miércoles, 28 de enero de 2009

Dos días de viaje por Tuván. Segundo día.

El majestuoso valle del río Alash, comarca del canto profundo de Tuván.


Dos días de viaje por Tuván. Segundo día.

Algunos rasgos de Tuván

Para extasiarse con el país, basta pensar que tiene 9.000 ríos. ¡Nueve mil! Ríos de montaña, cantarines, aunque helados en pleno invierno, cuando la temperatura media es de unos veinte bajo cero. El majestuoso Yenisei es el padre o la madre de casi todos ellos. Por si esto fuera poco, varios grandes lagos suman algunos miles de kilómetros cuadrados, junto con los lagos salados. Es un país de agua.

Otro dato: a pesar del esfuerzo de los planificadores y burócratas en los tiempos soviéticos, el 82% de los tuvanos son nómades y pastores, aún hoy. Para un mundo en el que es doctrina aceptada que el sedentarismo es condición de la vida social y de la construcción estatal, es un índice desafiante.

En Tuván se acepta y alienta la relación sexual entre una mujer y cuantos varones se le pongan a tiro, entendiendo que este es un modo de generar una numerosa y variada progenie. Esto no es por una política de la República, sino por tradición. Las bondades del sistema se pagan con una alta tasa de sífilis (que afecta a un 2,5 por ciento de la población).

Las persecuciones que promovió Stalin fueron inútiles para desarraigar el chamanismo y el budismo, que siguen gozando de preferente adhesión en el pueblo. Tuván, y específicamente su capital, Kizil, son los únicos lugares del mundo en los que existen clínicas chamánicas. A ellas acuden pacientes de muchos otros países; norteamericanos, europeos y japoneses son sus pacientes, junto con rusos y chinos.

Hablando de Kizil, los tuvanos se ufanan de tener su capital enclavada precisamente en el centro geográfico del Asia. Esa sensación y esa imagen del “centro” funcionan como anclaje simbólico de una sociedad de relaciones más bien laxas, por influjo de la trashumancia. Quizás nos autorice a pensar que Tuván, en lugar de encerrarse en cercos, gira en torno a un corazón, un polo de atracción interior.

En los años 1920 y 1930, Tuván emitió series de sellos postales tan bellos como exóticos, con ilustraciones de la vida de los nómades en la estepa mongola. No abundan imágenes del nomadismo en la filatelia moderna, y por eso las estampillas tuvanesas lograron un duradero éxito. En nuestros días atrajeron la atención del premio Nobel de Física Richard Feynmann, quien viajó a Tuván y se volvió un entusiasta difusor de la cultura y las artes del país.

Apuntemos también la inexistencia de fronteras claras entre Tuván y sus vecinos. En realidad, por momentos los tuvanos son sus propios vecinos. Van y vienen desde y hacia Mongolia, la república del Altai o la China, y otros tuvanos andantes en esos países suelen encontrarse en Tyva. Da como para sospechar que unos cuantos tuvanos no han de tener muy en claro si son tales, o mongoles, altaicos o algo más.

Hay que aceptar por principio que el retrato de ellos que nos dan los censos es notoriamente dudoso. También es arbitrario por definición el colorido deslinde en que se afanan los mapas. Se nos dirá que en ningún caso los mapas o los censos son veraces. Cierto es; sólo que en el caso de Tuván, lo son desembozadamente y sin disimulo.

El canto profundo o canto de garganta

Pero ninguno de estos datos fue el que me llevó a Tuván. Como muchos de mis contemporáneos, llegué al país siguiendo un hilo de música.

Estaba escuchando el bello disco de Bela Fleck & The Flecktones “Live at the Quick”, y me quedé pasmado al oír uno de sus temas, “Alash Khem – Alash River Song”, un canto del río Alash. El cantor invitado que presenta el tema es Kongar-ol Ondar, a quien pueden escuchar en el enlace marcado.

Me fascinó por más de un motivo. El canto estaba acompañado por acordes del instrumento que los tehuelches llamaban ko-olo: el arco musical o violín bucal, utilizado por casi todos los pueblos originarios americanos. Esto compagina con un dato de la antropología física: según su código genético, los tuvanos son los parientes más cercanos de los indígenas del Nuevo Mundo.

Pero hay mucho más en el canto del Alash. Es el llamado “canto de garganta”, que algunos cantantes actuales de rock han incorporado; desde lo profundo de su garganta, el intérprete emite dos voces al mismo tiempo: una grave, como la del bajo de una gaita, y la otra aguda, a veces con sonoridad de trino.

Kongar-ol Ondar, Mikhail Halperin, Huun Huur-tu, Gennadi Tumat, el grupo Alash y las señoras Tyva Kyzi y Sainkho Namtchylak, son algunos de los intérpretes contemporáneos más conocidos del canto Tuván.

Este canto es ceremonia y nexo cósmico. Tiene el sentido mágico y sagrado de la música primordial (rechazo el término “primitiva”, para cualquier lengua o arte de que se trate). El cantante siente que está diciendo lo que dicen la roca, el río, la montaña, la perdiz de nieve, la estrella; está conviviendo con ellos y hablando con sus voces… Aspira a ser comunión con el universo y de los seres y expresión de ellos.

Esto me enseña Tuván

A esta altura de la investigación confusional, ya no puedo responder para qué existe Tuván. Sospecho que ni siquiera la pregunta es correcta, y menos aún que alguien se arrogue el poder de responder a ella. Posiblemente sus habitantes no estén mejor o peor por obra de una República por la que no parecen ponerse muy ansiosos. La expectativa de vida es de 56 años, posiblemente debido a las rudas condiciones de existencia y de trabajo, en esos largos inviernos con 25 grados bajo cero de temperatura promedio.

Por ahora, sólo puedo decir lo que a mí me enseña:

-
puede existir un estado que no flagele ni amenace a sus vecinos; un estado que no pretenda ser el personero exclusivo de una sola nación, ni el representante encarnado de una misión religiosa o política, o de un milenario;

-puede existir un país de nómadas, sin fronteras claramente definidas, que no tenga propiamente “habitantes”, sino viandantes;

- ese país puede estar constituido por aguas fluyentes más que por tierras emergidas;

-no es necesario que la gente pertenezca a una o varias iglesias establecidas para que perdure una república;

- la sífilis debe ser curada; pero quién sabe si hay que corregir su causa;

- la nobleza y riqueza de un país finca en sus bellezas, sus sentidos y saberes; estampillas y canciones son riquezas que una sociedad puede tener y aportar al mundo.

Bello planeta este, en el que cualquier día podés descubrir un país del que no tenías noticia, y hacerte dueño de alguna de sus posesiones que el orín no corroe ni la polilla consume... y recibir de él nuevas interrogaciones que no esperabas.

En cuanto a la pregunta con que inicié este viaje, creo que debiera cambiarla para decir “¿Qué tiene Tuván para dar?” Diría que esa es la verdadera pregunta por el sentido. Pregunta cuya respuesta no puede ser dada de modo permanente ni por ninguna autoridad.

Ahora me pregunto cuál será el sentido, quizás el secreto de este pueblito mío. Qué tenemos, sólo nosotros, para dar al mundo y a nosotros mismos. Quizás el canto de ciertos pájaros de escaso renombre, como el gallito copetón o el cortarramas. O la persistencia de la galleta de campo. O el aroma de pichanas que las mujeres del pueblo aspiran a la tardecita, sentadas a la puerta de sus casas. O algún cuento anónimo, o alguna música que todavía no sabemos apreciar.

Es como para ponerse a respetar todo, o casi todo. Y a descubrir que hay mucho de sagrado que no se encuentra en los templos oficiales.
Ramón
28 de enero de 2009


1 comentario:

badana dijo...

Hay una nación que atravieza todos los Estados.
Maestra en singularidades contiene todos los Tuvan y es la nación gitana .-
Al alcance de nuestra mano , que ellos dicen leer.