza fatal de la gran industria. La marcha matinal de batallones que van hacia la fábrica, contra su muro, hacia su portal.”…“La idea de que vivir es una serie de trabajos alineados, cada mañana lo mismo. Los hombres son los que hacen el trabajo, no debieran ser hechos o deshechos por él.” (**)

Segunda huída de Navel. A los dieciocho años, deja la fábrica. Se propone “ver el país, como un modo de hacer mi bachillerato.”(*)…“Buscaba una vida más plena, en la que dependiera de mis fuerzas y viviera físicamente, en la que todo fuera acción directa, creación.” (**) Por entonces ya “había descubierto, algo tarde, que hay un principio de felicidad en el pensamiento, la meditación, la ensoñación, la reflexión… haga uno lo que haga, si se halla solo y marcha tranquilo.” (*) De modo que “vivía dos vidas a la vez, la vida interior y la vida práctica.”

En su andar por toda Francia, se desempeña como terraplenero en los Alpes, jardinero en Niza, pintor de obra, cosechador de lavanda, de heno, de tilo, de cerezas en el Mediodía; es peón de salina; alterna con temporadas como obrero ajustador en París y Lyon, en las fábricas de autos. Y a la par de todos estos trabajos, va desarrollando su pensamiento, en conversaciones con los compañeros y consigo mismo.

Tercera huída: cuando en 1927 lo declaran apto para el servicio militar, Navel salta los muros del cuartel. Durante cinco años vivirá bajo una falsa identificación. Y como ha empezado a escribir, publica poesías y críticas literarias bajo su nombre ficticio.

Otros compañeros que son hombres de letras (Emile Malespine, Bernard Groethuysen, Jean Paulhan) lo han animado a este nuevo trabajo, y le brindan páginas en sus revistas. En su libro “Pasajes”, Navel va a recordar la primera vez que cada uno de ellos le dio físicamente la mano.

En 1932 asume su identidad, se presenta a las autoridades, y lo sancionan con diez años de cárcel. Luego lo alistan en un regimiento; y después de cinco meses, lo dejan en libertad. Desde entonces iba a vivir en el campo, dedicado a escribir como tarea habitual, que combina con la siembra de papas, la plantación de viñas y nogales, la cría de pollos y conejos, la apicultura. Colabora con diarios y revistas de izquierda; como corrector de imprenta, adquiere un vasto saber gramatical y literario. Ha formado pareja con Marie Ferrari y tiene una hija, Claire “de temperamento feliz.”.

No todas son fugas. En 1936, aunque la República Española todavía no convocaba a voluntarios de otros países, cruza los Pirineos y se une a las milicias anarquistas contra los fascistas en el frente de Aragón. Percibió las limitaciones de estas fuerzas, y previó su derrota militar.

No todas son fugas, no. Bajo la ocupación alemana, trabajó para la Resistencia francesa. Años después, durante la guerra de Argelia, firmó el Manifiesto de los 121, que convocaba a la insumisión frente al gobierno francés: una sola e inolvidable carilla. Cada firmante de ella se arriesgaba al cadalso (1961).

Desde 1942 Navel había retomado lo que llamó “el trabajo de la pluma”, que también le costó fatigas pero con el que logró establecer los hábitos que llevan a sentirse feliz trabajando. En 1945 publicaba su primer libro, “Travaux”, también el más conocido. Por entonces encontró a su pareja definitiva, Denise. Y siguió escribiendo, publicando, enviando cartas que iluminan la tarea del poeta, hasta el día de su muerte en 1993.

Alabado seas, Georges Navel, por tus fugas; alabado seas por tus actos de presencia; alabado seas por tus manos; alabado seas por todos tus trabajos.

(*)Travaux
(**) Chacun son royaume
(***) Passages

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y alabada sea esta presentación , por lo menos para mí, de Georges Navel,¡¡¡¡¡¡¡¡qué magnífica manera de ser ÉL pese a todo y contratodo!!!!!!!!