sábado, 21 de marzo de 2009

El coleccionista de pájaros, 3. Juicio de las aves y los poetas.

Se constituye una de las salas del Jurado. Loros barranqueros.


Empecemos por los loros.


Como estoy de parte de los pájaros, a ellos consulté acerca de las actividades de Mr. Peters, de las páginas de Hudson, y de los afanes de los ornitólogos de nuestros días.



No se crea que son incapaces de opinar al respecto. Mientras esto escribo, escucho a los loros barranqueros que repostan dos veces por día en un gigantesco árbol de Orgullo del Paraíso que comparto con un vecino. Les encantan los frutos de este árbol; cuando van por la mañana hacia el norte, y cuando al atardecer regresan de las chacras ribereñas hacia sus cuevas al sur, se demoran un rato aquí para una picadita, como amigos que comparten un vermut. Hace casi treinta años, desde que vine a vivir aquí, que se detienen y charletean un buen rato entre bocado y bocado.



Los loros barranqueros bien pueden vivir treinta, cuarenta y hasta cincuenta años. De manera que por los días en que James L. Peters los vio en bandadas, y mató alguno con el rifle para poder luego corroborar su clasificación, estaban en actividad las abuelas y los abuelos de estos loros de hoy; quizás en algún caso, las madres y los padres. Conociendo su carácter conversador, estimo que la semblanza de aquel viajero y su modo de proceder ha de ser de público conocimiento entre los loros, y por contagio en el resto de la comunidad pajaril. Es un logro de memoria y transmisión oral bastante modesto, si se lo compara con lo que asegura Milorad Pavic – que algunos loros yugoslavos son los únicos que todavía repiten ciertas palabras del perdido idioma de los jázaros del medioevo.



En este blog presidido por el rey de las aves, rey que es extrema autoridad democrática, pues lo constituyen las aves mismas en su viaje de búsqueda, la opinión de los pájaros es decisiva. Ellos no se referirán a la persona de Peters; les parece superficial juzgar o sentenciar a un individuo. Su mentalidad es de bandada y de especie. Por este motivo su juicio habrá de referirse a los seres humanos y a sus modos de conocimiento.
Un aria con pájaros y máquinas
Mientras leemos la transcripción de su parecer, propongo que escuchemos Les Oiseaux dans le Charmille, aria de los Cuentos de Hoffman, opereta de Offenbach estrenada en 1881. Es otro modo de referirse a los pájaros; aquí Natalie Dessay, afronta el difícil cometido de cantar una canción de amor como un encantador robot, porque su personaje es el de un autómata.
La bella interpretación de Sumi Jo es más expresiva. Por eso he preferido la de Natalie Dessay, que me pareció más ajustada a la historia de Hoffmann y Offenbach.
Hay una tensión entre la escena y la canción misma. La escena plantea el conflicto entre los humanos y esas sus criaturas que los enajenan, las máquinas. En cambio la letra de la canción, tierna e ingenua, alude a la antigua relación poética entre los pájaros y los humanos enamorados. No es una letra muy compleja; téngase en cuenta que la debe cantar una muñeca que para colmo tiene corto el resorte de la cuerda:

I


Les oiseaux dans la charmille // Los pájaros en la enramada,

Dans les cieux l'astre du jour, // El astro del día en el cielo,

Tout parle à la jeune fille d'amour! // A la muchacha todo le habla de amor!


Ah! Voilà la chanson gentille // Ah, esta es la bella canción,

La chanson d'Olympia! // Ah! La canción de Olimpia! Ah!


II

Tout ce qui chante et resone // Todo lo que canta y resuena

Et soupire, tour à tour, // Y suspira, a su turno,

Emeut son coeur qui frissonne d'amour! // Mueve su corazón que tiembla de amor!

Ah! Voilà la chanson mignonne // Ah, esta es la canción modosa,

La chanson d'Olympia! Ah! // La canción de Olimpia! Ah!


Sigamos con el juicio a los ornitólogos. Pájaros y poetas nos preguntamos si acaso el trabajo de James Lee Peters y de otros como él contribuyó a entendernos mejor entre ambos vecinos de este mismo planeta.


Quizás ese conocimiento no pasó de ser una extensa serie de rótulos. Qué le quedaba a Peters, decíamos, y qué nos queda a sus lectores, de aquello con que los pájaros nos ayudan a soportar y apreciar este universo. Qué de la canción, del vuelo, del temblor, en esas 750 pieles vacías y en ese fichero universal que tanto valoró, como Hoffmann se enamoró de una muñeca de cuerda.

Aunque no contemos con un manual para clasificar ornitólogos, y otros ólogos, intentemos improvisar una caracterización.

Habrá sido casual que un miembro de la familia de Napoleón haya precedido a Peters en su empeño taxonómico… ¿o será que la clasificación y la dominación están muy cerca una de la otra, en ese modelo de conocimiento que compartían Carlos Luciano Bonaparte y James L. Peters? Quizás en ese paradigma el conocimiento estaba dirigido a la dominación del objeto. Y hallar la denominación era un paso en el camino a la dominación. Modelo compartido, con una diferencia de matiz: el imperio de Peters acentúa sus rasgos de dominio por la vía de lo administrativo.

Por cierto James Lee Peters no era epistemólogo. Y él alegaría que no tenía por qué serlo. (En cambio, después de tantos desastres asociados a la ciencia y al conocimiento, quizás en nuestros tiempos todo científico deba serlo en alguna medida). También se nos dirá que el procedimiento aplicado por él constituyó etapa necesaria y ya superada en el proceso del conocimiento. Pero esa etapa no parece tan superada, al menos en el conocimiento aplicado a la dominación y la explotación de la Tierra y del trabajo. Aquello que resulta arcaico en los libros de ecología, sigue en vigencia en la economía. Un modelo tanatológico, reductivo y exhaustivo del conocimiento, que daba algo por incorporado a la ciencia cuando no quedaba nada sin explicar, cuando todo lo animado se había reducido a piezas inanimadas, cuando el objeto de algún modo quedaba ultimado, ese modelo se prolonga hoy en formas de explotación destructiva. Simurgh pregunta qué hacemos con o contra los pájaros, es decir con nosotros.

Un clásico de la ornitología contemporánea interroga en su título Where have all the birds gone? (*) ¿Adónde se han ido todos los pájaros? Allí mismo irán todos los seres humanos.


Otro es el paradigma, otro el modo de saber y acercarse que proponen la poesía y de la música. Por definición, este modo excluye lo exhaustivo, puesto que la fuente de la poética es el misterio presente. Y no puede ser tanatológico, porque procede precisamente de manera inversa: comienza por la vida y por el conjunto, para poder acceder a las partículas; sin la especie o la bandada no entenderíamos a ese pájaro solitario; sin Simurgh, el individuo perdería lo más preciado, su travesía; la suma de sus plumas y huesos no lo constituye.

La visión poética hizo que Guillermo Enrique Hudson entendiera a los pájaros de un modo más integral, superando el modelo corriente en su tiempo. Los mismos pájaros que observó Peters siguen volando y cantando por aquí. También los que describió Hudson en la zona de Patagones y Viedma siguen habitando las mimas tierras, las mismas orillas y a veces hasta los mismos montes.



No sé si he encontrado así una prueba para mi prejuicio de que las aves son eternas. O al menos, más perdurables que los hombres. Quizás los pájaros se presten a ese mito de la perdurabilidad, porque encarnan la poesía, el viaje y la música: tres constantes del género humano y de nuestros procesos de individuación, de iniciación y esclarecimiento. Al borde de lo inexplicable, sigue viviente el misterio de la música. Tan débil como parece… Sin embargo puede que todavía estemos escuchando en el flamenco actual las melodías que las danzarinas gaditanas acompañaban con castañuelas en tiempos de Plinio; y que en la bola suriana estén danzando toltecas y mexicas.

Como lo supo y lo dijo Borges en "El Tango":

“Hecho de polvo y tiempo, el hombre dura

menos que la liviana melodia,

que sólo es tiempo”


Y como los pájaros son melodía, ellos y quienes los aman perduran, a pesar y aprovechándose de los ornitólogos. Me incluyo en esa bandada.


(*) Terborgh, J. Where have all the birds gone? Essays on the Biology and Conservation of Birds That Migrate to the American Tropics. New Jersey, Princeton University Press, 1989

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