viernes, 6 de marzo de 2009

La Candelaria y su familia en la Argentina

La Virgen del Valle, atezada hermana gemela de la de Luján.

La Candelaria y su familia en la Argentina

Encontramos a la Candelaria bajo el traje de la Virgen de Luján (presente en la fundación mágico-simbólica de la Argentina). La imagen “quiso quedarse” donde hoy está; y le obedecieron los bueyes antes que los hombres. Antes de ser declarada patrona de la Argentina, se la llamaba “la patroncita morena”. Fue un nudo simbólico integrador de distintas poblaciones y sectores sociales: estancieros, peones mestizos… y negros como Manuel Cabo Verde, oriundo de ese archipiélago que hace etapa entre África y América, y servidor de la imagen hasta su muerte. La Virgen no tiene en brazos al Niño. Se la venera el 8 de mayo, día de su aparición, y el 8 de diciembre (día de la Inmaculada Concepción). En 1806, fue partícipe de los inicios de una nueva construcción política, la Argentina independiente. Primero los gauchos de la tropa de Pueyrredón, y luego el reconquistador Liniers y sus tropas, se identificaron con ella. Esa relación ha dado lugar a que se postule un vínculo directo entre los colores de esta imagen y los de la cocarda argentina. Volveremos sobre esta temática, así como sobre los significados simbólicos de Luján (relacionados con los términos mágicos Lucus, Lug).

Quién sabe si es de la familia la Virgen de la Consolación de Sumampa, que venía en la misma carreta que la Candelaria pero siguió camino hacia el destino original en Santiago del Estero; esta, de tez blanca, sí lleva a su criatura en brazos; la imagen connota una fuerte integración entre ambos.

En cambio la Virgen del Valle (de Choya, Catamarca) parece la verdadera gemela de la de Luján. Su hallazgo se produjo también a comienzos del siglo XVII (1618-1620); y se la venera también el 8 de diciembre. Es morenita, y así se la llama desde aquellos días en que la hallaron las indias de una encomienda en una gruta del campo.

La simultaneidad de estas apariciones milagrosas permite suponer una política simbólica orientada a establecer imágenes sincréticas y fundantes de comunidades indianas entre fines del siglo XVI y comienzos del XVII.

Aunque de instalación más reciente, la Virgen de la Carrodilla, importada a Cuyo en el siglo XVIII, procede a su vez de una imagen aragonesa cuya aparición y caracteres en 1250 la aproximan a las Candelarias. Su día se ubica entre el 20 y el 28 de febrero - una negociación entre la fecha de la Candelaria y el momento de la vendimia.

La Candelaria y los pueblos. Desde Maimará hasta la Villa 31.

La Candelaria ha sido y es una devoción de fuerte arraigo y gran vitalidad en el centro y noroeste de la Argentina. Se la venera como patrona y protectora de sus fieles en Maimará; en Humahuaca; en Santa María, provincia de Catamarca; y en muchas otras localidades de la región.

En plena ciudad de Buenos Aires, y por iniciativa de inmigrantes bolivianos, la Villa 31 la homenajea con una procesión callejera y un festival semejantes al culto afroamericano más tradicional. Y hay algún rasgo de Candelaria en otra fundadora muy reciente: la Virgen Misionera de Río Negro, la “negrita”.

Oración, carnaval y consecuencias. Los Candelarios. San Antonio y el hinduismo.

La devoción de la Candelaria ha estado presente y vivaz en Córdoba, al menos desde los tiempos de la llegada de los jesuitas. Una de sus estancias, nacida en la segunda mitad del siglo XVII, lleva este nombre.

En los pueblos de la sierra cordobesa los festejos de la Candelaria comenzaban el 1º de febrero y se prolongaban hasta el 10 del mismo mes. Luego de las celebraciones piadosas (novenario con rezos para cada día, misas, rosarios) en cada jornada había comidas, bailes y diversiones que se prolongaban hasta la madrugada. El festejo podía estar asociado a su paredro San Antonio, patrono de las bestias de labranza, a las que se adornaba y se llevaba en procesión. Está implícita una concepción de los animales como seres espirituales, capaces de reconocer a la Virgen y rendir culto. ¿Almas reencarnadas?

La fiesta nocturna era completa. Niños que a menudo recibirían el nombre de Candelario o Candelaria iban a nacer en noviembre, justo a los nueve meses de la fiesta de la Virgen.

Posiblemente los festejos de la Candelaria se hayan visto fortalecidos por la presencia de afroamericanos en la región – aquellos que habían trabajado en las estancias jesuíticas, y que huyeron buscando la libertad, cuando los frailes fueron extrañados y se suprimió la Orden en 1767.

Por comparación, resultan desteñidas las devociones del porteño barrio de clase media de Floresta de reciente instalación (1903), y a las que concurrió alguna vez el Cardenal Bergoglio. La documentación oficial presenta a la Luz, de la que es Señora la Virgen Morena, como iluminación para lo dogmático y lo establecido. Poco o nada parece quedar de aquellas luces que nos comunicaban con el otro mundo, acompañando las ofrendas que el mar llevaba hacia lo oscuro.

En Córdoba fue donde conocí más de cerca y empecé a querer a la Candelaria. En Icho Cruz funciona “Pueblo Grande”, una entidad que trabaja con los pobladores en el desarrollo cultural y social. Allí fui en el año 2001 a ofrecer un “Taller de la Memoria” – esto es, un espacio de encuentro y de trabajo para recopilar la historia que permanece en la memoria colectiva. El grupo que impulsa el emprendimiento, generado por la maestra Mercedes González, aceptó la idea. Y comenzamos a reunirnos, a buscar pistas de los procesos históricos y las transformaciones de esa zona, desde los tiempos en que era parte de la estancia jesuita de Alta Gracia.

En las entrevistas con las personas mayores apareció el recuerdo y la añoranza de los festejos de la Candelaria, que se venían celebrando, según nos decían, desde tiempos inmemoriales: “desde los abuelos de los abuelos, cuando menos” era la frase. Comenzaban el 2 de febrero y seguían hasta el 10 del mismo mes. Se recordaban los momentos de oración y piedad, las procesiones, la participación de los animales; y también la alternancia con las noches de fiesta, buena comida, bebida, guitarreo y baile hasta la madrugada.

Parte de la fiesta era la presentación de los burros nuevos, los que habían nacido durante el año; se los llevaba enjaezados a la procesión. La comida predilecta era la chanfaina, en la que predominan los menudos y la sangre del cordero o del cabrito. La relación con el “hinduista” San Antonio se expresaba en el hecho de que el lugar de los festejos era la iglesia parroquial de San Antonio de Arredondo; esta localidad se encuentra entre Icho Cruz y Villa Carlos Paz, sobre el mismo camino que tradicionalmente lleva hacia las Altas Cumbres.

Cuando preguntábamos por qué ya no se realizaban estos festejos en la actualidad, la respuesta era que los propios curas de la parroquia buscaron desalentarlos, desde comienzos de la década de 1960. Y como los “padrecitos” no convocaban a los fieles para formar la Comisión que cada año organizaba la fiesta, estos desistieron de hacerla por cuenta propia – lo que sin duda habría generado un conflicto con los clérigos, algo que la población no podía ni quería afrontar.

¿Por qué este abandono oficial, esta especie de arrinconamiento? Lo discutimos en el próximo artículo.

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