miércoles, 29 de octubre de 2008

MITOS: EL CENTRO DEL MUNDO


(Foto: con los jóvenes del Colectivo Cultural y Social 1º de marzo, en Santa Rosa, acompañando a Osvaldo Bayer. Octubre de 2008.)







Mitos del centro y realidad de la dominación. El centro como metáfora de control. Arcaísmos y permanencias.

En el reciente XXIV encuentro de escritores de Santa Rosa (ver en este blog http://elavesimurgh.blogspot.com/2008/10/ni-centro-ni-periferia-tiempo-espacio.html) el tema elegido nos llevó a cuestionarnos el modo en que pensamos, imaginamos y usamos los conceptos de “centro” y “periferia”.

Compartiendo el pensar de otros autores, desde Heráclito hasta Walter Kohan y hasta los que se reunieron en diciembre en la Selva Lacandona, decíamos que estos conceptos, adoptados como representaciones espaciales estáticas (“aquí está el centro”, “estamos en la periferia”), son instrumentos al servicio de la dominación.

Dicho en términos escuetos: si te han convencido de ser periférico, actuarás como tal: estarás pendiente de lo que sucede en el “centro” o se comunica desde él, esperarás los cambios que vengan desde allí, y renunciarás a unirte a los demás para construir otros espacios no-centro / no-periferia.

Frente a este condicionamiento, insistíamos en que el espacio tiempo no es previo y condicionante de la acción histórica, sino en que el movimiento, la acción, genera los tiempos y espacios (como la diuca de Edgar Morisoli canta "no porque va a amanecer, sino para que amanezca").

Por poco que pensemos y observemos, entenderemos que el espacio puede asumir igual valor en cualquiera de sus sectores o tramos. En él se dan concentraciones, claro: de materia, de energía, de poder o riqueza. Pero no hay lugares privilegiados de la acción histórica – aunque en todas las épocas y edades aparezca “algún” lugar donde se generan o amplifican transformaciones. Un páramo en el Asia interior, un rincón de Palestina pudieron parir un imperio o una filosofía revolucionaria; lo mismo se puede esperar de la Patagonia o del pueblo de acá al lado. La potencia histórica no está adjudicada de antemano. E igualmente en el cosmos, donde no hay “lugares más cósmicos que otros”…

Pero entonces, ¿por qué nos resulta tan “natural” (naturalizado, en realidad) esto de creer que hay “centros” en el espacio?

En parte, por condicionamiento cultural e ideológico, reforzado por las empresas comunicadoras capitalinas. Este condicionamiento es útil para mantener la dominación. En parte también como resultado de la centralización burocrática, y la captación capitalina de intelectuales, proceso que en Argentina ha sido señalado por Raúl Scalabrini Ortiz. Pero además, la representación del espacio como algo que tiene “centros” se vincula a procesos de simbolización arcaicos, y a los primeros imperios antiguos. Creo que este es un estampado profundo que llevamos. Desarmarlo es servir a la libertad del pensamiento.

Venimos detectando cómo diversos conjuntos de mitos, a diferencia de aquellos que son liberadores, suelen servir de velado sustrato para mantener la dominación sobre anclajes profundos. Así, la planta sagrada que podría ser liberadora de conciencias, queda envuelta en un halo de terror y demonismo; así también reaparece una y otra vez la alienante expectativa del salvador personal encarnado en la peripecia histórica; así permanece de algún modo naturalizado el filicidio o la entrega de tantas Ifigenias… (V. MARTÍN, Ana. Ifigenias. mujeres abusadas, robadas, esclavizadas, sacrificadas. Ponencia para el XXIV -Encuentro de las Letras Pampeanas. Santa Rosa, Octubre de 2008.)

Centros del mundo: ciudades y capitales

Volvamos a esto del “centro”. En la Antigüedad ciertos lugares de especial significación o capitales fueron definidos alguna vez como centros del mundo. También se utilizaba la metáfora del ombligo. Ombligos fueron Delfos, Cusco. Quizás esto no suponía una centralización tan extrema o dominante, porque el ombligo alude a una conexión con una matriz. Ahora bien Pekín, Persépolis, Akkad, Roma (pagana o papal), Jerusalem, se ufanaron de ser “centro del mundo”. Y todavía hoy se ufanan París, Londres, Nueva York. Un titular de diario hablaba en estos días del “hundimiento del centro del mundo”… para útil pánico de los dominados, que se sienten inermes e incapaces frente a acontecimientos distantes, supuestamente incontrolables, en aquel privilegiado “allá”, y se disponen mansamente a pagar los costos de una fiesta ajena. Ese espacio descripto como centro es privilegiado hasta en sus hundimientos: es consabido que el Titanic tiene más prensa que el Principessa Mafalda o el Rastreador Fournier.

Esta metáfora del centro ha funcionado y funciona como un artilugio simbólico para instaurar y mantener la idea del Imperio, o de la supremacía, en el cacumen de los súbditos.

Agartha y el Rey del Mundo

Veamos otra metáfora, esta vez milenarista. En su viaje por el Asia interior durante 1920 y 1921, Fernando Ossendowsky registró la creencia en Agartha, oculto Centro del Mundo. Antes, el autor francés Saint-Yves d´Alveydre, en su obra póstuma Misión de la India (1910) había descripto este centro.

Allí en Agartha está esperando el Rey del Mundo, el Brahmâtmâ, que un día vendrá para imponer la paz y la justicia sobre la tierra. El y su pueblo migraron bajo la tierra hace más de mil años. Allí han ido a abrevar sus doctrinas y preceptos los grandes profetas, por ejemplo el Buda.

El Rey del Mundo ve los corazones y las mentes de todos los dirigentes de países de la tierra; si prevé que sus acciones ocasionarán el mal, les prepara la ruina. Conversa una vez al año mano a mano con Dios, al que pone al tanto de lo decidido junto a los Goros, sus ancianos y sabios consejeros. Cuando alguien pretendió ingresar a su reino para pedir ayuda, el guardián le respondió que el Bramhytma vendrá el día previsto y necesario; porque “todavía no han venido los peores males al mundo”. Este Rey dispone de maravillosos adelantos tecnológicos, porque en su territorio se da un calmo desarrollo de las ciencias: extraordinarios medios de transporte, de visualización, de detección, están a su alcance. Su reinado abarca también las cavernas subterráneas de América.

Convengamos en que si usted cree que lo peor de la historia todavía no acaeció, pero que precisamente cuando acaezca aparecerá un salvador para iniciar una era de paz y justicia, posiblemente no le interese la participación política o la militancia en alguna causa terrestre. Ahí está la funciòn política de este mito.
Los reyes escondidos. La Sociedad Thule.

De modo parecido, en algún centro secreto están esperando Barbarroja, y Federico II, y el rey Sebastián de Portugal, y quién sabe cuántos y quiénes más, para venir a resolver con su mandato los problemas del género humano. Esperemos que no se les de por venirse todos juntos. Supo haber sociedades secretas que actuaron en nombre de alguno de ellos, haciendo “justicia” mal y pronto. Por ejemplo los Tribunales Secretos de Westfalia, que en tiempos inseguros en Alemania, aplicaban justicia sumaria siguiendo supuestamente las leyes de Carlomagno, difunto varios siglos antes.
Hitler y los jerarcas nazis, y también el materialista Stalin, buscaron también un centro oculto, cuya posesión les permitiría tener un poder firme y duradero sobre todo el mundo. La secreta Sociedad Thule, en la que surgió el símbolo de la svástica y la creencia en la superioridad aria, sostenía la existencia de ese centro bajo la tierra, de donde saldría a luz una humanidad superior –compuesta por robustos ejemplares rubios.

La temible Mayoría

Materialmente más cerca nuestro, está el mito de la Sociedad, la Mayoría o la Brujería, cónclave secreto que dirige el mundo sin que lo sepamos, y que todo lo ve mediante una gigantesca piedra cristalina, el ojo en la cueva de Quicavi, donde el panóptico se une a la fantasmagoría del centro oculto.

Investigado por Oreste Plath y divulgado por Bruce Chatwin, el mito narra que en un lugar de Chiloé, la cueva que mencionamos, se reúne ese consistorio de doce grandes brujos, exclusivamente varones. Ellos pueden enterarse de todo lo que sucede en el mundo, aún los actos secretos de las personas, mediante una gran piedra preciosa cristalina y facetada. Allí te ven y me ven. Si necesitan secuestrarte, enviarán a levantarte su barco fantasmal, el Caleuche. La Mayoría elige como guardián de la cueva a un niño al que le deforman el cuerpo, dándole vuelta las extremidades hacia atrás, hasta que su monstruosidad se torna horripilante. Atención entonces: esta criatura, el Invunche, es un monstruo fabricado. Por si algo faltara en el elenco, se agrega la Chilladora, una joven a la que se han vaciado las vísceras, y que así alivianada y hueca vuela sobre las comarcas repitiendo, repitiendo los rumores que la Sociedad quiere difundir. Espionaje, deformación extrema, secuestro, rumoreo repetido por criaturas sin interioridad… ¿no resultan esclarecedores estos temas míticos que describen los elementos constituyentes una dominación?

El Sagrado Corazón y la teta de Colón.

La imagen del Sagrado Corazón, que es muy anterior a su adopción por el catolicismo en el siglo XVII, se relaciona con estas metáforas espaciales. Estos centros utópicos espacializan al Salvador y Rey del Mundo, reproduciendo y regenerando el esquema del poder del Señor. (De paso: en otro capítulo de este blog, el de las "Plantas Sagradas", referimos cómo esa imagen del Corazón es en realidad una semilla de silfio).

Lejos de la modernidad que se le atribuía en los relatos escolares, Colón llegó a la conclusión de que la tierra… no era redonda:

“Yo siempre leí qu’el mundo, tierra y agua hera esphérico [...] Agora vi tanta disformidad [...] y hallé que no hera redondo en la forma que escriven, salvo qu’es de la forma de una pera que sea toda muy redonda, salvo allí donde tiene el pezón, que allí tiene más alto [...] como una teta de muger [...] y qu’esta parte d’este pezón sea la más alta, cerca del cielo, y por debajo de él fuese la línea equinoccial y el fin del Oriente adonde acaban toda tierra e islas del mundo" [...] (C.Colón21995: 376-377)4.

Un espacio tensionado, no homogéneo, en el que hay un punto privilegiado por su proximidad al cielo. Allí está el Paraíso, y hasta allí cerca habían llegado sus naves, quería creer el Almirante.

El “centro interior”

La espacialización del control mediante una metáfora, es más exitosa cuando se la internaliza. aplicándola a la propia constitución de la persona. Se ha dicho que en Occidente, al menos desde René Descartes, tendemos a sentir y pensar nuestra persona como un enanito que, desde una alta cabina ubicada en el cráneo, maneja todos los comandos de una máquina corporal. Inútil para entender nuestros procesos somático-mentales, la imagen sirve cuando se trata de poner bajo dominio y administración las energías de las personas con fines laborales y de “ordenamiento” en general.

Así pues, una estrategia de dominación interna de la persona acompaña a las estrategias de dominación aplicadas mediante las representaciones del espacio externo. Haber detectado esta metáfora tampoco es mérito mío, sino una idea que traigo de un pensador patagónico quizás escasamente aprovechado: Oscar Nudler, filósofo rionegrino al quien le debemos certeros análisis de los modelos de desarrollo.

En fin, uno quisiera ser moderado en sus combates, y no meterse a pelear con Corín Tellado o con algún cancionista romántico. Pero cuando el lenguaje amoroso habla de que Fulano es “el centro de mi vida” o Perengana “está en mi corazón”... no hay un modelo que otra vez se reproduce?

Algunas reflexiones

Evitando toda conclusión concluyente, sólo apuntaremos algunas reflexiones sobre este complejo mítico.

Al pensar en las aplicaciones de la palabra “centro”, además de la ya registrada de la crisis “en el centro del mundo”, vienen en mente los “centros culturales” asociados al onganiato y a otros gobiernos, abierta o veladamente autoritarios. O aquella célebre y difunta consigna de “llevar la cultura desde el centro a los barrios”… como si estos fueran un territorio vacío a conquistar.

Posiblemente la tradición mítica del “centro” ha contribuido a que aceptemos con naturalidad estos preconceptos.

En Santa Rosa, mientras se desarrollaba el encuentro aludido, hicimos un paréntesis para acompañar a Osvaldo Bayer a una visita inolvidable. Es la que quedó registrada en la foto de este post. Habíamos sido invitados por los jóvenes que han conformado un “Colectivo cultural y social”: en una casa abandonada y reocupada, ofrecen talleres, conferencias, encuentros de trabajo.

Me pareció ejemplar que estas mujeres y estos hombres jóvenes llamen a su espacio “colectivo” y no “centro”. Precisamente de eso se trata. Y para eso sirve repasar estos mitos.

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