Santos sin iglesia
OSVALDO BAYER, LIBRE Y LIBERTARIO
Esta crónica se refiere a un hombre libre. Claro que el lenguaje heredado parece haber aprendido mucho de Parménides y nada de Heráclito; tiende a lo estático, a suponer objetos fijos, logrados. De manera que al hablar y escribir así, “hombre libre”, se nos vela el hecho de que la libertad nunca está terminada. La libertad de veras no es “una” de las libertades liberales o jurídicas; ni es algo que se posee. Es una empresa que siempre va más allá, siempre nos tiene en refacción y ampliación - descubriendo una servidumbre de la que soltarnos cada día.
Además esta crónica se refiere a un libertario. Porque si uno es consecuente, percibe que no puede seguir siendo libre sin apelar a los otros, que hay servidumbres que sólo podremos afrontar junto a los demás. Y que tampoco las libertades alcanzadas individualmente pueden subsistir si no son urgentemente puestas en común. Entonces, inevitablemente, si se aspira a la libertad, hay que volverse libertario. Es decir, trabajar por la libertad de todos.
Quien se identifica como libertario acentúa las tareas del ser libre: la ruptura con todos los órdenes forzados, aparentes. Porque todos estos se sostienen entre sí: el poder es uno, y se da las manos tras el escenario en el que vemos distintas marionetas aparentes. La liberación es una y la misma, sea que se trate de romper el orden dogmático, el político, el periodístico, el de la historia oficial, el simbólico o el carcelario.
Osvaldo Bayer es un hombre libre y un libertario. Digo esto ahora no sólo por lo que he leído de sus libros sino por haberlo conocido más de cerca en dos días de actividad pública y conversaciones personales, el viernes 24 y el sábado 25 de octubre en Santa Rosa (La Pampa), adonde vino como invitado especial al encuentro de la APE (Asociación Pampeana de Escritores) que cumple su cuarto de siglo.
Me limitaré a contarles, hasta donde la escucha y la memoria me acompañen, sus dichos y hechos en estos dos días – porque creo que lo pintan en toda su estatura humana. Esos dichos y hechos lo colocan, en medio del bienvenido derrumbe de tanto prócer trucho, como una persona ejemplar. Un tipo inoxidable, como dicen los jóvenes.
Osvaldo Bayer inoxidable. En la Universidad.
La primera actividad compartida fue en la Universidad de La Pampa. Tras sortear las escaleras y escaleras del edificio tan “elevado” sobre el suelo común, hallamos en el segundo piso un ámbito cordial. La calidad y calidez de las personas desmentía la hostilidad autocrática del edificio. Allí había estudiantes de Historia, junto a docentes/ investigadoras del equipo de Quinto Sol (excelente revista de historia regional), esperando para dialogar con Osvaldo. Bayer es tan generoso que hace lugar para que sus dos acompañantes también hablen largo y tendido. Son ellos Germán Ferrari (el joven y brillante autor de “Raúl González Tuñón periodista”, docente universitario y orientador de proyectos de comunicación popular), y quien esto escribe.
Nos presentó Jorge Etchenique, escritor e historiador pampeano que “tiene todo leído”: no sólo a Bayer, sino a cuanto hace a la historia de las luchas sociales en La Pampa y en nuestro país. Asombra encontrar a alguien tan valioso y modesto; es infrecuente que Jorge aluda a sus cuentos o mencione sus valiosos trabajos de investigación sobre la prensa de izquierda y los movimientos sociales.
Bayer respondió a las preguntas de los jóvenes con soltura y amplitud. Recordaré algunas de sus afirmaciones.
Los intelectuales, su papel en la sociedad, y algunos entredichos
Destacó a tres personas como ejemplo de lo que debe ser un intelectual: Rodolfo Walsh, Haroldo Conti y Francisco Urondo. Porque el intelectual no debe restarse a las luchas de la sociedad; por el contrario, “tiene que salir a la calle y poner el cuerpo” acompañando todo reclamo popular.
Esta posición hace que Bayer disienta con Ernesto Sábato. No le puede perdonar que haya compartido una comida con el general Videla, y haya salido luego a decir que en su opinión estaba ante un hombre culto – mientras por esos días sus subordinados mataban a escritores. Y que nunca después le haya pedido perdón a su pueblo por esto.
Nos instó a la revisión de la historia argentina, con sentido crítico hacia los proceratos heredados. Con abundantes datos y citas de memoria, sustentó su posición crítica hacia Julio A. Roca en tanto que responsable de un genocidio. Describió las entregas de cautivos de los pueblos originarios como esclavos en la Buenos Aires de 1879-80. Nos hizo recordar que el coronel Ramón Falcón fue el oficial predilecto de Roca en la ocupación militar de las tierras del sur. El mismo Falcón que como jefe de la Federal reprimió ferozmente la pacífica manifestación obrera del 1º de Mayo de 1904, produciéndole varios muertos; y otra vez en 1909, matando a 11 trabajadores y dejando 105 heridos, muchos de ellos fallecidos en los días siguientes. Cuando la huelga de inquilinos en 1907, mandó apalear a mujeres y chicos; los disparos policiales mataron al obrero Miguel Pepe, y fueron deportados numerosos activistas del anarquismo. La paisana y el paisano mapuche han sido víctimas de los mismos dominadores que el obrero inmigrante y su compañera, o el criollo que trabaja en el obraje.
Alguna humorada de Bayer contribuye a esta visión crítica. Recordó la picardía con que Sarmiento aludía a un hermano de Roca, mutando en verbo su nombre de pila: “el general Roca hace sus negocios y su hermano ataliva”, es decir, cobra la coima. Esto le vino en mente cuando cerca de Santa Rosa pasaron por la localidad de Ataliva Roca, en el auto de Etchenique. El topónimo condecora la coima; en el caso del hermano general, los nombres y las estatuas premian la violencia, el crimen y la especulación.
Para Bayer la historia se enlaza con el presente; no se distrae frente a conductas de hoy que son legatarias de la prepotencia de antaño. “Les han pegado a maestras y maestros en Buenos Aires… cómo puede ser que les peguen”… “en Salta a las maestras les arrojaron agua fría a manguerazos para dispersarlas”… “Qué vergüenza, nuestro país ya no es capaz de darles de comer a sus niños… qué hemos hecho.”
Una pregunta se refirió a su parecer sobre la violencia. Bayer se define como pacifista decidido. “Tenemos que buscar la paz perpetua, como lo proponía Kant ya en el siglo XVIII. Terminar con las guerras, con la pérdida de vidas, con el gasto enorme de recursos que causan. Si no hubiera guerras, cuánto podría dedicarse a la ciencia y a la educación, a proteger la naturaleza. Seguramente estaríamos viviendo mucho mejor.” Del mismo modo, en su tenaz campaña para modificar símbolos y nombres en pueblos y ciudades, opta por la discusión y la convicción. “La discusión es el modo de descubrir verdades; no hay que temerle.” Ahora bien, en cuanto a la violencia, no considera que debamos condenarla cuando es una respuesta a la violencia inhumana que se viene ejerciendo sobre quienes se rebelan. Si se les está quitando la libertad y amenazando la vida, es válida la idea del tiranicidio, que viene desde la Grecia clásica.
Su “entredicho” con Mempo Giardinelli se inscribe en esta línea de pensamiento. Mempo discutió la postura ética del tiranicidio, sosteniendo que nunca debe matarse a nadie por ningún motivo. Bayer replica: “Supongamos que soy un judío preso en un campo de exterminio. Sé que mañana me van a llevar a la cámara de gas. Al anochecer veo que un guardia se ha quedado dormido junto a un agujero que hay en la alambrada. Hay una piedra en el suelo. Podría tomarla, golpear al guardia (quizás lo mataría) y huir. ¿Acaso en ese momento pensaría que no, que debo seguir esperando mi asesinato, porque Mempo Giardinelli dice que nunca hay que matar a nadie?”
Nos comenta su preocupación por los presos políticos de la Argentina de hoy: los de San Telmo; los seis campesinos paraguayos que ahora, tras una huelga de hambre de mas de 70 días, han sido “expulsados” hacia su país natal. Él ha promovido campañas y ha entrevistado funcionarios para lograr su liberación – no su expulsión.
En relación con los seis paraguayos, observa que tres de ellos sólo hablan en guaraní. Con esto destaca la vitalidad de culturas regionales que trascienden las fronteras artificiosas. Hay rasgos comunes entre Corrientes y Paraguay, entre el Noroeste y Bolivia, entre zonas patagónicas y Chile…
Cuando salimos, las profesoras y los alumnos lo esperan para saludarlo; le entregan la revista Quinto Sol. Me llama la atención el modo cuidadoso, reverente, con que la toma en las manos y hojea las primeras páginas.
Modales y valores
A la hora del almuerzo, descubrimos otras afinidades: nos entendemos a la luz de un tinto umbrío y chispeante, y él comenta que su bebida preferida es el Campari - como él dice, un elixir prohibido por lo caro.
Cuando ve que alguien está esperando que lo sirvan a él para comenzar con la comida, allana las cosas: “Según la etiqueta europea y alemana, no hay que esperar cuando a uno le han servido algo caliente. Empiecen, nomás.”
Relata incidentes de su vecindario que él transforma en episodios divertidos. Su casa en Buenos Aires fue bautizada “El Tugurio” por un amigo irónico, nombre que él adoptó hasta el punto de mandar hacer un letrero en esos términos. Pensó hacerlo con los colores de la Idea. “Pero el letrista me dijo que no iba a quedar bien en rojo y negro. Lo hizo en amarillo y verde.” Los alumnos de un instituto cercano suelen reunirse en el frente de su casa, charlando y haciendo a veces bastante ruido. En una oportunidad, se asomó para pedirles que redujeran el bullicio, porque no lograba concentrarse para terminar un escrito que debía entregar. Se hizo el silencio; al rato, vio un papelito que había sido deslizado bajo la puerta de calle. Decía “viejo histérico puto gay”. Bayer se ríe: “seré dos veces lo mismo”… Otro día, le llega la conversación de dos chicas. Una de ellas quiere escribir en la pared algo dedicado al muchacho que le gusta. La otra la alienta a que lo haga. Cuando la primera se preocupa por lo que puedan decir los habitantes de la casa, la amiga la tranquiliza: “Nooo, si acá vive un viejo pelotudo nomás.”
Walsh, Urondo… y el perito Moreno
En la conversación aparece otra vez Rodolfo Walsh, y el recuerdo de su último encuentro con Bayer. Ambos simulaban mirar una vidriera en pleno centro de Buenos Aires, y se hablaban disimuladamente, de costado. Walsh insistía en que Bayer debía irse del país; típica en él era esta preocupación por los demás antes que por sí mismo.
Paco Urondo, que ocupaba el escritorio contiguo al de Bayer en el diario La Opinión es recordado también por él. “Pensar que al ver su aspecto exterior, uno habría dicho que era un fifí. Siempre de traje, impecable.”
Nos hace reír con una anécdota. En una ciudad patagónica fue invitado a disertar en una institución que está bajo la advocación del Perito Moreno. Bayer comenzó diciendo que considera lamentable el racismo de Moreno, que en uno de sus párrafos afirma el parecido entre los mapuches y los sapos. La directora de la institución le hizo notar que por los tiempos en que Moreno escribía, también Darwin sostenía que el hombre desciende del mono. Dejando pasar la inexactitud de esto último, el disertante respondió con una humorada decisiva: “Ah, entiendo. Entonces estaría bien decir que el hombre desciende del mono, pero para el Perito Moreno el mapuche desciende del sapo”… Remata el relato observando que no volvieron a invitarlo a esa entidad.
El anarquista y el obispo
OSVALDO BAYER, LIBRE Y LIBERTARIO
Esta crónica se refiere a un hombre libre. Claro que el lenguaje heredado parece haber aprendido mucho de Parménides y nada de Heráclito; tiende a lo estático, a suponer objetos fijos, logrados. De manera que al hablar y escribir así, “hombre libre”, se nos vela el hecho de que la libertad nunca está terminada. La libertad de veras no es “una” de las libertades liberales o jurídicas; ni es algo que se posee. Es una empresa que siempre va más allá, siempre nos tiene en refacción y ampliación - descubriendo una servidumbre de la que soltarnos cada día.
Además esta crónica se refiere a un libertario. Porque si uno es consecuente, percibe que no puede seguir siendo libre sin apelar a los otros, que hay servidumbres que sólo podremos afrontar junto a los demás. Y que tampoco las libertades alcanzadas individualmente pueden subsistir si no son urgentemente puestas en común. Entonces, inevitablemente, si se aspira a la libertad, hay que volverse libertario. Es decir, trabajar por la libertad de todos.
Quien se identifica como libertario acentúa las tareas del ser libre: la ruptura con todos los órdenes forzados, aparentes. Porque todos estos se sostienen entre sí: el poder es uno, y se da las manos tras el escenario en el que vemos distintas marionetas aparentes. La liberación es una y la misma, sea que se trate de romper el orden dogmático, el político, el periodístico, el de la historia oficial, el simbólico o el carcelario.
Osvaldo Bayer es un hombre libre y un libertario. Digo esto ahora no sólo por lo que he leído de sus libros sino por haberlo conocido más de cerca en dos días de actividad pública y conversaciones personales, el viernes 24 y el sábado 25 de octubre en Santa Rosa (La Pampa), adonde vino como invitado especial al encuentro de la APE (Asociación Pampeana de Escritores) que cumple su cuarto de siglo.
Me limitaré a contarles, hasta donde la escucha y la memoria me acompañen, sus dichos y hechos en estos dos días – porque creo que lo pintan en toda su estatura humana. Esos dichos y hechos lo colocan, en medio del bienvenido derrumbe de tanto prócer trucho, como una persona ejemplar. Un tipo inoxidable, como dicen los jóvenes.
Osvaldo Bayer inoxidable. En la Universidad.
La primera actividad compartida fue en la Universidad de La Pampa. Tras sortear las escaleras y escaleras del edificio tan “elevado” sobre el suelo común, hallamos en el segundo piso un ámbito cordial. La calidad y calidez de las personas desmentía la hostilidad autocrática del edificio. Allí había estudiantes de Historia, junto a docentes/ investigadoras del equipo de Quinto Sol (excelente revista de historia regional), esperando para dialogar con Osvaldo. Bayer es tan generoso que hace lugar para que sus dos acompañantes también hablen largo y tendido. Son ellos Germán Ferrari (el joven y brillante autor de “Raúl González Tuñón periodista”, docente universitario y orientador de proyectos de comunicación popular), y quien esto escribe.
Nos presentó Jorge Etchenique, escritor e historiador pampeano que “tiene todo leído”: no sólo a Bayer, sino a cuanto hace a la historia de las luchas sociales en La Pampa y en nuestro país. Asombra encontrar a alguien tan valioso y modesto; es infrecuente que Jorge aluda a sus cuentos o mencione sus valiosos trabajos de investigación sobre la prensa de izquierda y los movimientos sociales.
Bayer respondió a las preguntas de los jóvenes con soltura y amplitud. Recordaré algunas de sus afirmaciones.
Los intelectuales, su papel en la sociedad, y algunos entredichos
Destacó a tres personas como ejemplo de lo que debe ser un intelectual: Rodolfo Walsh, Haroldo Conti y Francisco Urondo. Porque el intelectual no debe restarse a las luchas de la sociedad; por el contrario, “tiene que salir a la calle y poner el cuerpo” acompañando todo reclamo popular.
Esta posición hace que Bayer disienta con Ernesto Sábato. No le puede perdonar que haya compartido una comida con el general Videla, y haya salido luego a decir que en su opinión estaba ante un hombre culto – mientras por esos días sus subordinados mataban a escritores. Y que nunca después le haya pedido perdón a su pueblo por esto.
Nos instó a la revisión de la historia argentina, con sentido crítico hacia los proceratos heredados. Con abundantes datos y citas de memoria, sustentó su posición crítica hacia Julio A. Roca en tanto que responsable de un genocidio. Describió las entregas de cautivos de los pueblos originarios como esclavos en la Buenos Aires de 1879-80. Nos hizo recordar que el coronel Ramón Falcón fue el oficial predilecto de Roca en la ocupación militar de las tierras del sur. El mismo Falcón que como jefe de la Federal reprimió ferozmente la pacífica manifestación obrera del 1º de Mayo de 1904, produciéndole varios muertos; y otra vez en 1909, matando a 11 trabajadores y dejando 105 heridos, muchos de ellos fallecidos en los días siguientes. Cuando la huelga de inquilinos en 1907, mandó apalear a mujeres y chicos; los disparos policiales mataron al obrero Miguel Pepe, y fueron deportados numerosos activistas del anarquismo. La paisana y el paisano mapuche han sido víctimas de los mismos dominadores que el obrero inmigrante y su compañera, o el criollo que trabaja en el obraje.
Alguna humorada de Bayer contribuye a esta visión crítica. Recordó la picardía con que Sarmiento aludía a un hermano de Roca, mutando en verbo su nombre de pila: “el general Roca hace sus negocios y su hermano ataliva”, es decir, cobra la coima. Esto le vino en mente cuando cerca de Santa Rosa pasaron por la localidad de Ataliva Roca, en el auto de Etchenique. El topónimo condecora la coima; en el caso del hermano general, los nombres y las estatuas premian la violencia, el crimen y la especulación.
Para Bayer la historia se enlaza con el presente; no se distrae frente a conductas de hoy que son legatarias de la prepotencia de antaño. “Les han pegado a maestras y maestros en Buenos Aires… cómo puede ser que les peguen”… “en Salta a las maestras les arrojaron agua fría a manguerazos para dispersarlas”… “Qué vergüenza, nuestro país ya no es capaz de darles de comer a sus niños… qué hemos hecho.”
Una pregunta se refirió a su parecer sobre la violencia. Bayer se define como pacifista decidido. “Tenemos que buscar la paz perpetua, como lo proponía Kant ya en el siglo XVIII. Terminar con las guerras, con la pérdida de vidas, con el gasto enorme de recursos que causan. Si no hubiera guerras, cuánto podría dedicarse a la ciencia y a la educación, a proteger la naturaleza. Seguramente estaríamos viviendo mucho mejor.” Del mismo modo, en su tenaz campaña para modificar símbolos y nombres en pueblos y ciudades, opta por la discusión y la convicción. “La discusión es el modo de descubrir verdades; no hay que temerle.” Ahora bien, en cuanto a la violencia, no considera que debamos condenarla cuando es una respuesta a la violencia inhumana que se viene ejerciendo sobre quienes se rebelan. Si se les está quitando la libertad y amenazando la vida, es válida la idea del tiranicidio, que viene desde la Grecia clásica.
Su “entredicho” con Mempo Giardinelli se inscribe en esta línea de pensamiento. Mempo discutió la postura ética del tiranicidio, sosteniendo que nunca debe matarse a nadie por ningún motivo. Bayer replica: “Supongamos que soy un judío preso en un campo de exterminio. Sé que mañana me van a llevar a la cámara de gas. Al anochecer veo que un guardia se ha quedado dormido junto a un agujero que hay en la alambrada. Hay una piedra en el suelo. Podría tomarla, golpear al guardia (quizás lo mataría) y huir. ¿Acaso en ese momento pensaría que no, que debo seguir esperando mi asesinato, porque Mempo Giardinelli dice que nunca hay que matar a nadie?”
Nos comenta su preocupación por los presos políticos de la Argentina de hoy: los de San Telmo; los seis campesinos paraguayos que ahora, tras una huelga de hambre de mas de 70 días, han sido “expulsados” hacia su país natal. Él ha promovido campañas y ha entrevistado funcionarios para lograr su liberación – no su expulsión.
En relación con los seis paraguayos, observa que tres de ellos sólo hablan en guaraní. Con esto destaca la vitalidad de culturas regionales que trascienden las fronteras artificiosas. Hay rasgos comunes entre Corrientes y Paraguay, entre el Noroeste y Bolivia, entre zonas patagónicas y Chile…
Cuando salimos, las profesoras y los alumnos lo esperan para saludarlo; le entregan la revista Quinto Sol. Me llama la atención el modo cuidadoso, reverente, con que la toma en las manos y hojea las primeras páginas.
Modales y valores
A la hora del almuerzo, descubrimos otras afinidades: nos entendemos a la luz de un tinto umbrío y chispeante, y él comenta que su bebida preferida es el Campari - como él dice, un elixir prohibido por lo caro.
Cuando ve que alguien está esperando que lo sirvan a él para comenzar con la comida, allana las cosas: “Según la etiqueta europea y alemana, no hay que esperar cuando a uno le han servido algo caliente. Empiecen, nomás.”
Relata incidentes de su vecindario que él transforma en episodios divertidos. Su casa en Buenos Aires fue bautizada “El Tugurio” por un amigo irónico, nombre que él adoptó hasta el punto de mandar hacer un letrero en esos términos. Pensó hacerlo con los colores de la Idea. “Pero el letrista me dijo que no iba a quedar bien en rojo y negro. Lo hizo en amarillo y verde.” Los alumnos de un instituto cercano suelen reunirse en el frente de su casa, charlando y haciendo a veces bastante ruido. En una oportunidad, se asomó para pedirles que redujeran el bullicio, porque no lograba concentrarse para terminar un escrito que debía entregar. Se hizo el silencio; al rato, vio un papelito que había sido deslizado bajo la puerta de calle. Decía “viejo histérico puto gay”. Bayer se ríe: “seré dos veces lo mismo”… Otro día, le llega la conversación de dos chicas. Una de ellas quiere escribir en la pared algo dedicado al muchacho que le gusta. La otra la alienta a que lo haga. Cuando la primera se preocupa por lo que puedan decir los habitantes de la casa, la amiga la tranquiliza: “Nooo, si acá vive un viejo pelotudo nomás.”
Walsh, Urondo… y el perito Moreno
En la conversación aparece otra vez Rodolfo Walsh, y el recuerdo de su último encuentro con Bayer. Ambos simulaban mirar una vidriera en pleno centro de Buenos Aires, y se hablaban disimuladamente, de costado. Walsh insistía en que Bayer debía irse del país; típica en él era esta preocupación por los demás antes que por sí mismo.
Paco Urondo, que ocupaba el escritorio contiguo al de Bayer en el diario La Opinión es recordado también por él. “Pensar que al ver su aspecto exterior, uno habría dicho que era un fifí. Siempre de traje, impecable.”
Nos hace reír con una anécdota. En una ciudad patagónica fue invitado a disertar en una institución que está bajo la advocación del Perito Moreno. Bayer comenzó diciendo que considera lamentable el racismo de Moreno, que en uno de sus párrafos afirma el parecido entre los mapuches y los sapos. La directora de la institución le hizo notar que por los tiempos en que Moreno escribía, también Darwin sostenía que el hombre desciende del mono. Dejando pasar la inexactitud de esto último, el disertante respondió con una humorada decisiva: “Ah, entiendo. Entonces estaría bien decir que el hombre desciende del mono, pero para el Perito Moreno el mapuche desciende del sapo”… Remata el relato observando que no volvieron a invitarlo a esa entidad.
El anarquista y el obispo
En camino de regreso al hotel, rememora su relación cordial con Jaime de Nevares, el obispo que defendió los derechos humanos y el derecho mapuche a sus tierras. Cuando los presentaron, Bayer le preguntó si él era pariente de las “señoritas” de Nevares, setentonas que habían sido sus catequistas, y que ya por entonces predicaban un cristianismo de compromiso social. De Nevares le comentó que ambas eran tías de él, y que su decisión de ser cura había sido impulsada por ellas. “Mire qué cosa, de la misma catequesis usted salió anarquista y yo salí obispo”.
Exilios y dolores
Entre tantas pérdidas, Bayer tiene que lamentar una más reciente en su familia: la muerte de su nieto Bruno, joven y brillante graduado de ciencias políticas. Hay motivos para sospechar que en su final trágico haya estado la mano de alguna banda neofascista italiana. Pero en tanto no haya pruebas que aportarle al poder judicial o a la policía, el caso seguirá cerrado. Y quizás no se llegue a saber la verdad sobre esto, admite el escritor.
Por los días en que Osvaldo fue amenazado por las tres A, estas habían matado al bebé de Raúl Laguzzi, rector de la UBA (setiembre de 1974). Bayer se quedó en Argentina, pero envió al exterior a su esposa y sus hijos: quería que ellos estuvieran a salvo. (Sus “vecinos de años”, sabiéndolo amenazado, le pedían que se mudara…) Trágico sarcasmo: tantos años después, alguien de su familia ha caído allí donde debía estar más seguro.
Por la tarde, Bayer inicia el Encuentro de Escritores con la presentación de su libro “Entredichos”, en extensa y medulosa entrevista con Jorge Etchenique. Al otro día lo escuchamos nuevamente en el Encuentro, y en la reunión del Colectivo cultural y social “1º de marzo”, de los jóvenes pampeanos en Santa Rosa. En otro artículo de este blog hemos incluido la foto y la referencia de esta presencia.
Quisiera registrar sus conceptos sobre el tema del Encuentro (“Escribir desde la periferia en el siglo XXI”). Sus ideas se transforman en propuestas de acción.
-“Lo que vale es la obra. Ahí no hay centro ni periferia”.
- “Ya no vienen las cosas en carreta. No es difícil tener información actual, comunicarnos rápidamente, conocer lo que otros están escribiendo, investigando.”
- “Exijamos y realicemos congresos y encuentros donde participen hasta los pueblos más pequeños y lejanos. La unión de las periferias.”
- “Hay valores en la vida que se llama “periférica”: las relaciones de vecindad, la naturaleza”.
- “Hay que formar más organismos culturales que reúnan a los creadores de distintas regiones. Regiones que con frecuencia superan las fronteras políticas nacionales. Por ejemplo, realizar encuentros donde puedan dialogar y conocerse creadores de Corrientes y del Paraguay, que comparten las raíces guaraníes.”
- “Luchemos contra el exilio y el destierro, en todas partes. Es una periferia en la que uno cae: otro idioma, otras costumbres.”
- “Luchemos por los medios de comunicación, para salir del dominio de las grandes empresas. Que haya cooperativas de periodistas como propietarias. Todos estamos en la periferia con respecto a los grandes medios de comunicación actuales en Argentina.”
- “Les quiero recordar que `La Pampa Libre’, periódico anarquista publicado en estas tierras, cuando en 1923 Kurt Wilckens estaba preso, le dedicaba el encabezamiento de su primera página, en estos términos: “Gringo gaucho, hermano Wilckens: reciba el aliento de los gauchos de La Pampa, que lo consideramos el hermano del pueblo pobre.” Y la canción del payador Martín Castro dedicada a Wilckens. También que Francisco Ferrer Guardia, el educador que creó una nueva escuela en libertad, fusilado en Barcelona en 1909, fue homenajeado con una marcha callejera… en la remota Santa Cruz, en Argentina. La situación periférica no es un impedimento para la solidaridad de los pueblos.” Porque, concluye Bayer, retomando una antigua máxima de sabiduría:
- “Todo se descubre.”
Me quedo mirando el diario La Arena del sábado, con la foto de Bayer (“Primera vez que salgo en la tapa de un diario”), junto al título: La historia, con ética. Diría algo más: Bayer se plantea la historia como ética. De igual modo que la vida. Inseparables, etica, vida e historia, en la lucha por una vida verdaderamente humana.
Exilios y dolores
Entre tantas pérdidas, Bayer tiene que lamentar una más reciente en su familia: la muerte de su nieto Bruno, joven y brillante graduado de ciencias políticas. Hay motivos para sospechar que en su final trágico haya estado la mano de alguna banda neofascista italiana. Pero en tanto no haya pruebas que aportarle al poder judicial o a la policía, el caso seguirá cerrado. Y quizás no se llegue a saber la verdad sobre esto, admite el escritor.
Por los días en que Osvaldo fue amenazado por las tres A, estas habían matado al bebé de Raúl Laguzzi, rector de la UBA (setiembre de 1974). Bayer se quedó en Argentina, pero envió al exterior a su esposa y sus hijos: quería que ellos estuvieran a salvo. (Sus “vecinos de años”, sabiéndolo amenazado, le pedían que se mudara…) Trágico sarcasmo: tantos años después, alguien de su familia ha caído allí donde debía estar más seguro.
Por la tarde, Bayer inicia el Encuentro de Escritores con la presentación de su libro “Entredichos”, en extensa y medulosa entrevista con Jorge Etchenique. Al otro día lo escuchamos nuevamente en el Encuentro, y en la reunión del Colectivo cultural y social “1º de marzo”, de los jóvenes pampeanos en Santa Rosa. En otro artículo de este blog hemos incluido la foto y la referencia de esta presencia.
Quisiera registrar sus conceptos sobre el tema del Encuentro (“Escribir desde la periferia en el siglo XXI”). Sus ideas se transforman en propuestas de acción.
-“Lo que vale es la obra. Ahí no hay centro ni periferia”.
- “Ya no vienen las cosas en carreta. No es difícil tener información actual, comunicarnos rápidamente, conocer lo que otros están escribiendo, investigando.”
- “Exijamos y realicemos congresos y encuentros donde participen hasta los pueblos más pequeños y lejanos. La unión de las periferias.”
- “Hay valores en la vida que se llama “periférica”: las relaciones de vecindad, la naturaleza”.
- “Hay que formar más organismos culturales que reúnan a los creadores de distintas regiones. Regiones que con frecuencia superan las fronteras políticas nacionales. Por ejemplo, realizar encuentros donde puedan dialogar y conocerse creadores de Corrientes y del Paraguay, que comparten las raíces guaraníes.”
- “Luchemos contra el exilio y el destierro, en todas partes. Es una periferia en la que uno cae: otro idioma, otras costumbres.”
- “Luchemos por los medios de comunicación, para salir del dominio de las grandes empresas. Que haya cooperativas de periodistas como propietarias. Todos estamos en la periferia con respecto a los grandes medios de comunicación actuales en Argentina.”
- “Les quiero recordar que `La Pampa Libre’, periódico anarquista publicado en estas tierras, cuando en 1923 Kurt Wilckens estaba preso, le dedicaba el encabezamiento de su primera página, en estos términos: “Gringo gaucho, hermano Wilckens: reciba el aliento de los gauchos de La Pampa, que lo consideramos el hermano del pueblo pobre.” Y la canción del payador Martín Castro dedicada a Wilckens. También que Francisco Ferrer Guardia, el educador que creó una nueva escuela en libertad, fusilado en Barcelona en 1909, fue homenajeado con una marcha callejera… en la remota Santa Cruz, en Argentina. La situación periférica no es un impedimento para la solidaridad de los pueblos.” Porque, concluye Bayer, retomando una antigua máxima de sabiduría:
- “Todo se descubre.”
Me quedo mirando el diario La Arena del sábado, con la foto de Bayer (“Primera vez que salgo en la tapa de un diario”), junto al título: La historia, con ética. Diría algo más: Bayer se plantea la historia como ética. De igual modo que la vida. Inseparables, etica, vida e historia, en la lucha por una vida verdaderamente humana.
4 comentarios:
Que maestro el Viejo Bayer carajo!
Y que grande este espacio que generaste Ramón.
Un abrazo.
Muy buena la crónica!! Hemos podido conocer a Osvaldo, estando casi tan cerca de él como vos estuviste, por estos relatos. (El lenguaje tendrá sus contras... pero tiene sus virtudes. Qué lo tiró).
muy buena la cronica ramon.
abrazo desde santa rosa la pampa
salud y rs
que linda cronica ramón, espero vernos pronto, desde la pampa de la calesita adormecida
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