No es epifanía la de Epifanio, o
apuntalá que se cae.
En torno a un artículo aparecido en el Diario Río Negro, sección Opinión, el 27 de noviembre de 2008.
Epifanía significa aparición. En la historia cristiana, aparición de un astro que anuncia la venida del salvador, y luego manifestación de la divinidad encarnada a los hombres.
Pero el artículo de opinión del Dr. Hugo R. Epifanio en el diario Río Negro de hoy (27 de noviembre de 2008) no aporta nueva luz, ni es portador de símbolos de esperanza. En realidad, lo sustancial de su argumentación ya fue expresado por George W. Bush, en frases que incluimos al final de este comentario. No sólo no es alentador; tampoco es veraz.
Lo tomaremos en cuenta, no teniendo en cuenta quién sea el opinante, ni porque su aporte resulte original o especialmente interesante, sino precisamente porque es un muestrario del pensamiento estereotipado con que algunos grupos de interés y sus ideólogos intentan “explicar” el proceso económico en curso.
La columna se titula “No es el fin del capitalismo.” Quizás alguien haya dicho que sí lo es, y el Dr. Epifanio ha considerado necesario rebatirlo. O alguien estará temiendo que sí lo sea, y hay que calmarlo. Pero queda por saber a quién se le está respondiendo.
En el primer párrafo, el articulista toma con todo coraje el rábano por las hojas:
En torno a un artículo aparecido en el Diario Río Negro, sección Opinión, el 27 de noviembre de 2008.
Epifanía significa aparición. En la historia cristiana, aparición de un astro que anuncia la venida del salvador, y luego manifestación de la divinidad encarnada a los hombres.
Pero el artículo de opinión del Dr. Hugo R. Epifanio en el diario Río Negro de hoy (27 de noviembre de 2008) no aporta nueva luz, ni es portador de símbolos de esperanza. En realidad, lo sustancial de su argumentación ya fue expresado por George W. Bush, en frases que incluimos al final de este comentario. No sólo no es alentador; tampoco es veraz.
Lo tomaremos en cuenta, no teniendo en cuenta quién sea el opinante, ni porque su aporte resulte original o especialmente interesante, sino precisamente porque es un muestrario del pensamiento estereotipado con que algunos grupos de interés y sus ideólogos intentan “explicar” el proceso económico en curso.
La columna se titula “No es el fin del capitalismo.” Quizás alguien haya dicho que sí lo es, y el Dr. Epifanio ha considerado necesario rebatirlo. O alguien estará temiendo que sí lo sea, y hay que calmarlo. Pero queda por saber a quién se le está respondiendo.
En el primer párrafo, el articulista toma con todo coraje el rábano por las hojas:
El libertinaje financiero con la creación de instrumentos sofisticados y el "apalancamiento" consecuente, más la baja de tasas implementada desde la Reserva Federal de los EE. UU. en favor de un mayor consumo son, entre otras razones, las que llevaron a esta crisis financiera mundial que nadie con vida haya visto jamás.
Esto es un sofisma funcional a la perpetuación del actual estado de cosas. Según este juicio, que en estos días repiten varios representantes del fundamentalismo del mercado (oligopólico), no hay problema con el sistema capitalista. En el peor de los casos, la dificultad es de índole moral. El libertinaje. Y la intervención estatal, claro. Estos factores provocaron la crisis. Queda implícito que el capitalismo ha de ser bueno, bonísimo. Bastaría con que los banqueros de algún modo no fueran “libertinos”, y que el Estado no pretendiera regular tasas ni favorecer el consumo. Eso es lo que produce las crisis, “entre otras razones” que el articulista no señala. (Nada menos científico que el uso de la palabra “etcétera”, dicen. O de sus equivalentes, como esas “otras razones” que el opinante guarda para sí.)
La forma en que está redactado el párrafo no permite saber si se ha querido decir que esta es la mayor crisis financiera mundial que se haya visto, o simplemente la crisis que se haya visto. Ni una aserción ni la otra son veraces. Las crisis cíclicas y destructivas del capitalismo son desde hace rato “las peores que se hayan visto”; y vienen siendo crisis, y se las ha visto, por lo menos desde mediados del siglo XIX.
¿Que la causa sea el “libertinaje”? Pero en un sistema de desaforado individualismo y apropiación privada, motores del progreso a la manera capitalista, ¿a qué se le llama “libertinaje”?. Y ¿quién califica a los “libres” (si algo de libertad, libre competencia y demás supuestos liberales tiene vigencia hoy) y los diferencia de los “libertinos”, que parecen ser los que tienen la sartén por el mango? Estos últimos (entendiendo por tales los que buscan su provecho a cualquier costo social o ambiental, los que se valen del apoyo de los Estados, lográndolo por connivencia, soborno o presión) no nacieron hoy. Desde que el capitalismo es capitalismo, tiene estos rasgos de exacción y atropello. El articulista debiera repasar cómo fue el proceso de formación originaria de los capitales europeos que sirvieron para las revoluciones agraria, comercial e industrial.
Tanto en las crisis del siglo XIX, como en la de 1929 y años subsiguientes, los “economistas” del sistema salieron a decir que el problema era el libertinaje. Es decir, la especulación desenfrenada. Hasta alguna novela hay que pinta esto, en la Argentina de 1890. Pero habría que aceptar por una parte, un dato empírico: la especulación no es la semillita que se pueda escupir, separándola de la bondadosa pulpa del capitalismo. Ambos vienen juntos. El proceso de acumulación de capitales, de excedentes crecientes cuyos propietarios y gestores buscan oportunidades de inversión, no es otra cosa que el resultado propio del sistema capitalista.
Por otra parte, habría que repasar conceptos elementales de historia económica, para entender cómo y por qué se producen estas crisis cíclicas, emergentes financieros que obedecen a características sistémicas. La causa no es el libertinaje de nadie, ni la especulación. La causa de fondo es la disparidad cada vez mayor entre los ingresos del trabajo y los del capital. Es decir, lo que hace al capitalismo como tal.
Los ingresos del trabajo se reducen o quedan comparativamente rezagados, pero entonces la masa de consumidores también ve disminuidas sus posibilidades de comprar los productos que el sistema produce cada vez en mayor cantidad. ¿Cómo se llena la brecha entre una oferta creciente y una demanda que corre peligro de estancarse por falta de una mejor distribución del ingreso? Con el crédito. Llámese tarjeta de crédito, préstamo personal, prendario o hipotecario. Y cuando no puede expandirse el crédito porque ya no queda alguien con calificación de riesgo adecuada a quien prestarle, pues entonces, disminuimos las calificaciones necesarias. Y se les presta a los llamados “ninja” (no income, no job, no aptitude). Pero el motivo de fondo es resolver esa brecha generada por la desigual, cada vez más desigual distribución del ingreso – una desigualdad que en el caso de los Estados Unidos se acentuó significativamente en la era Bush. Esto, hasta que la burbuja estalla.
El Dr. Epifanio estima que algunas intervenciones estatales son buenas para mantener este bonísimo sistema que es el capitalismo. Por ejemplo, él aprecia “la ayuda estatal coordinada entre los países centrales” que, según su vaticinio, determina que “ya pocas o ninguna entidad financiera caería”. En cambio, no es bueno para el Dr., que en los países europeos mantenga su vigencia lo que él denomina “el estado benefactor”, que “contribuirá a demorar su salida de la crisis.” Ante estas afirmaciones, no puede uno menos que formularse aquella antiquísima pregunta: cui bono? ¿Para quién o quiénes es buena la forma de intervención que beneficia a las grandes entidades financieras? ¿Por qué sólo en algunos casos se califica a un Estado como “benefactor” con sentido peyorativo? ¿No hay algunos Estados que son “benefactores” para los grandes bancos? Pero si acudir a salvar a esos bancos con billones de dólares es bueno, ¿por qué no es bueno que algún Estado acuda a ayudar en alguna medida a sus trabajadores con un modesto seguro de desempleo o una prestación social? Sería preferible quizás diferenciar los términos: hay Estados benefactores… de los grandes capitales, y otros a los que desde hace ya tiempo se denomina “de compromiso social”. Parece arriesgado pronosticar que estos últimos no generen condiciones para resolver la crisis cíclica de igual o mejor manera que los primeros. De hecho, las políticas keynesianas, la experiencia del gobierno de Roosevelt y las de las políticas anticíclicas del siglo XX, pueden abonar el razonamiento contrario.
El Dr. Epifanio concluye su artículo con un párrafo que posiblemente haya considerado tranquilizante:
¿Que la causa sea el “libertinaje”? Pero en un sistema de desaforado individualismo y apropiación privada, motores del progreso a la manera capitalista, ¿a qué se le llama “libertinaje”?. Y ¿quién califica a los “libres” (si algo de libertad, libre competencia y demás supuestos liberales tiene vigencia hoy) y los diferencia de los “libertinos”, que parecen ser los que tienen la sartén por el mango? Estos últimos (entendiendo por tales los que buscan su provecho a cualquier costo social o ambiental, los que se valen del apoyo de los Estados, lográndolo por connivencia, soborno o presión) no nacieron hoy. Desde que el capitalismo es capitalismo, tiene estos rasgos de exacción y atropello. El articulista debiera repasar cómo fue el proceso de formación originaria de los capitales europeos que sirvieron para las revoluciones agraria, comercial e industrial.
Tanto en las crisis del siglo XIX, como en la de 1929 y años subsiguientes, los “economistas” del sistema salieron a decir que el problema era el libertinaje. Es decir, la especulación desenfrenada. Hasta alguna novela hay que pinta esto, en la Argentina de 1890. Pero habría que aceptar por una parte, un dato empírico: la especulación no es la semillita que se pueda escupir, separándola de la bondadosa pulpa del capitalismo. Ambos vienen juntos. El proceso de acumulación de capitales, de excedentes crecientes cuyos propietarios y gestores buscan oportunidades de inversión, no es otra cosa que el resultado propio del sistema capitalista.
Por otra parte, habría que repasar conceptos elementales de historia económica, para entender cómo y por qué se producen estas crisis cíclicas, emergentes financieros que obedecen a características sistémicas. La causa no es el libertinaje de nadie, ni la especulación. La causa de fondo es la disparidad cada vez mayor entre los ingresos del trabajo y los del capital. Es decir, lo que hace al capitalismo como tal.
Los ingresos del trabajo se reducen o quedan comparativamente rezagados, pero entonces la masa de consumidores también ve disminuidas sus posibilidades de comprar los productos que el sistema produce cada vez en mayor cantidad. ¿Cómo se llena la brecha entre una oferta creciente y una demanda que corre peligro de estancarse por falta de una mejor distribución del ingreso? Con el crédito. Llámese tarjeta de crédito, préstamo personal, prendario o hipotecario. Y cuando no puede expandirse el crédito porque ya no queda alguien con calificación de riesgo adecuada a quien prestarle, pues entonces, disminuimos las calificaciones necesarias. Y se les presta a los llamados “ninja” (no income, no job, no aptitude). Pero el motivo de fondo es resolver esa brecha generada por la desigual, cada vez más desigual distribución del ingreso – una desigualdad que en el caso de los Estados Unidos se acentuó significativamente en la era Bush. Esto, hasta que la burbuja estalla.
El Dr. Epifanio estima que algunas intervenciones estatales son buenas para mantener este bonísimo sistema que es el capitalismo. Por ejemplo, él aprecia “la ayuda estatal coordinada entre los países centrales” que, según su vaticinio, determina que “ya pocas o ninguna entidad financiera caería”. En cambio, no es bueno para el Dr., que en los países europeos mantenga su vigencia lo que él denomina “el estado benefactor”, que “contribuirá a demorar su salida de la crisis.” Ante estas afirmaciones, no puede uno menos que formularse aquella antiquísima pregunta: cui bono? ¿Para quién o quiénes es buena la forma de intervención que beneficia a las grandes entidades financieras? ¿Por qué sólo en algunos casos se califica a un Estado como “benefactor” con sentido peyorativo? ¿No hay algunos Estados que son “benefactores” para los grandes bancos? Pero si acudir a salvar a esos bancos con billones de dólares es bueno, ¿por qué no es bueno que algún Estado acuda a ayudar en alguna medida a sus trabajadores con un modesto seguro de desempleo o una prestación social? Sería preferible quizás diferenciar los términos: hay Estados benefactores… de los grandes capitales, y otros a los que desde hace ya tiempo se denomina “de compromiso social”. Parece arriesgado pronosticar que estos últimos no generen condiciones para resolver la crisis cíclica de igual o mejor manera que los primeros. De hecho, las políticas keynesianas, la experiencia del gobierno de Roosevelt y las de las políticas anticíclicas del siglo XX, pueden abonar el razonamiento contrario.
El Dr. Epifanio concluye su artículo con un párrafo que posiblemente haya considerado tranquilizante:
Por ahora, EE. UU. seguirá siendo líder, no sólo por la existencia del dólar elegido por el resto del mundo como factor de intercambio y de protección, sino también y fundamentalmente por su distancia con el resto de los países en ciencia y tecnología. Como indicativo, es suficiente saber que posee más del 80% de las mejores 200 universidades del mundo. Y en la historia de la humanidad esto tiene un valor preponderante.
Ahora bien, para unos cuantos, el dólar no es factor de intercambio ni de protección. Tampoco está muy en claro cuál es el criterio para decir cuáles son las mejores 200 universidades del mundo; porque si estas sirven para reproducir el complejo militar – industrial, la despolitización obediente, la guerra y el deterioro ambiental, permítame dudar un poco de la calificación que Ud. formula. Posiblemente haya que confrontar también algunos índices del estado de la educación pública en ese país.
Pareciera que la moraleja final del Dr. Epifanio coincide en lo sustancial con los recientes ensalmos de G. W. Bush en la reciente cumbre de Lima:
- “Por más de una década el mercado libre probó ser una vía eficaz.”
Pareciera que la moraleja final del Dr. Epifanio coincide en lo sustancial con los recientes ensalmos de G. W. Bush en la reciente cumbre de Lima:
- “Por más de una década el mercado libre probó ser una vía eficaz.”
- “El crecimiento económico en esta región podría ser ilimitado y es algo que concierne a los pueblos libres. Todo país que sea honesto con su pueblo contará con el apoyo de Estados Unidos.”
- “Nuestros socios pueden estar seguros de que la agenda compasiva de Estados Unidos se mantendrá.”
- “Seguiremos inspirando al mundo.”
- “Que Dios los bendiga.”
Le diría al Dr. Epifanio, que no me siento más tranquilo después de estas aserciones de Bush. Ni siquiera la deficiente formulación invita a la calma. Al contrario. Uno sigue preguntándose para quién o quiénes lo que Bush llama “el mercado libre”, que de hecho es oligopólico, ha probado “ser una vía eficaz”. Él no lo deja en claro, ni tampoco el artículo del doctor. Me temo que esta afirmación de George W. es tan poco acertada como aquel bushismo de que "Estados Unidos y Japón llevan un siglo de firme amistad".
También cabe preguntarse quién califica a “los países que son honestos con sus pueblos”, suponiendo que la honestidad o deshonestidad sea cosa de un país y no de un gobierno. Ya un poco despavorido, pienso cuál es “la agenda compasiva de Estados Unidos” (porque si esta que conocimos era la “compasiva”, cómo será la otra!). Me pregunto qué dimensiones de la vida social son las que pueden experimentar un “crecimiento indefinido”; y si no sería mejor revisar qué es lo que crece, para qué, en beneficio de quiénes y en qué sentido. Y en fin, me pregunto si quienes seguirán inspirando al mundo con la bendición de Dios serán George W. Bush, Dick Cheney, Condoleezza Rice, la Haliburton, Enron y todo el conglomerado de pocas y grandes empresas amigas de Bush y su gabinete.
Es de temer que, como dice el Dr. Epifanio, esto no sea el fin del capitalismo. A la vista de este haz de paralogismos, ocultamientos y distorsiones, es de temer que sí quiera ser el fin del pensamiento. El pensamiento propiamente tal, que es creativo, capaz de innovar… y de entender para transformar, en atención a ciertos valores que hacen que seamos humanos.
Le diría al Dr. Epifanio, que no me siento más tranquilo después de estas aserciones de Bush. Ni siquiera la deficiente formulación invita a la calma. Al contrario. Uno sigue preguntándose para quién o quiénes lo que Bush llama “el mercado libre”, que de hecho es oligopólico, ha probado “ser una vía eficaz”. Él no lo deja en claro, ni tampoco el artículo del doctor. Me temo que esta afirmación de George W. es tan poco acertada como aquel bushismo de que "Estados Unidos y Japón llevan un siglo de firme amistad".
También cabe preguntarse quién califica a “los países que son honestos con sus pueblos”, suponiendo que la honestidad o deshonestidad sea cosa de un país y no de un gobierno. Ya un poco despavorido, pienso cuál es “la agenda compasiva de Estados Unidos” (porque si esta que conocimos era la “compasiva”, cómo será la otra!). Me pregunto qué dimensiones de la vida social son las que pueden experimentar un “crecimiento indefinido”; y si no sería mejor revisar qué es lo que crece, para qué, en beneficio de quiénes y en qué sentido. Y en fin, me pregunto si quienes seguirán inspirando al mundo con la bendición de Dios serán George W. Bush, Dick Cheney, Condoleezza Rice, la Haliburton, Enron y todo el conglomerado de pocas y grandes empresas amigas de Bush y su gabinete.
Es de temer que, como dice el Dr. Epifanio, esto no sea el fin del capitalismo. A la vista de este haz de paralogismos, ocultamientos y distorsiones, es de temer que sí quiera ser el fin del pensamiento. El pensamiento propiamente tal, que es creativo, capaz de innovar… y de entender para transformar, en atención a ciertos valores que hacen que seamos humanos.
1 comentario:
Estos impecables e implacables razonamientos con que le contestas al pomposo y hueco doctor Epifanio deberían ser publicados por el propio "Río Negro", ¿no te parece, Ramón?
¿Demostraría su vocación por la libertad de expresión el diario de Rajneri, haciéndole espacio a tu réplica?
¿O perpetrarían un "bushismo" por omisión, "no comment"?
Da gusto tener fuentes responsables y bien informadas como tu blog para confrontar las interpretaciones de la llamada "realidad" que nos venden los medios masivos. Un abrazo
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