martes, 13 de enero de 2009

Pájaros y dinosaurios.


Los cóndores vuelven a poblar Sierra Pailemán


PÁJAROS Y DINOSAURIOS

Se escucha en estas tierras de Río Negro, y especialmente en el monte, el cantar de todas las aves del mundo. Ahí está el bellísimo pecho colorado; y el verderón, que la gente llama cardenal, y los jilgueritos. Hasta mi patio llegan calandrias, tordos, ratoneras y loros barranqueros – aunque vivo a dos cuadras de la plaza. Algo bueno ha sucedido: ya no se los caza como antes, ya no se ven las grandes jaulas donde se los tenía encerrados en el patio de una casa. Hasta un casal de buitres anda este año, dando vueltas por el cielo, como inmóviles y en trance, hasta que se llaman con un grito filoso y se encuentran en la punta de un álamo.

Ahora sabemos que el presuntuoso gallo doméstico desciende del tiranosaurio. Es un parentesco casi evidente. Pero qué alquimia de la vida ha llevado a transformar algún veloz predador picudo y agresivo, en estas canciones aladas. En otros lugares están amenazadas por el exceso de luz eléctrica o por los muros de los edificios que detienen al viento. Pero nuestro país del viento, es también país de aves, y lo seguirá siendo. Lo es particularmente la Región Sur. Allí sólo se cierne contra ellas la amenaza de la minería con molienda de grandes cantidades de roca, que con su fragor espanta a los pájaros. Más acá, en los valles bajo riego, las espantan los cañoncitos con que los chacareros tratan de resguardar las frutas para que no las devoren palomas y loros.

Hay utopías insepultas por aquí (ya conversaremos sobre ellas) ; y fósiles también. El País o los Países del Río Negro son tierras de fósiles.

A la entrada de Valcheta hay un extenso campo donde afloran troncos de un bosque petrificado. Al sur de Darwin, don Salatino Mazzulli ha encontrado dátiles; esa árida extensión era un bosque de cicadáceas. En los bordes del Gran Salitral del Gualicho, en el que cabría un pequeño país europeo, afloran ancas de dinosaurios.

Ahora estos antiguos países de dinosaurios son países de pájaros.

Una evolución similar hizo que los latifundios se fragmentaran y disolvieran. Vascos alambradores, contratistas de esquila, gallegos comerciantes, compraron de a pedazos esos latifundios. Y estas fueron tierras de pequeños propietarios, de productores agrupados en cooperativas, de gente capaz de sostener ideas de cambio social y comprometerse con ellas. Los dinosaurios habían dado lugar a los pájaros.



Cierta vez vi enfrentarse a un ave de estas tierras y un dinosaurio.

Cuando el Papa Juan Pablo II visitó por segunda vez la Argentina, en abril de 1987, estuvo brevemente en Río Negro. En Viedma lo esperaban el obispo Hesayne y una muchedumbre.

Hesayne invocó a Ceferino Namuncurá, y planteó ante el Papa un problema fundamental: el de las tierras para las comunidades originarias. El Papa le respondió pontificando sobre la evangelización, sin mencionar siquiera los problemas de los indígenas, las tierras, el trabajo. En fin, habló desencarnadamente.

La estampa del pequeño Hesayne frente al gran Papa, clamando por algo y recibiendo una respuesta que aplastaba su voz, se me hace parecida a la de Alfonsín hablándole a Reagan para sostener que la deuda externa era una deuda de origen político, e impagable.



Ahora me pregunto si no está viniendo una nueva era de los dinosaurios.

Sobre todo me preocupa el efecto de la rápida y brutal concentración de la propiedad de tierras sobre nuestra constitución social. Hemos dejado de ser aquel brioso país de pequeños propietarios y de cooperativas, salvo alguna excepción.

Como pueblo no les demandamos a nuestros gobiernos que actúen frente a este proceso, que es mortífero para nuestras sociedades. Un país de latifundios, grandes empresas y peones o empleados, no es un país de grandes libertades.

Y en cuanto a la escritura, me pregunto qué pasa cuando la mayoría de los escritores queda atada a una burocracia estatal, o a un empleo urbano. Qué pasa con el pensar y el sentir cuando se les quita la tierra, el agua y el viento.

El derecho de todos al viento y al agua, es el derecho a la tierra. Y veo que nos están y nos estamos desterrando.

El empobrecimiento en tierra, en lugares, es también una erosión de símbolos. Símbolos que viven en un espacio determinado, que perecen cuando ese lugar se pierde.

Hará dos años, se difundió la noticia de que es posible el cultivo de soja en nuestros valles patagónicos. Hay quienes dicen que las pruebas han sido exitosas – por supuesto que esto depende de lo que se considere “éxito”. Yo ruego a los manes del viento y del agua que no permitan ese éxito de la uniformidad, de la uniformación. Feliz fortuna, el conflicto de la patria sojera impuso un compás de espera en estos experimentos.

La minería del oro a cielo abierto, hasta hoy vedada en Río Negro, es destructora para la tierra y también para las aves. Ya dijimos que las ahuyenta sin remedio, el fragor de la molienda de miles de toneladas de roca.



Los dinosaurios, los viejos monstruos, gigantescos, avasalladores, se transformaron en estas canciones aladas, estos pájaros. Pero como los cambios nunca se detienen, es de temer que un país de aves que cantan vuelva a ser un país de dinosaurios.

Quisiera que recuperemos el sentido del derecho a la tierra, esta verdad elemental. Tierra y paisaje, lugares, tierra conformada. Que nos hagamos dueños de la nostalgia del agua, de la poesía del agua y del viento sobre la tierra de todos. Para que así recuperemos el país del Río Negro, con sus símbolos y su poesía.

Porque hay algunos secretos que debo confiarles: el agua no sabría de amor, sin la tierra; y los pájaros son de la misma especie que el viento.
(Párrafos de una presentación en el Fondo Nacional de las Artes, año 2007).

1 comentario:

badana dijo...

afortunadamente el viento soplará ignorando mensuras y medianerías , el agua se escurrirá siempre , inevitablemente, y los pájaros... los pájaros , aún inexistentes , seguirán volando . Como los mitos , como el simurgh.
en la voz de los poetas.