viernes, 27 de marzo de 2009

Vencer a la cárcel. Los presos crean la Universidad de Neuquén. 1.

El libro de Sommi. El grabado de tapa es un dibujo de Italo Grassi, otro preso de Neuquén. (Para ampliar la imagen, hacer doble click con el ratón sobre ella.)



1. El nuevo estado autoritario de los años ‘40. Persecuciones, arrestos y confinamientos.

La imprenta y otras injusticias

En su momento, la imprenta fue una injusticia; y con el tiempo esa injusticia se repite y amplifica. Cuántos manuscritos medievales no se habrán transformado en impresos en el siglo XV, porque los editores e impresores prefirieron los clásicos griegos y latinos. Y cada vez que aparece un nuevo formato para la información, algo se pierde en el revoleo del trasvase, quizás mucho. Pensemos nomás en la música que en el siglo XX estaba en discos de pasta o de vinilo, o en magazines o en cassettes, y no ha accedido a los soportes que vinieron después.

Algo por el estilo se está produciendo con la informatización de los libros. Entre los textos digitalizados y ofrecidos en Internet predominan materiales en inglés o en chino, y quedan en un modesto segundo término los que estaban escritos en castellano. Muchos de estos libros van ya camino al basural o al reciclado; ¿volveremos a verlos algún día? Por estos días me puse a buscar “Rendición de espíritu”, obra clave de una etapa de vida del gran poeta Juan Larrea, y no logré hallar siquiera un párrafo en la red. Más allá de los clásicos de la lengua, hay todo un mundo que arriesga quedar limitado a referencias cada vez más vagas, citas de citas de citas.

Curiosamente, manuscritos persas o afganos que no habían conocido la etapa de la imprenta, dan un salto airoso que los coloca en la red informática, escaneo mediante. Pero no sucede lo mismo con libros hechos aquí cerca y hace pocas décadas.

Tres mudanzas, un incendio, decía sabiamente mi abuela Violante Fontana. En cada muda se deja algo, y eso es parte de la sana dialéctica del vivir; pero demasiados traslados sucesivos pueden hacer que uno pierda casi todo.



Un libro de Luis V. Sommi

Muy pocos de los libros de Luis V. Sommi pueden comprarse todavía. Este escritor fue obrero maderero y comunista militante; sus compañeros lo eligieron como Secretario del gremio; las capacidades adquiridas en su autoeducación lo habilitaron para investigar y publicar obras sobre temas de historia política y económica argentina. Yrigoyen, el monopolio inglés del transporte, la revolución del 90, la minería, los capitales yanquis y alemanes en Argentina, tales los temas que Sommi trató en sus libros.

El que tengo en mano se llama “Neuquén. Vida de los presos políticos.” (*) Allí cuenta el autor su paso por la cárcel entre 1943 y 1944. Solicitó luego la salida al exterior, y fue liberado con la condición de extrañarse; tuvo que permanecer en Uruguay hasta agosto de 1945, cuando se levantó el estado de sitio.




Nuestros años 40

En diversas aproximaciones a nuestra década de 1940, con motivo de la peripecia de “los Spee”, o de la visita de Nicolás Guillén a Córdoba, pude apreciar más de cerca el modo en que la construcción de un Estado autoritario en esos años influyó en la vida cotidiana, introduciendo controles que se tornaron hábito. La construcción política corre paralela a la conformación de un sujeto “disciplinado”, dependiente por varias vías de ese mismo Estado. Ambas creaciones iban a tener una vida prolongada. La Argentina es reconfigurada como un territorio “bajo control operacional”, con estrictas normas de comportamiento, en el que la conducta ideal será la de un buen detenido.




A Sommi le tocó vivir y padecer este proceso. En su libro anota los avances del Estado de Sitio permanente: los oscurecimientos, reinventados en 1978 y 1982; los poligrillos profesionales (buchones, se diría hoy); los allanamientos y las torturas; el control y la confiscación de paquetes en el correo; el registro de cada viajero en el momento de solicitar su pasaje; la imposibilidad de viajar sin documento de identidad; la obligación de llevar siempre consigo ese documento; el control de la prensa; las quemas y prohibiciones de libros.




En ese momento histórico, el nacimiento del Estado de Sitio permanente se justificaba con el argumento del estado de guerra (aunque el país se mantuvo neutral ante una contienda remota; y para cuando se declaró beligerante, los adversarios ya estaban derrotados). Hoy, la gendarmerización de ciudades y provincias, a veces solicitada por las fuerzas vivas, se justifica en la guerra interna contra los pobres a los que se acusa de generar inseguridad. (Valga el neologismo “gendarmerización”: seguimos en esta fuga de palabras adelante, como cuando se acuñó “desaparecidos”, y luego “convertibilidad”. )

La prisión política es el sello y el símbolo de este orden de cosas. La había habido antes de 1940. Pero desde entonces se sistematiza y se torna constante. Hasta el presente, incluído.




Prisión y confín

A Luis V. Sommi lo detuvieron en noviembre del ’43 en la “Sección Especial” de la Policía (ya desde su nombre, un ultraje a la republicana igualdad ante la ley). Nunca le informaron los motivos; simplemente, había sido puesto a disposición del Poder Ejecutivo. Luego de unas pocas jornadas en la comisaría, lo trasladan a Villa Devoto. Y un día, sin previo aviso, lo embarcan en un tren a Neuquén, junto a otros prisioneros de izquierda. Un gobernador militar confiaba: “Nosotros vamos a terminar con el peligro comunista. Los mandaremos al Sur para que se hielen. Allí dejarán los huesos.” (p. 64) En el imaginario colectivo, el nombre Patagonia resonaba a presidio; así la había configurado el poder, como un espacio lejano donde el confín daba lugar al confinamiento.

Depositados los presos en la cárcel de Neuquén, algún entorchado funcionario del gobierno militar habrá pensado que ese lejano sumidero climático los iba a absorber en poco tiempo. Si eso creyó, es que no conocía la fibra de estos hombres – y de sus compañeras.

¿Cómo era estar preso en Neuquén? Lo vemos en el tramo siguiente.



Referencia

SOMMI, Luis V. Neuquén. Vida de los presos políticos. Buenos Aires, Editorial Partenón, 1946. 292 p.

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