Las aves de agosto en la comarca del Colorado
Los pájaros que Peters mató, escalpeló y clasificó, han dejado descendencia hasta hoy. Sus vuelos y canciones siguen ensanchando el aire. Él sólo anotó los que andaban por aquí en agosto. Declara: “hice mi primera escala entre el 8 y el 10 de agosto en Río Colorado, un pueblito al sur de la vía férrea, donde esta cruza el río Colorado.” De modo que no encontró a las aves que vienen en primavera: cisnes de cuello negro, (Cygnus melancoryphus), remolineras, (Cinclodes fuscus fuscus), junqueros o totoreros (Phleocriptes melanops melanops), Tachurís siete colores(Tachuris Rubigastra Rubigastra), tordos (turdus magellanicus); correnderas o cachirlas (Anthus correndera correndera, mencionada en la pág. 329 de su trabajo); Tordos negros cobijas amarillas o Varilleros Alas Amarillas, (Agelaius Thilius Chrysopterus p. 336); pechos colorados grandes (“loicas”, Trupialis militaris militaris, p. 337); la encantadora ratonerita (Troglodytes musculus magellanicus, p. 328) mentada también como cucarachero, o algunas variedades de golondrinas.
Tras una somera descripción de las bardas, la vegetación de cactos y jarillas y la aridez del lugar, Peters narra su partida en auto de pasajeros hacia “un pequeño puerto en el Golfo San Matías, San Antonio del Oeste” (sic) el 11 de agosto. Un viaje de 150 millas, dice, con escala en Conesa. En ambos lugares cazó pájaros; y en San Antonio tomó el tren hasta Maquinchao.
El país de la jarilla
Peters (p. 282) señala en un comentario inicial las aves características del país de la jarilla, es decir el intervalle del Colorado y el Negro. Son: el gallito copetón o pampa guanaco (Rhynocripta lanecolata), un cascarrabias al que es fácil capturar, pues basta con desafiarlo para que se acerque a pelear; el gallito arena (Teledromas fuscus); el canastero (Siptornis patagonicus); el piojito copetón (Spizitornis parulus patagonicus); el cachudito amarillo o piojito copetón pico amarillo (Spizitornis flavirostris); y el chingolito (Brachyspiza capensis choraules).
En el cuerpo de este artículo de 56 páginas, alude a otros habitantes alados que cazó en inmediaciones del Colorado: chorlo cabezón (p. 294) (Oreopholus ruficollis ruficollis); teru terus (295), chimangos (304); los muy sociables y conversadores loros barranqueros (Cyanoliseus patagonus, pág. 308); “comunes cerca del río Colorado; andaba una bandada de unos veinticinco por los alrededores del pueblo”; gallitos (310); canasteros (Siptornis baeri); viuditas negras de ala blanca (knipolegus anthracinus); viuditas; dormilonas caranegras (Muscisaxicola macloviana mentalis) cuya capital parece estar en Carmen de Patagones (322); bellas y diminutas calandritas (Stigmatura budytoides flavo cinerea); que sólo halló en Río Colorado; piojitos copetones panza amarilla, también llamados doraditos copetones (Spizitornis parulus patagonicus, p.324); cortarramas (Phytotoma rutilla rutilla); golondrinas patagónicas, (Tachycineta meyeni) especie que considera “bastante común en el Colorado en invierno”; calandrias moras (Mimus patagonicus patagonicus); cabecitas negras (p. 331 Spinus ictericus ictericus); chingolitos de cuello colorado (Brachyspiza Capensis Choraules p. 332); Chingolos (Brachyspiza capensis canicapilla, p. 333) que encontró en la zona en agosto; también al Yal, (Rhopospina fruticeti p. 335) "en agosto lo encontré en abundancia en Río Colorado, donde aparece en bandadas compactas de sesenta a setenta individuos en los arbustos espinosos cercanos al río” ; y Diucas (Diuca diuca diuca Molina p. 335); así como diucas chicas (Diuca Diuca Minor Bonaparte p. 336).
Dejó al margen de sus afanes a las omnipresentes torcazas, como a martinetas, garzas moras, benteveos y avestruces, que sí cazaría luego en Huanuluan y Maquinchao.
Peters nos brinda un inventario y nos informa someramente acerca de la existencia y las cantidades de aves. Sin pena ni alegría, hace constar que su estudio se basa en 750 pieles con plumas de los ejemplares que cazó en su viaje. Si uno pretende otra clase de acercamiento a estos pájaros, resultado de un largo tiempo de observación y convivencia, así como un mayor conocimiento de los hábitos de estas criaturas, será mejor que acuda al libro “Aves del Plata” de Guillermo Enrique Hudson. Merced a la buena voluntad y al esfuerzo de los sostenedores del sitio “Bibliotecas Virtuales”, y al levantamiento del copyright en este caso, podemos encontrar en Internet el libro completo, en cuidadosa presentación.
Hasta aquí la crónica de James Lee Peters, coleccionista de pájaros. En el tramo siguiente consultaremos el parecer de los propios pájaros, y de algún poeta.
Marzo de 2009.
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