Reconocimiento británico: devolución de banderas
capturadas en la vuelta de Obligado.
Qué casualidad: olvidados de Obligado...
En los últimos tiempos me dedico a investigar episodios vinculados con un tema central: la construcción del olvido social. El olvido es parte de la memoria de la colectividad; definir los olvidos – algo que se hace desde los factores de poder, formal o no – contribuye a definir los recuerdos y los proyectos válidos. No se recuerda lo que no se quiere o no conviene recordar, porque perturbaría a ciertos proyectos de dominación.
Por eso me parece especialmente significativo que hoy, 20 de noviembre, no se haya hecho ninguna mención, en ningún medio o programa, al combate de la vuelta de Obligado (20-11-1845).
Me limitaré a recordar aspectos básicos de ese episodio en el que los argentinos de entonces enfrentaron a las naciones más poderosas del globo para defender sus derechos como colectividad y como estado – y no les fue tan mal:
- el combate de la vuelta de Obligado se produce en el contexto de la intervención anglo francesa; las flotas de los dos imperios más poderosos en aquel momento desarrollaban acciones en el río de la Plata y afluentes, para imponer las políticas imperiales: su “derecho” a navegar esos ríos como si fueran aguas internaciones… y la libre venta de mercaderías de sus fábricas sin pagar aduanas argentinas. Ya lo habían logrado en China. En suma, una suerte de ALCA sobre la boca de los cañones de las flotas. Para afianzar esta postura, envían río arriba una flota de naves mercantes, custodiadas por otras de guerra. Se creía que esas naves demostrarían la capacidad de las naciones interventoras para comerciar a su gusto en el interior de la Argentina;
- el dictador Juan Manuel de Rosas (que no dejó de serlo porque librara esta acción) ordenó la resistencia armada frente a ese atropello;
- soldados y paisanos argentinos dirigidos por Lucio N. Mansilla establecieron un sistema de detención en el Paraná, en la Vuelta de Obligado (cerca de San Pedro) para detener a las naves invasoras. Se atravesaron gruesas cadenas sobre el río, aprovechando rocas y sobre lanchones; y se instalaron baterías en la costa;
- como suele sucedernos, los cañoncitos eran viejos y poco fiables; los soldados vestían harapos; el armamento era precario y las raciones escasas;
- a la vista de los adversarios, los criollos escucharon las palabras de Mansilla, un general que estaba junto a sus soldados en la línea de fuego:”¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra Patria, al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea”;
- en el combate fueron inutilizadas, incendiadas o hundidas varias naves de los agresores imperiales; diez sobre un total de once resultaron averiadas en distinta escala; finalmente, agotadas las municiones y excedidas las fuerzas patriotas, quedó libre el paso. Pero ninguna nave pudo tomarlo ese mismo día río arriba, por las averías que les había provocado el fuego de los criollos;
- el irlandés argentino J. B. Thorne quedó sordo por el impacto de una bala de cañón cerca de él. Se levantó y siguió peleando. Le quedó el honroso apodo de “El sordo de Obligado.” El teniente Romero pereció cuando combatía al frente de sus hombres. Oficiales a la par de soldados, médicos (O'Donnell, Salvarezza) y civiles, se desempeñaron valerosamente;
- el desempeño de los argentinos mereció el reconocimiento formal de franceses e ingleses (ver foto);
- con el combate de Obligado no cesó la resistencia patriota; en San Lorenzo, Quebrachito y Tonelero, las flotas extranjeras sufrieron nuevas pérdidas bajo el cañoneo argentino, y la expedición comercial – militar concluyó en un fracaso. Las potencias interventoras no volvieron a intentar otra invasión similar;
- la donación hecha por José de San Martín de su sable corvo a Juan Manuel de Rosas, es en reconocimiento a su desempeño frente a esta agresión externa: “el sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sud le será entregado al Excmo. Señor general de la República Argentina, don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que han tratado de humillarla” (testamento del 23. 1. 1844);
- en aquel momento, los países latinoamericanos saludaron como propia la lucha de la Vuelta de Obligado; y todavía hoy, una estación del metro de Paris (rebautizada “Argentina”) recuerda el acontecimiento;
- la ley nacional 20.770, sancionada por iniciativa del historiador José María Rosa, estableció que el 20 de noviembre es el Día de la Soberanía Nacional.
Pero hoy ningún medio de comunicación social (ni siquiera el canal oficial) dedicó algunos minutos a recordar esta acción de resistencia a los imperios. ¿De dónde sacan las efemérides nuestras radios, diarios y televisoras? ¿Del libro Guinness? ¿Por qué perdemos el recuerdo de algunos momentos tan significativos de nuestra historia?
Considero que esta aparente casualidad es parte de un proyecto de construcción de olvido histórico. Supongo que por estos días los docentes de historia están por demás atareados con el cierre de planillas y calificaciones que les demanda esa burocracia cada vez menos educativa; las maestras y directoras están agobiadas con la preparación de las fiestas de fin de cursos; los periodistas están ocupadísimos indagando cómo se va a jugar la Copa Davis o se va a correr el rally Dakar en estas neocolonias; los dirigentes políticos, diputados, senadores, gobernadores, ministros y demás, están sumamente atareados en semblantear las internas o las externas, en la declaración de la milanesa napolitana como patrimonio cultural en Buenos Aires o en la penalización de menores o en las regalías, y no tienen tiempo para dedicar a estas cuestiones.
Pido que al menos desde la sociedad misma dediquemos un recuerdo, no tanto a Rosas, sino a los humildes paisanos que sin mucho armamento ni mayor palabrería, se plantaron para decir “fuera el Imperio”. Me pongo de parte de ellos.
Un abrazo.
Ramón
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