domingo, 16 de noviembre de 2008

Historia, educación, localizaciòn y política

Río Colorado visto desde la ermita, década de 1950.
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CARTA ABIERTA
Historia y política en la escuela.

Dirijo la presente en calidad de carta abierta al señor Gobernador de la provincia de Río Negro, a los legisladores de la misma, a las autoridades educativas de la provincia y sus regiones, al personal directivo de establecimientos educativos, y a los colegas docentes, especialmente del nivel medio.

Lo hago para advertirles que, posiblemente por inadvertencia y algo de negligencia, se está desarrollando en nuestras escuelas y colegios un proceso que la UNESCO ha denominado “historicidio”, y que atenta contra la conservación de la entidad de los pueblos. Si a alguien le suena a demasía la calificación, valgámonos del término “deshistorización” un proceso de privación simbólica que va en paralelo con la despolitización. Considero que es responsabilidad compartida de los destinatarios de esta carta, aunque en distintas medidas y ámbitos, darse por enterados de esta afirmación, considerarla, y si tiene algo de verdad, ponerse en acción para corregir con urgencia lo que está sucediendo.

Por estos días he podido conversar con chicos que pronto van a egresar de primer año de un colegio público de mi localidad. Al preguntarles qué temas estaban estudiando, me responden: “los sumerios”. Si bien las antiguas civilizaciones de Mesopotamia centraban la subsistencia material y buena parte de su universo simbólico en el manejo del agua y en el riego (incluidas prácticas no muy racionales que siguen en vigencia aquí y ahora), observo que estos aspectos, cuya comparación con el presente de nuestra zona habrían sido fértiles para un pensamiento crítico, no han sido tomados en cuenta. Pero lo que más me preocupa es otro aspecto: con sus 13 ó 14 años de edad, estos muchachitos saben vagamente que hubo sumerios, pero desconocen lo que hicieron sus abuelos o sus padres en esta región. Da lo mismo que si vivieran a mil quilómetros de aquí.

También suelo charlar con chicos de la primaria. He constatado en estos diálogos que también ellos desconocen los procesos básicos de la historia social de la localidad. No me refiero a apellidos y nombres, sino a la configuración de esta sociedad. Estos chicos saben el nombre del pueblo donde viven, pero no se habían enterado de la presencia de pobladores originarios, o de los contingentes migratorios; vale decir, otra vez, no se anoticiaron de cómo vinieron los suyos y por qué ellos están aquí.

¿Será esto así en todas partes? Ojalá que no, porque de lo contrario es para alarmarse. Preferiría creer que estoy ante situaciones aisladas, que se deben, como antes he señalado, a inadvertencia, o a falta de adecuada intervención de quienes deben coordinar los procesos educativos, formular políticas de contenido y sentido democrático, y cuidar que se lleven a cabo.

La opción por “estudiar lo universal a partir de lo local”, sustentada en abundancia de estudios pedagógicos y propiamente históricos, estuvo vigente y se practicó en esta provincia. Pareciera que un proceso de desguace epistemológico y de olvido institucionalizado ha llevado a que se la abandone, sin que nadie haya alegado fundamentación alguna para este cambio.

Perdonen si les recuerdo por qué esta orientación de lo local a lo universal. En primer término (y dando por sabidas las fundadas consideraciones de la psicología evolutiva), porque ella ofrece la posibilidad de que los alumnos realicen investigaciones, o al menos indagaciones, disponiendo de más y mejores herramientas para ello. Ninguno de los chicos de primer año puede leer los originales de la biblioteca de Asurbanipal para conocer el verdadero texto de las lamentaciones por la destrucción de Uruk. No creo que muchos docentes lo puedan hacer tampoco; ni siquiera con una buena recopilación tan tradicional como la de Evans Pritchard. Pero todos pueden leer más o menos bien los documentos que aluden al proceso formativo de nuestro pueblo, a la construcción de sus actividades económicas, a sus ricos movimientos sociales (de trabajadores, de mujeres, de colectividades, de emprendimientos cooperativos). Al hacer su análisis de estos documentos u otros testimonios, chicas y chicos producirían conocimiento. Así no dependerían tanto de lo que dice el docente. Este es el sentido epistemológico, y de suyo a la vez político, del enfoque al que me refiero.

Con esa orientación, los alumnos también descubrirían que aquí se han hecho cosas: construcciones sociales significativas. Que no sólo los sumerios hicieron historia, o los egipcios. También sus abuelos, sus padres. Y que ellos podrán hacerla, modificando algo de lo que los rodea. Y esto lo aprenderán mediante la indagación y la comprobación personal, evaluando y juzgando críticamente, y no porque alguien los instruya al respecto. Porque sería de lo más contradictorio, aprender el protagonismo histórico desde un discurso que viene de arriba.

Pero si el pasado es concebido como algo que pertenece a los sumerios, ¿cómo el presente y la proyección al futuro pueden imaginarse como nuestras?

Creo que la opción, desde un comienzo, por los contenidos universales sin conexión con lo local, es además un modo de desdeñar la cultura de origen de los alumnos. Una manera de decirles, a la vieja manera instruccionista, “lo que usted o los suyos saben o vivieron, acá en la escuela no vale nada.” Vale lo de los egipcios. Pero la práctica del albañil chilote que escuadra dos paredes con la misma fórmula de Imhotep, la vida de lo suyos, sus trabajos y sus fiestas, que reconocen antiquísimos y universales antecedentes…. Eso queda fuera del saber escolar. Del mismo modo que a los ingresantes al Liceo militar o a la ESMA, se les decía que debían dejar colgados sus atributos de masculinidad en la reja perimetral, a nuestros pibes se les dice que dejen colgados allí sus atributos de entidad cultural.

Las personas y los grupos sociales tienen derecho a existir. Si no partimos del pleno reconocimiento de este derecho, y orientamos desde él nuestro trabajo como intelectuales (que caracteriza a docentes y gobernantes), entonces estamos trabajando para alguna otra cosa. Por inadvertencia, claro. O por distracción. O por deseo de evitar conflictos. O porque hablar de los sumerios no requiere que el propio docente haga su investigación y que el estado provincial lo ayude y acompañe en esa tarea.

A la vista de estos datos de realidad, considero que la enseñanza de la historia (me limito a ella, y en los casos aludidos) ha virado en un sentido reaccionario.

Aclararé una vez más que no estoy postulando una historia limitada a lo local, a lo pintoresco, sino que parta de lo local y vuelva sobre ello, con proyectos transformadores. De Certeau, Jean Noel Luc, y tantos otros teóricos, pedagogos y pensadores de la historia alumbran esta opción. No se trata de negar lo universal; muy por el contrario, esta manera de verlo, a partir de lo local y en conexión con lo local, es la que le da sentido para quien lo estudia. Hablando con una metáfora grosera, se trata de crearle “ganchos” a lo universal en lo local, a lo remoto en lo inmediato. Pero si no sabemos lo que ha sucedido aquí mismo, ¿qué herramientas tenemos para pensar lo que sucedió en Eridú en el 3.400 antes de esta era?

Como lo ha expresado poéticamente Edgar Morisoli, el brazo del compás puede abarcar universos; pero la punta tiene que estar hincada en el lugar donde estamos.

Se trata de conectar el saber histórico con nuestra vida, nuestra vida común, para que nos sintamos protagonistas aquí y ahora, y obremos como tales.

Quizás por eso esta propuesta ha quedado en un cono de penumbras, y se la abandonó sin explicitar crítica sustentable alguna a ella. Es otra pésima herencia de los devastadores ‘90; otra forma de apartar el saber de la vida. Cabe comparar este retroceso con la infeliz expresión de aquel presidente de la Nación que festejó el triunfo del sub-20 en un mundial de fútbol “porque ahora esos muchachos podrán ubicarse mejor en el mercado internacional.” Los muchachos educados en un remoto Súmer y desconocedores de la historia propia, estarán orientados hacia lo mismo?

Para dar un ejemplo de lo que significa indagar, criticar, hacer un relato histórico: ¿creen ustedes que las comunidades mapuches desarrollarían el nivel de actividad, de demanda social, de justa reivindicación de sus tierras que hoy muestran de modo ejemplar, si no hubiera sido porque en algún momento construyeron, mediante indagaciones propias, su relato histórico autónomo? Si Roca siguiera siendo un héroe para estas comunidades, ¿creen ustedes que los veríamos actuando con tanta claridad y tesón en la defensa de su existencia como colectivo? Pero entonces, ¿nos parece adecuado que los rionegrinos que van a clases reciban la historia de Lugalzaggisi de Umma, de Urukagina de Lagash, o de algún otro personaje similar, en vez de indagar acerca de los procesos de su propia sociedad, y arrimar elementos de la universalidad para entenderlos y compararlos? ¿Estamos empeñados en formar personas que transformen la realidad, o buenos consumidores acríticos y disciplinados agentes de otros poderes?

Les pido pensemos en serio estos temas, porque hacen a la ciudadanía en sentido más amplio y serio que el electoral. Tienen que ver con la posibilidad de que el tiempo venidero no sea más de lo mismo, sino un futuro. Esto es, un proyecto en el que cada joven y chico rionegrino, con su comunidad de pertenencia que a menudo es anterior a la provincia misma, se sienta capaz de protagonizar desde la crítica y la acción.

Quisiera contribuir a esto, desde las ideas y desde la discusión, que es madre de la luz.

Los saludo cordialmente.

Lic. Ramón Minieri (*)
DNI 5.511.376
Río Colorado

(*) Egresado de la UNS, ex docente y directivo universitario, terciario y en nivel medio, escritor, historiador.

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