El silfio, 2. De la antigüedad al Viagra, pasando por el Sagrado Corazón.
Parecido a un hinojo gigante, el silfio sólo crecía en una zona paralela al mar de 200 por 60 km en inmediaciones de la bella ciudad griega de Cirene, actual Libia. La moneda de la ciudad reproducía la imagen del vegetal, que supo ser su gran fuente de riqueza.
Laser, silphion, silfio, tales los nombres con que llamaron a la planta . Debido a su lugar de origen, los romanos lal denominaron "ferula tingitana", la vara de Tánger, o de Marruecos.Se la usaba como especia o como medicina. Según el mito, había sido un regalo del dios sanador, Apolo. Los romanos aseguraban que valía su propio peso en denarios de plata (apreciadas monedas de las que viene nuestro término “dinero”). Se comerciaba una resina extraída de la planta, similar a la asafétida.
¿Por qué el silfio brindaba poder a quien lo poseía en cantidad y lo entregaba? Nos dicen que calmaba la tos, la fiebre, los dolores, la indigestión; curaba las verrugas... También se lo apreciaba como aromatizante en la cocina. Pero la clave radica en que era un anticonceptivo; según se lo usara, operaba como una píldora del día después o como un abortivo (como lo es aquí el gualeguay), por sus propiedades estrogénicas. De modo que los príncipes disponían nada menos que de la posibilidad de regalar a los fieles de su entorno el acceso a un placer sin consecuencias.
La desertificación, la sobreexplotación, el sobrepastoreo, extinguieron al silfio. Parece que sólo el que se daba en estado silvestre poseía las cualidades indicadas. J.S. Gilbert sugiere que estas se debían a que la resina venía mezclada con cantaridina (polvo de cantáridas); de allí sus propiedades estrogénicas, excitantes, vigorizantes para el varón, y abortivas.
¿Por qué el silfio brindaba poder a quien lo poseía en cantidad y lo entregaba? Nos dicen que calmaba la tos, la fiebre, los dolores, la indigestión; curaba las verrugas... También se lo apreciaba como aromatizante en la cocina. Pero la clave radica en que era un anticonceptivo; según se lo usara, operaba como una píldora del día después o como un abortivo (como lo es aquí el gualeguay), por sus propiedades estrogénicas. De modo que los príncipes disponían nada menos que de la posibilidad de regalar a los fieles de su entorno el acceso a un placer sin consecuencias.
La desertificación, la sobreexplotación, el sobrepastoreo, extinguieron al silfio. Parece que sólo el que se daba en estado silvestre poseía las cualidades indicadas. J.S. Gilbert sugiere que estas se debían a que la resina venía mezclada con cantaridina (polvo de cantáridas); de allí sus propiedades estrogénicas, excitantes, vigorizantes para el varón, y abortivas.
Según otro mito, los mellizos hermanos de Helena, Cástor y Pólux, visitaron cierta vez su Esparta natal. Le pidieron al dueño de la casa donde había transcurrido su infancia que los dejara pasar la noche en la habitación que en vida habían ocupado – antes de ser mutados en inmortales. El hombre se negó, alegando que en ese cuarto dormía su hija virgen, y los alojó en otro. Por la mañana, no estaban ni la chica ni los dioses. En el dormitorio de ella sólo encontraron una rama de silfio y una estatuilla de los Dióscuros.
Cuando usted dibuja un corazón – esa forma ya impuesta, con dos alitas – está dibujando el emblema egipcio y cireinaico para representar el silfio: sus semillas, tan vinculadas con lo amatorio, tenían ese aspecto. (Ver la foto en el capítulo anterior).
La Iglesia Católica comenzó a usar ese mismo diseño como emblema del Sagrado Corazón en el siglo XVII, a partir de una visión de la Santa Margarita María Alacoque.
Y los soldados que el Duce Benito Mussolini envió a conquistar Cirenaica también usaron al silfio como distintivo – pero en este caso, la rama de la planta, el “silfio d'oro”- para condecorar a los combatientes.
En tiempos más recientes, una de las presentaciones más difundidas del sildenafil (la droga básica del “viagra”, revolucionario remedio de la disfunción eréctil) es una grajea en forma de “corazoncito”… es decir, de silfio.
Tan cercana a lo etéreo, tan despegada de lo material… y sin embargo, cuánto poder acumula y ejerce una imagen. Poder que puede sobrevivir a la desaparición del objeto que era representado, poder que se difunde y prolonga en otras manifestaciones y objetos, y que contagia hasta la semblanza que damos a las divinidades. Poder de la forma, capaz de hacer resucitar aquella planta, aquella semilla perdida que le dio origen.
En tiempos más recientes, una de las presentaciones más difundidas del sildenafil (la droga básica del “viagra”, revolucionario remedio de la disfunción eréctil) es una grajea en forma de “corazoncito”… es decir, de silfio.
Tan cercana a lo etéreo, tan despegada de lo material… y sin embargo, cuánto poder acumula y ejerce una imagen. Poder que puede sobrevivir a la desaparición del objeto que era representado, poder que se difunde y prolonga en otras manifestaciones y objetos, y que contagia hasta la semblanza que damos a las divinidades. Poder de la forma, capaz de hacer resucitar aquella planta, aquella semilla perdida que le dio origen.
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