jueves, 23 de octubre de 2008

"Ni centro ni periferia". Tiempo, espacio, escritura, revolución. (1)




Ponencia presentada en el Encuentro de Escritores de la APE, Santa Rosa, 24 de octubre de 2008.


“NI CENTRO NI PERIFERIA”

LA ESCRITURA OREJANA Y EL ESPACIO DE LOS ESCRITORES PATAGONICOS

Queridas amigas y amigos:

Ante todo, un abrazo fraternal para las escritoras y los escritores pampeanos que nos invitan y nos reciben, con la cordialidad que siempre brinda este pueblo. Y la felicitación a los que integran la APE, por nada menos que un cuarto de siglo de existir, de porfiar, de convocar, de publicar… Veinticinco años centrados en la tarea de la escritura, y en el compromiso con el común.

Pensar, escribir, pronunciarse claramente ante todos y por todos… La trayectoria de Osvaldo Bayer, a quien felizmente tenemos presente y saludamos con admiración, corre por el mismo cauce que la de la APE, y con la misma fidelidad indeficiente a los valores humanos y sociales fundamentales.

Centro, periferia, margen, escritura: algunas ideas

Estuve intentando juntar algunas ideas sobre el tema de este Encuentro; la mayoría de ellas han sido tomadas de pensadores y activistas sociales que iré mencionando. Como cuando uno junta leña para un fuego: cada tronquito es el regalo de algún árbol o arbusto generoso.

Por empezar, el título ha sido copiado de una conferencia del subcomandante Marcos de diciembre de 2007.

En un primer resumen de lo que pude acopiar, anotaría que:

- el esquema conceptual centro – periferia sólo sirve de modo limitado para pensar la realidad y la posibilidad de cambio de los espacios sociales; en ocasiones puede servir al ocultamiento de la realidad y para desalentar la acción;

- cuando se vuelve imagen internalizada, el esquema centro / periferia es una metáfora que instaura el control y la tendencia a la reproducción, aún en los intentos o proyectos de cambio o revolución; y esto en varias escalas (desde el país o el mundo, hasta la interioridad de la persona);

- la escritura es ineludiblemente “excéntrica” (no condice con las acumulaciones de poder) y necesariamente “marginal”(porque está en la margen del río de Heráclito). Jonás no puede vivir cómodo indefinidamente; la palabra es molesta para los poderes constituidos;

- para los escritores, la diferencia de oportunidades y posibilidades según los espacios, no se plantea en relación con el escribir mismo, sino en relación con el entorno instrumental y con la difusión de la escritura. Pero la difusión es constitutiva del acto de escritura, y no un agregado final; porque no hay palabra antes o por fuera de ser pronunciada (lección que le debemos a la oralidad, pero que no sólo se aplica a ella);

- en la escritura misma, en el posicionamiento, en el “enradicamento”, los escritores fundamos con la palabra espacios “ni centro ni periferia”, o como los llama Edgar Morisoli, centros de sí mismos;

- la palabra es de por sí crítica hacia los poderes constituidos, hacia toda pretensión de centro;

- para acompañar la tarea de escribir, los escritores podemos producir espacios “ni centro ni periferia” de información, publicación, de soportes bibliográficos;

- este será un modo de reconstituir un espacio social no centro / no periferia desde nuestra propia práctica – intentando superar la hemiplejía teórica. Los movimientos construyen espacios; espacios otros. La reconstitución pasa por el movimiento de los escritores.


1. Brevísima historia del esquema centro - periferia

Comencé buscando algunas pistas sobre la historia de estos conceptos, pensando que ningún espacio es neutral o indiferente; tampoco el de las ideas y los vocablos. Como supo decir Henri Lefebvre. “El espacio ha sido formado y modelado por elementos históricos y naturales; pero esto ha sido un proceso político. El espacio es político e ideológico. Es un producto literalmente lleno de ideologías.” Que las palabras no son inocentes ni neutrales, lo sabemos – más aún por ser lectores y escritores. Entonces pensemos de dónde provienen, en qué circunstancias se generaron y con qué finalidades se utilizaron los términos “centro” y “periferia”. Para despegarnos de estas palabras, que a la vez son categorías, marcos del pensar, y poder así verlas, anverso y reverso.

Este modelo espacial centro – periferia nos viene del desarrollismo contemporáneo. En un reciente libro de los patagónicos Guido Galafassi y Andrés Dimitriu la geógrafa cuyana Ruth Eliana Gabay repasa el trazado de esa historia, vinculada a la CEPAL y al economista Raúl Prebisch, a partir de 1948.

Pobres y ricos, de eso se trataba. Y de una propuesta reformista frente a esa contradicción.

Prebisch trataba de explicar la evidente diferencia entre países pobres (periferia) y países ricos (economías centrales, centros). Para él, esa diferencia se debía a la brecha de productividad; y esta, a los ritmos dispares de apropiación de las innovaciones tecnológicas. El deterioro de los términos de intercambio se sumaba a esos factores de retraso de las periferias. Frente a esto la CEPAL alentaba en un primer momento la planificación, y a partir de los ‘60 el cambio en el perfil exportador de nuestras economías periféricas: estas debían comenzar a exportar manufacturas hacia las economías centrales. Este autor y su grupo postulaban un desarrollo equilibrado del centro y la periferia, mediante un replanteo de sus relaciones. Ideas reformistas por cierto, pero distantes de la visión ricardiana de las “ventajas comparativas” (caramelos versus acero en la nefasta versión de Martínez de Hoz).

Era una visión propia de los tiempos en que se creía en una “burguesía nacional” que podía comprometerse con un proyecto de desarrollo al que apostaría sus esfuerzos y sus propiedades. La idea tras el cortinado era: esto puede modificarse sin necesidad de una revolución o sin mayor trastorno social, mediante una alianza entre empresarios “nacionales” (es decir, capitales supuestamente nacionales), un Estado progresista, y una población que acompañe el proyecto. Con el tiempo, la periferia adoptaría rasgos de centro, y se atenuarían las diferencias entre economías pobres y ricas.

Este diseño espacial iba unido al mito del “crecimiento”: no se proponía redistribuir la torta, sino aumentarla indefinidamente, confiando que sólo con su aumento se lograría que todos pudieran llegar a comer algo de ella.

2. Las desigualdades en el espacio social. Otros conceptos.

Hoy ese esquema hace agua por todos lados. Pero me pareció también que cuando ahora decimos “centro” y “periferia”, tenemos de algún modo presentes otros bagajes conceptuales, y no sólo el del reformismo desarrollista.

Uno de ellos, el de la Geografía radical o crítica, que ya en la década de 1960 invitaba a que percibamos las contradicciones sociales en el espacio. Célebre es la observación de uno de los fundadores de esta corriente, Pierre George: “la mayor injusticia está dada por el lugar de nacimiento”; en efecto, esa localización inicial significa posibilidades de subsistencia y de calidad de vida muy distintas. Bastará un ejemplo entre muchos posibles: quien nace en algunos parajes de la Línea Sur rionegrina tiene un 60% más de posibilidades de morir sin asistencia médica que el nacido en Viedma o en General Roca.

Los geógrafos críticos marcaron así las diferencias entre espacios de riqueza y pobreza. Entendieron que su papel como científicos estaba en ese señalamiento, y no en la pretensión de formular un programa para superar las contradicciones.

En tiempos más recientes, el análisis del espacio instaló como tema central el estudio de los excedentes: para entender las disparidades, hay que detectar dónde se acumulan. Allí donde se da esa acumulación de excedentes, hay un centro. Y la periferia lo alimenta, proveyéndole esos excedentes. El mismo esquema se reproduce en otras escalas (centros de la periferia; centros que quedan como periferia ante centros de mayor concentración y jerarquía). Así lo marca Juan Carlos Moisés en los tramos iniciales de su reflexión, publicada en “El Camarote” y reproducida para este Encuentro.

3. Usos y limitaciones de estos esquemas.

En una primera aproximación, estos esquemas parecen ayudarnos a entender el espacio en que desarrollamos nuestras prácticas. En este caso, nuestras prácticas como escritores (que abarcan no sólo el momento de escribir).

Por cierto vivimos en un espacio desigual. Porque desigual es el reparto de los bienes en nuestra sociedad; y el espacio es un producto social. De modo que en él son desiguales las oportunidades de alcanzar ciertos bienes o servicios, desiguales las posibilidades de acceso a los medios de comunicación… Como decimos en criollo, “Dios atiende en Buenos Aires”. Linda frase para desarmar, que junta la divinidad, la capital y el poder.

También es una verdad de a puño que la riqueza de los ricos se debe a la pobreza de los pobres; generación a dos puntas. Y esto se da asimismo en la relación entre espacios.

Pero me parece necesario que nos hagamos más de una pregunta, partiendo de algo que también señalaba Lefebvre: las representaciones del espacio están cargadas de ideología, vinculadas al poder dominante:

“Son visiones y representaciones normalizadas presentes en las estructuras estatales, en la economía, y en la sociedad civil. Esta legibilidad produce efectivamente una simplificación del espacio, como si se tratara de una superficie transparente. De esta manera se produce una visión particular normalizada que ignora luchas, ambigüedades, y otras formas de ver, percibir e imaginar el mundo.”

Una primera pregunta: pasado el momento de reconocimiento de las diferencias en el espacio, estas representaciones esquemáticas ¿realmente dan cuenta de lo que sucede con nosotros, y entre nosotros y el espacio social? Y esta forma de representación, ¿sirve para dominar, para mantener el dominio, o sirve para libertar? ¿Alienta o desalienta la acción, el movimiento?

Ante todo pareciera que está faltando algo en la visión cepaliana de centro – periferia: la cuestión del poder. ¿Es posible plantearse como problema las relaciones centro – periferia, sin aludir a la cuestión del poder? Poder militar, poder político y poder simbólico ¿no son acaso los que permiten y sostienen las desigualdades en el espacio social? Pero si introducimos la cuestión del poder, entonces aceptaremos que pueden desarrollarse acciones que generen poder por fuera de este esquema espacial.

Por otra parte, diría que no sólo en el esquema de Prebisch sino también en los otros que he mencionado, la visión rígida “esto es centro, esto es periferia”, omite las transformaciones y mezclas que pueden darse y de hecho se dan en esos espacios. Hay espacios periféricos muy mezclados con los centrales, y por otro lado aparecen movimientos y sentidos nada periféricos en la llamada periferia.

Para decirlo con algunos ejemplos concretos: ¿están en el centro las personas que duermen entre cartones y trapos en los vestíbulos de bancos y negocios en el sector de las finanzas, la “city” de Buenos Aires? ¿Lo están las 600.000 familias a las que por estos días les cortaron la luz por falta de pago en los distritos de pequeña burguesía de Nueva York y Nueva Jersey? ¿Es periferia la Cutral Có que ha creado los piquetes? Cuando en el INVAP inventan un satélite, un radar o un reactor ¿eso sucede en el centro o en la periferia? ¿En qué centro estaba David Foster Wallace cuando se ahorcó hace tres semanas en California? ¿Están en la periferia Vuelta del Río, donde la comunidad Curiñanco Nahuelquir, junto a jóvenes universitarios y profesionales, recupera sus tierras frente a los Benetton; y la Selva Lacandona, donde en diciembre del 2007 se reúnen para tamizar pensamientos y prácticas don Pablo y John Berger, el señor Búho e Immanuel Wallerstein, la Magdalena y Naomí Klein y Elías Contreras y el Señor Durito? ¿Y los obreros de Zanón o de la Cooperativa de Trabajo de J.J. Gómez, que recuperó Fricader?

Viene a colación la sentencia de Don Durito de Lacandona, en el texto de Marcos ya citado: “El problema con la realidad, es que no sabe nada de teoría.”

Por otro lado, es para preguntarse si la insistencia en el esquema centro – periferia como “espacios que están ahí”, ya definidos (lo que llaman pensamiento esencialista, eso que Ernest Bloch calificaba como “transformar el devenir en estatua”), si esa esencialización no resulta en trampa, en tanto supone un espacio estático y sin rupturas. Así como el tiempo del evolucionismo socialdemócrata es un tiempo sin interrupciones revolucionarias, este espacio del desarrollismo es algo ya dado, inmóvil en sus rangos.

En el tiempo no sólo hay duración; se da la dimensión del kairos, irrupción que es reviviscencia y salto; y aquí me limito a aludir a Walter Benjamin y a Immanuel Wallerstein, a Rosa Luxemburgo con sus “tiempos interesantes”, al Jauretche de Paso de los Libres… Asimismo en el espacio surgen lugares de grieta y magma: Cutral Có, y la selva Lacandona, y… y todos podemos agregar emergentes parecidos, por todos lados.

Hay sístoles y diástoles de la acción de las colectividades en el espacio, que las forman como tales y que forman el espacio como tal.

Para un proyecto de acción, de liberación, ¿no es más acertada la representación de un espacio con rupturas? Con desigualdades sí, pero con rupturas.

¿No habría que partir de que el movimiento es lo que constituye el espacio? Lo digo con mis palabras, pero la idea es de Marcos como de Heráclito. Pensar que el movimiento crea espacio, lo produce, en vez de tener que insertarse en un espacio rígido, codificado, tal como preexistía. Pero entonces…

Y aún otra pregunta: ¿qué tiene que ver todo esto con la escritura? La de los escritores, confrontada con la de los escribas. Y la práctica social de los escritores como colectivo.

Pero antes de volver sobre la escritura, denme unos minutos para hablar de otras dimensiones de este modelo espacial. Me refiero a una antigua dimensión simbólica, y a su proyección sobre la imagen de nuestras propias personas.


(Sigue en parte 2)

1 comentario:

Anónimo dijo...

GRACIAS POR CITARME EN SU HISTORIA SOBRE EL CENTRO Y LA PERIFERIA!!! ELIANA GABAY. Mi mail ante cualquier consulta es gabayeliana@yahoo.com.ar