martes, 25 de noviembre de 2008

Michael Moore, palabras contra la dominación

Foto: después de la difusión de su documental "Sicko", Moore participa
en una movilización por un sistema público eficiente de salud.


MICHAEL MOORE Y LA FUERZA DE LAS PALABRAS

Este comentario nace de otro comentario que nació de otro comentario. Infatigable tejido social del conocimiento y la discusión que lo alumbra. Un artículo de Zlavoj Zizek sobre Barak Obama y los “cínicos” que no apuestan por él, me llevó a escribir una refutación de sus paralogismos –un rechazo al meloneo (ver en este mismo blog). A su vez, mi comentario incitó a un amigo anónimo (que firma “Diógenes – cínico y a mucha honra”) a formular el suyo: en él nos invitaba a releer un libro de Michael Moore, “Estúpidos hombres blancos”, como para enfriar los entusiasmos fáciles en torno a un presidente demócrata en Estados Unidos. A Diógenes que trajo a colación este libro, los debates vernáculos pro- o contra- Obama, le suenan a discusiones entre la servidumbre acerca del nuevo dueño de la mansión. Y él no quiere representarse como parte de la servidumbre.

Me puse entonces a buscar el libro de Moore, a quien conocía sólo como el documentalista de aquel impecable e implacable “Bowling for Columbine” (2002) y luego “Fahrenheit 9/11” (2004), entre otras obras cinematográficas.

¡Qué sorpresa! Este muchacho, nacido en 1954 en una familia de demócratas católicos irlandeses, básicamente buenas personas liberales” como él lo dice, (en esto, parecido a los Kennedy) se había convertido para el 2001/2002 en un lúcido portador de la conciencia crítica de su pueblo frente a la dominación en Estados Unidos. Y eso, en un ambiente comunicacional ensombrecido por el Estado Policía que sucedió al 11 de setiembre: el gobierno robocop del que se perdió el control remoto.

Moore encontró que esa dominación es un sistema articulado en el que no hay casualidades: la estupidización masiva, la ruina de las bibliotecas públicas, el abandono de la educación por el Estado, la “flexibilización” de las normas de resguardo ambiental y del contrato laboral (algo sabemos de esto por acá), el descontrol de la explotación del medio ambiente para elevar al máximo las ganancias de las grandes empresas, la concentración económica, el fomento al desempleo, la enseñanza de la sumisión, la guerra permanente en el extranjero, son todos engranajes relacionados, que refuerzan recíprocamente su acción.

Repasemos los temas fuertes de este libro, publicado en castellano en 2003:

- en el país de la “prensa libre”, existe en la práctica una cuasi censura; las empresas editoriales procuran no difundir un libro como el de Moore, que confronta con la Doctrina de la Seguridad Integral; los editores le piden que rehaga el 50% del texto; cuando el autor se niega a tal demanda, no distribuyen la obra; y cuando finalmente lo hacen, es porque el libro está siendo un éxito de venta en el extranjero;

- en el país de la “democracia”, el descarado fraude electoral de George W. Bush y asociados, con manipulación de padrones, papeletas y recuentos, y apoyado por una Corte adicta, le permite apropiarse de una presidencia que no ganó por la vía de los votos; de ahí el pedido que Moore hace llegar, en serio, a las Naciones Unidas para que intervengan en su país y depongan a un régimen fraudulento y despótico; por motivos mucho menos claros, otros países han sido invadidos en nombre de la misma democracia;

- Bush y su alibabesco gabinete destruyeron velozmente acuerdos políticos que cimentaban la paz internacional; reducen la legislación protectora y achican los fondos destinados al cuidado ambiental, al sostenimiento de los sistemas cultural, educativo y de salud, a la vivienda social; recortan el reconocimiento de los derechos de los trabajadores, de las mujeres, la protección de los niños… y en fin, todo lo que no sea el negocio de los oligopolios;

- hay dudas fundadas de que el presidente del estado más armado del mundo sepa leer; y si en caso de tener que afrontar una decisión difícil poseería el equilibrio y la lucidez propias de un hombre normal; (acerca de la lectura: fíjense qué buen argumento para futuras campañas que la promuevan - si no leés vas a ser como George W.);

- en el país definido por sus gobernantes y publicistas como el de la “igualdad de oportunidades”, se acelera el empobrecimiento pasmoso de los sectores de medios y bajos ingresos, en paralelo con el enriquecimiento escandaloso del 1% más rico del país. La indagación de Moore acerca de los niveles salariales comienza cuando se entera de que, por obra y gracia de las grandes empresas de aeronavegación, el piloto del avión comercial en el que viaja cobra un sueldo tan exiguo que tiene que solicitar asistencia social;

- el gran peligro son los hombres blancos. Moore recapitula sus propias vicisitudes: han sido blancos los que en diversos momentos de su vida lo estafaron, postergaron o echaron, así como los descubridores y propagadores de una serie de males que aquejan a toda la humanidad (bombas atómicas, guerras, compuestos químicos nocivos, fraude electoral, genocidios)… Pese a esto, el estereotipo que venden los medios de comunicación es el de un delincuente negro: “pareciera que en todas las ciudades el mismo negro con la misma gorra es el que comete todos los atentados contra la propiedad”;

- persiste la práctica generalizada de segregación y postergación de los negros, enraizada en la larga tradición esclavista del país, vigente hasta hace dos generaciones. Esta persistencia se demuestra con observaciones directas, números y datos concretos que prueban la posición subalterna de los afroamericanos salvo en el béisbol y el rap. Se dirá que algún juez de la Corte Suprema o algún Colin Powell “llegaron”… casos excepcionales en los que, oh casualidad, son promovidas las personas más reaccionarias;

- hay desoladoras evidencias de que los ciudadanos de la nación imperial, los soldados del primer ejército del capitalismo, constituyen “un país de burros”: la mayoría de los adultos, legisladores incluídos, no superaría una modesta evaluación de ingreso al colegio secundario. En este marco, los tragicómicos “bushismos” no son anécdotas aisladas, sino emergentes de un estado asnal fomentado y alentado desde los poderes, y representado en un presidente borrico (con perdón de Platero y familia). El Estado abandona las escuelas y estas son copadas por las empresas oligopólicas, que hasta llegan a establecer contenidos y actividades educativas (lo que será el programa de Estudios Nutricionales auspiciado por una fábrica de hamburguesas, o el de Economía cuyos lineamientos y textos elabora, produce y provee la General Motors!);

- hay comprobaciones igualmente desoladoras, estadística en mano, de la postergación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida social de esa “sociedad igualitaria”;

- las políticas de Bush no significaron una ruptura con respecto a las de Bill Clinton; la única diferencia finca en que este último mantenía una apariencia de progresismo, sonreía mejor, y tenía aventuras que distraían a la gente. Entre otras menudencias, Clinton: truncó el posible desarme nuclear total que ofrecía la Rusia postsoviética; permitió que las industrias automotrices no disminuyeran los niveles de contaminación generados por los motores que les ponen a sus autos; alentó la invasión de reservas naturales para beneficiar a la minería y a la extracción de petróleo.

Larga y fatigosa lista es esta, rebelde a todo resumen. Invito a remitirse al original, que enriquece estas noticias terribles con anécdotas individuales que hasta suelen resultar divertidas. De todos modos, lo que se percibe como fenómeno y proceso en todas las páginas del libro, es la destrucción de la vida social cotidiana y sus pautas por el frenesí neoliberal y la voracidad de los grandes capitales en los Estados Unidos. No se trata de economía, sino de la vida misma, tonto! Cosa parecida a lo que significó para nosotros la tiranía militar. Lo cotidiano está teñido y acotado por la dominación. El agua corriente ya no es potable: contiene cada vez más arsénico, pero las leyes ahora lo permiten; los autos contaminan cada vez más, pero no hay normas que lo impidan, ni aliento a tecnologías alternativas; si un miembro de la familia se enferma, la cobertura del seguro social estará limitada en el tiempo y en las prestaciones; y en fin, a la vista de cómo están los tiempos, no conviene cambiar la puerta descascarada y rota del garage. Y en esa sociedad desaparecen los varones, y aumenta la agresividad y el desamor.

Intento conectar todo este mapa de ruinas que presentaba Moore en 2003, con lo sucedido recientemente – la victoria de Obama en las elecciones presidenciales. Algunos análisis señalan que ha sido el voto de las etnias postergadas, de los negros y de las mujeres, el que le ha permitido al candidato demócrata ese holgado triunfo.

En un principio Moore se opuso a Obama, porque este había votado a favor de la guerra en Irak. En realidad, los tres candidatos demócratas votaron de ese modo. Pero luego Moore decidió apoyarlo, cuando se trataba de elegir entre él o Hillary Clinton. Parece que ese apoyo fue importante para la campaña del ahora electo presidente.

Me pregunto si el mejor servicio de Moore a esa campaña no ha sido más bien, varios años antes, un libro como “Estúpidos hombres blancos”. Las ideas de ese libro circulan también entre quienes no lo han leído, ya sea por medio de los documentales, o porque después de publicado el volumen, esas ideas empiezan a “estar en el aire” de la época. Como dijera don Ata,

Si uno pulsa la guitarra

pa cantar coplas de amor,

de potros, de domador,

de la sierra y las estrellas,

dicen : ¡Qué cosa más bella!

¡Si canta que es un primor!

Pero si uno, como Fierro,

por ahi se larga opinando,

el pobre se va acercando

con las orejas alertas,

y el rico vicha la puerta

y se aleja reculando.

El libro convoca a los sujetos de la explotación: negros, mujeres, trabajadores, empleados del montón. Y hace que los blancos de clase media, por la vía de la revelación o del ridículo, perciban su posición de dominados que se hacen cómplices de la dominación. Todos van parando las orejas.

Visto desde fuera de los Estados Unidos, Moore ha sido una voz clamando en el desierto. Pero con su propia obra ha poblado de camaradas ese desierto. La relación de ida y vuelta entre esa obra y la historia reciente, la historia de hoy mismo, invita a apostar por lo que puede hacer un intelectual que se juega por la causa común. Y a apostar también, cómo no, por el poder de las palabras.


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