martes, 7 de octubre de 2008

Dominación territorial y estrategias simbólicas

(En la imagen: una calle patagónica recuerda a un "lobbista" promotor del dominio británico en la región).

I Jornadas Patagónicas de Comunicación y Cultura
General Roca, Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad del Comahue
10 de octubre de 2008


Territorios. La apropiación del espacio público.
Lo físico. Lo simbólico.


Ramón Minieri ramonminieri@hotmail.com
Conferencia

Colonización mental y apropiación territorial

Voy a referirme a las estrategias simbólicas que anteceden, sustentan, acompañan y ayudan a mantener la apropiación del espacio o de los espacios públicos, sean estos físicos o inmateriales.

Me parece necesaria en primer término una breve referencia personal.

Soy sólo un poeta que encontró un archivo; trataré de explicar esto.

Como escritor me dediqué siempre a la poesía, si bien mi formación fue en historia, allá por los años 1960/70. Algunas vicisitudes personales me apartaron tempranamente de la universidad y de la vida académica. Expulsado de la universidad (por decisión de un tal Tetu), y luego también de la docencia en el secundario, tuve que ponerme a hacer otros trabajos para poder mantener a mi familia. Por fuerza quizás más que por virtud, me encontré perteneciendo a esa especie ornitológica con la que se identificaba Atahualpa Yupanqui al decir “soy un pájaro corsario / que no conoce el alpiste”.

Además de poeta, soy un indagador independiente de los símbolos, su relación con el poder y su papel en la historia. Otra cuestión que me interesa, es la de la instauración interna de los sistemas de control social, especialmente a partir del siglo XVII. Quizás todos estos caminos se me anudan en cada búsqueda. Y en esta en particular.

Hacia fines de los ’90, como por casualidad, me encontré con el archivo (parcialmente expurgado por sus propietarios) de la correspondencia de “la Compañía”, la Argentine Southern Land Co., que poseyó buena parte de las tierras del sur de Río Negro y del norte de Chubut. Un enjambre de empresas hermanas de ella componía el mosaico de lo que fue el gran dominio británico de la Patagonia, integrado a la neocolonia angloargentina.

Me consideré obligado a transcribir esos archivos, a contextualizarlos, y en fin a publicar mi trabajo, como un estudio de caso de una empresa de dominación territorial (deliberadamente la llamo así).

Desde esta hechura y desde estos lugares me expreso, y por ello pido las disculpas de ustedes por no cumplir aquí con las buenas prácticas académicas. Estaré hablando en primera persona del singular, formulando juicios de valor, introduciendo consideraciones políticas, confrontando el conocimiento con el conjunto de una praxis, y entrecruzando lo arcaico con el presente.

Hecha esta salvedad, vamos al tema.


Bayonetas, ignorancias, controles

“Las bayonetas pueden servir para algunas cosas, Sire, pero no para permanecer sentado sobre ellas.” La observación que Talleyrand le hacía a Napoleón puede servir como introducción a nuestro tema.

No hay dominio que se pueda sustentar indefinidamente sobre la mera fuerza bruta. Ni siquiera es posible esto por un tiempo limitado.

Quien quiera dominar, necesita dejar instalados en los dominados ciertos mecanismos internos de control. Oportunos miedos y oportunos silenciamientos sirven para que aceptemos y aún aplaudamos el avance de unos pocos sobre aquello que es de todos.

La ignorancia es parte de esta panoplia de herramientas de control internalizadas. En ninguna sociedad hay ignorancias “naturales”. ¿Cómo considerar natural la privación de los conocimientos que existen en la sociedad, y que debieran estar disponibles para todos? La ignorancia es el resultado de procesos de construcción social; es la dominación la que genera ignorantes.

La gigantesca operación de apropiación de tierra pública – y diría no sólo de tierra, sino de territorio – por un centenar de empresas británicas, se llevó a cabo, en lo material, entre 1880 y 1914. En esos años, tan sólo en los territorios del Sur se entregaron 38.396.246 ha; esto significa 129 ha por hora, es decir, dos manzanas por minuto, durante 34 años. Si incluyéramos también las tierras entregadas en el Chaco, Formosa, La Pampa, y las provincias “históricas”, estos números se verían notablemente aumentados.

Esta generosa entrega de tierras contribuyó a afianzar la constitución material de la Argentina, que era y sigue siendo oligárquica y neocolonial. Mientras esa constitución real no se modifique, la República instituida por la constitución jurídica será sólo de relativa vigencia.


¿Se creerá que vengo hablando del pasado? Recientemente he recorrido parte del territorio donde actuó la Compañía. Y escuché, de boca de mis comprovincianos, más de un elogio reverente de la empresa y de los míticos “ingleses”, como presuntos generadores de riqueza – pero más, de orden. Hace pocos días, una señora me comentaba: “Y… los ingleses recibieron esos privilegios, pero los criollos no venían a trabajar acá.”

El problema con ese pasado es que está presente, tanto como el terror instaurado en el siglo XVII por los operativos inquisitoriales a la madrugada.

Apuntando a entender esa permanencia, voy a enunciar algunas imágenes y procesos simbólicos que han sustentado y sustentan nuestra constitución oligárquica.

El caballero inglés

En algunas páginas de mi libro describo cómo, por la vía de las publicidades, de algunos relatos y de artículos costumbristas en la prensa, se instaló la estatua mental (dijera Ernst Bloch) del inglés, como persona honorable, puntual y eficiente, administrador en una empresa “seria”. Frente a él y en contraposición, está la figura del nativo (criollo o indígena quedan sumidos en la misma categoría): nativo presuntamente vago, incapaz, y demasiado dispuesto a recibir coimas. Aunque contradichos mil veces por los hechos, estos retratos ficticios mantienen cierta vigencia hasta hoy.

Considero que esta estampa del buen inglés mantiene su vigencia, porque reproduce en términos actuales y se corresponde con una figura de poder y protección de anclaje antiguo: el gobernante pastor, delineado por Michel Foucault en “Omnes et singulatim”.

Fundar es ultimar

En algún libro serio, patrocinado por una institución académica, encuentro la afirmación de que los latrocinios y los asesinatos, las púdicamente llamadas desprolijidades del proceso de apropiación territorial, eran males necesarios en el contexto de un gran bien: la incorporación de esas tierras a la economía y la sociedad de la Nación.

Los archivos que revisé dan lugar a muchas dudas acerca de la realidad de esa “incorporación” a la que se acude como coartada.

La fuerza de este modelo lleva a desconocer experiencias efectivas de ocupación y modelos de uso de estas tierras nuevas, que no fueron los de apropiación latifundista y a modo de enclave. Simplemente, no se recuerdan estas experiencias. Allí habría mucho para indagar, encarando la historia de la construcción política del olvido, en la región y la nación. Para dar un ejemplo local, muy local, ¿cuántas veces recordamos que la primera Universidad de Neuquén fue creada por los presos políticos en el propio penal de esa ciudad? Alienta decir que un trabajo de Ernesto Bohoslavsky y Fernando Casullo nos ha restituido este relato.

Interpreto, quizás se me dirá con exceso, que también en este caso la falsificación histórica toma fuerza como los Titanes, haciendo pie sobre un suelo mítico arcaico. Me refiero al modelo mítico de la fundación como acto sacrificial. En uno de los dos grandes relatos míticos, el fundar se produce tras el matar, y sobre el cadáver de la víctima. Una imagen anclada en este modelo (espada, rollo y picota) ha estado en las ilustraciones de los manuales y en la iconografía monetaria de nuestro país.

El “sentido común”, los derechos humanos y la historiografía

Desde el “sentido común” se formula una condena contra las conductas intelectuales “anárquicas”, según las cuales ciertos valores, ciertos derechos humanos fundamentales, deben ser respetados; contra quienes sostenemos que no hay ocupación, apropiación ni incorporación de tierras que justifique desconocer y conculcar esos derechos. En suma, contra quienes hacemos lo que para Giorgio Agamben es la misión de la historia: profanar.

Pero tampoco el “sentido común” es natural. En el sustrato histórico cultural de esta condena “desde el sentido común”, se encuentra la tradición de las modalidades de acción simbólica de la Iglesia, y especialmente de sus mecanismos de control: un discurso tan perdurable como exitoso. Los argumentos del Inquisidor de Dostoyevsky en su diálogo con Jesucristo, al que condena a la hoguera, responden a ese mismo molde, que es el de los historiadores “pragmáticos”, a la hora de autorizar las masacres con un guiño. Idéntica vitalidad mantienen los argumentos inquisitoriales acerca de la necesidad de que el pueblo sencillo sea mantenido en la sencillez, sinónimo de estupidez políticamente útil. Sobre esa misma base se construyeron los manuales y el ritual escolar, desde los tiempos de José María Ramos Mexía o antes. Se me ocurre que la misma lógica informa a algunos productores o guionistas de televisión.

El buen peón y las herejías.

Las virtudes morales del catecismo y del libro de lectura constituyen uno de los hilos conductores de la red de la dominación. La experiencia contemporánea de lugares como las estancias, que fueron verdaderos “campos” conforme al concepto de Giorgio Agamben, lugares de administración total de la persona (su acceso o no a la bebida, su indumentaria, sus tiempos y comidas), esa experiencia se ilumina recíprocamente con el pasado. Entendemos por qué fueron perseguidas algunas de las llamadas herejías; así como el manejo de las hierbas psicoactivas o curativas por las mujeres del pueblo, esas herejías ponían en discusión el control corporal ejercido desde el dogma del Buen Señor y por sus administradores. Lo que escandalizaba era ese principio que sostuvieron hasta la hoguera aquellos herejes: el que lograba unirse a Dios (sin mediación de la jerarquía) quedaba liberado de cumplir con la tabla del “buen súbdito”… y, horror de horrores, hasta como decía Margarita Porete en el siglo XIV, “podía disponer de la propiedad de su señor sin licencia”.

Las herejías no eran perseguidas porque dieran otra interpretación del trasmundo, sino porque cuestionaban la administración de la gracia, la jerarquía que administra la salvación. Es para preguntarse si, como prolongación de este cerrado mester de clerecía, la bronca de los peones sigue estando hasta hoy un poco al margen de las investigaciones académicas.

Programación del tiempo y del espacio

El logro culminante de las políticas simbólicas de dominación es la manipulación de las categorías de tiempo y espacio de los sujetos dominados. Como en la película Matrix, se procede a la inserción de un chip, conforme al cual el tiempo y el espacio de los sujetos/sujetados es el que conviene al esquema de dominación. Antes del chip material, estuvieron los chips simbólicos.

Habría que hacer cartas geográficas de los espacios regionales según son percibidos, aprovechando quizás los aportes de la “geografía de la percepción”. Barrunto que encontraríamos marcadas disparidades entre estas cartas y las que habitualmente vemos.

Los mapas y los calendarios mentales programados en los sujetos, excluyen por ejemplo la vasta superficie de las tierras apropiadas en el proceso de 1889 a 1914; o bien están como un espacio descolorido, escasamente significativo en el conjunto de los territorios provinciales. Así se genera inadvertencia y olvido sobre algo que es tan primario como la vieja ley de gravitación, o digamos como el espacio-tiempo alabeado de Einstein: una tremenda concentración de superficies, riqueza y poder, deforma todo el sistema político y social. Para quienes sostienen la dominación, es conveniente que esa concentración permanezca mayormente inadvertida.

Asimismo los tiempos sociales están programados de manera funcional al mismo esquema. Los fastos de la República y de las provincias enfatizan ciertos tiempos y momentos, y omiten otros. La apropiación o la supresión de fastos contribuyen al mismo fin.

Los sujetos históricos

En los medios de comunicación, como en los relatos de alguna historiografía tradicional, se definen los sujetos históricos conforme al proyecto de la dominación: he allí al prócer, el Estado, las fuerzas del orden, el representante, el intelectual destacado. Esto por carencias documentales, pero también porque tenemos una deuda en la investigación; pese a tanto esfuerzo meritorio, nos falta aún lograr el relato pleno y fuerte de las comunidades que fueron sometidas y expoliadas.

Los billetes que usamos todos los días, la plata, afianzan esta concepción del sujeto histórico. En la cúspide de nuestro sistema monetario, Roca y sus hombres ejecutan una vez más el ritual de una fundación sobre las víctimas. Esa iconografía ad usum populi realimenta el modelo vigente de apropiación física y simbólica.

Construcción y apropiación de los relatos

Siguiendo la trocha generosa y ancha abierta por Osvaldo Bayer, quienes escribimos en la Argentina tenemos mucho por hacer, para recuperar los relatos expropiados. Porque antes de trabajos como el de Bayer, y todavía en algunos ámbitos de opinión publicada, la resistencia es narrada según las crónicas del gobierno o la policía. Hay una policialización retrospectiva del conflicto social, vía el relato del “bandolerismo” - y el molde sigue vigente aún hoy.

Ese molde tiene antecedentes ilustres. Viene desde las descripciones prontuariales de herejías del siglo IV. Existió un mecanismo de producción del hereje y del argumento de la herejía, más allá de la voluntad de los disidentes, que tuvo plena vigencia hasta por lo menos el siglo XVII – y me atrevería a proponer que se indague su prolongación en tiempos de nuestro Centenario. Hallamos que la Inquisición del siglo XIV “descubre” (en realidad, produce) herejes que en los interrogatorios repiten aserciones que estuvieron vigentes diez siglos antes. Un proceso semejante afecta a nuestro relato regional.

En relación con el desarme de este relato, que se integra a la dominación, me pregunto si la indagación de la historia política y social regional no ganaría perspectivas incorporando los aportes de la New Criminology (Timothy Mason en "Leyendo los motines", y otros), que ha trabajado el concepto de “relato tipo”, así como los de las ciencias simbólicas y de la psicología.

Toponimia y nomenclatura urbana

Más presente está en la discusión actual, el papel de la toponimia y la nomenclatura urbana como realimentadoras de estas imágenes y estos relatos consagrados. Como señaló el propio Bayer, el coronel Ramón L. Falcón es una estrella de nuestra letanía de nombres de calles y lugares, con no menos de diez menciones en la ciudad capital de la Nación. No menos, el General Roca. Y por limitarnos sólo a los gobernantes, casi no se halla en este santoral urbano el nombre de alguien como Eleodoro Lobos, que se atrevió a intervenir la Oficina de Tierras y Colonias, ni el de otros como él.

(Digámoslo también, para retratar una actitud y una ideología en ejercicio: en alguna ciudad donde se venden muchas remeras con la efigie del Che, las "fuerzas vivas" rechazaron que una de sus calles recibiera su nombre. Me pregunto si en algún lugar de esta Argentina que tanto lo nombra y tanto trafica con su icono, hay algún topónimo que lo recuerde. )

Por lo que atañe a los fundadores del dominio británico, sus referencias salpican todo el mapa. Los conmemoran apostaderos y estaciones ferroviarias, calles en las ciudades de la Patagonia, barrios, localidades. Henderson, Krabbé, Asahel Bell, Juárez Celman, Holdich (autor de un proyecto de corredor inglés en Patagonia), Wilde, Agustín P. Justo, La Anónima, entre otros, integran esta galería.

Lecciones de cosas

Las didácticas tradicionales dedicaban siempre algún capítulo a las “lecciones de cosas”, las que se realizaban a partir del contacto entre los alumnos y los objetos mismos.

Wilhelm Dilthey señalaba, en su teoría de las concepciones del mundo, que una cosmovisión se transmite a través de los ordenamientos cotidianos que perciben los chicos. Una plaza, una calle, son así elementos transmisores de una visión del mundo.

Me pregunto qué lección de cosas transmiten nuestros espacios de vida cotidiana, en los que no es raro percibir el retroceso de lo público (costas invadidas, veredas ocupadas, hasta alguna calle cortada por un vecino influyente). Qué lecciones imparten los grandes espacios recortados, cerrados por una alambrada o un muro, para formar un barrio privado o un gran emprendimiento turístico o inmobiliario. Si eso es posible, por qué no la apropiación de un millón de hectáreas… Lección de cosas también, la intrusión de un enorme espacio comercial con rasgos de no-lugar, sobre los restos de construcciones que tuvieron rasgos propios, que integraron un lugar hecho a escala de los seres humanos. ¿Qué cosmovisión se aprende a partir de estos procesos?

Los juegos infantiles transmitían también una noción de espacios comunes, compartidos y reglados – fueran los juegos de mesa o los de carreras en el patio, en la calle. ¿Cuáles son los espacios significados en los juegos de hoy? ¿Es verdad que son mayoría los juegos electrónicos o de computadora en los que el espacio se gana a base de la fuerza, el engaño y la prepotencia?

Las hadas no son neutrales

Que los santos no son neutrales, lo sabíamos. Por caso, fíjense que se lo llama “primer santo argentino” sea Héctor Valdivielso Sáez, que desde los 3 años de edad vivía en España. Valdivieso ascendió de un plumazo, gracias a su militancia simbólica contra la izquierda, la república, el socialismo, la distribución de la riqueza y otras herejías, y contando a su favor con Juan Pablo II, Carlos Menem y Cacho Caselli. Mientras tanto, las carpetas de Ceferino Namuncurá o Laura Vicuña seguían esperando al fondo de la pila. Ceferino (que no había recibido ni un saludo de Juan Pablo II cuando este visitó Viedma y no escuchó los reclamos de Hesayne por las tierras de los mapuches), fue reflotado luego, muy oportunamente, por los mismos días que el escándalo del cura Grassi llegaba a juicio, ¿recuerdan? Hay gente que sabe un montón de esto de las estrategias simbólicas.

Otro caso parecido es el de la Madre Tránsito Cabanillas, cordobesa pero nada revoltosa, promovida a Sierva de Dios de apuro en 1999 por presión del matrimonio Duhalde, a la sazón embarcado en una campaña electoral por la presidencia, y beatificada en abril del 2002, entre Remes Lenicov, la pesificación asimétrica, la mesa de diálogo de la Iglesia y los planes Jefas y Jefes… mientras las otras mencionadas carpetas seguían amontonadas en el despacho. El operativo simbólico de 2002 fue acompañado con bombos y platillos por un operativo semiturístico en Villa Carlos Paz. Allí está la estancia donde vivió la beata, aunque ahora bajo las aguas del Lago San Roque, obra de aquel impío masón de Juan Bialet Massé… Pero sin arredrarse, la autoridad municipal inventó un recorrido alegando que por ahí paseaba la santa, en tiempos en que la ciudad no existía. En poner seis placas y esas menudencias, se gastaron diez mil buenos pesos de entonces.

Los santos, vaya y pase. En alguna memorable comedia española he visto que el portón de entrada al cielo está ornado por el yugo y las flechas de la Falange. Que también el Pato Donald y el ratón Mickey no eran inocentes, lo delataron Armand Mattelaart y Ariel Dorfman (valga un recuerdo setentista).

Pero ahora este escritorzuelo viene a sugerir que tampoco las hadas son neutrales. Me disculparé alegando que antes lo ha dicho un premio Nobel de Literatura, Salvatore Quasimodo. Leo textualmente un párrafo de su discurso de aceptación, de 1959:

"La degradación del concepto de cultura operada sobre las masas, que así creen estar ante el paraíso del saber, no es un factor político moderno; lo que es rápido y nuevo es la técnica usada para la dispersión múltiple de los intereses meditativos del hombre. El optimismo ha devenido tangible, no es más que un juego de la memoria; los mitos y las fábulas (diríamos el ansia de eventos sobrenaturales) descienden al folletín policial, asumen metamorfosis visuales en el cine o en el relato épico de los pioneros o del delito. "

El optimismo de los cuentos de hadas, de policías buenos, de crímenes que se esclarecen, de presidentes y agencias de inteligencia que resultan desenmascarados en sus turbios manejos, constituye otra estrategia simbólica eficaz. Puesto que todo a la postre tiene un happy end, no se inquiete usted.

¿Es necesario añadir que hay una escuela de política práctica que adhiere a la venta de cuentos de hadas? Porque no es casual que en tantos y tantos años de enajenación territorial, la cuestión de nuestra constitución oligárquica en materia de tierras no se encuentre, no se haya encontrado quizás jamás, en medio del debate.

Tras que éramos pocos, Santa Ana es peronista

“Gloriosísima Santa Ana / que fuistes Madre de Cristo / fuistes virgen, fuistes mártir / y dimpués fuistes Obispo.”

La parroquia de aquel pueblecito español tenía sólo una imagen de palo, a la que se revestía, según fuera la fecha, con el hábito de Santa Ana, o con el de la Virgen María, o con el de algún Mártir, o con el de San Nicolás…

La proteica estrategia simbólica de los movimientos “nacionales y populares” (pienso en el yrigoyenismo y en el peronismo) puede quedar descripta por la rima de Santa Ana.

En materia de tierras, ambos han redoblado algún asordinado son de “la tierra para el que la trabaja”. En materia de prácticas, el estudio de caso que me tocó abordar señala un gran respeto de ambos movimientos hacia la formalidad legalista. Si las tierras estaban escrituradas, como en efecto lo estaban, a favor de la Compañía, pues no se hable más. En el mejor de los casos se cuidaba la prolijidad del deslinde. Y en cuanto al primer peronismo, es sin duda destacable el mejoramiento en las condiciones de los trabajadores, merced a la presión del Estado para que se tornara realidad el Estatuto del Peón.

Pero nunca se sacó a la luz de un debate la ilegitimidad originaria de las concesiones hechas por Juárez Celman. Y hasta podemos ver al fundador del justicialismo evitando, mediante una enérgica intervención, que una de las estancias fuera expropiada en los años 70.

Posiblemente en ambos movimientos hubo dirigentes lo bastante pragmáticos, o elusivos frente a este posible conflicto, como para comprar todas las banderas y no agitar demasiado ninguna, según marcaran los tiempos y las oportunidades.

Me pregunto si es cosa del pasado esta estrategia consistente en comprar consignas e incorporarlas al propio repertorio, aunque la práctica quede disociada de ellas. Quizás la táctica se sintetice diciendo “compremos banderas, que siempre arrastran a alguno.” Quizás sea menos fácil descolgar a un país de una relación neocolonial, que descolgar el retrato de un dictador. ¿Serán estos los límites que nuestra propia sociedad acepta, y tácitamente quiere?

Una precisión todavía: tácticas como esta no se dan sólo en un partido, ni sólo en nuestro país. El Jefe de gobierno de la ciudad capital reduce los recursos para la educación en nombre de la educación pública. Y el presidente de los Estados Unidos agita la bandera de la iniciativa privada para subsidiarla con recursos públicos.

Trabajos pendientes

Alguno de los párrafos que anteceden ya están apuntando a una agenda de trabajo para la recuperación del espacio público como tal – o al menos, para resistir a su apropiación.

La agenda no sólo es para historiadores, sino también para quienes desde cualesquiera modalidades de la escritura, del conocimiento, de la palabra, de la imagen o el sonido, podemos circular estos conocimientos y estas preguntas hacia el común.

Se trata de investigar estas relaciones, y estos posibles anclajes profundos de los esquemas de la dominación. Sostengo que la programación interna se hereda. Miedos y silencios se transmiten, cuando ya el episodio generador se ha difuminado, de una generación a otra. Entender algo de esta transmisión, y de cómo es posible ponerla bajo la luz de la conciencia, cuestionarla, contribuiría a un proyecto liberador o de resistencia.

El trabajo sobre las denominaciones, los sujetos históricos, la agitación de la palabra libre… creo que todos esos caminos nos pueden servir también para tal tipo de proyecto, con la condición de que nos propongamos llegar a quienes aún no han accedido a esos conocimientos.

Desde mi reducida experiencia personal, diría que no hay campo de las ciencias humanas y sociales, no hay disciplina que no pueda contribuir a un proyecto libertario o resistente. Me fue muy útil la historia de la Iglesia católica, que es la maestra eminente de los sistemas de control internalizados y de las políticas simbólicas, para entender otros fenómenos en el campo político, en la publicidad, en el marketing. Por mencionar sólo un aspecto, fíjense con cuánta astucia la jerarquía católica argentina, acompañada por algunas congregaciones, suprimió en la década del 60, silenciándolos, corriéndolos de fecha, modificándolos, algunos cultos con ribetes afroamericanos, con algo de orgiásticos. E instauró otros cuyos contenidos y sentidos se adecuan más a una política de captación de sectores medios altos de la sociedad. Para ser gráfico: se hizo a un lado a la Candelaria, y trajeron la Virgen de Schoenstatt o la de San Nicolás. No es poco cambio.

Me atrevo a pensar que las Universidades pueden aportar mucho para destejer y retejer relatos, redefinir sujetos, y en suma y por distintos caminos, contribuir a este análisis social para desarmar la dominación internalizada, y rearmar la resistencia. Una de las trabas que enfrenta la lucha por la libertad integral (que es lucha inseparable por la justicia, por la verdad, por la memoria, por la persona…) una de las trabas es que actualmente la dominación privatizada no encuentra frente a sí la histórica resistencia que supo hallar en las aulas universitarias. Veo que en algún “alma mater”, disciplinas como la economía, la sociología, las ingenierías, que otrora estuvieron articuladas en torno a un ideario cuanto menos “nacional y popular”, hoy preparan buenos ejecutivos para los oligopolios. El camino de las certificaciones, de las siglas prestigiosas, las calificaciones, las estadísticas que desde afuera nos marcan en qué lugar está por su prestigio determinada universidad argentina o regional, es parte de este mecanismo. Una compra simbólica anticipada. Que este robo no prospere. Y si es posible, que se devuelva la universidad a su pueblo.

Vuelvo sobre mi propio trabajo, para decirles que proponiendo, y en muy modesta medida haciendo algo de ese camino, siento que como escritor puedo ayudar a la libertad integral. Y creo que estas son modalidades de acción política que tienen sentido.

En las memorias de un preso de Neuquén, Luis V. Sommi, leí algo que quisiera sirva como uno de los hallazgos de este encuentro. Dice Sommi que una de las normativas carcelarias establecía con respecto a las cartas: “nada de escribir en plural”. Si en su correspondencia el preso aludía a “nosotros”, si daba la más mínima referencia de otros penados, no se autorizaba el envío de su carta.

Yo invito, nos invito, a escribir (aún como a veces lo hace el poeta lírico, que en su “yo” nos contiene a los otros) a escribir, cantar, hablar cuanto más podamos en plural.

Muchas gracias.

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