Olvido cordobés de Nicolás Guillén
Nada sé, nada se sabe,
ni nada sabré jamás,
nada han dicho los periódicos,
nada pude averiguar . . .
Era una mañana hermosa, en la primavera de un año terrible.
En la estación del Mitre esperaban los tres. Hablaban de las cosas del momento: los muchachos muertos en el mitin atacado por la derechista Legión Cívica; las cesantías en la Normal Garzón Agulla, que derruían la reforma del secundario de Luz Vieira Méndez; y más, más cesantías, en la Universidad y las escuelas.
Hay palabras típicas de cada tiempo. Algunas de la Argentina de 1947 son: intervención; cesantías (en plural); prohibición. En el correo detienen un libro de Waldo Frank, por ser de izquierda. A un alumno de la Jerónimo Luis de Cabrera le vedan pronunciar su discurso, pese a que es el mejor egresado. El Consejo de Educación prohíbe leer “El crimen de la guerra” de Juan B. Alberdi - inspirador de la Constitución Nacional.
Los tres hombres que están en la estación ferroviaria saben de estas cosas. Uno estuvo preso. Otro ha atendido a víctimas de una guerra civil, baleadas por pensar distinto. El tercero ha visto fraudes y asesinatos políticos. Quizás por eso están juntos aquí.
La locomotora negra entró resollando en la estación. El tren se detuvo y ellos se acercaron a los vagones dormitorios. La colecta había permitido pagarle al visitante un viaje cómodo.
Allí estaba él en la escalerilla, cargando su maleta. Moreno y rechoncho, de boca generosa y nariz “como nudo de corbata”, reconoció a uno de los tres:
- Amigo Gregorio, qué alegría...
Y el doctor Bermann hizo las presentaciones:
- Nicolás Guillén... El amigo David Kahn. El amigo Fantini.
Así llegó a Córdoba el poeta, el 10 de setiembre de 1947.
“Aquí están los que codo con codo
todo lo arriesgan; todo
lo dan con generosas manos;
aquí están los que se sienten hermanos” ...
Gregorio Bermann, cordobés, orador en actos mordidos por tiros y cachiporras, fue uno de nuestros primeros psicoterapeutas. Una paciente le dió el título que él más valoró: “el doctor que ayuda a vivir”. Sembró sus cartas por todo el país: en un arrinconado archivo de Bahía Blanca supe de su amor de lector por el ensayista peruano José Carlos Mariátegui.
Somos los libros que leímos. En una línea de Mariátegui encontró Bermann su propio pensar: “no hay separación entre la estética y lo político”. Para estos luchadores la poesía era el taller de diseño de una sociedad mejor. “La vanguardia poética es eso: vanguardia.” Política y poética se enlazaban para proyectarse más allá de versos y elecciones.
Bermann conoció a Nicolás Guillén durante la Guerra Civil española, y promovió su venida a Córdoba.
El Dr. Carlos Fantini tendrá apenas treinta años de edad y se dice radical: en pleno auge peronista, es una osadía. Y en los años ’30 y ’40, un marbete dudoso. Radical, de cuáles. Algunos pelearon contra el fraude autoritario, hasta la prisión y la muerte. Pero otros compartieron una fórmula con los fraudulentos. Algunos enfrentaron la corrupción; otros cobraron coimas. Pero este joven viene con gente de izquierda a recibir a Nicolás Guillén, el “hombre de seis mil versos” – ninguno de ellos complaciente o prosaico.
“No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.” ...
El otro es el doctor David Kahn. Hijo de un inmigrante ucraniano que fue peón de campo, desempeñó mil oficios para poder estudiar. En 1943 lo detuvieron en una manifestación contra la dictadura. El gobierno militar llenó trenes de presos. Allí arracimados discutían y se ayudaban socialistas, comunistas, radicales. Kahn fue a parar a Devoto. Un preso dejó caer un papelito en una estación, para informar el rumbo del tren; y al punto de destino acudieron los amigos, con comida y pedidos de habeas corpus.
Kahn es un destacado alergólogo. Como Bermann, está abriendo rumbos en la medicina. Pero sabe que la salud, antes que en los consultorios, se gana en las luchas de la sociedad – o se pierde. Y él está donde haya una marcha, visible o invisible, por las causas de todos.
Los cuatro bromean mientras van hacia las grandes puertas de la estación: el visitante sabrá disculpar la ausencia de los interventores de la provincia y de la Universidad, ironizan…
Se estrechan las manos y quedan en verse al otro día. El poeta se aloja en “El Refugio”, la casa de Bermann y su esposa Leonilda.
Esa vez Guillén estuvo diez días en Córdoba. Gozó del abigarramiento, las charlas, la tonada, en esta ciudad donde la vida callejea. Fue a Villa del Totoral (donde también recalaba Pablo Neruda) donde paró en casa de Rodolfo Aráoz Alfaro y su esposa, la cuentista chilena Margarita Aguirre. Anduvo por Río Cuarto, y de allí volvió a la capital provincial.
La Alianza Francesa y el partido Comunista lo agasajan. Pero no lo nombran las revistas literarias o académicas. Quizás incomoda su afiliación al comunismo.
Sólo encuentro su huella en La Voz del Interior del 11 de setiembre:
“Nicolás Guillén visitó nuestra Casa. Desde ayer es huésped de nuestra ciudad el famoso poeta cubano”...“Su visita responde a la iniciativa de un grupo de intelectuales del medio, interesados en brindar a las gentes de esta ciudad la oportunidad de escuchar al poeta en la interpretación de sus propios versos. Hombre de vasta cultura y nobles inquietudes, ofrece el poderoso atractivo de una recia personalidad que hemos podido apreciar en su visita a nuestra casa”
En la foto están él, Bermann, Kahn y el redactor Manuel Herrera. Se anuncia que va a leer y comentar sus poesías en rueda de amigos, “en un local de Avenida Olmos 165”; firmará ejemplares de sus obras en la Librería de Miguel Molina en pasaje Muñoz, y dará una conferencia en la Asociación Española.
Al otro día, el diario trae palabras de Guillén:
“Hemos mirado siempre hacia Europa, despreocupándonos de lo americano. Para lograr nuestra emancipación del tutelaje espiritual, debemos conocernos y entendernos mejor”…“liberarnos de Europa para abarcar mejor las cosas nuestras.” ...
“La poesía debe ser fundamentalmente poesía; pero no deben faltarle los indispensables elementos de rebeldía, de carácter revolucionario social y humano, para que tenga realmente dimensión lírica” …
Guillén se sacó una foto ante una cámara de cajón en la Plaza San Martín. El niño de entonces que hoy me confía la foto, recuerda una discusión con él. Al chico le parecía injurioso llamarlo “negro”. El poeta, que usaba con ufanía esta palabra para referirse a sí mismo, le dijo a Osvaldo Kahn que injuriosa no es la negritud sino la esclavitud, cualquiera sea su forma.
A fines de setiembre Guillén partió de Córdoba, y poco después de la Argentina. En su despedida dejó un mensaje a los poetas: “bajen de la torre de marfil quienes aún no lo han hecho, y aprendan que el derecho a la rosa no está nunca antes que el derecho a la vida “.
En La Voz del Interior, Gregorio Bermann le dedicó un artículo:
“Gracias a Guillén tocamos el milagroso cuerpo de un verdadero poeta” … “De esta poesía que está tan distante de la subpoesía, como la ciencia de los sabios de verdad, de la de los mercaderes del conocimiento que pululan por nuestras universidades y comisiones culturales. Ojalá Córdoba, tan falta de poetas como sobrada de doctores y versificadores, encuentre en el claro y alto ejemplo de Nicolás Guillén, una de sus fuentes de superior inspiración.”
En un libro póstumo, Guillén recordaría a Córdoba:
“lo criollo gana en hondura a medida que se aleja de la calle Florida.”... Las ciudades del interior “crecen no como Buenos Aires, de afuera hacia adentro, sino como los árboles, de la raíz hacia el sol.”...”Córdoba, con su famosa universidad tres veces centenaria, con su alma inconfundible, viva hasta en el acento con que suena el español en la voz de sus habitantes, nos transmite una ambición cosmopolita.”...
...Estos son los que sueñan despiertos,
los que en el fondo de la mina luchan
y allí la voz escuchan
con que gritan los vivos y los muertos
Córdoba tiene para Guillén el rostro de sus huéspedes
“amigos de las artes y las letras en perpetua vigilia”... "No llega a la Capital figura de algún conocimiento a quien falte su invitación para visitar el interior: tales heroicos amigos afrontan los gastos de traslado y residencia y retribuyen de manera generosa la actividad intelectual del visitante, agasajado y atendido con una discreción, con una fineza que en nada desmerecen del ámbito porteño.”
Pero a la vez señala un punto de fractura:
“En manos del Gral. Perón la cultura oficial ha devenido mediocre, por el afán “centralizador” del gobierno. Muchas grandes figuras de la enseñanza fueron desplazadas y sustituidas en universidades y liceos por una burocracia de aluvión. Pero la cultura “oficial” no es la cultura argentina, que vibra en el aire rebelde, y en los núcleos amantes de ella, diseminados por el territorio nacional.”
El triunfo de los interventores
Aquellos interventores han sido olvidados. Casi tanto como aquel “moderno calientapies eléctrico Gignoli”. Y mucho más que don Fulgencio, Mandrake, el Toddy o la pomada Sloan.
Pero ganaron la batalla. Porque la presencia de Nicolás Guillén y la obra de sus amigos siguen excluidas de la memoria colectiva. Ningún nombre de calle recuerda a Bermann, Kahn, Juan Zanetti. Y no hay otros hitos que nos inviten a preguntarnos quiénes fueron y qué hicieron esas personas.
Es mucho lo que se olvida con esa visita, que atravesó una encrucijada de nuestra historia reciente, un momento en que el control del estado buscaba ocupar y controlar espacios generados y gestionados por una sociedad llena de vitalidad, en asociaciones y grupos independientes. En medio de esa batalla que la sociedad perdió, y mientras llovían intervenciones, cesantías y prohibiciones, algunos cordobeses se empeñaron en seguir generando actividades culturales y educativas autónomas.
¿Será por eso que quisieron olvidarlos?
(Esta crónica es parte de "Historia de Olvidos".)
Textos de N. Guillén tomados de Motivos de son (1930), Cantos para soldados... (1937), Páginas vueltas (1989) y Prosa de prisa (1961). Datos brindados por la Dra. Silvia Bermann y el Dr. Osvaldo Kahn, y de la obra de Luis V. Sommi.
P.S.:
El querido amigo a distancia Robert Gurney, a quien conozco indirectamente gracias a la compartida amistad de Raúl Artola, me hizo llegar esta poesía de la que es autor:
La vanguardia
Leí ayer
parte de
la Historia de Olvidos
de Ramón Minieri
y cómo Córdoba olvidó
a Nicolás Guillén.
Habla de Gregorio Bermann
y José Carlos Mariátegui.
Bermann encontró
su propio pensamiento
en unas líneas
de Mariategui.
Dice:
Somos también
los libros
que hemos leído.
No hay separación
entre la estética
y lo político.
La poesía
es el taller de diseño
de una sociedad mejor.
La vanguardia poética
es eso
vanguardia.
Política y poética
se enlazan
para proyectarse
más allá
de versos
y elecciones.
¿Es por eso que mataron
a Lorca
a Tilo Wenner
y desterraron a Larrea,
a Alberti,
y a no sé cuántos más?
Gracias, Robert.
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